El origen de la plaza de Fuente Dorada se encuentra en el siglo XIII, cuando la actividad comercial de Valladolid se traslada desde la plazuela de Santa María (actualmente la de la Universidad) hasta un arrabal extramuros denominada Puerta de la Paja. Al lado de dicha puerta pasaba una de las “esguevas”, concretamente por la actual Cebadería. Allí fueron asentándose de forma progresiva los mercaderes con sus puestos de venta, así como las posadas y albergues para su acomodo: hileras de viviendas en torno a un descampado que fue conformando el espacio urbano de la actual Plaza Mayor.
Sin embargo, el
comercio vallisoletano no se limitaba a dicho ámbito. Si bien la primera plaza funcionaba
a modo de centro oficial del mercado, la zona de mayor intensidad mercantil se
desarrollaba, además de en el Corrillo, en el espacio que pasó posteriormente a
denominarse de la Fuente Dorada.
Esta Plaza, auténtico punto neurálgico del comercio, siempre conservó su característica forma triangular, aunque su nombre fue cambiando al correr de los años. Hasta comienzos del siglo XVII lo que es el espacio interior de la Plazuela se denominó la Gallinería Vieja; respecto a las dos líneas de casas con soportales, hasta bien entrado el siglo XIX se llamaba calle de Lorigueros o Espaderos la de Cánovas del Castillo hasta Teresa Gil, por venderse allí las lorigas de las armaduras, espadas y lanzas, mientras, la opuesta era la calle de Guarnicioneros o de los Mercaderes, signo inequívoco de la función mercantil de este ámbito.
Esta Plaza, auténtico punto neurálgico del comercio, siempre conservó su característica forma triangular, aunque su nombre fue cambiando al correr de los años. Hasta comienzos del siglo XVII lo que es el espacio interior de la Plazuela se denominó la Gallinería Vieja; respecto a las dos líneas de casas con soportales, hasta bien entrado el siglo XIX se llamaba calle de Lorigueros o Espaderos la de Cánovas del Castillo hasta Teresa Gil, por venderse allí las lorigas de las armaduras, espadas y lanzas, mientras, la opuesta era la calle de Guarnicioneros o de los Mercaderes, signo inequívoco de la función mercantil de este ámbito.
Si bien desde 1863 se
determinó oficialmente que todo este espacio, incluidas plazuela y calles,
habría de llamarse Plaza de la Fuente
Dorada, en el sentir popular el lugar era ya conocido así desde principios
del siglo XVII con el nombre de esta fuente tan particular cuya construcción
data precisamente de esta época.
Con el nuevo plan de
abastecimiento de agua a la ciudad procedente de Argales –“Viaje de Argales”
que funcionó hasta 1860 en que se inicia la obra de elevación de agua del río
Pisuerga–, el Regimiento de Valladolid proyectó en 1603 la construcción de ocho
fuentes repartidas por la ciudad de las que únicamente se llegaron a ejecutar
tres: la de la Puerta del Campo (actual Campo Grande), la de la Rinconada y la
de la Gallinería Vieja, cuya
construcción se inició en 1616 bajo la dirección del arquitecto Diego de
Praves, maestro de obras de la ciudad.
Es difícil determinar
el aspecto de esta última fuente, pero sí al menos esbozarlo merced a los
comentarios de Ventura Pérez fechados en 1759. Refiere el cronista
vallisoletano que “la fuente del Campo
estaba en la misma forma que la fuente de los espaderos que ahora llaman la
Fuente Dorada”. La Fuente del Campo,
como señala la profesora Fernández del Hoyo “presentaba una taza o pequeño pilón circular con su columna central,
donde posiblemente estarían los caños, rematada en una gran bola que debía ser
de bronce y dorada…”.
Tal sería la forma
básica de la Fuente de la Gallinería,
cuya bola dorada daba nombre la
Plazuela. No obstante, hacia 1725, como relata el propio Ventura Pérez, “en la dorada quitaron una bola con su aguja
que tenía de bronce y pusieron unos delfines de piedra y encima de un tiesto de
flores a la estatua de la primavera, de tres cuartas poco más o menos de alto,
muy dorada, a la cual un muchacho la quitó la cabeza de una pedrada y jamás se
la volvieron a poner, y hoy (1759) se llama la fuente de la primavera sin cabeza; en fin cosas del gobierno de esa ciudad, que pone su mira en lo que menos importa”.
Es posible que para
remediar el descabezamiento de la estatua, ésta se viera sustituida más tarde
por otro aditamento decorativo. En este sentido, Narciso Alonso Cortés comenta
que antes de 1840 existía sobre el pedestal una gran piedra que representaba
una tinaja, piedra que fue en esta época sustituida a su vez por una escultura
que representaba al dios Apolo, ignorándose si dicha figura había sido
realizada expresamente para la fuente, o bien si era una pieza reaprovechada.
Lo cierto es que este Apolo, más tarde desaparecido, iba sin
dorar y en su colocación surgieron controversias acerca del lugar donde habría
de mirar. Puesto que Apolo era dios del sol, la posición de su rostro debía
atenerse, para conseguir un buen efecto, a un punto de vista prolongado en
dirección Este. Debido a la irregularidad de la Plazuela y la oblicuidad de las
calles adyacentes, se determinó al final colocar a Apolo frente a la calle de
Orates (hoy Cánovas del Castillo). Tres años más tarde, se dispuso una verja
alrededor de la fuente, y en 1844 un zócalo de piedra.
Así permaneció la fuente hasta que en 1949 se decidió colocar sobre un pedestal de piedra en sustitución de la farola una estatua de hierro fundido que representaba la figura semidesnuda de un joven, seguramente el dios Hermes. Dicha escultura había ocupado hasta entonces la hornacina situada a la entrada del Palacio del Marqués de Casa Pombo (Palacio de Villena), por aquellos años sede del Gobierno Civil y en la actualidad extensión del Museo Nacional de Escultura.
D. Hilarión Sancho nos
habla sobre la colocación del Dios Apolo en la plaza de Fuente Dorada el sábado
18 de julio de 1840: “al toque general de campanas se puso de manifiesto una
estatua de piedra sobre el pedestal de la Fuente Dorada, habiendo quitado de
este una gran piedra que figuraba una tinaja. La estatua representa al dios
Apolo”.
Los preparativos para
su instalación comenzarían en torno al 23 de julio de 1840 ya que entonces el
Ayuntamiento acordó invertir 1.772 reales y 24 maravedíes, procedentes de la
recaudación de las funciones ejecutadas por la compañía Filarmónica del Teatro
en “los gastos que ocasione el componer y colocar la estatua de la Fuente
Dorada”.
Aunque no se ha logrado
averiguar la procedencia del Apolo
que remataba la Fuente Dorada, llama la atención que la escultura se
transportae sobre un “tablero o andas” desde la casa del pintor Pedro González
Martínez, en la calle del Obispo (actualmente c/Fray Luis de León), hasta su
nuevo emplazamiento, especificando la documentación, consultada por Jesús
Urrea, que a su “cargo ha estado toda la obra y no ha querido interés alguno”.
Quizás el pintor pudo haber intervenido en su adquisición o venta, suposición
que adquiere mayor probabilidad si al leer la biografía que realizó Ossorio y
Bernard del pintor, habla de que en “su casa-palacio de la calle del Obispo de
Valladolid llegó a ser un verdadero museo de ricos lienzos, cobres de primer
orden, esculturas preciosas y raras miniaturas… recogiendo todo a fuerza de
cuantiosos gastos y repetidos viaje por las provincias de España”. Lo que
tampoco sabemos es si la escultura se hallaba allí por motivos de su
restauración o por otro motivo.
Poco antes de subir la
estatua a su pedestal, el arquitecto municipal don Julián Sánchez ordenaría
quitar la decoración que había anteriormente sobre la fuente, aunque la
operación no se llevó a cabo con todo el cuidado necesario, puesto que el
jarrón que se encontraba sobre la fuente se destruyo.
Al mismo tiempo, se
planteó que orientación debía de tener la figura de Apolo, si colocada “de
frente a la plaza mayor” o por el contrario, como quería el señor regidor
comisionado, hacia “la calle de Orates (hoy Cánovas del Castillo)”. Tras
solicitar informes al dicho pintor Pedro González y al arquitecto Julián
Sánchez García, se decidió, ante la coincidencia de ambos, en que la estatua de
Apolo mirase a la calle de Orates.
Para mayor ornato y
seguridad de la fuente el 3 de julio de 1842 se acordó colocar, sobre un zócalo
de piedra, unas verjas de hierro cuyos diseños facilitó el 22 de diciembre de
ese año el arquitecto Julián Sánchez García.
Sin que se conozcan los motivos, la escultura de Apolo desapareció y no se volvió a tener noticias suyas. Agapito y Revilla en su obra Las calles de Valladolid (1937) recuerda cómo conoció la Fuente Dorada en el año 1876, que es cuando "se desmontó la fuente de piedra, y en sustitución se puso, más en el centro de la plazuela, una de sencillo pedestal, con columna para farola”. La fuente se situaba "no en el centro de la plaza, sino algo más próxima y hacia bajo de los soportales de Guarnicioneros, tenía un pilón ochavado o cosa así, y en el centro un pilar donde estaban los caños. Como de estos a la parte donde se colocaban las vasijas para tomar agua, que era el pretil del pilón, había cierta distancia, se utilizaban una especie de listones de madera, con una hembrilla o sostén que en él entraba, para que la canaladura quedase por bajo y recogiese el agua que salía, y por el otro con una ligera inclinación se apoyaba en la boca del cántaro o borde de la vasija. A estos listones con la canal, les llamaban cañas".
Sin que se conozcan los motivos, la escultura de Apolo desapareció y no se volvió a tener noticias suyas. Agapito y Revilla en su obra Las calles de Valladolid (1937) recuerda cómo conoció la Fuente Dorada en el año 1876, que es cuando "se desmontó la fuente de piedra, y en sustitución se puso, más en el centro de la plazuela, una de sencillo pedestal, con columna para farola”. La fuente se situaba "no en el centro de la plaza, sino algo más próxima y hacia bajo de los soportales de Guarnicioneros, tenía un pilón ochavado o cosa así, y en el centro un pilar donde estaban los caños. Como de estos a la parte donde se colocaban las vasijas para tomar agua, que era el pretil del pilón, había cierta distancia, se utilizaban una especie de listones de madera, con una hembrilla o sostén que en él entraba, para que la canaladura quedase por bajo y recogiese el agua que salía, y por el otro con una ligera inclinación se apoyaba en la boca del cántaro o borde de la vasija. A estos listones con la canal, les llamaban cañas".
Así permaneció la fuente hasta que en 1949 se decidió colocar sobre un pedestal de piedra en sustitución de la farola una estatua de hierro fundido que representaba la figura semidesnuda de un joven, seguramente el dios Hermes. Dicha escultura había ocupado hasta entonces la hornacina situada a la entrada del Palacio del Marqués de Casa Pombo (Palacio de Villena), por aquellos años sede del Gobierno Civil y en la actualidad extensión del Museo Nacional de Escultura.
Esta figura fue, tras
su colocación, pintada de dorado, por lo que pronto adquirió el nombre popular
de Don Purpurino. Sin embargo, la
escultura no tuvo mucha fortuna debido a los perjuicios morales, puesto que al ser la estatua mirada desde posiciones laterales, la posición del caduceo que llevaba en una de las manos, insinuaba una erección del pene, o incluso una masturbación, por lo cual pronto fue eliminada de la plaza y
depositada en los almacenes municipales, de donde se sacó en 1953 para ser
cedida a la villa vallisoletana de Tamariz de Campos. Allí fue colocada y allí
sigue en la actualidad como remate de la fuente situada en el Corro de San
Antón, cuya remodelación fue llevada a cabo en 1981.
Don Purpurino sigue modelos clásicos en su acentuado contraposto y en la posición elevada de su brazo derecho, cuya mano sujeta una antorcha que, en origen, tal vez portara un globo de luz; mientras, su mano izquierda, hoy restaurada, lleva un pequeño cetro. Un paño anudado a la cintura cubre su desnudo cuerpo, adornado con sendos brazaletes y tobilleras, así como un collar de dientes. Su espalda aparece cubierta por larga capa que cae hasta los pies. La cabeza del joven, de rostro bello y altivo, presenta el cabello recogido en alta “cola de caballo”.
Las tres fotografías han sido tomadas de http://domuspucelae.blogspot.com
Don Purpurino sigue modelos clásicos en su acentuado contraposto y en la posición elevada de su brazo derecho, cuya mano sujeta una antorcha que, en origen, tal vez portara un globo de luz; mientras, su mano izquierda, hoy restaurada, lleva un pequeño cetro. Un paño anudado a la cintura cubre su desnudo cuerpo, adornado con sendos brazaletes y tobilleras, así como un collar de dientes. Su espalda aparece cubierta por larga capa que cae hasta los pies. La cabeza del joven, de rostro bello y altivo, presenta el cabello recogido en alta “cola de caballo”.
Fotografía sacada de www.absolutvalladolid.com
El aspecto tan exótico de la figura, parece alejarlo de referencias interpretativas clásicas, adscribiéndose quizá, como se ha dicho en ocasiones, bien a las antiguas culturas que poblaron la Península antes de la dominación romana (¿celtas?, ¿vacceos?), bien a alguna autoridad inca o azteca. A pesar de todo esto, mi opinión, dicha anteriormente, es que se trata del dios Hermes.
El aspecto tan exótico de la figura, parece alejarlo de referencias interpretativas clásicas, adscribiéndose quizá, como se ha dicho en ocasiones, bien a las antiguas culturas que poblaron la Península antes de la dominación romana (¿celtas?, ¿vacceos?), bien a alguna autoridad inca o azteca. A pesar de todo esto, mi opinión, dicha anteriormente, es que se trata del dios Hermes.
Tras la desaparición de
Don Purpurino, la fuente de la Plaza fue desmantelada, restando únicamente una
pequeña estructura en el bordillo de la acera entre las calles de Ferrari y
Lencería, y sobre ella una columna de piedra de la que pendían cuatro faroles.
Posteriormente, este conjunto se trasladó a la plaza de la Trinidad donde aún
subsiste, quedando en su lugar una farola.
Llegado el año 1997 se decidió renovar el aspecto general de la plaza, la cual en la actualidad se conserva tal y como se dejó entonces. La obra fue encargada al arquitecto vallisoletano Fernando González Poncio, cuyo nombre aparece escrito en la fuente.
Llegado el año 1997 se decidió renovar el aspecto general de la plaza, la cual en la actualidad se conserva tal y como se dejó entonces. La obra fue encargada al arquitecto vallisoletano Fernando González Poncio, cuyo nombre aparece escrito en la fuente.
El proyecto consistía
en la recuperación como zona peatonal de un espacio urbano degradado por el
intenso tráfico de la zona y por su función de aparcamiento, así como de la
urbanización de las calles que confluyen en el mismo: Ferrari, Lencería y
Matías Sangrador. Se crearon aquí una serie de hitos conmemorativos de carácter
didáctico alusivos a las funciones tradicionales que en el pasado había asumido
dicho ámbito (placas de bronce incrustadas en el solado en zonas como la
antigua acera de la Cerería o el Corrillo de Joyeros; una gran Rosa de los
Vientos, a base de adoquines en la calle de Matías Sangrador, antes Sitio de
los Morillos, etc.).
El elemento más
destacado de la intervención realizada por Poncio fue la reinterpretación de la
antigua Fuente Dorada, desaparecida a mediados de los años cincuenta y que
durante siglos centró el abastecimiento de agua a esta zona. La nueva Fuente
Dorada es una fuente-escultura que, en principio, presenta ciertas analogías
respecto a la de principios del siglo XVII; particularmente, la gran bola
dorada y la aguja que culmina el conjunto, elementos, que como se ha dicho, en
su día determinaron la denominación popular de la fuente y plazuela.
El resto de la estructura más que ser reinterpretado, es una amalgama de elementos entremezclados, formales e históricos, relacionados con la propia evolución de las fuentes sucesivas y con los acontecimientos desarrollados en su entorno. Estos son tratados con un sentido alegórico muy personal materializado en las esculturas y relieves de la fuente-monumento.
Por ejemplo, Poncio ha
retomado la forma ochavada del pilón de la fuente de 1876; ello con el añadido
de cierto carácter simbólico relativo a la proximidad de la Plaza del Ochavo o
a la forma ochavada de la moneda de uso corriente en el siglo XVI. Lo mismo
puede decirse acerca de la ubicación de la fuente actual, más o menos similar a
la del siglo XVIII.
Las cuatro figuras que
adornan los frentes principales del pilar central ochavado son alegorías de los
principales oficios gremiales que desde el siglo XIII tenían su asiento en el
entorno de la plazuela.
De tamaño ligeramente
menor que el natural y realizadas en granito azul, piedra de Ávila, apoyan
estas esculturas en sólidos pedestales adosados al pilar central, siendo
concebidas las cuatro con un certero sentido didáctico, tanto en el anecdotismo
de sus actitudes, como en el detallismo de sus atuendos y atributos. Las cuatro
mantienen relaciones visuales históricas con su entorno. Así, la aguadora,
acompañada de una figura infantil, mira hacia San Benito, donde finalizaba el
“Viaje de aguas de Argales”; el botero se sitúa frente al antiguo Patio de
Boteros; el militar mira hacia la antigua calle de Espaderos, etc. En la
superficie del fondo de las esculturas aparecen inscripciones con los nombres
de los antiguos gremios vallisoletanos: lorigueros, boteros, plateros,
lanceros, etc.
Las figuras alternan
con cuatro mascarones dispuestos en el resto de las caras del pilar central con
las representaciones de las Estaciones. Estas siguen el orden del curso del
sol, símbolo del imparable transcurrir del tiempo en este histórico ámbito.
Los juegos de agua, también diseñados por Poncio, no son menos importantes: de la bola surgen ocho caños que dan de beber al gran plato dorado que la sustenta. El agua rebosa de su labio y cae sobre las esculturas hasta llegar al pilón. Completan el juego cuatro caños emplazados en las bocas de los mascarones.
BIBLIOGRAFÍA
- CANO DE GARDOQUI, José Luis: La escultura pública en la ciudad de Valladolid, Universidad de Valladolid, 2000.
- URREA, Jesús: "La fuente del Dios Apolo en Valladolid", B.S.A.A., Tomo XL, 2005, pp. 129-138.
- Las fotos de la Fuente del Dios Apolo y de las barandillas de dicha fuente han sido sacadas del artículo de Jesús Urrea. Las demás fotos en blanco y negro de la plaza de Fuente Dorada de la página web del Archivo Municipal.
Escribo este comentario por varios motivos:
ResponderEliminarEl primero es felicitarte por la calidad de las fotos del blog; y en consonancia con ellas va la calidad de la documentación aportada.
En segundo lugar darte las gracias por poder ver en internet una de las obras de Poncio (mi Padre) con una calidad fotográfica inmejorable; siendo el artículo sobre la Fuente Dorada que mas me ha gustado y el que mas fiel refleja el sentimiento del artista.
Y en tercer lugar pedirte que sigas desarrollando tan magnifico y elaborado blog sobre nuetro patrimonio con esta gran profesionalidad que demuestras.
Sin mas dilación me despido de ti, no sin antes volver a felicitarte por la calidad del trabajo realizado.
Un Saludo.
Muchas gracias por las felicitaciones. Sobre las fotos decir que si algo aprendi al estudiar historia del arte es que sin unas buenas imágenes la verdad es que poco se puede hacer en la explicación de una obra.
EliminarTambién gracias por todo lo demás, así da gusto seguir haciendo entradas en el blog. Si que voy a seguir haciendo el blog, tengo ya un par de entradas preparadas a falta de hacer solo las fotos.
La Fuente Dorada actual la verdad es que me encanta, mis felicitaciones tmb a tu padre por ella. ¿Tiene alguna una obra más de este tipo?
Un saludo!!
La Fuente de Los Colosos en la plaza de Rinconada, que fue diseñada por él y esculpida por Pedro Monje. La Bola del Mundo en la plaza España, que también fue diseñada por él; como la Marquesina que está en la misma plaza. Aunque como cesó de su cargo de Director de Urbanismo de Valladolid la ejecución de la obra la realizó Ana Jiménez. La Plaza de la Solidaridad, en el barrio de la Victoria. Una casa romana en Almenara y Puras (Pueblos de Valladolid) que es parte de un museo de arte romano que se creo a raíz del ayazgo de un importante yacimento arqueológico.
EliminarA la cama no te irás sin saber una cosa más. Yo ya lo he hecho por hoy :)
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