Páginas

domingo, 27 de mayo de 2012

LA FACHADA DE LA UNIVERSIDAD DE VALLADOLID II


Como hablé en la anterior entrada, y debido a la cantidad de fotografías que había que poner, decide realizar dos artículos dedicados a la fachada de la Universidad de Valladolid. El primero dedicado a su historia y a la arquitectura de la misma, y esta segunda, en la cual se hablará de su decoración esculorica, la cual es muy numerosa y nada frecuente en la arquitectura barroca civil.
La escultura aparece íntimamente enlazada con la arquitectura, de manera que parece un gran retablo. Los encargados de realizarla fueron Antonio Tomé y sus hijos Narciso y Diego. La labor escultórica de la fachada estaba constituida no solamente por las estatuas (en las cuales podemos ver dos tipos: alegorías y reyes), sino también por los capiteles y escudos.
Las figuras están concebidas en función de un programa. Responden a una época en que el barroco se acusa con énfasis en los exteriores. Hay un propósito de propaganda. La Universidad ofrece en la plaza los símbolos parlantes de lo que representa. A los lados de la puerta se hallan la Retórica y la Geometría. Encima de la puerta, la Teología, flanqueada por la Ciencia Canónica y la Ciencia Legalis. En el ático, sobre las columnas, se disponen la Astrología, la Medicina, la Filosofía y la Historia. También coronando las pilastras, sobre la balaustrada, emergen las estatuas de Juan I, Alfonso VIII, Enrique III y Felipe II, reyes protectores de la Universidad. En la hornacina del imafronte se halla la estatua de la Sabiduría: una matrona pisando la Ignorancia. Un gran escudo de la Universidad, acompañado de los reales. Los letreros hacen más inteligible el mensaje, que es directo, sin truculencias más allá de lo alegórico. Es Universidad real y pontificia, como acreditan las estatuas y emblemas.
En todas las esculturas se aprecian rasgos del estilo de los Tomé, como pueden ser los rostros menudos empleados sobre todo en las figuras de los saberes, y que se pueden relacionar con el relieve de San Martín en la iglesia vallisoletana de su mismo nombre. De todas formas se aprecia un reparto del trabajo entre los hermanos, habiendo realizado cada uno un grupo de las esculturas, uno las estatuas alegóricas, y el otro el de los reyes.


CAPITELES
Las cuatro columnas centrales se coronan con capiteles compuestos, en los que figuran niños en disposición de atlantes, los cuales sustituyen a las volutas; en el centro hay un mascarón. Debido al carácter decorativo se entiende que esta obra se encomendara a un escultor. Los capiteles presentan rica decoración; sobre las hojas de acanto se ven figuras de niños y mascarones. Son de jugosa talla los canecillos y la guirnalda del friso.



ESCUDOS
A los lados de la figura de la Teología se disponen dos escudos reales, gemelos. En el campo cuartelado están las armas de Castilla y León; en la punta, la granada. Dos niños sostienen la corona, volada y perforada; sobre el timbre del escudo hay ornamentación vegetal muy densa y el collar con el vellocino de la Orden del Toisón.


Sobre la estatua de la Teología aparece otro escudo, el propio de la Universidad. En esta zona central se ha concentrado la heráldica. Si el escudo real se ha duplicado, el de la Universidad se ha hiperbolizado con su tamaño. El escudo ofrece en el campo un gran roble, con el fruto de sus bellotas (emblema de la robustez). Por detrás está cruzado por llaves, atributo del Papado, fundador de la Universidad. Se corona con una monumental tiara papal, sostenida por niños, que tocan trompetas. Otros dos niños hacen de tenantes retozando entre la hojarasca. Este escudo, que irradia un sentido triunfal, está tallado totalmente con labores de intenso claroscuro.


ALEGORÍAS DE LOS SABERES
Empezando desde el cuerpo inferior, a la izquierda de la puerta de acceso a la Universidad está la imagen de la Retórica, representada como una joven, vestida con elegancia y de forma suntuosa, que porta en las manos una cornucopia, o cuerno de la abundancia, henchido de frutos. El vestido se agita con gracia. Ofrece un aire extrovertido. Las vestiduras ricas y solemnes corresponden a la representación de uno de los saberes más importantes. El cuerno de la abundancia que lleva en su mano no es un atributo muy habitual en las alegorías de la Retórica.


En el otro lado de este primer cuerpo, aparece la Geometría, otra joven vestida, que se mantiene absorta contemplando la tablilla que lleva sobre sus manos, sobre la cual está trazando figuras geométricas. Un cinturón ciñe con gracia el busto. Como la anterior, los pliegues están ejecutados con talla muy profunda.


El segundo cuerpo está reservado en los laterales para representar la ciencia jurídica (Derecho Canónico y Derecho Civil). Se trata de unas alegorías muy poco frecuentes, de las que apenas existen representaciones. Normalmente se suelen representar las alegorías de la Justicia o de la Jurisprudencia, con su atributo característico de la balanza. Hay que tener en cuenta que los estudios de Derecho en Valladolid tienen una gran tradición y su reconocimiento fue internacional, unido sobre todo a la presencia de la Chancillería en la misma ciudad. Se contaba con una facultad de Cánones y una facultad de Leyes, para el estudio del Derecho Civil.
El Derecho Canónico (Sciencia Canónica) es una mujer que sostiene un libro cerrado en la mano derecha y sobre él la tiara papal que alude a la triple soberanía que tenía el pontífice y en este caso las leyes eclesiásticas, sobre las almas, sobre los “estados de la Iglesia” y sobre los reyes temporales. Un amplio manto envuelve la túnica, con su ceñidor. Elegantes mechones serpean sobre los hombros.

En el otro lado, haciendo pareja con el Canónico, aparece el Derecho Civil (Sciencia Legalis), que blande la espada de la Justicia Civil. En esta ocasión es una iconografía más habitual en las representaciones de la Justicia, simbolizando su poder llevado a la práctica. Porta casco adornado con plumero. La escultura llevaba en la mano izquierda una balanza, hoy perdida, como así se puede ver en dibujos antiguos de la fachada.

Por encima de la balaustrada, casi como remate de las columnas gigantes de la parte baja, se encuentran otras cuatro alegorías, las cuales son las figuras de más acentuado barroquismo. La primera a la izquierda es la Astrología, que sostiene con su mano izquierda un globo de bronce, alusión al planisferio. Hay que recordar que la Astrología es ciencia hermética, pero apoyada en la consulta a los astros. Es ciencia y fe a la vez. La mano derecha se ha perdido. Es sin duda una de las figuras de mayor movimiento. Se envuelve en un manto con muchas dobleces, con pliegues que parecen sacudidos por un fuerte viento. A continuación se sitúa la Medicina, la cual porta un recipiente de experimentación.

Astrología
Medicina

Al otro lado se hallan las estatuas de la Filosofía y la Historia. La Filosofía ofrece el globo terráqueo, al que señala con una mano. Hay una contraposición entre Astrología, con el planisferio y la mirada dirigida hacia lo alto; y la Filosofía, con la Tierra como objeto de meditación. Viene a ser lo que encarnan Platón y Aristóteles en el famoso fresco de Rafael en las Estancias del Vaticano: el mundo de las ideas (lo divino y lo superior) y el mundo aristotélico de la experimentación. La Historia, otra de las enseñanzas de la Universidad, aparece efigiada como una guerrera. Se defiende con un escudo y ataca con espada. Este dinamismo de figura sin duda trata de encarnar el sentido crítico que tiene que tener la interpretación histórica, el belicismo que ha de acompañar al historiador.

Filosofía
Historia

Las dos alegorías principales de este “retablo urbano” son las dos situadas en la calle central, una por encima de la puerta de acceso (Teología), la otra en la hornacina de la peineta (Sabiduría). La primera es la Teología, ocupa el nicho central más próximo al espectador, lo cual es un rango de honor. La fundación de la cátedra de Teología, de Scoto, es lo que ha determinado esta predilección en el emplazamiento. La Teología está representada con una matrona vestida con amplios ropajes, de airoso movimiento. Lleva un libro en la mano izquierda y con la derecha hace un gesto discursivo; la mano está rota, por lo que desconocemos si pudo haber llevado algún otro atributo. Su rostro mira hacia el cielo.


La fachada aparece rematada por la figura de la Sabiduría pisando a la Ignorancia. La primera cubre su cabeza con una corona de laurel y entre sus manos tiene un libro y una pluma. A sus pies se postra en el suelo la Ignorancia, representada como un niño con los ojos vendados. Una inscripción que figura al pie de la estatua, su bien hoy está prácticamente borrada, muestra su identidad, al mismo tiempo que recoge el lema de nuestra Universidad: “SAPIENTIA AEDIFICAVIT SIBI DOMVM”.


Como nota común todas las alegorías son femeninas, vestidas de formas diferentes y variando en las posiciones que adoptan. Ninguna porta corona, lo cual resulta extraño pues en muchas de las representaciones de los saberes suele aparecer. Tan sólo la Sabiduría presenta sobre la cabeza una corona de laurel. Alguna lleva una especie de diadema, pero más con un carácter decorativo que simbólico. Tienen debajo de sus pies un letrero con una inscripción que aclara la figura representada, algo propio del siglo XVIII, cuando la cultura alegórica está en cierto retroceso.
Todas estas figuras están labradas en dos bloques de piedra caliza de Campaspero. La espada es metálica.

REYES PROTECTORES DE LA UNIVERSIDAD
Sobre la balaustrada se sitúan cuatro figuras de reyes, en la vertical de las pilastras. Aparecen sueltas y arrogantes en el vacío. Los escultores fueron conscientes de esta circunstancia y por eso su composición aparece más desenvuelta. Encarnan a los reyes que han protegido a la Universidad. En el plinto llevan la identificación del monarca, con una frase latina que se refiere a lo que suponen para la Universidad. Los letreros dicen: “Alphons VIII erexit. Joannes I semit. Henricus III auxit, Philipus ius dedit”. Lo que significa que Alfonso VIII fue el fundador de la Universidad, Juan I consolidó sus comienzos, Enrique III aumentó las enseñanzas y Felipe II acrecentó las prerrogativas. Estos reyes han sido distinguidos por ser los creadores de facultades y cátedras.
Por su composición en el ademán e indumentaria, aparecen complementarios y contrapuestos Juan I y Felipe II (vestidos con mantos de armiños, propios del atuendo regio), en los extremos de la balaustrada; Alfonso VIII y Enrique III (vestidos como guerreros).
Alfonso VIII está representado como un guerrero español de la Edad Moderna, con arnés, cota de malla y casco de lambrequín. Es figura que manifiesta arrogancia e ímpetu militar. Fue el fundador de los Estudios Generales de Palencia, de la que según algunas hipótesis derivaría la de Valladolid, idea que aparece reflejada en el prólogo de los Estatutos de la Universidad, impresos en 1605 o en el del Libro Becerro de 1757 redactado por el entonces rector, Fray Vicente Figueroa.


Juan I viste de rey, porta un gran manto de armiño con muceta que envuelve el cuerpo, y una corona de delicadas labores. Es una de las esculturas mejor labradas, con labores de finos detalles. Pese a la distancia, los botones de la túnica, las manos, las barbas y hasta la expresión están realizados como si la escultura hubiera de ser contemplada en la cercanía. La presencia de este rey en la fachada se justifica por haber ayudado a los Estudios vallisoletanos eximiéndolos de cualquier clase de tributos y pechos, como ya había hecho su padre, Enrique II. Además su posición a favor del papa Clemente VII durante el Cisma y sobre todo con su sucesor el papa Luna, Benedicto XIII, impulsor de los centros universitarios en la península.

Enrique III se muestra calmado, también se representa como guerrero, con yelmo y espada en la mano, y con corona real. Sobre el yelmo se advierte la corona real. El manto le cubre por la espalda y sirve (como en las demás figuras) para sujeción de la estatua. En la aludida calma no habrá que olvidar la intervención de un maestro menor (seguramente sea obra de taller), puesto que hay una notoria diferencia de calidad entre unas esculturas y otras. Fue uno de los grandes benefactores de la Universidad, al confirmar privilegios anteriores, al haber concedido una parte de las tercias de Portillo y Cevico en 1398 y sobre todo al crear nuevas cátedras en 1404, disponiendo el salario de lectores y maestros.


Finalmente, Felipe II va vestido a la moda del siglo XVI, con jubón y calzas acuchilladas, cuello con gorguera, manto de armiña, muceta, coronado y con el collar del Toisón de Oro. Lleva corona. Se muestra con aire comunicativo, con ritmo de prudencia y calma. El rostro evidencia sus rasgos, señal de que se siguió un retrato para modelo. Con él se pasa realmente por una etapa de patronazgo, acrecentó las prerrogativas universitarias, creó en 1594 la cátedra de Cirugía y dio plena jurisdicción al Rector.


Varios son los retratos de monarcas que ha tenido y tiene la Universidad, pues al fin y al cabo su título fue el de “Universidad Real”, pero interesa subrayar como en una de las descripciones más detalladas que tenemos del antiguo edificio universitario, la de Jacob Cuelvis se nos indica como en la fachada de la calle Librería existía una inscripción con el nombre de cuatro reyes, junto a los escudos: “Encima de la puerta del Collegio. Estan pintadas las armas del Pontífice, del Rey de España y un Cardinale y Obispo y un laurel verde. Escrito.
TE REGNANTE FLORESCIT
HEINRICO I, LIBERATORI
JOANNI I, BENEFACTORI
HEINRICO III, RESTAURATORI
JOANNI II, PROPAGATORI
No se sabe dónde estaría esta inscripción, pues en el dibujo y las fotografías no aparece. Quizá no sea una descripción muy certera, puesto que confunde uno de los escudos reales con el de un Cardenal, posiblemente refiriéndose a Don Pedro González de Mendoza, fundador del Colegio de Santa Cruz. El caso es que no extrañaría esas referencias a los reyes en la fachada, al igual que ocurre en la barroca.


SI TE INTERESÓ ESTÁ ENTRADA, CONTINÚA EN:
LA FACHADA DE LA UNIVERSIDAD DE VALLADOLID I


BIBLIOGRAFÍA
  • MARTÍN GONZÁLEZ, J.J.: "La fachada principal de la Universidad " en Historia de la Universidad de Valladolid. Edificios y patrimonio artístico, Valladolid, 1990.
  • ANDRÉS GONZÁLEZ, Patricia:"Pintiana Sapientia": iconografía de la fachada del edificio histórico de la Universidad de Valladolid, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2006.

viernes, 25 de mayo de 2012

LA FACHADA DE LA UNIVERSIDAD DE VALLADOLID I


El próximo tema sobre el que vamos a hablar es sobre la fachada de la Universidad de Valladolid, de la cual se tratará en dos entregas: primeramente se hablará sobre ella en general, y sobre su arquitectura en particular, y ya en una segunda entrega de la decoración escultórica de esta gran obra del barroco civil, la cual podemos disfrutar en nuestra ciudad. Merece la pena verla por la noche iluminada, es toda una joya.

La fachada de la Universidad de Valladolid está considerada como una de las más significativas obras del barroco español, sobre todo teniendo en cuenta su carácter civil. Y dentro del marco de la propia ciudad, constituye una pieza excepcional. La fachada no es un hecho aislado, sino consecuencia del espíritu renovador de la universidad. De alguna manera está en relación con el resurgimiento de las artes bajo el gobierno de los Borbones, y hay que tener presente que es universidad amparada por los reyes.
Agapito y Revilla ha señalado que el papel de mecenas de la reforma corresponde a Don Manuel Francisco Navarrete Ladrón de Guevara, arzobispo de Burgos. En 1712 se dirige a la Universidad, ofreciéndose para fundar una Cátedra de Teología dedicada a Scoto. El claustro aceptó su iniciativa, lo mismo que la fundación de otra Cátedra llamada “De la Compañía”. Daba 7.000 ducados para esta finalidad, a lo que agregó otros 1.000 ducados para construir un “general” o salón de cátedra para impartir la enseñanza, dada la escasez de locales de la universidad vallisoletana.



La creación de la cátedra de Scoto suponía disponer de una dotación para el catedrático que la desempeñara, también un local apropiado. Ello quiere decir que se estaba ante una renovación del edificio. Esto se evidencia al examinar el claustro de 8 de marzo de 1715. Se estaba tratando de la ampliación del edificio. Lo más revelador es el cambio de ubicación de la fachada. La gótica del siglo XV, que conocemos por el dibujo de la Historia de Valladolid de Antolinez de Burgos, daba a la calle de la Librería. En este claustro se hace referencia a que “su fachada saliese a la Plazuela de Santa María”. Había graves escollos económicos y de propiedad. Ya se venía tratando desde 1677 del agrandamiento del edifico y de la construcción de una nueva fachada. En esta plaza de Santa María se hallaba el Colegio Médico, que era preciso derribar para la construcción de la nueva fachada. El Cabildo catedralicio, el Ayuntamiento y el Colegio de Santa Cruz aportaron ayuda económica, de suerte que a partir de citado claustro de 1715 se puede decir que empieza la construcción del nuevo edificio, parte fundamental del cual era la fachada a la Plaza de Santa María. Se trataba de que la Universidad asomara a esta plaza, que precisamente miraba hacia la Catedral en cuyo recinto se efectuaba la colocación de grados. En el claustro de 15 de marzo de 1715 se expone que el cabildo de la Catedral estaba dispuesto a donar sus casas que fueran necesarias “para la extensión de la nueva obra que esta Universidad intenta, sacando las puertas principales a la plaza de Santa María”. Nos hallamos ante un hecho urbanístico trascendental. El verdadero rostro de la Universidad lo proporcionaba el Colegio de Santa Cruz, con un edificio monumental exento y la fachada principal visible en una gran plaza, provista de atrio acotado por pilares. Sin duda las dos entidades docentes de grado superior, la Universidad y el Colegio Mayor de Santa Cruz, con rectores propios y edificios distintos, mantienen una lucha que no deja de traducirse en los edificios. La Universidad emprende la renovación, celosa de la prestancia del Colegio de Santa Cruz. La nueva fachada monumental requería una gran plaza, por lo que se decide realizarla en la de Santa María.
Fachada antigua de la Universidad de Valladolid. Dibujo de Diego Pérez (1780)
Reconstrucción virtual del antiguo edificio de la Universidad. José Ignacio Sánchez Rivera

La expectación y novedad que supuso la fachada la podemos ver en el testimonio realizado por el historiador Manuel Canesi, el cual afirmó que “la insigne labor hace cara a la hermosa Plaza de Santa María y puede competir con las célebres de Atenas y Sorbona de París”.

AUTORES
La fachada supone una obra de arquitectura, en la cual la escultura tiene un importante papel. La estatuaria ejerce una misión explicativa de lo que encarna el edificio, pero a la vez deja constancia del protagonismo de los auspiciadores de la entidad: los Reyes.
Para la erección de la nueva fachada se decidió realizar un concurso para elegir la traza que debía seguir la misma. Sabemos que realizaron trazas el carmelita descalzo Fray Pedro de la Visitación y los maestros de obras Blas Martínez de Obregón y Pablo Mínguez. Los tres vivían en Valladolid, de modo que no se acudió a Madrid ni a Salamanca, los dos centros próximos más cualificados. No hay que olvidar que en la parte superior de la fachada de la catedral intervino el salmantino Alberto de Churriguera. En 1717 se abonaban 60 reales a Blas Martínez de Obregón “por razón de dos trazas que se le mandó hacer”; y la misma cantidad se entregó a Pablo Mínguez, en 18 de marzo de 1716, “por el trabajo de las primeras trazas para la obra”. Pero ya se trabajaba en las trazas desde 1715. En un claustro de 9 de octubre de 1715 se leyó una petición de Pablo Mínguez, quien decía que “había hecho diferentes plantas y tomado medidas para la nueva obra” y no había recibido pago alguno.
El tercer maestro que interviene, Fray Pedro de la Visitación, es quien recibe la aceptación de la traza y la dirección de la obra. Fue Agapito y Revilla quien descubrió a los maestros de la fachada. Los primeros datos los tomó del Diario de Valladolid, de Ventura Pérez, el cual refería que en el “año de 1715 por el mes de Octubre, se comenzó la obra de la Universidad, la fachada y nuevos generales; ejecutaron la obra de la fachada y nuevos generales Fr. Pedro de S… religioso carmelita descalzo; la escultura y demás adornos de talla los ejecutaron Narciso Tomé y su hermano Diego Tomé, naturales de la ciudad de Toro; quedó la obra muy lucida”.


Deduce Agapito y Revilla que ese Fray Pedro sea el Carmelita Descalzo Fray Pedro de la Visitación, y así se ha comprobado: su firma, como Fray Pedro de la Visitación, está estampada en los libros de cuentas. Fray Pedro de la Visitación tuvo por ayudante al Hermano Antonio. Las cantidades que recibían ambos eran satisfechas al Prior de los Carmelitas Descalzos extramuros de Valladolid, al que pertenecían. Después de terminadas las obras, por parte del convento se siguieron reclamando cantidades adeudadas. Pedro incluso colaboraron otros carmelitas, ya que debió de existir un verdadero equipo. Las cuentas quedaron definitivamente cerradas en 1723, en que se abonaron las últimas cantidades “de lo que se les quedó debiendo a los Padres que ejecutaron la obra”.
Los encargados de la obra escultórica fueron Antonio Tomé y sus hijos Narciso y Diego. La primera noticia acerca de su participación es aportada por el diarista Ventura Pérez. Pero hay abundantes referencias en la documentación. Un avance de las cuentas fue dada a conocer por García Chico. Se consigna a favor de Antonio Tomé y sus hijos, quienes hicieron las estatuas, escudos y capiteles. Se abonan cuatro figuras de reyes a razón de 600 reales cada una; nueve estatuas de “diferentes Ciencias” a razón de 600 reales cada una; 800 reales se pagan por la escultura de la Sabiduría. Pero al mismo tiempo se pagan cuatro capiteles a 250 reales la unidad, y se abona el escudo pontificio con 1.300 reales, y dos escudos reales con 600 reales cada uno. Se añadían 103 reales por el trabajo de un oficial en desbastar el escudo pontificio. La suma se eleva a 12.500 reales. La Universidad quedó tan agradecida por la excelencia de la labor, que les pagaron 1.500 reales “de guantes y agasajo”.


El contacto con Antonio Tomé, residente en Toro, se efectúa en 1715. Como la dirección de la obra la llevaban los Carmelitas Descalzos, Antonio Tomé hubo de sostener correspondencia con el Provincial de la Orden, que residía en el convento Extramuros, de Valladolid. En efecto, la traza aprobada a Fray Pedro de la Visitación condicionaba la disposición de la escultura, en cuanto a tamaño y composición de lo concertado, que como hemos visto no son sólo estatuas, sino los escudos y capiteles de la parte central.
Antonio Tomé no perdió la vecindad de Toro, como consta de una carta de primero de junio de 1720, en que acusa el recibo de 75 reales. Pero es evidente que estuvo en Valladolid dirigiendo la obra, ayudado por sus hijos. El 20 de octubre de 1716 firma en Valladolid un recibo de 5.650 reales “por cuenta de las estatuas, escudos y capiteles que estoy executando en dicha obra, y lo firmé, en Valladolid”. Todavía en las cuentas de 1722 y 1723 se mencionan cantidades a favor de “Antonio Tomé, vecino de la ciudad de Toro”, resto de lo que se le debía.


Ahora bien, hay diversa talla esculpida en la fachada, como cuatro capiteles de las pilastras laterales, tarjetas y el adorno de las volutas altas. Toda esta labor corrió a cargo de diferentes “tallistas”: en 1716 sabemos que Juan de Lazbal realizó “dos tarjetas de los nichos primeros”. Y para que se vea la constante intervención de Fray Pedro de la Visitación, se indica que los 120 reales era “la misma cantidad que ajustó el Padre Fray Pedro”. Además de Juan de Lazbal, aparecen como tallistas de la fachada Alonso Carnicero, Francisco de Lazbal, Manuel Gutiérrez y Manuel Barrado.


La fachada lleva balcones y ventanas de hierro. Las cuentas especifican quiénes son sus autores: Francisco Núñez, maestro cerrajero de Simancas, que realizó los dos balcones. No hay que olvidar que toda la obra es de cantería, y que requiere grapas y clavos y otras piezas de hierro, para sujetar las piezas. Este material fue suministrado por el cerrajero de Simancas Juan Andrés.
La fachada goza de un espacio de respeto, el atrio, que se configura como potenciador de la prestancia que se debe al monumento. Las cuentas permiten conocer quiénes son sus autores: los canteros José de la Portilla y Santiago González, a quienes ayudaron Antonio de la Cabada y Antonio de Bedia, vecinos de Pontejos (Cantabria). Esta obra se realizó por los años de 1724. Se trata de pilares de piedra que sostienen figuras de leones con escudos. También se hacía en el mismo año el empedrado del pavimento.

PROCESO DE EJECUCIÓN
El Padre Fray Pedro y el Hermano Antonio comenzaron a asistir la obra el día 13 de agosto de 1715. Los años de 1715 y 1716 fueron los más activos. En este último año ya estaban colocados los balcones. Hasta 1719 no se colocarían las estatuas. Pero habría prisa por utilizar la fachada. Por eso en 25 de mayo de 1717 se tomó el acuerdo de “que la Universidad y todos sus individuos asistan a los balcones el día del Corpus a ver las procesiones”.
En 1715 se procedió a derribar un palacio en Santovenia, acarreándose la piedra para la obra de la fachada. Se sabe que vinieron porteadores con sus carros, procedentes de Hontoria, jurisdicción soriana de San Leonardo. Ellos se encargaron del traslado de la piedra. Otros obreros mientras demolían el Colegio Médico, situado en la plaza de Santa María, en cuyo ámbito se iba a hacer la cátedra de Scoto, situada detrás de la fachada principal nueva. Pero fundamentalmente la piedra procede de las canteras de Campaspero. Téngase presente que nos hallamos ante una obra de cantería, pero del tipo de sillar. Por esa razón no servía la piedra de los páramos próximos, como Villanubla. Campaspero facilitaba una piedra con pocos agujeros, apta para labores escultóricas. Había dos tipos de operarios: los extractores en las canteras, y los transportistas. Luego, en el taller situado en la misma Universidad, se trabajaban las piedras, que ya habían llegado desbastadas.
Para la obra escultórica realizada por los Tomé se empleó piedra escogida en las canteras de Castrojimeno (Segovia). De primero de julio de 1716 es una partida a favor de Santiago González, “por la piedra de Castrojimeno, de las piedras de estatuas, escudos y capiteles”. Los bloques de piedra quedaban descargados en la plaza de Santa María. El citado maestro fue el encargado de transportar desde Castrojimeno los bloques de piedra para las catorce estatuas, según se ven en las cuentas de 6 de diciembre de 1716. Los Tomé instalaron el taller escultórico en el General, que estaba justo detrás de la fachada, destinado a Cátedra de Scoto, recién creada.
El año de 1717 conoció la tarea principal de los maestros tallistas. Es natural, por cuanto se trataba de aplicar decoración de relieve a las partes ya levantadas. Escultura y “talla” corrieron parejas.
Para el atrio o lonja se realiza la extracción de bloques en 1724, trayéndose de las canteras de Campaspero. En las cuenta se hace referencia a los porteadores, pero asimismo a los que labran las piedras. Así Antonio de la Cabada es abonado en 1724 “de los días que he trabajado en sacar las pilastras, capiteles y labra de ellas”. Y lo mismo se dice a propósito de Antonio Bedia. Hay referencias ese mismo año a las “piedras para los leones, y las dos piedras grandes para los leones de las columnas de las esquinas”.



DESCRIPCIÓN DE LA FACHADA
El diseño arquitectónico de la fachada es el resultado de integrar una solución horizontal, propia de edificio civil, con otra vertical, situada en el centro, que ha de potenciar la entrada el complejo más significativo. El diseño tiene aparejado un programa escultórico, inseparable, lo mismo que un balconaje, necesario para las celebraciones. Adyacente se hallaba una torrecilla para el reloj, imprescindible en una organización que requiere la medida constante del tiempo. Asimismo forma parte del conjunto el atrio, que tiene la misión de crear un remanso para garantizar el retroceso necesario para poder gozar de la fachada; aparte de ser una reliquia simbólica del antiguo privilegio de asilo.
El bloque horizontal está formado por zócalo, dos pisos con amplios huecos, que corresponden al antiguo General de Teología de Scoto; una cornisa y la balaustrada. El zócalo es muy elevado, sin duda porque la primera planta se halla en nivel alto. Se rompe la monotonía por medio de placas de resalto y de cajas, con numerosos perfiles, que hacen suave transición.


Las dos plantas aparecen dotadas de amplísimos huecos. Son dos pisos, pero unificados por medio de cuatro pilastras. Es un orden gigante barroco. También las pilastras se muestran aligeradas por medio de cajeado de flexuosa molduración. Esta riqueza de perfiles es un testimonio del barroquismo de la época, frente a la pilastra plana que había imperado en Valladolid en el siglo XVII. Se rematan dichas pilastras por medio de capiteles compuestos, adornados en sus frentes por cabezas de niños. La superficie del macizo se valora con grandes placas de escaso relieve.
La planta baja tiene los huecos cerrados mediante rejas y barrotes sencillos, que haría el cerrajero Francisco Núñez. Los balcones del piso principal son amplios y corridos, a  modo de tribuna. Tienen un gran vuelo, pues han de dar acogida al claustro universitario durante las fiestas. Van sostenidos por doce “cartelas” o palomillas, con extremos en forma de voluta, que prestan notable adorno. Sobre el pasamanos están colocadas bolas de latón. Los balcones constituían el punto central de las miradas, pues desde allí el profesorado asistía a las fiestas. Por ejemplo, en 1724, con motivo de la proclamación de Luis I, los catedráticos llenaron el balconaje.
El entablamento dispone de arquitrabe, friso y cornisa. El arquitrabe es liso. En el friso hay guirnaldas y telas colgantes, separadas por ménsulas de hojarasca, que suben a la cornisa. Son precisamente estas emperifolladas ménsulas uno de los más vistosos elementos de la fachada, pues refuerzan el efecto de vuelo de la parte superior. Sobre la cornisa asoman los caños de piedra, para evacuación de las aguas del tejado.


Se remata la fachada con balaustrada, uno de los elementos que acentúan el sentido civil del edificio. Son balaustres con formas bulbosas, de suaves curvas. El pasamanos aparece sujeto por medio de grapas de hierro. También la balaustrada aparece dividida en cuatro tramos, correspondientes a los de la parte inferior. En la vertical de las columnas se sitúan los netos, para apoyo de las estatuas.
A eje de la fachada se ordena un conjunto a manera de retablo, potenciado por el fuerte resalto. Sobre cuatro basamentos se yerguen columnas de orden gigante. Son adosadas, de sección ultrasemicircular. A la planitud de las pilastras cajeadas, se opone la robustez de las columnas. La portada es adintelada. En los ángulos se disponen codillos. Hay división en dos plantas, por medio de imposta. En cada planta se sitúan hornacinas para alojamiento de las estatuas. Hay una hornacina externa y otra interna, con cascarón en forma de concha. La ornamentación se concentra en esta parte medial. El trépano ha permitido horadar la piedra, aumentando el claroscuro.


En el entablamento se disponen los soportes para las estatuas. Tienen forma de cono, decorándose por medio de cartelas. El escudo pontificio se introduce en la balaustrada, que en esta zona es sólo decoración, pues no se perforan los balaustres. El barroquismo se va acentuando.
Sobre la balaustrada se levanta una gran peineta. Es el mayor atrevimiento de la fachada, pues se sitúa desafiadoramente en el aire. Con delicadeza bien ponderada, esta portada superior, va lentamente estrechándose, hasta rematar en la cruz de hierro. A los lados hay grandes aletones cubiertos de hojarasca, con figuras de niño en su interior. Es una decoración de gran relieve, que resalta especialmente en su centro. La voluta geométrica ha quedado oculta por la ornamentación vegetal. Este frontispicio lleva en su centro la estatua de la Sabiduría. Debajo hay una tarjeta. A los lados se disponen dobles columnas. En el ático hay un ático perforado. Curvas y contra curvas, florones sobre pedestales, un gran soporte en forma de botella, una bola y finalmente la cruz. Todo resulta aéreo y elegante, es un barroco con carácter rococó.


La fachada queda precedida por un desahogado atrio. En 1724 se inició el empedrado, tarea finalizada en 1726. Este atrio se acotó mediante columnas, rematadas con figuras de leones. Las cuentas de 1724 registran puntualmente el trabajo, que estuvo cuidado de los canteros José de la Portilla y Santiago González, a quienes ayudaron Antonio de la Cabada y Antonio de Bedia, vecinos de Pontejos (Cantabria). La piedra para el atrio se extrajo de las canteras de Campaspero. Cada elemento consta de basa, fuste y capitel, con un remate, formado por león tenante del escudo de la Universidad.
Cuentan el atrio con dieciocho pilares. Los de las esquinas son dobles; se coronan con una pareja de leones que sostienen el escudo real. Los leones miran de lado, cambiando alternativamente. Tienen la boca entreabierta; la profunda hendidura prueba que han tenido una lengua embutida, sostenida con plomo, como señalan las cuentas. El atrio se conserva en buen estado, salvo el pavimento, ya que la piedra de Campaspero es frágil para estos menesteres y fue sustituida con losas de granito.
En un extremo de la fachada se halla la campana de la Universidad. Estuvo colocada en la torre del reloj, en otro emplazamiento. Reloj y torre estaban asociados, puesto que las campanadas señalaban las horas principales de la vida universitaria. Está fechada en 1579.
El atrio tiene forma rectangular y está adaptado al ámbito de la fachada. Por eso los pilares de los extremos están adheridos a la fachada. Son columnas monolíticas, con basa y capitel. Sobre ellas hay una pieza escultórica, formada por un león que sostiene el escudo de la Universidad. Los pilares de los ángulos exteriores son dobles, y llevan asimismo dos leones, sosteniendo el escudo real. Acotan y protegen el espacio. Muestran la identidad de la institución y el poder que la protege, por eso los leones miran hacia afuera.

SI TE INTERESÓ ESTA ENTRADA, CONTINÚA EN:
LA FACHADA DE LA UNIVERSIDAD DE VALLADOLID II


BIBLIOGRAFÍA
  • MARTÍN GONZÁLEZ, J.J.: "La fachada principal de la Universidad " en Historia de la Universidad de Valladolid. Edificios y patrimonio artístico, Valladolid, 1990
  • ANDRÉS GONZÁLEZ, Patricia:"Pintiana Sapientia": iconografía de la fachada del edificio histórico de la Universidad de Valladolid, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2006