miércoles, 28 de septiembre de 2016

EXPOSICIÓN: PEDRO MONJE. Memoria y símbolo


Si hay una fuente popular en Valladolid, y en la que desean hacerse fotos tanto los pucelanos como los visitantes, esa es la de "los Colosos", situada en la Plaza de la Rinconada, en las traseras del precioso Ayuntamiento historicista. Pues bien, la ejecución de los dos "colosos" se debe a uno de los mejores artistas con los que ha contado Valladolid en las últimas décadas, y que por desgracia nos dejó hace unos pocos años. Se trataba de Pedro Monje Lara, un jienense de Lopera (1945), aunque vallisoletano de adopción, ya que aquí vivió gran parte de su vida, concretamente desde que en 1978 se trasladara a la capital del Pisuerga para trabajar en la empresa automovilística Fasa Renault. Fue por entonces cuando este polifacético artista polifacético (escultor, pintor, ceramista, grabador...) abrió su primer taller en la calle Mota, nº 3. Su formación se llevó a cabo en Cataluña, donde consiguió importantes éxitos antes de su matrimonio con una vallisoletana.

A manera de homenaje a este excelente escultor (no en vano se alzó con un premio tan importante como la Medalla Lorenzo el Magnífico, en la II Bienal de Florencia de Arte Contemporáneo) la Diputación de Valladolid ha decidido en este mes de septiembre organizar una magna exposición que contiene alguna de las piezas más significativas que a lo largo de unos 40 años elaboró Pedro Monje, tempranamente desaparecido en 2012. Como señala Montserrat Acebes, esta exposición muestra un recorrido por las diferentes facetas y etapas de su obra. Al mismo tiempo pretende dejar constancia del afecto que el artista sintió por esta ciudad, con la que ha mantenido una constante relación a lo largo de su trayectoria profesional. Son tantos los acontecimientos culturales que relacionan a Pedro Monje con esta Institución, que es imposible enumerarlos. Por encima de todos ellos sobresale, por la excepcional resonancia que obtuvo y por el impulso que supuesto en su carrera artística, la exposición "Tierra y Fuego" llevada a cabo en 1992. La exposición, que se desarrolla entre el 2 de septiembre y el 2 de octubre de este año se puede admirar en la Sala de Exposiciones de la Diputación de Valladolid, en el Palacio de Pimentel.
 
A continuación, se analizará brevemente su obra, tanto escultórica, pictórica como cerámica, siguiendo puntualmente las palabras que Montserrat Acebes ha plasmado en el catálogo de la muestra. Se trata de una de las mejores conocedoras de la obra del artista ya que ha sido la autora de la única monografía existente sobre Monje, la cual se puede adquirir en la exposición,:
Pedro Monje, aunque de procedencia andaluza (Lopera, Jaén 1945 – Valladolid 2012), en todo momento supo sintetizar y armonizar los valores e impresiones de aquellos otros lugares en los que ha transcurrido parte de su vida, en particular de Valladolid, donde fijó su residencia. De ahí que su huella esté presente en diversos espacios públicos de nuestro entorno. Es inevitable señalar La Fuente de los Colosos, en la plaza de la Rinconada, lugar de referencia para los vallisoletanos y los visitantes que se acercan a nuestra ciudad. También podemos ver su estela en los numerosos murales realizados por encargo del Ministerio de Educación y Ciencia para diferentes centros de enseñanza, a los que se suman Poesía del Sol y del Agua en el Parque Fuente del Sol y otros muchos realizados a lo largo de Castilla y León como La puerta del Cielo para el proyecto europeo Artecampos en Mayorga (Valladolid) o el elaborado para el Centro de Investigación de las Aves Lagunas de Villafáfila (Zamora).

En el plano artístico destaca por su versatilidad: pintor, escultor, ceramista y grabador. Su afán de investigar con nuevos materiales, técnicas y estilos ha hecho posible una obra en constante evolución que se debate, a lo largo de su trayectoria, entre la figuración y la abstracción. La fuerza del color y el carácter táctil son notas que definen la expresión del artista. Concretamente, el carácter táctil se impone, tanto en la pintura y en el grabado, como en el acabado de los bronces de ricas y diversas texturas, y por supuesto en las piezas de cerámica que, en este caso, va implícita en su propia naturaleza. En lo relativo a la temática, hay una corriente humanística que da coherencia a los diferentes géneros. En ella trata de expresar los sentimientos inherentes al ser humano como son: la ternura, la pasión o el deseo de libertad. Sentimientos que irradian en torno a la familia. Entre los motivos, cobra protagonismo la figura femenina que se manifiesta en toda su dimensión: elegante y sofisticada en las damas con sombrero; llena de ternura en las maternidades; también proyecta su faceta intelectual en La lectora o la mitológica en Diosa Luna. A veces, la presencia inmersa en el paisaje, pasando a ser, éste, escenario de vivencias, a la par que adquiere un carácter intimista con cierto matiz idílico. El género animalístico gira en torno al caballo que lo aborda desde el plano mitológico y como símbolo de fuerza y belleza, en el que subyace un claro referente a su Andalucía natal.

La pintura de Pedro Monje ha ido evolucionando desde el Impresionismo y el Modernismo hasta las tendencias más vanguardistas, acercándose en particular a las corrientes matéricas y en algunos momentos se impone lo gestual a una abstracción geométrica. Su admiración por la poesía constituye una constante vital. De ahí que el carácter lírico vaya implícito en el juego de elementos plásticos. Sus lienzos albergan infinidad de símbolos que le conectan con lo onírico, y, por ello, con un surrealismo también de matiz poético. Con él, configura un lenguaje propio e intransferible que explica el universo inasequible de su obra. Ese lenguaje, con su magia, le ha permitido establecer un diálogo entre sentimiento y razón, entre lo ingenuo y lo profundo, poniendo el acento en el aspecto particularmente literario, como se observa en muchos de sus títulos. En lo referente al color se intuye una interrelación con los espacios vividos, en particular con sus raíces andaluzas que están presentes en los azules profundos y en los blancos radiantes de sus lienzos. En la primera etapa, la gama fría se manifiesta en intensos verdes, azules y violetas en cuyo sustrato permanece el mar y la luz del Mediterráneo. A finales de los ochenta, su encuentro con Castilla implicó un giro hacia los tonos tierra, dominando los ocres luminosos.

Diana con pamela (1981)
Caballos alados (1997)
Sin título (1996)
En cerámica trabaja el gres y las tierras refractarias que somete a altas temperaturas para conseguir obras de carácter escultural dotadas de una fuerza totémica. El artista pone su mirada en culturas ancestrales de lugares lejanos, a la vez que deja constancia de su admiración por los estadios prehistóricos de la Península Ibérica, a los que suma un entramado de corrientes actuales con el fin de fusionar tradición y modernidad. Se observa en estas piezas una síntesis de contrarios, el carácter tosco de la materia les imprime una fuerza que irradia monumentalidad, pero al mismo tiempo la delicadeza con que trata a esas tierras refractarias y la variedad de texturas hacen que el artista consiga toda la sobriedad y elegancia que encierra lo clásico. Otras piezas, muy personales y de carácter bulboso, toman formas femeninas de esbeltos cuellos y ricos tocados. También son de destacar, como homenaje a Velázquez, sus particulares versiones de Las Meninas. Estas piezas se caracterizan por la gran minuciosidad de detalles y los ricos toques vidriado, notas que las hacen inconfundibles y ser muy consideradas por los coleccionistas.

Menina V (2008)
Paraíso encontrado (2007)
Tótem I (1991)

En lo relativo a la escultura en metal se observa un componente clásico en cuanto a la concepción de volúmenes y proporciones, que apreciamos en las pequeñas piezas de bronce o en aquellas que han pasado a formar parte de los espacios públicos, como El cavador o El monumento a los emigrantes para el Parque de la Verja de Lopera (Jaén). En las obras que denomina “paternidades” y “maternidades”, sirva de ejemplo Jugando en el espacio, sus figuras atléticas contrastan con la sensibilidad y ternura que proyectan sobre otras infantiles. En ellas advertimos un juego de equilibrios, cuyos ritmos ondulantes dejan al descubierto un carácter lúdico. En otras esculturas, como El gran lector y Los colosos, el artista logra una concentración de fuerzas y un poderoso estudio anatómico que evocan a Rodin. También queremos destacar la impronta que dejan en algunas piezas los referentes a la arqueología ibérica, tan próxima a los yacimientos andaluces de Jaén. A todo esto se suma la frescura e ingenuidad de las imágenes, que en ocasiones rompen el canon clásico para enlazar con la vanguardia y las tendencias de suma actualidad. Esta fusión realizada con ingenio e inteligencia hace que la obra adquiera personalidad propia.
Autorretrato (1997)
Diosa Luna (2000)
Domador (2000)
El gran lector (2002)
El último viaje (1997)
Emigrantes (2007)
Jugando en el espacio (1989)
Maternidad flotante (1987-1991)
Maternidad jugando (2001)
Mujer atleta I (1990)
Zapatos de niño (2008)
Ángel con sexo (1987-2006)
Desde este blog no puedo por menos que dar las gracias a la Diputación de Valladolid por darnos la posibilidad de disfrutar de esta exposición tan interesante, y que a su vez homenajea a uno de los grandes artistas con los que ha contado la ciudad en las últimas décadas, artista por el cual he profesado desde hace años mi total admiración. Por si no podéis pasaros a ver la exposición, la cual os recomiendo fervientemente, podéis descargaros en PDF el catálogo de la misma pinchando en este enlace.

BIBLIOGRAFÍA
  • ACEBES DE LA TORRE, Montserrat: Pedro Monje. Memoria y símbolo, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2016.
  • ACEBES DE LA TORRE, Montserrat: Pedro Monje: poética del símbolo y la materia (escultura, pintura, cerámica y grabado), Diputación de Jaén, Jaén, 2014.
  • LÓPEZ ANTUÑANO, José Gabriel: Valladolid, arte y cultura: Guía cultural de Valladolid y su provincia (2 tomos), Diputación de Valladolid, Valladolid, 1998.
  • PLAZA SANTIAGO, Francisco Javier de la y ORTEGA COCA, María Teresa: “La pintura del siglo XX, en Valladolid”. En LÓPEZ ANTUÑANO, José Gabriel: Valladolid, arte y cultura: Guía cultural de Valladolid y su provincia (2 tomos), Diputación de Valladolid, Valladolid, 1998, pp. 933-966.

sábado, 24 de septiembre de 2016

INVENTARIO DE ESCULTURA URBANA DE VALLADOLID. Parte V


Quinta entrega del Inventario de Escultura Urbana de Valladolid. Ya estamos acabando con la lista ¿os falta alguna?. Por si te interesan las otras entradas que conforman este inventario, cliquea encima de la que desees ver:

LISTA 1                     LISTA 2                     LISTA 3                     LISTA 4                    LISTA 6

NICOLÁS FERNÁNDEZ DE LA OLIVA. La Abundancia (h. 1856). Calle Duque de la Victoria
MIGUEL ESCALONA. La Mesta (2000). Avenida de Zamora, frente Vallsur
MARIANO COBO. La Unión del Mundo (2003). Esquina Avenida Palencia y calle Real de Burgos
PEDRO MONJE. El Sembrador II (2003). Parque de la calle Aguanieves
ANA HERNANDO. Lápida homenaje a Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña (2000). Calle López Gómez nº 31
RAM VANJI SUTAR. Mahatma Gandhi (1998). Parque de la Paz
CRISTÓBAL GABARRÓN. Metamorfosis (2007). Parque de las Cortes de Castilla y León
¿?. Milkman cow (¿?). Frente a la fábrica de leche Lauki
MARIANO BENLLIURE. Monumento al marqués de la Vega-Inclán (¿?). Jardines de la Casa de Cervantes
MIGUEL ISLA. Monumento a Alonso Berruguete (¿?). Frente Centro Cívico Zona Este
¿?. Monumento a la lectura (¿?). Campo Grande
MIGUEL GARCÍA DELGADO. Monumento a San Pedro Regalado, patrón de Valladolid (2004)
M. LÓPEZ. Monumento al Doctor Villacián. Entrada del Hospital Psiquiatrico (1976)
BELÉN GONZÁLEZ. Niña leyendo (2002). Plaza de las Batallas