En
la Sala Municipal de Exposiciones de la Casa Revilla podéis contemplar hasta el
día 20 de septiembre una muestra muy interesante que recoge en 20 escaparates
otras tantas escenas, realizadas en plastilina, que narran buena parte de la
historia de nuestra ciudad. La exposición es muy sugestiva y, dado el material
en que están elaboradas las “viñetas”, pienso que será muy atrayente para los
niños, por lo que no podemos perder esta oportunidad para que las nuevas
generaciones de pucelanos vayan conociendo la historia de su ciudad desde
pequeños. También deseo subrayar lo positivo que es el hecho de que en las
exposiciones, por ejemplo ésta, dejen hacer fotografías puesto que así pueden
conocer la muestra gente que no tiene posibilidades de acercarse a
contemplarse, sea el motivo que sea
Los
textos que a continuación se muestran son los que se han confeccionado para la
exposición, tan solo poseen leves variantes que he creído correcto incorporar.
Desde aquí mi más sincera enhorabuena al artista o artistas que han modelado las
plastilinas puesto que, además del rigor histórico que en ellas se advierte,
estas también cuentan con gran calidad e incluso un tono de humor que me ha
encantado. Es una verdadera lástima que no figure en ninguna parte el nombre de
los que han llevado a cabo estas pequeñas joyitas, una pena.
Pedro
Ansúrez y la condesa Eylo modernizan su señorío de Valladolid
(en el tránsito entre los siglos XI y XII)
El
señorío que ejerció Pedro Ansúrez sobre Valladolid se entiende desde el proceso
de repoblación y reorganización del territorio que se estaba realizando en
aquella corona de Castilla, en el valle del Duero, en tiempos de Alfonso VI. No
estamos hablando, pues, de un fundador, aunque sí de su señor, estructurador y
hasta “modernización” de una población anterior que llamamos preansuriana. Con
don Pedro nació una nueva villa en torno a las obras que él protegió,
especialmente aquel monasterio de Santa María que se habría de convertir en
Colegiata –en los orígenes documentales de Valladolid se encuentra la consagración
de su iglesia en 1094–. Con su esposa doña Eylo, los condes consideraban la
villa como su heredad, su propiedad y ejercieron ellos, y sus descendientes,
una tutela sobre los sucesivos abades de esta Colegiata que dependía
directamente de Roma. Un cambio político en Castilla, a principios del siglo
XII, provocó la salida de don Pedro hacia el condado de Urgel, donde habría de
ejercer la regencia sobre su nieto catalán que también habría de ser señor de
Valladolid, Armengol VI. Cuando regresó a Castilla, en 1109, habían muerto casi
todos los hombres de poder de su generación. Su cuerpo se encuentra enterrado
en la actual Catedral, heredera de la iglesia mayor ansuriana.
Concesión
del Fuero Real por Alfonso X “El Sabio” a la villa de Valladolid
(1255)
Desde
principios del siglo XIII, Valladolid era señorío efectivo del rey de Castilla,
villa pues de realengo, aunque Alfonso VII “el Emperador” había ejercido una
especial protección sobre ella y su viuda, Rica de Polonia, se la denomina
“señora de Valladolid” pues la tenencia de la población formaba parte de las
dotes de las reinas. La concesión del Fuero Real por el rey Alfonso X “el
Sabio” en 1255, disposición que no fue un hecho aislado, fue concebido como una
fórmula para superar la diversidad de derechos territoriales que existían en la
villa. Junto con el de Valladolid se otorgaron los de Burgos o Santo Domingo de
la Calzada, en la Merindad Mayor de Castilla. Al mismo tiempo, el concejo de
Valladolid aumentaba la competencia sorbe una tierra mayor, incluyendo las
villas de Tudela de Duero, Simancas y Peñaflor de Hornija. El monarca trató de
articular y reorganizar la realidad económica de los reinos, multiplicó y
remodeló el circuito de ferias del siglo XII –en el caso de Valladolid situadas
mediada la Cuaresma y en septiembre–. Es el gran intelectual, escritor, músico,
además de legista y recopilador de leyes, aunque dejó planteado un importante
problema sucesorio, enfrentándose a su hijo Sancho IV, el cual contrajo
matrimonio con María de Molina, hija del infante Alfonso de Molina.
El
Gobierno de María de Molina sobre la Corona de Castilla y desde Valladolid
(desde 1295 hasta 1321)
Cuando
María de Molina ya había enviudado de Sancho IV, Valladolid ocupaba un puesto
preeminente en la Corona de Castilla. Los monarcas se habían alojado en los
palacios inmediatos a la iglesia de la Magdalena; se disponían de las primeras
noticias fehacientes de que el Estudio de la villa se había convertido en
modelo para el establecimiento de otros; se estaba construyendo una segunda
cerca o muralla de mayor perímetro; el concejo sostenía que las viñas eran la
base de la economía de la villa; han proliferado los conventos y su Colegiata
no es dependiente sino vecina del obispo de Palencia. Con todo, Castilla está en
guerra civil. La reina María era tutora de su hijo Fernando IV. Fue la mujer
gobernadora que ejerció sus funciones con mesura frente a los levantamientos de
los nobles y las presiones de sus partidarios. Pero María de Molina encontró en
la villa y sus caballeros el bastión más seguro en los años más difíciles. La
mayoría de reuniones de Cortes, en la regencia, se fijaron en Valladolid y,
aunque se vio apartado por su hijo cuando asumió el poder, volvió a ser regente
con si nieto Alfonso XI hasta su muerte en 1321. Fue enterrada –el único cuerpo
“real” que permanece en Valladolid– en el monasterio de Santa María La Real de
Huelgas, monjas establecidas en los palacios reales que había cedido a la
comunidad doña María.
Los
milagros de fray Pedro Regalado, el franciscano que se habría de convertir en
patrono de Valladolid (1390-1456)
La
iglesia, sus monasterios, las órdenes religiosas, se iban convirtiendo en un
elemento esencial en Valladolid. Desde aquí nacieron también las reformas,
aquellas que desde finales del siglo XIV y el XV estuvieron presididas por el
rigor. Una de ellas fue la de los franciscanos, dirigidos por el vallisoletano
fray Pedro de Villacreces, al que se unió como discípulo un joven de familia
judeoconversa que se llamará fray Pedro de Valladolid o fray Pedro Regalado. El
escenario de sus vidas serán los eremitorios, los más famosos en La Aguilera y
en El Abrojo. El fraile sencillo, de la Ribera del Duero, que fue el futuro
patrono de Valladolid, era un hijo de San Francisco que trataba de vivir el
Evangelio con pobreza, cultivando la tierra, viajando entre las mencionadas
casas, atendiendo a los menesterosos, siempre muy implicado con la naturaleza
que le rodeaba y al que la gente sencilla le atribuyó en vida, y sobre todo
después de muerto, numerosos prodigios y milagros. Uno de ellos fue el de
templar a un toro que se había escapado. Pero también navegaba por el Duero con
su capa, era transportado por los ángeles y se levantaba de su tumba para dar
de comer al pobre. Su beatificación y canonización fueron en pleno barroco y en
1747 fue proclamado patrono de la ciudad de Valladolid, y más recientemente,
por esta hazaña, de los toreros.
La
boda de Isabel y Fernando que cambió la historia de España desde Valladolid
(1469)
Juan
II, monarca que residió mucho en Valladolid, hubiese preferido ser fraile en El
Abrojo con fray Pedro Regalado que rey de Castilla. De sus dos matrimonios,
nacieron los sucesivos titulares de esta corona: el vallisoletano Enrique IV y
la princesa Isabel. Tras la muerte del príncipe Alfonso, nacido del segundo
matrimonio del monarca, sus partidarios contrarios a Enrique IV, se reunieron
en torno a Isabel de Trastámara. Ella no cedió a los candidatos que la
proponían para su matrimonio y aceptó la candidatura de su pariente Fernando de
Aragón. Aquel enlace incumplía lo acordado con su hermano Enrique de cara a la
sucesión y se celebró en Valladolid, villa en la que los novios se conocieron,
con el apoyo de los Pérez de Vivero –cuya casa fue escenario–, del almirante
Enríquez –abuelo de don Fernando– y del ministro religioso que la presidía, el
arzobispo de Toledo Alfonso Carrillo. El gran problema fue la utilización de
una bula pontificia no destinada para aquel acontecimiento, lo que exigió
posteriormente una legalización. El matrimonio, el 18 de octubre de 1469, fue
uno de los hechos trascendentales que, desde Valladolid, cambió el rumbo de la
historia de los reinos hispánicos.
La
construcción del colegio mayor de Santa Cruz por el Cardenal Mendoza
(hacia 1483)
Pedro
González de Mendoza fue uno de los personajes más interesantes de la Castilla
del siglo XV, esencial en la modernidad de estos reinos. Su carrera
eclesiástica, apoyada por su linaje familiar, fue ascendente hasta llegar a ser
arzobispo de Toledo, pero tampoco faltó como abad de la Colegiata de Valladolid
y cardenal de Santa Cruz. Con esta advocación fundó en Valladolid, y sin
limitación de presupuesto, un colegio próximo a la Universidad para la
formación de estudiantes que no tuviesen posibilidades económicas, con el fin
de proveer a la Monarquía de hombres de leyes. Y aunque la estética del
edificio comenzó siendo gótica, adoptó posteriormente el nuevo estilo, el
renacentista, convirtiéndose especialmente en su portada en el primer edificio
que lo plasmó en España. En el tímpano de la puerta encontramos al cardenal
Mendoza arrodillado ante Santa Elena, la madre del emperador Constantino que,
en el siglo IV, buscó la que se consideró la verdadera cruz de Cristo en
Jerusalén. Los colegiales mayores, posteriormente, fueron un grupo poderoso en
la administración castellana y hoy, el edificio, es sede del Rectorado de la
Universidad de Valladolid.
Cristóbal
Colón en Valladolid: una muerte por escaso eco
(20 mayo 1506)
Ocurrió
el 20 de mayo de 1506. Si, entonces, hubiésemos vivido en la sociedad de los
medios de comunicación, el fallecimiento del almirante Cristóbal Colón no
hubiese ocupado los primeros titulares. Tardó en conocerse y fue de la mano de
un regidor de esta ciudad, como se refleja en el llamado “Diario de los
Verdesoto”. Había realizado cuatro viajes a las Indias por Occidente, no
siempre con los mejores resultados: había perdido la confianza de quién
gobernaba en Castilla –tras el fallecimiento de Isabel La Católica y la
regencia de su esposo Fernando–; estaba esperando presentar nuevos proyectos a
los monarcas que habían desembarcado, doña Juana y don Felipe. Contaba con la
cercanía de los frailes franciscanos y quizás bajo su sombra falleció en
Valladolid. Con seguridad afirmamos que en una de las capillas de aquel
complejo convento de San Francisco recibió su primera sepultura. Muchos se
empeñaron en que no fuese la primitiva, cuando en 1509 se produjo el traslado
de los restos a Sevilla y, supuestamente después, a las Indias. Después
Valladolid intentó trazar sus últimos pasos en esta antigua Corte. Nunca los
deberemos situar en la Casa que fue construida en 1968, en la huerta del
convento de las salesas. Eso sí, allí habituaron algunos de sus descendientes
en el siglo XVIII, aunque hoy podemos recordar la importancia histórica del
Almirante, desde el ámbito universitario de estudio de los investigadores
americanistas de esta ciudad.
El
nacimiento del príncipe de la Monarquía en Valladolid: el bautizo de Felipe II
en la iglesia de San Pablo (1527)
Tras
atajar el emperador Carlos la revuelta de las Comunidades, comenzaba una etapa
de encuentra con su Corona de Castilla, que tendrá consecuencias posteriores
para el importante papel que van a desempeñar estas tierras y sus gentes en la
Monarquía de España. No solamente contrajo matrimonio con Isabel de Portugal,
sino que en casa de su amigo Bernardino de Pimentel en Valladolid, nacía su
hijo primogénito, el príncipe Felipe, el futuro Felipe II, tras trece horas de
duro parto. La ceremonia del bautismo se iba a celebrar en la vecina iglesia
del convento de los dominicos de San Pablo, escenario de numerosos
acontecimientos anteriores de la Monarquía. Para ello no existió ningún
conflicto jurisdiccional entre parroquias, porque San Pablo no lo era y,
además, el emperador Carlos, hubiese estado por encima de ellas. No hay razón
para pensar que se rompió ninguna reja, aunque sí para la construcción de un
pasadizo que sirviese para comunicar el interior del palacio con el espacio
sagrado, convenientemente adornado y separado de la multitud congregada. Al
mismo tiempo, se tuvo noticia que las tropas mercenarias imperiales habían
saqueado Roma, debatiéndose también en Valladolid sobre las obras del gran
Erasmo de Rotterdam.
Los publicitados Autos de
Fe de 1559, la inspiración de la narrativa de Miguel Delibes
(1559)
1559
fue un antes y un después con dos autos de fe desarrollados contra un supuesto
grupo de tempranos protestantes que moraban en Valladolid –otro se va a
celebrar en Sevilla–, La villa se convirtió en escenario de uno de los
acontecimientos de mayor repercusión en la Europa del momento y en tiempos
posteriores. El supuesto grupo de “herejes” estaba formado por élites
intelectuales y religiosas. Gentes inquietas que se lanzaron a la búsqueda de
nuevas ideas relacionadas con el estallido espiritual del centro y norte de
Europa, con especial presencia de Agustín de Cazalla –capellán del Emperador y
predicador de la Corte–, buena parte de su familia, el dominico fray Domingo de
Rojas, cuatro monjas Bernardas del monasterio de Belén o Carlos de Sesa. El
Auto de Fe era la exaltación de la ortodoxia frente a las sospechas y condenas
de heterodoxia. Aquellos que acumulaban delitos de gran gravedad y no
estuviesen arrepentidos de ellos, eran condenados a la hoguera en el quemadero
del Campo Grande, conducidos hasta allí en mulos. Tanto le impresionaron al
escritor Miguel Delibes estos acontecimientos sucedidos en Valladolid, a
mediados del siglo XVI, que dedicó su última gran novela a narrarlos. Se
tituló, desde 1998, “El Hereje” y sus páginas estuvieron dedicadas a su ciudad,
siendo su protagonista de ficción –Cipriano Salcedo– un grito de exaltación
hacia la libertad de conciencia, cuando este derecho no se concebía en ningún
lugar, ni en religión alguna.
La reconstrucción de un
Valladolid en llamas y el proyecto de una Catedral de ensueño
(entre 1561 y 1583)
Las
llamas no se detuvieron en las hogueras de la Inquisición, sino que, por otras
circunstancias probablemente, se extendieron por el centro comercial de
Valladolid, en uno más de los incendios que sufrían los núcleos urbanos, poco
dotados de barreras de contención. Fue en los días de San Mateo de 1561. Las consecuencias
fueron más dramáticas en lo material que en lo humano, pero Felipe II impulsó,
a través de Francisco de Salamanca, la reconstrucción de una parte de la
ciudad, con nuevos criterios urbanísticos, renacentistas, de construcción de
grandes perspectivas en el nacimiento del escenario adecuado para la ciudad
procesional, gremial y comercial. Veinte años más tarde se disponía del trabajo
del gran arquitecto Juan de Herrera, procedente de un monasterio de San Lorenzo
de El Escorial casi finalizado –y no al revés– par la construcción de una nueva
Iglesia Mayor que, después, se transformaría en Catedral cuando se creó en 1595
la diócesis de Valladolid. Un proyecto asociado con la espiritualidad del Concilio
de Trento que nunca se llegó a culminar y que la historia ha condenado a vivir
mutilado en medio de la ciudad que le vio nacer en su grandeza. Pronto perdió a
sus impulsores –Felipe II y Juan de Herrera–, la ciudad vio volar su condición de
Corte y, a pesar de gozar de curiosos monopolios económicos, no dispuso de los
recursos suficientes para ser culminado, fuera ya de la época de la construcción
de las grandes Catedrales.
La entrada de Teresa de
Jesús en la ciudad cortesana y servicios (1568)
Teresa
de Jesús, la monja reformadora más importante de la historia de España, tenía
claro que por Valladolid tenía que pasar su proyecto fundador. Si su segundo
convento se abrió en la Medina de las ferias, próspera todavía para las
limosnas; la cuarta debía ser en el Valladolid de las instituciones, de la
economía del terciario, de la Universidad y la Chancillería y de algunos nobles
que vivían todavía en sus palacios, a pesar de la ausencia de la Corte. Sus protectores
fueron la familia Mendoza, especialmente la que había sido la esposa del
secretario del Emperador, la viuda de Francisco de los Cobos. Y aunque, al
principio, las monjas vivieron en una finca de recreo muy alejada llamada Río
de Olmos, después gracias a María de Mendoza, se establecieron en 1569 en la
ubicación actual. El convento de la Concepción del Carmen reúne un importante y
único patrimonio artístico y documental sobre la madre Teresa de Jesús, que
habría de volver a Valladolid en 1574, 1579, 1580 y en dos ocasiones en 1582.
La primera Doctora de la Iglesia, maestra espiritual de vanguardia y autoridad
en la lengua castellana, es además vecina de honor de la ciudad desde 1968,
cuatrocientos años después de su fundación junto al Pisuerga.
La Corte de Felipe III:
el nacimiento del príncipe de Asturias Felipe IV y la presencia de vecinos
singulares (1601-1606)
Fruto
de las intrigas políticas del valido del rey Felipe III, el duque de Lerma
trasladó en 1601 la Corte a Valladolid. Fueron cinco años de acontecimientos
singulares y vecinos extraordinarios –pensemos en Miguel de Cervantes,
Francisco de Quevedo o a llegada del escultor Gregorio Fernández–, de grandes
días políticos –la ratificación de la paz que se había firmado en Londres entre
Inglaterra y España, con la presencia del embajador el duque de Nottingham–. Se
había convertido esta sociedad urbana en muy heterogénea, casi un mundo en
abreviado. De tal manera ocurrió, que algunas de las instituciones que residían
en la ciudad cortesana, la Chancillería por ejemplo, tuvieron que salir ante la
acumulación, para regresar posteriormente. Lo más singular fue el nacimiento,
un Viernes Santo de 1605, 8 de abril, del príncipe de Asturias en el palacio
real, el futuro Felipe IV. Posteriormente, su bautizo coincidió con el
mencionado acontecimiento diplomático con los ingleses –a veces no bien
comprendido–, además de una posterior misa de partida, la primera salida de su
madre, la reina Margarita de Austria, en acción de gracias ante la Virgen de
San Lorenzo, descrita por Miguel de Cervantes –que la debió contemplar– en la
Novela Ejemplar de “La Gitanilla”.
El taller de Gregorio
Fernández: el nacimiento de los pasos procesionales
(1605-1636)
Las
cofradías penitenciales habían nacido a lo largo de los finales del siglo XV y
las décadas del XVI. A su horizonte de penitencia y caridad, se unió el
desarrollo de una espectacular imaginería, impulsada desde una escuela
castellana que fijó su centro –para no moverse– en Valladolid. A Juan de Juni,
Esteban Jordán, Manuel Álvarez, Adrián Álvarez y Francisco del Rincón, les
sucedió con fuerza el gallego Gregorio Fernández, maestro único desde la muerte
del último de los mencionados escultores en 1608. Las cofradías fueron uno de
sus clientes para obras más singulares: aquellas que no se iban a quedar
encerradas en una iglesia sino que iban a salir a las calles para contar una
historia y despertar una devoción y un modo de comportamiento hacia la Pasión
de Cristo. Para los pasos procesionales en madera policromada, Gregorio Fernández
disponía de diferentes fuentes literarias, artísticas y espirituales, sin
olvidar la dimensión teatral de la escena. Y todo ello gracias a una
organización del trabajo en un taller potente, capaz de servir desde la Acera
de Sancti Spiritus a los numerosos clientes que deseaban una obra del “insigne
escultor” que trabajaba en los reinos de Felipe IV.
Desde el siglo de la
Ilustración: el Valladolid que construye nuevas ideas
(Siglo XVIII)
Los
cambios del siglo XVIII tendrán una dimensión más cualitativa. Es lo que
conocemos como Ilustración y sus Ilustrados. Frente a la sacralización anterior
y la preocupación por la salvación del alma en un más allá, los hombres de esta
centuria se ocuparon por la salvación y la mejora del cada día, del ritmo
cotidiano. Los protagonistas no serán muy distintos: los profesores y alumnos
de la Universidad o los miembros de la Chancillería. El gremio de la primera
estrenó una nueva fachada, exaltación del saber y del conocimiento, con sus
disciplinas y los monarcas que en esta ciudad los habían protegido. Es lo único
que nos resta del histórico edificio de la Universidad de Valladolid. Pero
surgirán nuevos ámbitos de conocimiento en las Reales Academias de Matemáticas
y Nobles Artes –la actual de Bellas Artes de la Purísima Concepción–, de Medicina
y Cirugía, de Jurisprudencia; o la Real Sociedad de Amigos del País. Nacerá,
además, en 1787-1788, el primer periódico de una ciudad que va a tener hasta el
presente una prolongada trayectoria periodística y de periodista, desde aquel Diario
Pinciano del diácono mexicano –ilustrado singular– José Mariano Beristain.
Ilustración que también fue reforma educativa, medidas higiénicas de vida,
ecologismo y aprecio por la naturaleza.
El ferrocarril, el motor
del cambio, en el siglo XIX
Los
cambios en el siglo XIX se apreciaron más tangiblemente que los propuestos por
la Ilustración. Comenzó con una invasión extranjera, motivando un cambio político
presente ya en Europa; será el comienzo del liberalismo, con la resistencia del
absolutismo; la llegada de las clases sociales frente a los estamentos antiguos
anteriores. Una nueva economía que ha intentado transformar las manos muertas y
un motor del cambio que provocará el crecimiento. Buena parte de éste, en
Valladolid, se sitúa en el ferrocarril. Todo ello vendrá sancionado y
comprobado por la que era Reina de España, Isabel II, que no entendió siempre
el liberalismo abanderado en su tiempo. En tres ocasiones estuvo en esta ciudad
(1858, 1861 y 1865). La última de las cuales, cuando se dirigía a su veraneo en
Zarautz, es la que se representa en el escaparate. Para entonces, la
Universidad iba siendo la de los hombres de leyes y médicos; había nacido El
Norte de Castilla y se edificaban los teatros Lope de Vega y Calderón. Habrían
de producirse muchos pronunciamientos, golpes de estado, revoluciones, a la par
que desamortizaciones y constituciones. Con todas las inestabilidades, la
ciudad del Pisuerga estaba creciendo. El Valladolid que se encontró era “burgués,
moderno, urbano, cosmopolita, fabril y ferroviario”. Hoy, este medio de
comunicación sigue teniendo gran importancia en la estructuración del
territorio y en el desarrollo de una economía industrial.
La gran ciudad de la
Restauración de finales del siglo XIX: entre José Zorrilla y Miguel Íscar
Todos
los cambios planteados en las décadas anteriores, se consolidaron y despegaron
en el Valladolid de la llamada Restauración canovista, desde 1875. Por aquellos
años habría de alcanzar la alcaldía de Valladolid Miguel Íscar Juárez. No todo
lo relacionado con él, lo pudo conocer: derribo del edificio del viejo
Ayuntamiento, culminación del Campo Grande o de los Mercados de hierro. Él será
recordado como el alcalde de la transformación por antonomasia. José Zorrilla
será el hombre de esas letras que también renacieron en la ciudad de la
burguesía harinera. Era un hombre nacido en el absolutismo, que creció con la rebeldía
del romanticismo, el autor reconocido, celebrado y coronado. Valladolid era
también la ciudad que se abría hacia el exterior, hacia la llegada de la
población que viajaba hacia sus atractivos. Y así, en este escaparate, no sólo se
ha representado lo genuinamente vallisoletano sino lo que viene de fuera, en el
escenario de aquella Casa Mantilla de esa ciudad del ensanche, de la burguesía
y del Campo Grande, que quizás soñó Miguel Íscar y que continúa versificando
Zorrilla desde el monumento que sus paisanos inauguraron en su honor en
septiembre de 1900.
Una ciudad con despegue
industrial…, sobre cuatro ruedas
Si
en el siglo XIX hablábamos del motor en el ferrocarril, sobre raíles; en el XX,
el motor estará sobre cuatro ruedas. Se instalaba en la ciudad las sociedades “Fabricación
de Automóviles, S.A.” (FASA) y “S.A. Vehículos Automóviles” (SAVA). Con ellas,
sobre todo con la primera, llegada el camino del futuro. Era agosto de 1953
cuando desfilaron los once primeros coches ante la admiración general por las
principales calles de Valladolid. El despegue industrial conducirá al
establecimiento de otras muchas inversiones, de mano de obra, del apoyo
financiero, de las absorciones de estos proyectos industriales por otras, así
como de una multiplicación demográfica de la población que transformará
físicamente la ciudad. Tras una dramática guerra, represión y posguerra, se
producía ese Valladolid de las grandes transformaciones en los años sesenta y
setenta, cuando la ciudad del Pisuerga se convertía en Polo de Desarrollo en 24
de enero de 1964.
La fundación del Real
Valladolid: el deporte se practica y gusta en lo cotidiano (desde
1928, aunque el futbol se practicaba antes)
Curiosamente,
el callejero ha relacionado el fútbol con José Zorrilla y quien dice Real
Valladolid estará ubicándolo y buscándolo en el Estadio Zorrilla, primero
situado en su Paseo prolongado, después en los terrenos de un Valladolid que se
expandía a finales del siglo XIX. Quizás podemos afirmar sin vergüenza alguna
que en esta ciudad se empezó a jugar a este deporte del balompié muy pronto y
todo ello, gracias a Dios, o, mejor dicho, gracias a la existencia de
seminarios de ingleses y escoceses, que sabían traer a sus claustros las
costumbres exportables de sus tierras natales. Y probablemente, en la calle Don
Sancho o en las propiedades de recreo que poseían, se empezó a jugar al fútbol
antes que en Huelva. Otra cosa serán los foráneos, cuando se funde el Real
Valladolid en 1928, cuyos primeros terrenos se vincularán con aquella Plaza de
Toros inaugurada en 1890. Era la llegada del deporte a la cotidianidad, en
ámbitos diversos, abandonando ya excentricidades y generalizándose a la afición
de muchos. Después las tardes ante el Real Valladolid serán de gloria y
paciencia. Pero lo queremos como nuestro y de Primera.
La ciudad saca la
democracia el gobierno del municipio (desde 1979)
No
fueron las elecciones municipales las primeras que se celebraron en Valladolid después
de 1975. Tras la muerte del dictador asesino Francisco Franco era necesario
transformar su dictadura golpista en una democracia con una ley de la reforma
política que se consultó en referéndum entre los vallisoletanos, como ocurrió
con las primeras elecciones generales de 1977, el referéndum constitucional de
diciembre de 1978, las nuevas elecciones generales de 1979 y, para entonces,
las primeras elecciones municipales de ese mismo año, con una importante
abstención pero con una victoria del Partido Socialista Obrero Español y un
primer alcalde democrático desde 1936, Tomás Rodríguez Bolaños. En su cartera
tenía muchos temas pendientes que desarrollar. Así ocurrió hasta 1995, en que
vencía el Partido Popular y provocaba el relevo en la alcaldía. Le sustituía
Javier León de la Riva. En 2015 un nuevo cambio hizo alcalde a Óscar Puente y
devolvió al PSOE al gobierno, en esta ocasión de la mano de VALLADOLID TOMA LA
PALABRA. Ellos han sido, y son, los alcaldes de la democracia que han
transformado Valladolid.
El símbolo de un
Valladolid moderno (en el siglo XXI)
La
Cúpula del Milenio es el símbolo de un Valladolid moderno, con una imagen diferente,
un atractivo distinto y hasta una luz artística en el día y en la noche.
Estamos ante un edificio multiusos que, con forma de cúpula, formó pate de la
Exposición Internacional de Zaragoza en 2008. Después la adquirió el
Ayuntamiento de Valladolid y la situó entre edificios administrativos en lo que
habría de llamarse la Plaza del Milenio. Era el año 2011, en que se abrió. La
estética del edificio se une al Puente de Isabel La Católica y de un río
Pisuerga revalorizado, que se empezaba a reconciliar con los vallisoletanos. Su
silueta rompía la línea de las construcciones de la ciudad, incluso con
aquellos que anteriormente habían eliminado también esa armonía. Junto a la
Cúpula del Milenio, el Valladolid del siglo XXI también es el Archivo Municipal
en el antiguo convento de San Agustín, el Museo de Arte Contemporáneo “Patio
Herreriano”; los nuevos barrios residenciales, la limpieza de los edificios
históricos, los jardines y parques, además de paseos. Es una ciudad para ser
feliz cada día, sabiendo que ésta cuenta con memoria.
Información
de utilidad:
Sala
Municipal de Exposiciones de la Casa Revilla
Del
1 al 20 de septiembre de 2015
C/Torrecilla,
5. Teléfono: 983-426246
De
martes a domingo y festivos de 12 a 14 h.
y
de 18.30 a 21.30 h. (lunes cerrado)
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