Páginas

lunes, 29 de septiembre de 2014

MONUMENTOS DESAPARECIDOS: "EL OCTÓGONO". La antigua Academia de Caballería


El “Octógono”, el antiguo cuartel de caballería, no fue el primer intento de establecer un cuartel de este tipo en nuestra ciudad. Ya en 1736 se formaron planos para la construcción de dos cuarteles, uno destinado a la Infantería y otro a tropas de Caballería. En 1748, el rey Fernando VI deseaba que, aún en tiempos de paz, se acuartelasen en Valladolid, “de pie fixo”, cuatro escuadros de Caballería, y, debido a que no existía edificio adecuado, público o real, para transformarlo en cuartel, se acudió al proyecto elaborado en el reinado de su padre. El tema quedó en nada hasta el año 1764, en que el asunto del cuartel vuelve a plantearse de nuevo. Es entonces cuando se piensa levantar un cuartel de acuerdo con el proyecto elaborado en 1736, y lo que es más: el lugar elegido para levantarlo era el que hoy ocupa la Academia de Caballería.
Todo el terreno presentaba un frente de 220 pasos (= 143 m.), de los cuales 180 (= 117 m.) ocuparía la fachada principal, frontera al Campo Grande, mientras que la parte posterior asomaría al Pisuerga, coincidiendo con el paraje denominado por entonces “Espolón Viejo”. Las fachadas laterales originaban con los edificios fronteros preexistentes dos calles de 20 pasos (= 13 m.) cada una. El espacio en que había de levantarse el cuartel pertenecía a la ciudad, libre, por tanto, de todo tipo de indemnización.

Proyecto de Academia de Caballería (1736)
El Corregidor vallisoletano llegó a comentar que, en el caso de construirse, el cuartel “será el más hermoso que haya en España y competirá con todas las casernas de Francia, por su situación, por adornarle la circunstancia de tener a su frente el Campo Grande que pueden maniobrar en él a un tiempo 20 escuadros de caballería y a su espalda el río a 80 pasos (= 52 m.), con su bajada hecha a la perfección y fuera de todo riesgo de avenidas”.
Un siglo después de este fallido intento iba a realizarse en gran parte aquel proyecto con la construcción de la Academia de Caballería. Pese a que el edificio que se construyó en el entonces llamado Campo de la Feria, a partir de 1846, no fue originariamente una construcción militar sino civil, un Presidio, nunca fue utilizado como tal, convirtiéndose en 1852 en sede del Colegio del Arma de Caballería. La instalación del Presidio Modelo en Valladolid contó desde el principio con la oposición de la ciudad, y la elección de su lugar de ubicación constituyó una larga historia de tiras y aflojas entre la ciudad y el gobierno nacional. Si a la larga la ciudad logró su propósito de alejar el Presidio del Campo Grande, en un principio se vio obligada a tolerar su construcción.

Diferentes vistas de la visita del Rey Alfonso XIII al cuartel en 1914
Cuando se anunció el deseo del gobierno de instalar el Presidio Peninsular en Valladolid, la ciudad ofreció como mejor emplazamiento el monasterio de Prado, que por su alejamiento parecía el ideal, pero el gobierno lo rechazó, propugnando el ex convento de San pablo, cosas que no aceptó la Corporación. Otros lugares propuestos por ésta eran los ex conventos de Corpus Christi y Sancti Spiritus y, en último término y como mal menor, una zona del Campo de la Feria, cerca de San Juan de Dios pero próxima al río. Sin embargo, el 18 de mayo de 1846 ya se había trazado en el Campo de la Feria, el plano sobre el que iba a construirse el Presidio y dado principio a las excavaciones. Por tal motivo la Corporación comenzó a estudiar la estrategia necesaria para paralizar unas obras que se habían iniciado sin su permiso, aunque nada se logró. En mayo de 1847, la Reina decretó que, dado lo avanzado de la construcción, no procedía la oposición municipal y exigió del Ayuntamiento la cesión del terreno y del agua necesaria para abastecer el Presidio. Aquel puso como condiciones para la cesión, que se tasase el terreno por peritos, levantando un plan topográfico de su figura y extensión, y que sobre el valor del terreno se constituyera un censo perpetuo. Asimismo, los gastos originados por estos trámites serían por cuenta de la Dirección General de Presidios. Pocos meses después, la Reina insistió en que se hiciera la escritura de donación sin más condiciones, y en el momento. El Ayuntamiento decidió en votación, conceder el terreno pero no el agua.
Los historiadores sitúan la colocación de la primera piedra del edificio el 25 de agosto de 1847, si bien, como hemos visto, las obras de infraestructura habían empezado un año antes. En ellas tomaron parte los penados de Valencia, Toledo y Madrid, y en la construcción se utilizaron las propias piedras del derribo del ex convento de San Pablo. 

El plano de la construcción era un doble octógono con pabellones interiores radiales, en cuyo interior existía un patio central también octogonal y ocho más pequeños trapezoidales. Responde al tipo de planta radial, derivado de los de los Hospitales, ideados para prisiones a fines del siglo XVIII por Jeremías Bentham, en el que confluyen las teorías de aislamiento del recluso y de humanización de las prisiones. La idea de una estructura central que facilitara la vigilancia de las celdas desde un solo punto, estaba ya extendida desde el siglo XVII –la prisión de Gante, construida en 1773, era octogonal–, y fue adoptada por Bentham en su célebre “panóptico”. Sus teorías tuvieron gran difusión en España, construyéndose cárceles de acuerdo con ellas; una de éstas fue el Presidio Modelo de Valladolid.

El cuerpo principal del edificio estaba formado por ocho trapecios enlazados entre sí aunque independientes unos de otros. Su distribución interna estaba hecha a base de celdas, con luces a las caras interiores de los lados trapezoidales. El exterior del edificio era de gran severidad. “De las ocho fachadas exteriores –decía Madoz en 1849, estando todavía en construcción el edificio– siete están sin hueco a la calle y su ornamento es liso; la principal tiene 18 huecos por ser más aparente para el servicio de los jefes. Esta fachada de orden dórico, todo de yesería en el piso principal y de imposta abajo, presenta un frente de cantería con guardapolvos, jambas y tarjetón en la puerta principal, habiendo a su entrada dos garitas de centinela también octogonales”. Posteriormente se abrirían huecos en otras fachadas. Asimismo seguía describiendo Madoz: “Cada lado del octógono tiene 159 pies de línea por 39 de altura, en dos pisos, bajo y principal. Tiene ocho ochavos, cada uno independiente de por sí por su patio respectivo por donde reciben luces los dos pisos; su ornamento es sencillo y su figura es trapezoidal El patio interno tiene también ocho lados de 55 pies por 39; también su ornato es dórico, formando una galería con pilastras y arco”.

La construcción del Presidio duró de 1847 a 1850. En 1849, cuando se llevaban gastados en las obras 80.000 duros, se nombró por Real Orden una comisión de inspección que dictaminó favorablemente a la terminación del edificio. Pero una segunda comisión, nombrada en 1850 cuando las obras estaban a punto de concluirse, formada por el Gobernador de Valladolid, el Vicepresidente del Consejo de Provincias, el Ingeniero Jefe del Distrito y el Visitador de Prisiones del Reino, que debía reconocer el edificio y entregarlo al gobierno, informó en contra, rechazándolo por “su mal entendida construcción, su perjudicial situación dentro de la ciudad, su mala distribución interior, falta de luces y ventilación…”. El responsable de tal decisión era el Visitador, Manuel Montesinos y Molina, Coronel de Caballería y prestigioso jurista, famoso por sus estudios sobre sistemas penitenciarios. Quedando el edificio sin destino, el propio Montesinos informó de ello al General Shelley, Director General del Arma de Caballería. El Colegio de dicha Arma estaba entonces instalado, en precarias condiciones, en unas dependencias de la Universidad de Alcalá de Henares, por lo que la Caballería gestionó en la Corte la concesión del edificio abandonado para instalar su Colegio. En 1852, tras hacerse en él las necesarias obras de acomodación, se verificó la instalación.


Contrariamente a lo que sucedió con el penal, el Colegio de Caballería fue acogido en Valladolid con gran entusiasmo como lo demuestra el hecho de que las frecuentes obras de ampliación de que fue objeto el edificio desde su construcción hasta 1910, año en que fue cedido al Ramo de Guerra, fueron sufragadas por el Ayuntamiento, a veces a costa de grandes sacrificios económicos. Las cesiones de terreno se suceden también siendo las primeras de marzo de 1852.
En julio de 1858 visitó Isabel II la Academia, prestando gran atención a cuantos proyectos se le presentaron, entre ellos el de la construcción de un picadero cubierto. En junio de 1860, el Comandante de Ingenieros manifestó que se le había mandado hacer un picadero cubierto en la Academia de Caballería, para la cual solicitaba a la Ciudad la cesión de 3.000 pies de terreno contiguo al edificio. En julio, el Ayuntamiento acordó ceder gratuitamente 2.850 pies superficiales, que, según el informe del arquitecto de la ciudad, eran los necesarios para construir el picadero. Se rumoreaba por esos días que la Academia iba a ser trasladada de Valladolid, cosa que la ciudad trató de evitar a toda costa. El Ayuntamiento manifestaba poder ofrecer gratuitamente los terrenos que fueran necesarios “para nuevas oficinas, por el lado del río, dejando suficiente espacio para las vías públicas que rodeaban el edificio”.

Diferentes vistas del "picadero"
En marzo de 1861 estos ofrecimientos se vieron aceptados. Se comunicó a la ciudad la traslación a ella de la Escuela del Arma que todavía subsistía en Alcalá de Henares y se solicitó más terreno. A petición del alcalde se hizo un croquis del terreno cedido anteriormente para que el arquitecto municipal dictaminase lo que podía cederse ahora. El Ayuntamiento acordó ceder el terreno necesario detrás del Colegio. “Esta disposición –se dice– dará nuevo realce a dicho Colegio y también a nuestra ciudad”. Durante las obras del Picadero, fueron encontrados varios sepulcros construidos en sillarejo, con forma de ataúd, semicircular en la parte de la cabeza.
Las obras del picadero estaban muy avanzadas en junio. La prensa señalaba que sería uno de los principales de Europa. “Nos ha sorprendido, dice El Norte de Castilla, tanto por lo espacioso del local que ocupa, como por la elegante forma que se le ha dado”. En 1862 se introdujo el alumbrado de gas en el edificio, mejora que se venía reclamando.

En junio de 1868 se pensó instalar en él la Capitanía General y, tras la Revolución de Septiembre, el Colegio fue clausurado por el General Serrano, quedando reducido únicamente a Escuela. En junio de 1871 se gestionó la reinstalación del Colegio cosa que se logró en julio. En los años siguientes se sucedieron, según hemos dicho, las obras de ampliación y consolidación del edificio, que también era engalanado e iluminado con motivo de las visitas de Alfonso XII en 1875 y 1876. En 1879, nuevos rumores de traslado obligaron a la Ciudad a gestionar en las Cortes su permanencia en Valladolid, al tiempo que se trató de la conveniencia de revocar la fachada del edificio. En el invierno de 1880 éste estaba muy deteriorado y hubo de atenderse con toda rapidez a lo más esencial, aplazando el grueso de las obras para la primavera. Se prolongaron todo el año de 1881 y en octubre hubo de solicitarse una subvención del ministerio de Guerra. En 1884 se hicieron obras para instalar en la Academia la Escuela General de Equitación.
En 1892 se creó en Valladolid un Colegio para Huérfanos del Arma de Caballería, pensándose instalarlo en la Academia, finalmente se construyó un edificio propio. En 1893 se precisan nuevas obras, cuyo presupuesto ascendía a 11.000 pesetas. La Corporación consideró entonces si no sería más conveniente la cesión del edificio al Estado, con la condición de mantener en él la Academia de Caballería. Las exigencias por parte del Ramo de Guerra aumentan al año siguiente, pues aparte del revoque de las fachadas, se pretendió obligar al Ayuntamiento a efectuar obras de nueva planta “que han de ser sufragadas por el municipio en razón a que el edificio es de su propiedad”, pero éste rehusó hacerse cargo de ellas alegando que sólo estaba obligado a subvenir a las de conservación. Idénticos problemas se plantean en 1895.

Cadetes ingresados en la Academia (1905)
Cadetes que recibieron los reales despachos (1867)
En 1915, el mismo año de su desaparición, Agapito y Revilla lo ensalzaba como modelo de su género: “A la base fundamental de la planta se agregó una gran extensión de terrenos para múltiples servicios, no carece de nada de lo necesario para la enseñanza militar, algunas cosas con verdadero lujo”. Enumera a continuación las diversas dependencias, concluyendo: “Últimamente el edificio fue cedido al Ramo de Guerra, con fuerte subvención, que ha servido para ejecutar importantes obras de reparación y decoro”.
El 17 de octubre de 1915 el rey Alfonso XIII visitó una vez más la Academia de Caballería. La madrugada del 26 un incendio destruyó la mayor parte del edificio. El fuego, que se inició a la una y media de la mañana en un almacén adosado al muro exterior del octógono, en la parte trasera, se extendió rápidamente a todo el edificio principal formado por los ocho cuerpos del octógono y el que dividía el primero del segundo patio. Se salvaron las edificaciones independientes, picaderos y dependencias situadas en los patios posteriores. Todo lo que quedaba en pie, paredones aislados en su mayoría, fue derribado en 1917, con la excepción del picadero. En el incendio se perdieron también parte de los fondos de la Biblioteca y Archivo. El Norte de Castilla de los días 26, 27 y 28 de octubre de 1915 se recoge el suceso con todo lujo de detalles: Los bomberos tardaron una hora y media en llegar, siendo abucheados por el público. El toque de campanas de San Ildefonso congregó al vecindario. A las cuatro y media de la madrugada el cuerpo del edificio que miraba a la calle de San Juan de Dios se hundió. Parte de los efectos que se lograron salvar se situaron, de momento, en el teatro Pradera, entre ellos el cuadro de Morelli titulado La Carga de Treviño.

Incendio de la Academia de Caballería (1915)
Al día siguiente del siniestro un telegrama del senador vallisoletano A. Royo Villanova dirigido al alcalde tranquilizada a la ciudad con la promesa, que era voluntad expresa del Rey, de que la Academia permanecería en Valladolid, y prometiendo, asimismo, la pronta reconstrucción del edificio en el mismo solar. Tras el incendio llegaría la construcción del actual edificio, inspirado en el bellísimo palacio de Monterrey de Salamanca, pero eso ya es otra historia…
Os dejo un link de un artículo muy interesante que profundiza en el conocimiento de este curioso edificio: El primerpanóptico de España: el Presidio Modelo de Valladolid

BIBLIOGRAFÍA
  • FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: “Un proyectado cuartel de caballería en Valladolid”, B.S.A.A., Tomo XLV, 1979, pp. 498-506.
  • FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: Desarrollo urbano y proceso histórico del Campo Grande de Valladolid, Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 1981.

4 comentarios:

  1. Un artículo y fotos muy interesante.

    ResponderEliminar
  2. La foto del Octogono deborado por las llamas, esta revelada al revés

    ResponderEliminar
  3. La foto del Octogono deborado por las llamas, esta revelada al revés

    ResponderEliminar
  4. ya te hemos oído eres muy pesado, que fuiste tu con una cerilla?

    ResponderEliminar