La escultura vallisoletana a la muerte de Gregorio
Fernández seguirá gozando de un gran prestigio en las provincias limítrofes o
incluso más allá, como así lo indican por una parte los numerosos encargos que
reciben los talleres vallisoletanos desde diferentes puntos del norte de España,
y por otro la venida de numerosos aprendices o incluso maestros desde diversos
lugares (Alonso de Rozas, Juan Antonio de la Peña, Andrés de Pereda). A
excepción de la figura de Gregorio Fernández el resto de la escuela
vallisoletana de los siglos XVII y XVIII es bastante desconocida, pese a que en
los últimos años numerosos investigadores han ayudado a aclarar poco a poco el
panorama. Sea esta una oportunidad para conocer a dos buenos escultores de esta
escuela que seguramente en los próximos años vean incrementados sus escuetos
catálogos.
Por último, señalar que es muy frecuente que cuando
los comitentes hacen encargos a los maestros vallisoletanos exijan por contrato
que las esculturas sigan los modelos creados por el gran maestro Fernández,
sobre todo en lo que respecta a pasos procesionales. Por
ejemplo recordar los Descendimientos que realizó Tudanca para Medina de Rioseco
y Benavente, o Andrés de Oliveros para Medina del Campo, o las diferentes
copias que se hicieron del Cristo atado a la columna, del Ecce Homo o del paso
Camino del Calvario.
ANTONIO VÁZQUEZ (1650-1700)
El
escultor Antonio Vázquez, sobre el que prácticamente se desconoce todo y del
cual sólo hay documentadas un par de obras, nació en Valladolid el 7 de enero
de 1650, siendo bautizado el día 27 de ese mismo mes en la iglesia de San
Lorenzo. Sus padres fueron Antonio Vázquez e Isabel Rodríguez, moradores junto
a la portería del desparecido Convento de la Santísima Trinidad. A pesar de que
Antonio Vázquez es un nombre muy común en los libros de bautismo de la época
sabemos que ese bautismo es el del escultor porque en su testamento dice ser “hijo de Antonio Vázquez e Isabel Rodríguez
mis padres vecinos que fueron de ésta ciudad”, nombres que concuerdan con
los de su partida de bautismo.
Nada
conocemos de su vida hasta el 13 de septiembre de 1680 fecha en que toma en
arrendamiento una casa sita en la Plazuela Vieja, la cual traspasará dos años
después. Con toda probabilidad cambiaría de casa yendo entonces a vivir a la
calle Platerías, donde ya vivía en 1691 como veremos después, y cuyo
arrendamiento prorrogaría el 31 de julio de 1699.
El
15 de agosto de 1680 casa en primeras nupcias, en la iglesia de San Martín y
San Benito el Viejo, con María Francisca de los Ríos. La pareja tuvo una
numerosa descendencia, concretamente siete vástagos: Antonio (1684), Manuel I
(1685), Ventura (1687), Manuel II (1690), Isabel (1691), y Sabina (1693).
Algunos de ellos fueron apadrinados por el pintor Jerónimo Benete, con el cual
debió de mantener una buena amistad.
Gracias
a un censo efectuado el 24 de julio de 1691 sabemos que Antonio Vázquez vivía y
tenía el taller en la calle Platerías, y que le servía un criado.
En
1694 muere su esposa, casando el 29 de agosto de ese año en segundas nupcias
con María del Cabo en la iglesia de San Miguel, con la cual tendrá dos hijos:
María (1695) y Micaela (1696).
El
26 de octubre de 1699 otorga testamento conjuntamente con su esposa, declarando
estar ambos “sanos y sin enfermedad
ninguna y en nuestro juicio y entendimiento natural y por si acaso de la
enfermedad que Dios nuestro señor fuere servido de nos dar”. El matrimonio
mandaba que cuando murieran sus cuerpos fueran sepultados en la iglesia de San
Miguel, “o en la iglesia donde lo
fuéremos al tiempo de nuestro fallecimiento”. Se nombraron el uno al otro,
y el otro al uno, como testamentarios, juntamente con Gregorio Hebrea y
Francisco del Cabo. Al carecer de descendencia, se nombraron el uno al otro
como herederos, para que el que de los dos sobreviviera heredare los bienes del
otro.
Antonio
Vázquez muere el 5 de julio de 1700, siendo enterrado en la iglesia de San
Miguel, dejó por heredera a su mujer María del Cabo, pues no quedó descendencia
alguna. Su esposa moriría en los primeros días de marzo de 1707, siendo
enterrada el día 8 de dicho mes, a petición suya, en el Convento de los
Clérigos Menores, a quien dejó además por su único heredero, lo que indica que
sus hijos ya habían fallecido.
Hasta
el momento solamente se le han documentado cuatro obras, en todas las cuales trabaja
junto a otros escultores: en el retablo
mayor de la iglesia del Rosarillo de Valladolid con José de Rozas; en el retablo mayor de la iglesia de Santiago de
Villalba de los Alcores colabora con Tomás de Sierra y Manuel Ordóñez; y en
los dos pasos que ejecuta para la
Cofradía de Jesús Nazareno de Palencia lo hace con José de Rozas y Bernardo
López de Frías el Viejo.
ESCULTURAS
PARA EL RETABLO MAYOR (Valladolid, Iglesia
del Rosarillo, 1690)
Su
obra más temprana, que ya la hemos tratado en el blog, fue contratada de manera
conjunta con José de Rozas el 13 de julio de 1689. Las esculturas a realizar
eran las de San Francisco y Santo Domingo para el retablo mayor de la iglesia de Ntra. Sra. del Rosario de Valladolid. Unos días antes había
contratado la parte arquitectónica del mismo el ensamblador y arquitecto Blas
Martínez de Obregón. Aunque en el contrato no figuran el resto de esculturas
del retablo (dos ángeles portaestandartes, el Calvario y el relieve de los
Santos Cosme y Damián), visto el estilo de las mismas pueden ser también obra
de Vázquez y Rozas. En el contrato volvemos a comprobar el éxito que
conservaban las esculturas realizadas por Gregorio Fernández, puesto que San
Francisco debía realizarse “a semejanza
de la que está en la capilla del Convento de San Pablo de esta ciudad en todos
los movimientos excepto que no ha de tener al pie globo de nubes como le tiene
el de dicha capilla”.
ESCULTURAS
DE SAN PABLO Y CUATRO ÁNGELES PARA EL RETABLO MAYOR
(Villalba de los Alcores, Iglesia parroquial de Santiago Apóstol, 1691)
En
1691 realiza para el retablo mayor de la iglesia parroquial de Santiago de Villalba
de los Alcores una escultura de San Pablo
y cuatro de ángeles, trabajo por el
que cobra 450 reales. La parte escultórica de dicho retablo será una tarea
coral, puesto que además trabajarán los riosecanos Manuel Ordóñez y Tomás de
Sierra. El retablo fue contratado hacia 1691 por el ensamblador vallisoletano
Blas Martínez. La parte escultórica del mismo se debe a distintos maestros
riosecanos y vallisoletanos. Así, además de lo realizado por Antonio Vázquez,
Manuel Ordóñez se encarga de la escultura de San Pedro y dos ángeles
del ático, y Tomás de Sierra del relieve
de Santiago Matamoros, este último realizado según dibujo y medidas de
plantillas de madera suministrados por el salmantino Cristóbal de Honorato el
Joven, a quien Parrado del Olmo supone autor de la traza general de la obra. El
retablo fue policromado por el vallisoletano Antonio de Barreda Lombera en
1702.
PASO
PROCESIONAL DE “LONGINOS” PARA LA COFRADÍA DE JESÚS NAZARENO DE PALENCIA
(1692)
En
un cabildo celebrado por la Cofradía de Jesús Nazareno de Palencia el 22 de
abril de 1691, la misma se decide a realizar “un paso de Longinos par mayor adorno de la procesión del Viernes Santo”.
Los encargados de llevar a cabo dicho paso fueron los escultores vallisoletanos
Antonio Vázquez y José de Rozas.
El
paso viene a ser una copia tardía del conjunto vallisoletano del mismo nombre,
y que en la actualidad se encuentra perdido a excepción de un par de figuras.
Los pasos vallisoletanos siempre marcaron la pauta en Castilla, así este de “Longinos”
sirvió como modelo para sendos pasos en Palencia, Medina de Rioseco, Sahagún…
El
paso lo componen las figuras de Cristo Crucificado, escoltado por la Virgen y
San Juan. Detrás de ellos se sitúa la “comitiva de los sayones”: Longinos a
caballo, acompañado por un mozo que sujeta que caballo; y dos sayones en
posiciones contrapuestas entre sí. Me parece un paso más que digno, y una buena
muestra de las bondades que todavía poseía la escuela vallisoletana a finales
del siglo XVII.
PASO
PROCESIONAL DE “CAMINO DEL CALVARIO” PARA LA COFRADÍA DE JESÚS NAZARENO DE
PALENCIA (1693)
El
paso procesional de “Camino del Calvario”, lo realizó de manera conjunta con
los también escultores José de Rozas y Bernardo López de Frías. Lo componen
cinco esculturas: Jesús Nazareno,
realizado por José de Rozas; la Verónica
y el sayón del amago; tallados por
Antonio Vázquez; y el sayón de la
trompeta y Simón Cirineo;
esculpidos por Bernardo López de Frías.
La
cofradía quedaría tan satisfecha del trabajo realizado por Vázquez en el otro
paso, que el 8 de noviembre de 1693 se concierta con la Cofradía de Jesús
Nazareno de Palencia para “hacer y
fabricar diferentes figuras para el primer paso de la procesión que se hace el
Viernes Santo de cada año por la mañana”. Las esculturas que debía realizar
serían un Jesús Nazareno, “humillado con
la cruz a cuestas a imitación del que tiene la cofradía en el altar de su
palacio con cabello de talla” (copia del titular de la Cofradía de Jesús
Nazareno de Valladolid); un sayón “como
que lleva con la mano izquierda una veta de cabello y con la otra un amago como
que le va a dar con una mazaporra”; y una talla que representara a la
Verónica en “acción de quererse humillar
para enjugar el rostro a nuestro señor”. Debían de realizarse en madera de
pino seco y limpio, en cambio los rostros y manos habían de ser de madera de
peral, y los ojos de cristal.
Además
de dar las imágenes esculpidas, las había de policromar, “los cuerpo al óleo, los rostros y manos al pulimento y mate”.
Asimismo se detalla cómo debía de ir policromada cada imagen: “el manto de Jesús ha de ser morado y un dedo
de perfil de oro”, en cambio el sayón debía ir “con medios botines y el cuerpo pintado de verde esmeralda”; y la
Verónica “con un guardapiés encarnado y
bordado y encima arregazada una basquiña azul y por encima se ha de orlar un
dedo de oro y ha de llevar un rebocillo por los hombros de diversas labores y
por adentro ha de ser pajizo y ha de ir en pelo que ha de ser en talla con su
delantal”.
Las
esculturas, que debían de tener una altura de “dos dedos más que el natural”, las había de entregar el día
siguiente de mediada la cuaresma de 1694, pagándosele por ellas 1.800 reales.
No
sabemos qué ocurriría para que Vázquez finalmente realizara tan solo las
esculturas de la Verónica y del sayón del amago, y no la de Jesús Nazareno,
como así lo tenía contratado. El caso es que el que tallaría la efigie de Jesús
Nazareno fue José de Rozas, cobrando por él 485 reales. Vázquez también se
encargaría de hacer una cruz para que la llevara la imagen de Jesús Nazareno.
En
cabildo celebrado por la cofradía el 29 de enero de 1696, la cofradía con la
ilusión de ampliar el paso y tenerlo más completo, decide realizar “un sayón del grandor de las demás figuras que
hay en el dicho paso y otra hechura de Simón Cirineo”, puesto que en el
paso que por entonces existía, el sayón que llevaba la soga era muy pequeño y
estaba desproporcionado con relación al resto de figuras del paso. Asimismo se
tenía pensado recolocar este sayón en el paso del Redopelo. Posteriormente se
contactó con el escultor riosecano Bernardo López de Frías para que realizara
las dichas dos esculturas de Simón Cirineo y del sayón que lleva la soga y toca
una corneta, ambas por un precio de 800 reales.
Fotografía tomada de http://jesusario.blogspot.com.es/ |
ANDRÉS DE PEREDA (h.1655-1733)
Con
Andrés de Pereda ocurre lo mismo que con Antonio Vázquez, y es que desconocemos
por completo su biografía y solamente poseemos un par de obras suyas.
Andrés
Martínez de Pereda nació en Medina de Pomar (Burgos) hacia 1655 siendo sus
padres Juan de Pereda y María Ruiz de Tachuelo. Llegado a Valladolid, quién
sabe si gracias a la intervención del ensamblador Cristóbal Ruiz de Andino (como
más adelante se referirá), entraría en el taller de un escultor, quizás en el
de Alonso de Rozas, con quién debió de mantener una buena amistad. Además,
también debió de haber buena sintonía con el hijo de éste, José de Rozas, con
quién quizás compartiera taller. Tanto Alonso como José de Rozas serán testigos
en numerosos acontecimientos de la vida Andrés de Pereda, entre ellos las
capitulaciones matrimoniales entre Pereda y su primera mujer. También tendremos
el caso contrario: que Pereda sea testigo en acontecimientos importantes de la
vida de José de Rozas.
El
12 de agosto de 1680 contrae matrimonio en la iglesia de San Pedro de
Valladolid con Luisa de Billota, hermana del ensamblador Francisco de Billota,
y asimismo hija y nieta de ensambladores: Antonio de Billota y Alonso de
Billota. De esta manera emparentaba con el linaje de ensambladores más
importante de Valladolid durante la segunda mitad del siglo XVII y principios
del XVIII, con los que quizá colaborara en alguna ocasión. Unos días antes de
la boca, el 28 de julio, firma las capitulaciones matrimoniales, en las cuales
figura como testigo el escultor Alonso de Rozas. Antonio de Billota se
comprometía a entregar por “vía de dote
siete mil reales de vellón los cuales se los han de dar y entregar al dicho
Andrés de Pereda para el día de San Miguel veinte y nueve de septiembre que
vendrá de este presente año los quinientos ducados en moneda de vellón y lo
demás restante en ropa de cama y de vestir y a alhajas de por casa”. Andrés
de Pereda, por ser Luisa de Billota “doncella
virgen y en cabello” la prometió “dar
en arras y proternúpcias trescientos ducados de vellón los cuales confiesa
caben en la décima parte de sus bienes”.
La
descendencia de la pareja sería numerosa, si bien casi ninguno de ellos
llegaría a la mayoría de edad. El primer hijo fue Antonio, nacido en 1681,
posteriormente llegarían Melchor (1684), Manuela Juana de Pereda (1687),
Francisco Ignacio (1689), Francisca Pereda (1691), María (1693) Teresa María
(1695), Águeda María (1698). Muchos de ellos tendrán por padrino al Padre Jerónimo
Benete, pintor y religioso muy famoso en la época.
El
5 de mayo de 1700 muere Luisa de Billota, la cual es enterrada en la iglesia de
San Miguel. El 23 de mayo de 1701 volverá a contraer matrimonio, tomando por
esposa a María de Bustillo, de cuyo enlace serán testigos los escultores José
de Rozas y José Pascual. De este segundo matrimonio también nacerán multitud de
hijos: Águeda Dorotea (1702), Josefa Ángela (1703), María (1704), Isabel
(1705), Manuel (1707), Gertrudis Francisca (1709), Manuela (1710), Miguel
Antonio (1712), Francisca Benita (1715), Gertrudis (1716).
Andrés
de Pereda muere de forma inesperada, enterrándosele en la parroquia de San
Miguel el 6 de febrero de 1733. Su mujer morirá el 28 de marzo de 1748, siendo
por entonces criada de la Condesa de Ribadavia.
Me
gustaría apuntar una posible relación familiar entre Andrés de Pereda y el
ensamblador Cristóbal Ruiz de Andino. La conclusión la obtengo al comprobar que
en un documento Andrés de Pereda otorga un poder para que en su nombre “se pida posesión lo tome y aprenda… una
fanega de sembradura que está sita en término del lugar de Barruelo”.
Mientras tanto en otro documento Cristóbal Ruiz de Andino realiza una escritura
en la que señala que el total de sus bienes quiere “cederlo renunciarlo y donarlo al Venerable D. Andrés de Pereda mi
sobrino cura y beneficiado del lugar de Barruelo jurisdicción de la villa de
Medina de Pomar diócesis de Burgos”.
La coincidencia de pueblo, entre el escultor y el sobrino del ensamblador, y de
apellido puede indicar una posible relación familiar entre ambos Peredas, y
quizás también entre el escultor y el ensamblador.
En
lo referente a su oficio de escultor contamos con un contrato de enseñanza
fechado el 3 de enero de 1689 por el cual toma por aprendiz (el único conocido
hasta la fecha) a Andrés Hernández. El aprendizaje duraría cinco años, durante
los cuales el escultor le daría “de
comer, cama y ropa limpia”, recibiendo a cambio 300 reales.
Andrés
Pereda también realizó tasaciones de esculturas como lo atestiguan las dos
siguientes: la primera data del 13 de noviembre de 1710, fecha en que tasa las
“hechuras de esculturas” que dejó al
morir Bernardo Gil de la Torre y en la cual Pereda confiesa tener “60 años más o menos”. La otra tasación
la realiza a las esculturas que dejó al morir el mercader Tomás Andrés Guerra,
la cual tuvo lugar el 9 de marzo de 1717 fecha en la que confiesa tener 64
años. Las fechas de los años y la edad que dice tener en cada uno de ellos no
concuerdan, aunque esta equivocación no es nada extraña en la época.
Respecto
a su obra tan sólo se le conocen tres intervenciones: en 1685 realiza, para el
retablo mayor de la iglesia de San Felipe Neri de Valladolid, junto con José de
Rozas los grupos escultóricos de San José
con el Niño y San Joaquín con la Virgen. En 1693 compone los brazos de un ángel de la iglesia de San
Pedro de Mucientes. En 1696 se encarga de tallar, para el retablo mayor de la
iglesia de Santa María de Pozaldez, las imágenes de San Pedro, San Pablo y
los ángeles portaestandartes.
GRUPOS
ESCULTÓRICOS DE SAN JOSÉ CON EL NIÑO Y SAN JOAQUÍN
(Valladolid, Oratorio de San Felipe Neri, 1685)
En
1685 contrata, conjuntamente con José de Rozas, los grupos escultóricos de San José con el Niño y San Joaquín con la Virgen para el
retablo mayor de la iglesia de San Felipe Neri. Ambos grupos, sin ninguna
particularidad en especial (si exceptuamos su azarosa historia) responden a la
manera de hacer de los escultores vallisoletanos de finales del siglo XVII, es
decir: utilizar los modelos y la estética de Gregorio Fernández, aunque con
unos paños mucho más movidos y “barrocos”. En la actualidad San José y el Niño siguen en el Oratorio, mientras que San Joaquín está en el Museo de San Joaquín y Santa Ana; la Virgen Niña que acompañaba a San Joaquin se da por perdida, o en paradero desconocido, yo al menos lo ignoro.
En
la minuciosa visita general, que efectuó el 28 de abril de 1692 el licenciado
D. Pablo del Moral y Tejada, colegial huésped del mayor de Santa Cruz,
catedrático, canónigo de Santo Domingo de la Calzada y visitador del obispado,
se describe el altar como “adornado de un
retablo ahora nuevamente hecho de toda hermosura a costa de los congregantes de
dicha venerable Congregación, juntamente con la iglesia y oratorio, el cual
está hecho un ascua de oro” e integrado su primer cuerpo por “cuatro columnas salomónicas (…) donde está
la efigie del Santo de bulto con su diadema de plata y a los lados y en el
intercolumnio las efigies del patriarca San José con el Niño en la mano en el
lado del evangelio y en el de la epístola el glorioso San Joaquín con la Virgen
Santísima en la mano siendo niña, las cuales son asimismo de bulto”.
Las
estatuas fueron sustituidas en el retablo mayor por las de San Pedro y San
Pablo, obras ambas de Pedro de Ávila. Su destino fueron las dos capillas del
fondo del oratorio, las cuales adoptaron su titularidad. Al ser más grandes las
figuras de los Apóstoles que los citados grupos escultóricos, surgió un
problema delicado que afectó a la estructura del mismo retablo principal en el
que se suprimieron sus columnas salomónicas dando paso a un esquema compositivo
mucho más sencillo y planimétrico.
COMPOSICIÓN
DE UN ÁNGEL (Mucientes, Iglesia parroquial de
San Pedro, 1693)
La
parroquia de Mucientes contrata los servicios de Pereda para componer “los brazos a un ángel que está a un lado de
la custodia”.
ESCULTURAS
DE SAN PEDRO, SAN PABLO Y DOS ÁNGELES PORTAESTANDARTES PARA EL RETABLO MAYOR
(Pozaldez, Iglesia de Santa María, 1696)
Para
adornar el retablo mayor, obra de los vallisoletanos Gregorio Díez de Mata,
Francisco Billota y Blas Martínez de Obregón, se le encargan las esculturas de San Pedro, San Pablo y los dos ángeles
portaestandartes de los extremos del remate, todo lo cual se le paga en
1696. Seguramente el relieve de la Imposición
de la casulla a San Ildefonso también sea de su mano. La escultura restante
del retablo, la Asunción rodeada de
seis ángeles “dos coronando, dos en medio
y dos avajo al trono”, es obra realizada en 1690 por José de Rozas, y costeada
por la cofradía del mismo nombre, la contrató José de Rozas, escultor de
Valladolid, quien la hizo y asentó hacia 1690.
El
año pasado, en el Boletín del Seminario de Arte y Arqueología del Departamento
de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, escribí en un artículo sobre
el hallazgo de nuevas obras realizadas por Pereda, aunque en paradero
desconocido. Las dichas esculturas se citan en un poder que otorga Pereda el 23
de julio de 1705 a unos procuradores para que le defiendan en un pleito contra
el ensamblador Gregorio Díez de Mata “sobre
haberme mandado hacer dos ángeles de escultura y pedirle me dé satisfacción de
ellos y negar el habérmelos mandado hacer y otras cosas contenidas en el dicho
pleito”. Como el documento no proporciona más datos no sabemos para qué
retablo los realizaría. Seguramente los ángeles irían colocados a ambos lados
del ático del retablo, lo cual era muy habitual en los retablos barrocos. Los
ángeles seguirían la tipología iniciada por Gregorio Fernández, que situaba dos
ángeles uno a cada lado del ático con una pierna adelantada y portando los
atributos de la Pasión. Quizás esos dos ángeles pudieran ser los que Pereda
realizó para el retablo mayor de la
iglesia de Santa María de Pozaldez, retablo en el que trabajó Díez de Mata.
A pesar de esto seguramente el documento no se refiera a estos dos ángeles
puesto que en el libro de cuentas se da ya a Pereda por pagado. En todo caso
los ángeles no deben ser muy diferentes a los realizados para Pozaldez. Existen
en la provincia multitud de retablos en que aparecen este tipo de ángeles, como
no es cuestión de enumerarlos, sí que me gustaría dar el nombre de uno de
ellos: el retablo mayor de la iglesia parroquial de Casasola de Arión.
También
en dicho artículo creí conveniente relacionar con Pereda una imagen de San José con el Niño ubicada en uno de
los retablos del lado de la epístola de la iglesia de Castrillo de Duero. El
único motivo que tengo para realizar la atribución es el dato de que Pereda
sale por fiador de Alonso Gutiérrez en el contrato que otorga este último para
dorar dicho retablo.
BIBLIOGRAFÍA
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- GARCÍA CUESTA, Timoteo: “La Cofradía de Jesús Nazareno en Palencia”, B.S.A.A., Tomo XXXVI, 1970, pp. 69-146.
- MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel y FRAILE GÓMEZ, Ana María: Antiguo partido judicial de Medina del Campo, Catálogo Monumental de la Provincia de Valladolid, tomo XVIII, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2003.
- PARRADO DEL OLMO, Jesús María: “La colaboración entre ensambladores en los proyectos de retablos de finales del siglo XVII y unas obras inéditas de Tomás de Sierra”. B.S.A.A., Tomo LXII, 1996, pp. 401-420.
- PARRADO DEL OLMO, Jesús María: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XVI. Antiguo partido judicial de Medina de Rioseco, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2002.
- URREA FERNÁNDEZ, Jesús: “El oratorio de San Felipe Neri de Valladolid”, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, nº 33, 1998, pp. 9-23.
- URREA, Jesús: Antiguo partido judicial de Valoria la Buena, Catálogo Monumental de la Provincia de Valladolid, tomo XX, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2003.
Las cuatro pinturas del banco del Retablo Mayor de la Iglesia parroquial de Torrescárcela (Valladolid) están atribuidas a Antonio Vázquez
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