jueves, 26 de febrero de 2015

PINTORES VALLISOLETANOS OLVIDADOS: Félix Llanos (1935-2018)


Inició su formación artística en la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid, atraído en principio por la técnica del modelado y por la construcción en tres dimensiones. En los cursos de José Luis Medina y Antonio Vaquero obtuvo no sólo habilidad para modelar la arcilla sino un conocimiento profundo de esta materia que, por su plasticidad, es capaz de recoger los más delicados matices. El dominio del modelado supone la presencia implícita de los conceptos del dibujo y de organización de las masas en el espacio. En este tiempo dedicó atención preferentemente a la representación de la figura humana y al retrato, un género, sin duda, lleno de dificultades en el que se desenvolvió con éxito. En 1958 obtuvo la Primera Medalla de Escultura de los Juegos Florales “Ciudad de Valladolid” por un busto femenino y en ese mismo año obtenía el Primer Premio de Escultura Fernández Araoz, por otra figura femenina.

Superada esta etapa de aprendizaje decidió trasladarse a París, donde se instaló en 1959. En la década de los cincuenta París guardaba todavía el poderoso atractivo de ser –o haber sido– la capital del mundo de las Artes. En palabras de Julián Gallego, que desde 1954 enviaba sus Crónicas a España publicadas en la revista Goya, “París conservaba contra viento y marea la hegemonía de la calificación de un artista, el privilegio del placer a las eminencias proclamadas por otros”. Es verdad que por esos mismos años este estado de cosas tocaba a su fin.

¿C? (1997)
El camino
El viaje de Félix Llanos a París estuvo motivado por el interés que entonces sentía por la pintura y por la búsqueda de bases sólidas para su formación. Asistió a los cursos de dibujado impartidos en L´École de Montparnasse, a la Grande Chaumière donde se trabajaba con el color y a la Academie Julian, taller parisiense célebre por su papel en la formación de muchos de los pintores simbolistas como Paul Gauguin, Emile Bernard, Maurice Denis, Pierre Bonnard o Edouard Vuillard. En estos primeros años dedicados al aprendizaje de las técnicas pictóricas su principal interés estuvo dirigido al conocimiento de los maestros clásicos. Es una época en la que realizaba copias para desmenuzar y asimilar las técnicas de los grandes pintores. En aquel momento la lección de los impresionistas en su libre utilización del color y en la forma fresca de reflejar la realidad llegó a captarle con su atractivo. Pero enseguida abandonó esa trayectoria bajo la influencia de Bernard Buffet cuya serie de Paisajes de París realizada en 1956-1957 mostraba una ciudad teñida de tintas sombrías. En esa época Félix Llanos realizó numerosos paisajes arquitectónicos, en los que progresivamente fue abandonando el color para centrarse en los efectos de volumen, cuya estructura estaba definida por planos de luz y sombra violentamente contrastados. Estos paisajes urbanos tienen un aspecto fantasmal y expresionista muy alejad ya de las alegres vistas de ciudades creadas por el impresionismo. Según declara el propio artista esta forma de hacer estaba motivada, más que por cualquier tiempo de pintura, por su admiración hacia el cine expresionista alemán y por el efecto estético que le causaron películas como la Barraca del Doctor Caligari, El Gólem, Doctor Mabuse, y, sobre todo, Metrópolis. Su obra El puerto de Bretaña es representativa de esta fase.

El Dragón (1997)
El Nacimiento del Caos (1997)
¿G? (1999)
¿H? (1999)
A partir de 1962, durante breves estancias en España, hizo la primera muestra de obras en una exposición individual celebrada en Valladolid y participó en varias exposiciones colectivas. En 1967 acudió al Concurso Nacional de Pintura convocado por la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Educación y Ciencia. La obra presentada ese año con el nombre de Pont Neuf, que figuró en la exposición celebrada en el Palacio del Retiro, revela cómo, todavía, utilizaba el paisaje urbano de París como soporte de sus investigaciones pictóricas en esa línea expresionista. El matiz sombrío de su pintura coincide también con un momento en el que se dejó arrastrar por el interés hacia temas de carácter misterioso y esotérico.
El ambiente de París en la década de los sesenta se mostraba caminando por tendencias pictóricas abstractas. Durante los años cuarenta, pintores como Roger Bissière habían llegado a la abstracción a partir de la utilización del color al modo de los impresionistas. Una línea más avanzada era seguida por los rusos De Stäel y Poliakoff que representaban la llamada abstracción libre. La forma discontinua de aplicar el color del primero y la fuerza dramática del segundo fueron en aquel momento elementos de referencia para Llanos.

¿I? (1998)
Lo creativo (1998)
¿L? (1999)
Desde 1964 comenzó a interesarse también por la filosofía oriental, por la distinta concepción del mundo que comportaba frente a occidente y, consecuentemente, por la diferente manera de entender el hecho pictórico que lejos de plantearse como copia superficial de la realidad que percibimos a través de los sentidos, ofrecía imágenes procedentes de una lenta reflexión y de la interiorización de lo percibido. Inició el aprendizaje de la caligrafía y de la pintura china en el taller de un maestro de este arte. La lectura del libro de Elie Faure El Espíritu de las Formas fue reveladora para él, por cuando en sus páginas encontraba la formulación teórica de la libertad expresiva que buscaba. Las formas tenían una vida propia que podía dar lugar a secretas conexiones entre obras de épocas y países muy distantes en el tiempo y en el espacio. Llanos buscaba en el espíritu de las formas, ese fluido común que las une a todas.
El aprendizaje de la técnica de la tinta china le liberó poco a poco de su formación escultórica que le obligaba de alguna manera a articular las formas mediante el volumen, para investigar en las posibilidades expresivas de la grafía. Un arte que permitía transmitir, a la obra, de forma muy directa el propio aliento vital, los impulsos, la sensibilidad. La vibración de la pluma o del pincel, determinada por el pulso o por la propia presión comunican al trazo unas referencias vivas a su autor más allá de lo representado.

¿O? (1999)
¿P? (1999)
¿Q? (1999)
Realizó por aquellos años una gran colección de tintas polícromas sobre papel en las que buscaba ante todo liberar la pintura de cualquier condicionante representativo, dejar que las formas vivieran su vida de manera autónoma. Todas ellas están impregnadas de un suave sentimiento onírico.
A partir de 1966, comenzó a plantearse que esa libertad absoluta, casi inconsciente, no era buena para la creación y que tenía que acogerse de nuevo a una disciplina de trabajo que introdujera un elemento de consistencia a sus composiciones. Se abre entonces una nueva etapa que representaba su vuelta a su formación originaria pero también a las raíces de la cultura occidental. En este caso tomó como punto de apoyo la escultura griega. Siguió utilizando la tinta china sobre papel y, sirviéndose de los nuevos conocimientos técnicos, realizó una serie de obras basadas en la interpretación de la escultura griega, apenas sin color, a las que el movimiento ágil de la mano dotaba de gran frescura. A ese momento pertenece su Procesión de Panateneas. Ocasionalmente en las obras de esta etapa se pueden descubrir influencias de Picasso.

Rocas (1998)
¿T? (1999)
¿V? (1999)
Dos hechos de signo muy diferente pero cargados de fuerza dinámica explican el posterior cambio de su pintura. En el terreno artístico el inicio de la década de los sesenta había consagrado una corriente pictórica basada en la búsqueda de los efectos de vibración y de movimiento que determinadas combinaciones de formas y colores provocan en el ojo, como reacción puramente física. Los pintores que se agrupaban bajo lo que se denominó “Recherche d´Art Visuel”, y que reconocían a Víctor Vasarely como su mentor, exponían habitualmente en la galería Denise René. El otro hecho, de carácter ideológico y social, estuvo protagonizado por el movimiento estudiantil de mayo de 1968. El ambiente de inconformismo con lo establecido y el clamor por la libertad, generaban una situación de tensión y de expectativas de cambios.

¿X? (1998)
Cuando en 1973 regresó a España tuvo un momento de intensa actividad de la que surgió una nueva serie formada por un centenar de pinturas al óleo sobre lienzo. Todas ellas tenían como motivo reconocible una escultura griega elegida entre un corto número, a las que la civilización occidental había dado un valor tópico como el Auriga de Delfos, el Discóbolo, la Victoria quitándose la Sandalia y la Victoria de Samotracia. Estas imágenes forman el núcleo estable de un espacio dinámico que gira en torno y se fragmenta pero no de forma caprichosa sino sometida por leyes geométricas, apresado en las formas puras de la espiral o la esfera. En estos cuadros se percibe la asimilación de las técnicas cubistas en lo referente al análisis de las formas pero, sobre todo, de los sistemas de descomposición formal y lumínica a través de los cuales se consiguen efectos cinéticos, utilizados por sucesivos grupos de pintores desde el orfismo al “op art”. La idea que ha dado lugar a esta serie contiene una disyuntiva entre la deuda contraída con la herencia clásica que representa lo fijo, lo normativo, lo que permanece, y el movimiento vertiginoso que en unos casos cuestiona su estabilidad y en otras potencia sus propias fuerzas dinámicas hasta su casi disolución. El autor acompañó las ilustraciones del catálogo de la exposición presentada en septiembre de 1978 con una frase de Omar Khaiame que sin duda encerraba la clase de su pensamiento: “¡Oh Cosmos! No me agrada tu rotación… Giras, giras, vives girando y nada te hace salir de esa órbita rutinaria…”.

¿Y?
Un fecundo periodo de reflexión y de silencio ha servido de preparación a la nueva etapa que se muestra en esta exposición. En ella se encuentra todavía la dualidad entre lo permanente y lo que cambia, pero entendido ya no como fuerzas antagónicas sino como componentes complementarios, en los que el conflicto aparente de los opuestos se convierte en esencia misma de la unidad del Cosmos.

BIBLIOGRAFÍA
  • ARA GIL, Julia y VALVERDE VILLENA, Diego: El Tao / Félix Llanos, Consejería de Educación y Cultura, Valladolid, 1999.