Entre
el 16 de septiembre y el 11 de noviembre de este año se celebra en la sede de
la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción una modesta, aunque
excelente exposición, que recoge obras de pintura y escultura de alguno de los
mejores artistas que vivieron y trabajaron en el Valladolid de fines del siglo
XIX y comienzos del XX. La exposición lleva por título “Alberto Macías Picavea
(1861-1947) y sus amigos artistas” y, efectivamente, trata la figura del
referido Alberto Macías Picavea, una personalidad totalmente desconocida. Este
hombre, médico de profesor y hermano del prestigioso periodista y escritor
Ricardo Macías Picavea, desde pequeño compaginó su formación académica con la
artística, llegando a destacar en su especialidad: la acuarela. A raíz de
acudir a la Escuela de Bellas Artes conoció a las grandes figuras del arte
vallisoletano de la época. Esta amistad le llevó a coleccionar algunas de las
obras de estos, ya fuera comprándoselas o recibiéndolas como regalo, tal y como
se puede ver por la dedicatoria que hay en alguna de ellas.
La
exposición, como dije, es modesta, pero no por la categoría de las obras, puesto
que vemos nombres como los del escultor Dionisio Pastor Valsero o los pintores
Gabriel Osmundo Gómez, Anselmo Miguel Nieto o Antonio Maffei, sino por el pequeño
espacio que ocupa. Esto no es un reproche a la Academia, la cual hace todo lo
que puede y le hemos de estar totalmente agradecidos por dar a conocer estas
piezas, que de otra manera no se verían. Bravo por ella. Este motivo enlaza con
un pensamiento que llevo teniendo durante mucho tiempo: es una pena que las
salas municipales de exposiciones, preferentemente las de la Casa Revilla o las
Francesas (dado que la de San Benito está dedicada al mundo de la fotografía y
la de la Pasión a las “exposiciones estrella”) no dediquen un ciclo de
exposiciones a esta serie de artistas, totalmente desconocidos, que trabajaron
en nuestra ciudad entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX.
Estos artistas merecen ser conocidos, ya no solo porque son un pedacito de
nuestra historia sino porque algunos de ellos, tanto pintores como escultores,
lograron importants galardones, muchos de ellos de carácter nacional: Aurelio Carretero, Dionisio Pastor Valsero, Ángel Díaz, Antonio Vaquero, Anselmo Miguel
Nieto, Aurelio García Lesmes y un sinfín más… La única manera de valorar algo
es conocerlo, y una de las maneras de conocerlo es dedicarles exposiciones.
Ojalá algún día estas grandes figuras reciban de esa manera el reconocimiento
que merecen y al mismo tiempo podamos completar esa laguna de nuestra historia del arte,
de la cual hay, pese a las investigaciones de Jesús Urrea y José Carlos Brasas
Egido, aún bastante poca información. Nuevamente hay que agradecer a la
Academia sus esfuerzos por organizar estas exposiciones, ojalá no sea la
última, a muchos nos encantan.
A
continuación, se inserta un texto extraído del catálogo de la exposición, realizado
por Jesús Urrea, en el que se traza un somero perfil biográfico de Alberto Macías Picavea,
magnífico acuarelista y a quien se dedica la exposición.
HORARIO:
Sábados, Domingos y Festivos, de 12 a 14 h.
Alberto
Macías Picavea, nació en la ciudad de León en 1861. Fue el quinto hijo del
matrimonio formado por Francisco Macías, miembro de la guardia de corps y luego
capitán del arma de Infantería, y Saturnina Picavea. Instalada su familia en
Valladolid, se matriculó en 1873 para cursar el bachillerato en el Instituto Provincial
que luego se dedicaría al poeta José Zorrilla, y el 18 de junio de 1878 hizo
los dos ejercicios necesarios para obtener el título de Grado de Bachiller,
obteniendo en ambos la calificación de Sobresaliente.
Su
vocación, pese a simultanear el bachillerato con los estudios en la Escuela de
Bellas Artes de la Academia vallisoletana, se decantó por seguir los estudios
universitarios de Medicina en la Facultad de Medicina y Cirugía. La única
calificación que obtuvo a partir fue “Sobresaliente”, a excepción de un “bueno”
y dos “notables”. Su aplicación e interés se recompensaron también con tres
premios y una mención. El título, empleo y sueldo de “Alumno Interno”, primero interino
y por oposición en febrero de 1881, completaron su brillante expediente.
Precisamente
en aquel momento carecía de cédula personal “por estar declarado soldado en el reemplazo del corriente año”,
pero la obligación de cumplir el servicio militar la solucionó su hermano
Ricardo (1846-1899) pagando la suma de 1.250 pesetas a un sustituto que le
permitiese librarse de ir al ejército en unos momentos en que, además, se
hallaba afectado por la enfermedad del tifus.
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Gabriel Osmundo Gómez. Barco en el muelle |
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Gabriel Osmundo Gómez. Pintando el mascarón de proa |
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Gabriel Osmundo Gómez. Barcos |
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Dionisio Pastor Valsero. Santa Eulalia |
Con
22 años y “aprobadas todas las
asignaturas que prescriben las disposiciones vigentes para aspirar al Grado de
Licenciado”, solicitó el 13 de junio de 1883 ser admitido a los ejercicios
necesarios para lo cual se le señaló día y hora. Superado el 25 de junio el
primer ejercicio de examen, el tribunal le citó al día siguiente para efectuar
el segundo. Este consistió en el reconocimiento del “enfermo número 2 de la Clínica Quirúrgica de hombres que previamente le
había caído en suerte”, al cual diagnosticó como afectado por “una úlcera escrofulosa”. El tribunal le
concedió la calificación de “Sobresaliente” en ambos ejercicios y así obtuvo el
Grado de Licenciado universitario.
Primero
desempeñó su actividad profesional como médico general en Villanueva de Duero y
Geria (Valladolid) y también en Navas de Oro (Segovia), después como médico 1º
de visita en la Beneficencia municipal de la que llegó a ser su decano y
también como director de la Casa de Socorro. Dirigió entre 1896 y 1898 el Boletín del Colegio
Provincial de Médicos de Valladolid, institución de la que fue vocal y tesorero
de su junta directiva. Con los doctores Andrés Teruel y Muñoz Ramos redactó una
memoria sobre La
sueroterapia (1896), calificada entonces como uno de “los más completos y
sesudos estudios que del suero antidiftérico se han hecho en España”.
Acostumbró
a veranear en la costa cántabra y hay constancia de que lo hizo en Suances y en
Laredo (1890) circunstancia que aprovechaba por pintar acuarelas con paisajes
de la costa.
Cuando
se matriculó en su carrera universitaria continuó asistiendo a la Escuela
Especial de Bellas Artes que por entones se hallaba instalada en el antiguo
Colegio de Santa Cruz, sede de la Academia y también del Museo Provincial. Como
materia de estudio eligió la asignatura de Dibujo de Figura cuyo profesor era
el pintor D. José Martí y Monsó auxiliado por sus ayudantes Cástor Simón
Toranzo y Pedro González Moral, matriculándose por vez primera en el curso
1873-1874.
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Anselmo Miguel Nieto. Jardines del palacio de Luxemburgo |
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Pedro Collado Fernández. Vista de Valladolid con la catedral |
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Antonio Maffei. Retrato de Alberto Macías Picavea |
En
ella siguió todos los pasos necesarios para alcanzar una buena formación y dejó
constancia de ello en las aulas gracias a los premios que recibió en las
modalidades de extremos (1874-1875), cabezas (1875-1876), figuras (1876-1877),
cabezas de antiguo (1877-1878) y principios de acuarela (1878-1879 y 1879-1880)
habiendo participado en el de 1878 en el concurso académico con dos acuarelas: Una odalisca y Paisaje de las
cercanías de Valladolid momento en que como discípulo de la Academia se le
reconoce haber aprobado cinco cursos en ella.
De
nuevo concurrió al de 1880 obteniendo premio de 2ª clase por la acuarela
titulada Un
estudio del natural en la huerta del Sr. Garaizabal y en 1882 alcanzó otro
premio de 2ª por su acuarela Orillas del Esgueva
en una tarde del mes de Agosto, volviéndose a repetir idéntico galardón en
1883 por su acuarela titulada París, sin duda
inspirada en alguna litografía. Aquel curso 1882-1883 se había inscrito otra
vez en la asignatura de Dibujo de figura, paisaje y acuarela.
La
enseñanza de la asignatura se impartía a diario, desde 1871, en el recinto de
la antigua capilla del Colegio, en horario de 6 a 8 h. de la tarde. Sin duda,
recibiría con agrado las novedades que en el curso 1878-1879 se introdujeron en
la clase, “atendiendo a las aspiraciones
y deseos de los alumnos”, como, por ejemplo, la ejecución a la acuarela del
modelo vestido en la cpita del natural. A partir de 1882 la asignatura se
denominó “Dibujo de Figura, de Paisaje y
Acuarela”.
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Alberto Macías Picavea. Paisaje con árboles |
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Alberto Macías Picavea. Otoño (a orillas del río) |
Después
de este último curso Alberto no volvió a matricularse ni acudió a otro certamen
académico. Concluida su carrera de medicina y ejerciendo su profesión no lo
consideraría apropiado ni tampoco tendría tiempo para continuar recibiendo
nuevas enseñanzas de sus maestros. Tan solo se conoce su participación con seis
acuarelas [Paisaje,
El Reto, Las últimas hojas,
Lagunas, Recuerdos de Laredo
y La tarde] en
la exposición de bellas artes organizada en 1890 por el Círculo de Calderón de
la Barca, de Valladolid. Desde entonces, esta técnica pictórica se convertiría
para él en una afición privada, íntima conocida por sus antiguos compañeros de
escuela y motivo de admiración para sus amigos.
No
se sabe cuándo abandonó su afición por la acuarela. Su obra conocida más tardía
Sol de otoño
está fechada en 1925. No aspiró a conseguir reconocimiento público, sino que lo
entendió como una diversión, un entretenimiento, puro disfrute. Ni siquiera
llegó a exponer sus obras de forma individual.
En
cambio, estuvo pendiente del éxito que alcanzaba alguno de sus amigos, como
Gabriel Osmundo Gómez, al que describía en 1887 como “el único pintor
vallisoletano, después de muerto Montero y Calvo, que han producido las últimas
generaciones”. Demostró que la crítica de arte no le era ajena en diversos
artículos publicados en el periódico La Libertad
cuando lo dirigía su hermano y también en El Norte de Castilla
donde se le tenía “por uno de sus colaboradores predilectos”. Incluso, entre
los años 1883-1888, entró a formar parte como dibujante del periódico La Ilustración
castellana.
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Ramón Núñez Rubio. Dos majas con abanico |
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Isidro González-García Valladolid. Escena de saltimbanquis |
Carlos
Brasas señala la posible influencia de Macías Picavea sobre el pintor Maffei en
cuanto a su interés por el paisaje castellano y es que, a no dudar, Alberto se
encontraría imbuido también del sentimiento castellanista que comenzaba a
extenderse entre los intelectuales de la región. Incluso llegó a suscribir en
1918, junto con Narciso Alonso Cortés, Francisco Antón, Pedro Miñón, Jacinto
Ruiz Manzanares y otros, el manifiesto que propugnaba la defensa de los
intereses regionales frente a los ataques que se producían desde Cataluña.
Su
cultura, preocupación por el arte y reconocida capacidad de acuarelista, fueron
los motivos por los que, en 1931, siendo presidente Narciso Alonso Cortés, se
le eligió, junto con el escultor Darío Chicote, el arqueólogo Saturnino Rivera
Manescau y el músico Félix Antonio González, académico de la Purísima Concepción,
aunque nunca llegó a tomar posesión de su sillón. Su avanzada edad y los acontecimientos
que se sucedieron con la proclamación de la República, la guerra y la
postguerra, que tanto afectaron el desarrollo normal de la vida académica, no
fueron los momentos más propicios para su incorporación.
Óscar
Pérez Solís en la monografía que escribió en 1947 de Ricardo le describe
todavía vivo, como “un viejecito afable y
sencillo, como su hermano, don Alberto, que fue médico de la Beneficencia Municipal
y acuarelistas de muy buen gusto, al que debo muchos datos de la vida de don
Ricardo”. Por su parte, el doctor Vicente González Calvo en la necrológica
que dedicó a Emilio Zapateo en 1987 recordaba que: “La incorporación de Emilio Zapatero a la Beneficencia Municipal colmó
de satisfacción a su Decano, don Alberto Macías Picavea, prócer médico en saber
general y cultura humana, gran señor que paseaba la ciudad con ritmo lento, el
bastón bajo el brazo derecho y a través de una barba nívea y muy cuidada,
exhibía un semblante sonriente, que proyectaba la gozosa paz interior de que
disfrutaba y la satisfacción del deber cumplido”.
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Francisco García de la Cal. Maja andaluza tocando la bandurria (una sevillana) |
Siendo
ya viudo, falleció en su domicilio, a los 86 años, el jueves 20 de marzo de
1947. Por entonces ya había muchos años que habían desaparecido sus antiguos
compañeros de Escuela, interesados como él en el estudio y la práctica de la
acuarela.
El
recuerdo vivo de algunos de sus amigos le acompañó hasta el final de sus días
porque en su domicilio conservó pinturas y esculturas que constantemente le
evocarían sus años de juventud en los que la acuarela y el dibujo compartieron
su vocación por el estudio y la medicina. Las dedicatorias visibles en algunas
de las obras muestran la amistad que mantenía con ellos y se puede pensar que
quizás fueran el motivo de regalos cruzados, favores reconocidos o, tal vez,
adquisición para remediar alguna necesidad.
Aunque
pintó alguna de asunto orientalistas o del norte de África, extraídos, sin
duda, de litografías contemporáneas, serían productos de su etapa de
aprendizaje. Después se decantó por el tema paisajístico copiándolo
directamente del natural, acercándose con sus cuadernos o papeles a la orilla
de los ríos o a las charcas, para buscar los reflejos del agua, los efectos
estacionales de la luz, la sensación de fluidez, el tapizado otoñal del suelo repleto
de hojas, la desnudez invernal de los árboles, las transparencias primaverales
de la naturaleza o la cegadora luz de los veranos.
Su
soltura y rapidez técnicas no se sintieron atraídas por el paisaje urbano, en
todo caso el caserío como punto de referencia, algún elemento arquitectónico planeado
en la lejanía o entre el espesor de la arboleda. La ausencia de la figura
humana tiñe aún más la mirada solitaria del artista de un sentimiento romántico
no exento de tristeza o pesimismo. Con el tiempo, su poética se iría abriendo a
una realidad más llena de luz y color dando paso sus tonos malvas, grises y
pardos a una paleta de verdes, azules, dorados y rojos más ardientes cuando ya
estaba a punto de dejar los pinceles y cerrar para siempre su caja de colores.
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Gabriel Osmundo Gómez. El Jardín Botánico de la Universidad |
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Dionisio Pastor Valsero. Retrato de Alberto Macías Picavea |
BIBLIOGRAFÍA
- BRASAS
EGIDO, J. C.: “Las artes plásticas en Castilla y León hasta la posguerra”. En
ARRECHEA MIGUEL, J., BRASAS EGIDO, J. C., HERNANDO CARRASCO, J. y ÁLVAREZ MOTA,
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Tomo VIII. Arte Contemporáneo, Ámbito, Valladolid, 2000.
- BRASAS
EGIDO, José Carlos y URREA, Jesús: Pintura
y escultura en Valladolid en el siglo XX (1900-1936), Ateneo de Valladolid,
Valladolid, 1988.
- URREA
FERNÁNDEZ, Jesús: Alberto Macías Picavea (1861-1947) y sus amigos artistas,
Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Valladolid, 2015.
- URREA
FERNÁNDEZ, Jesús: Real Academia de Bellas
Artes de la Purísima Concepción. Pinturas y Esculturas, Diputación de
Valladolid, Valladolid, 1998.
- URREA,
Jesús: La escultura en Valladolid
(1850-1936), Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1984.
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