El
tema que hoy vamos a tratar es uno de mis preferidos: la pintura barroca
vallisoletana. Casualidades de la vida, voy a subir este post el mismo día en
el que me he comprado el libro "Pintura Barroca Vallisoletana", obra
de Jesús Urrea y Enrique Valdivieso, los dos mayores expertos en la materia. No
vamos a hablar de todo el periodo, sino de lo que podemos denominar pintura
barroca plena y tardobarroca, dejando los inicios del movimiento barroco para
otra ocasión. Quiero dedicar esta entrada a Paula, gran amante del arte y
patrimonio vallisoletano, a quien tuve el placer de conocer ayer y quién me comentó
que era muy fan de este blog. Gracias.
Durante
la segunda mitad del siglo, la actividad pictórica en Valladolid sufre un
fuerte descenso tanto en cantidad como en calidad. Para Enrique Valdivieso las
dos causas más importantes de esta crisis fueron “la falta de talento de los jóvenes pintores” y el “éxodo de los más hábiles a la Villa y Corte
de Madrid”. También supone que influiría la “decadencia padecida por la ciudad del Pisuerga en todos los órdenes”.
El mismo autor nos pinta un panorama desolador: “pésimos pintores, carentes de talento, que ejecuta toscamente sus obras
y las concluyen de manera imperfecta y apresurada. Sus ideas artísticas son
mediocres, sus composiciones aparecen torpemente amañadas, de aspecto vulgar,
con una colectiva falta de gusto y de delicadeza pictórica. Son en suma
pintores insignificantes, más modestos artesanos que artistas, con la única
pretensión de sobrevivir a toda costa en el ejercicio de su profesión”.
Si
bien Valladolid nunca se había caracterizado por poseer una importante escuela
pictórica, debido en gran parte al éxito que alcanzó la escultura en Valladolid
y en los territorios limítrofes, sí que durante la primera mitad del siglo la
ciudad había disfrutado de algunos pintores de ciertos vuelos. Así, Diego
Valentín Díaz (1586-1660) fue el pintor vallisoletano más importante, así como
el artista más poderoso de la ciudad tras la desaparición de Gregorio
Fernández. Otro magnífico exponente fue Francisco Martínez (1574-1626), hijo
del gran pintor manierista Gregorio Martínez, del cual conservamos una serie de
obras de muy desigual calidad. También hay que destacar al portugués Bartolomé
de Cárdenas (c.1575-1628). En un escalón inferior a estos se situaban Jerónimo
de Calabria (a.1584-1661), Blas de Cervera (a.1585-h.1663), Matías Velasco o
Tomás Peñasco (h.1600-1677). Estos pintores tienen en común, según el parecer
de Jesús Urrea, su falta de creatividad, lo que les llevaba a utilizar en
multitud de ocasiones estampas de origen toscano, lombardo y flamenco.
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FRANCISCO MARTÍNEZ. San Miguel con don Antonio de Aguilar (1614). Museo Diocesano. Valladolid |
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BLAS DE CERVERA. Degollación de San Antolín (Retablo de San Sebastián) (1637). Catedral. Palencia |
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BARTOLOMÉ DE CÁRDENAS. Vocación de San Pedro (1613). Convento de San Pablo. Valladolid |
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TOMÁS PEÑASCO. Retrato de doña Marina de Escobar. Centro de Espiritualidad. Valladolid |
Aunque
Valentín Díaz no fallece hasta 1660 su obra pertenece a la primera mitad del
siglo. El pintor que sirve de nexo de unión con la segunda mitad del mismo, y
que es el encargado de salvaguardar el “prestigio” de la escuela vallisoletana,
es un discípulo de éste, Felipe Gil de Mena, el cual puede ser ya considerado,
según la opinión de Valdivieso González, “como
un verdadero pintor barroco por su decidido interés hacia la pintura
naturalista”. Del prestigio de Gil de Mena bien nos habla la afirmación de
Palomino de que “fue también muy
excelente en los retratos y muy naturalistas”. Una de sus principales
características fue la de la inclusión en sus composiciones, sean de la
temática que sean, de bodegones.
A
pesar de la referida decadencia, la escuela vallisoletana seguirá siendo la más
importante del noroeste peninsular. Cuando un particular, una iglesia u otra
institución de este territorio requerían de una pintura de cierta calidad, y no
podía permitirse una obra del foco madrileño, acudían a la ciudad del Pisuerga,
motivo por el cual veremos cuadros vallisoletanos diseminados por diferentes
puntos de Castilla, Galicia, Asturias o incluso Navarra.
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FELIPE GIL DE MENA. Retratos de Diego Valentín Díaz y doña María de la Calzada. Museo Diocesano. Valladolid |
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DIEGO VALENTÍN DÍAZ. Presentación de Jesús en tel Templo. Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Fotografía tomada de la página web del M.N.E. |
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FELIPE GIL DE MENA. San Elías confortado por el ángel. Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Fotografía tomada de la página web del M.N.E. |
Este
mismo fenómeno se vivió en Valladolid a la inversa: la recepción de obras de
autores madrileños. Así, entre los pintores cortesanos representados en nuestras
iglesias, conventos, etc… encontramos a Francisco Solís, Ignacio Ruiz de la
Iglesia, Alonso del Arco o Acisclo Antonio Palomino. Un caso excepcional fue
Mateo Cerezo el cual vivió cierto tiempo en la ciudad dejando en ella alguna de
sus mejores obras. Así por ejemplo pinta los lienzos del retablo mayor del Convento de Jesús y María, y algunos otros
cuadros para diversas parroquias e incluso para la catedral. Entre todos ellos
destaca el Cristo yacente acompañado de
ángeles conservado en la iglesia de San Lorenzo.
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ALONSO DEL ARCO. Adoración de los Pastores. Iglesia de San Miguel. Valladolid |
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ANTONIO PALOMINO. Niño Jesús Salvador. Iglesia de San Miguel. Valladolid |
Metiéndonos
ya de fondo en la escuela vallisoletana lo primero que llama la atención es el
hecho de que de la amplia nómina de pintores documentados tan sólo conservamos
obras de unos pocos. Partiendo de la mediocridad general de los pintores activos
en este momento quizás el más interesante sea Andrés Amaya “por su talante abierto a principios
renovadores”, autor del que conservamos un escaso catálogo de obras. Tan
sólo la obra de otros cuatro pintores será verdaderamente reseñable: Agustín
Bara, Amaro Alonso, Bartolomé Santos y el prolífico pintor sevillano Diego Díez
Ferreras, autor con una obra muy dispersa, buena prueba de su prestigio,
prestigio que no siempre era sinónimo de calidad; un caso similar en el terreno
escultórico lo tenemos en Francisco Díez de Tudanca, activo por estas mismas
fechas. En un escalón ya claramente inferior se encuentran otros maestros que
en algunas ocasiones demuestran ser casi unos artesanos: los hijos de Felipe
Gil de Mena (Felipe y Manuel Gil de Mena y Muga), Antonio y Lucas Caniego,
Antonio Novoa Osorio, Jerónimo Benete, etc….
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FELIPE Y MANUEL GIL DE MENA Y MUGA. San Pedro in catedra (Retablo de la Virgen de los Remedios) (1676). Iglesia de Santa María Magdalena. Valladolid |
Del
resto de pintores documentados tan solo conservamos datos biográficos o
profesionales (contratos de obras desaparecidas, asientos de aprendices…).
Según se desprende de la documentación obtenida en diferentes archivos, algunos
otros pintores pudieron llegar a tener alguna trascendencia en el panorama
pictórico vallisoletano de la época; sin embargo, la pérdida de su memoria y de
sus obras nos les muestran en la actualidad como fantasmas. Este grupo lo
conformarían: Francisco Cocho, José Martínez de Ollora, Manuel y Lucas de Ocio,
Manuel Juárez o Pedro de Calabria (no confundir con su hijo Pedro de Calabria
Escudero, pintor y grabador vallisoletano emigrado a la Corte.
Como
hemos repetido bastantes veces, en este momento la pintura vallisoletana no
aspira a realizar lienzos de gran calidad sino a satisfacer el gusto popular y
la piedad privada y colectiva. Un caso curioso de esta piedad es el del padre
Jerónimo Benete, pintor de nula calidad aunque afamado por sus pinturas de la
Virgen y de la Pasión de Cristo.
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JERÓNIMO BENETE. La Virgen del Carmen. Santuario de Nuestra Señora del Carmen Extramuros. Valladolid |
Un
apartado especial dentro de la pintura de este periodo lo conforma la Cofradía
de San Lucas, institución que agrupó a los pintores en un primer momento, pero
que posteriormente admitió en su seno a escultores, ensambladores y tallistas.
El principal objetivo de dicha cofradía era el defender “los derechos generalmente fiscales, adquiridos con anterioridad,
haciendo hincapié en la liberalidad de su arte, preocupándose por vigilar la
calidad de las pintura que se vendían en el comercio, festejando a su santo
patrón, el evangelista pintor, o participando en las numerosas ceremonias
religiosas que se celebraban en la ciudad”.
El
siglo XVIII comenzó de la peor manera posible para la ya de por sí mermada
pintura vallisoletana puesto que en 1704 fallece su mejor artífice: Andrés
Amaya. El encargado de ocupar el puesto como pintor vallisoletano más destacado
durante el primer tercio de siglo Manuel Peti Bander (1662-1736), hijo del
pintor Simón Peti “el Viejo”, artista que se caracteriza por la utilización de
los “métodos más avanzados y el que
permitió entrever en la escena pictórica local el arte novedoso del napolitano
Luca Giordano”. Otros dos pintores destacan en el mediocre panorama pictórico
vallisoletano: Fray Diego de Frutos, del cual conservamos una abundantísima
producción a raíz de sus extensas series de cuadros de temática franciscana, e
Ignacio de Prado.
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IGNACIO DE PRADO. Retrato de doña Magdalena de Ulloa (1737). Colegiata de San Luis. Villagarcía de Campos |
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IGNACIO DE PRADO. Apoteosis de la Compañía de Jesús (1703). Colegiata de San Luis. Villagarcía de Campos |
Tras
la muerte de todos estos maestros se creó un enorme vacío que nadie fue capaz
de llenar. Por primera vez desde hacía mucho tiempo no existía una figura
descollante. Hasta bien entrada la segunda mitad del siglo, es decir en los
albores del Neoclasicismo, no volveremos a ver pintores de cierta categoría:
Francisco de Prado (hijo de Ignacio de Prado), Diego Pérez Martínez, José y
Leonardo de Araujo (padre e hijo respectivamente), José Pastrana, y Ramón y
Joaquín Canedo (padre e hijo). Sin ningún género de dudas Diego Pérez y los
Canedo serán los que piloten con mayor dignidad la escuela vallisoletana
durante la segunda mitad del siglo XVIII.
A
continuación, para formarnos una idea de las personalidades más significativas
de este periodo, así como de sus producciones, se realizará una escueta
biografía de los más importantes, así como una lista de sus obras documentadas.
AMARO
ALONSO DE LLANOS (1640 – 1699)
Amaro
Alonso de Llanos Valdés, en realidad Amaro Alonso Méndez, vio la luz en Valladolid.
Bautizado en la parroquia de la Santa Iglesia Catedral el 23 de enero de 1640,
sus padres fueron Amaro Alonso de Llanos, tendero de aceite y vinagre, e Isabel
Méndez Redondo, ambos naturales “del
lugar de San Simón cerca de la ciudad de Lugo”.
La
primera noticia sobre el pintor se fecha en el 21 de octubre de 1662, día en el
que otorga testamento tras haber sufrido una puñalada, de la cual culpaba la
justicia al pintor Diego Díez Ferreras. Sin embargo, Amaro Alonso le exculpó
puesto que vio perfectamente a las dos personas que perpetraron el ataque: el
emballenador Juan González y el sastre Manuel Vázquez. No pudo precisar quién
de los dos fue el que le agredió “porque
con la oscuridad de la noche no puedo conocer cuál era”. Las cláusulas del
testamento nos aportan valiosa información sobre su personalidad y parte de su
producción artística perdida. Finalmente nombraba como testamentarios a su
hermana, Teresa Alonso, y al bodegonero Felipe Viana. Entre los testigos que lo
firmaron figura el pintor Diego Díez Ferreras, señal de que la acusación era
falsa y de que ambos gozaban de una buena amistad.
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AMARO ALONSO. Degollación de San Juan Bautista (1675). Iglesia de San
Juan Bautista. Valladolid. Procedente de la Iglesia Penitencial de la Sagrada Pasión
de Cristo |
El
31 de marzo de 1665 ingresa en la Cofradía Penitencial de Nuestro Padre Jesús
Nazareno. Un año después, el 4 de marzo de 1666, contrae matrimonio con Bernarda
de Andrade en la iglesia parroquial de San Julián, templo en el que fueron
bautizadas sus dos hijas: Josefa Gabriel, el 2 de abril de 1668, y María
Benita, el 6 de abril de 1673. Su otro hijo, Simón Amaro, fue bautizado en la
iglesia de San Miguel el día 10 de noviembre de 1678.
En
el año 1681 vemos trabajar codo a codo a Amaro Alonso con el escultor Juan de
Ávila. Mientras que el escultor realizaba una nueva imagen procesional de
Santiago Matamoros y “unas perspectivas”
–seguramente arquitecturas efímeras– con las que adornar dicho estreno, Amaro
Alonso se ocuparía de policromar la “perspectiva”, tarea por la que percibió
180 reales. A partir de entonces, si no antes, surgiría una buena amistad cómo
podemos volver a comprobar en el bautizo de José de Ávila, hijo de Juan, y
donde Amaro Alonso actuó como padrino.
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AMARO ALONSO. Salomé presentando la cabeza del Bautista a Herodes y Herodías (1675). Iglesia de San
Juan Bautista. Valladolid. Procedente de la Iglesia Penitencial de la Sagrada Pasión
de Cristo |
Durante
el año 1687 ostenta el cargo de mayordomo de fábrica secular de la antigua
iglesia de San Miguel. Siete años después contrae matrimonio en segundas
nupcias en la iglesia parroquial de Santiago Apóstol con Damiana Jalón y Gallo,
viuda del también pintor Juan Sanz. Entre los testigos del enlace figura el
pintor Andrés de Amaya.
El
6 de noviembre de 1695 accede a su taller el único aprendiz que hemos podido
documentar: Leonardo Vázquez de Codesal. El padre del muchacho le asentó en el
taller para que aprendiera el “arte de
pintor como es a dibujar todo género de figuras y el más tocante y
perteneciente del dicho arte”.
El
29 de abril de 1696 las vidas profesionales de Amaro Alonso y Juan de Ávila
vuelven a cruzarse: se encargan de inspeccionar, junto con el también escultor
Juan Antonio de la Peña, las labores de retoque de las figuras de los pasos de
la cofradía de la Pasión que corrían a cargo del pintor Valentín Gómez de
Salazar.
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AMARO ALONSO. Cristo camino del Calvario (copia del "Pasmo de Sicilia" de Rafael". Catedral. Valladolid |
Amaro
Alonso de Llanos y Valdés fallece el 12 de julio de 1699, siendo enterrado en
la desaparecida iglesia de San Miguel de Valladolid. Su cuerpo debía ser
colocado en una sepultura propia (le fue obsequiada por dicha iglesia en
agradecimiento a la donación que hizo de un busto de Ecce Homo) dentro de la
capilla mayor. El Ecce Homo, que fue regalado “el año de 1698 (…) con otras alhajas”, era una imagen de “medio cuerpo de escultura admirable, con su
peana de media talla dorada”, que se guardaba “en el archivo de los privilegios de Valladolid que está sobre la puerta
de la torre”. El referido busto aparece en sucesivos inventarios del “Libro
de Alhajas” de la iglesia de San Miguel. Sirvan de ejemplos los de los años
1702 y 1711. Atribuido a Manuel Pereira, en la actualidad forma parte del
pequeño museo parroquial.
Catálogo
- 1662.
Seis pasajes con ermitaños, seis pasajes
con historias y doce lienzos. Diversos comitentes. Paradero desconocido.
- 1675.
Lienzos de la Santa Cena, la Degollación del Bautista, Salomé presentando la cabeza del Bautista a
Herodes y Herodías. Cofradía de Nuestra Señora de la Pasión. Valladolid.
Los dos últimos se conservan en la iglesia de San Juan Bautista.
- 1685-1686.
“Retocar y hacer de nuevo los cuadros que
están puestos en el altar mayor”. Iglesia de San Juan Bautista. Valladolid.
- 1687.
Pinturas encastradas de los cuatro
Evangelistas, el Padre Eterno, la
Asunción, San Felipe Neri con la Inmaculada, la Anunciación y el Arrepentimiento
de San Pedro. Oratorio de San Felipe Neri. Valladolid.
- 1690.
Pintar “la capilla mayor y mejoras de
pintar pilastras, cornisas y celosías de dicha obra”. Ermita de Nuestra
Señora de la Peña. Tordesillas (Valladolid).
- 1691.
Cuadros de San Pedro, San Antonio y San Fernando. Iglesia parroquial de San Pedro. Zaratán (Valladolid).
Desaparecidos.
- 1696.
Pinturas de la cúpula y de las pechinas.
Ermita de Nuestra Señora de la Peña. Tordesillas (Valladolid).
- 1698.
Cuadro de la Asunción. Iglesia
parroquial de La Overuela (Valladolid). Desaparecido.
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AMARO ALONSO. La Asunción (pintura encastrada en la bóveda) (1687). Oratorio de San Felipe Neri. Valladolid |
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AMARO ALONSO. San Felipe Neri (pintura encastrada en la bóveda) (1687). Oratorio de San Felipe Neri. Valladolid |
AGUSTÍN
BARA (1650 – 1678)
Agustín
Bara Portillo encarna perfectamente el caso paradigmático de pintor prometedor
cuya carrera su trunca a una edad muy temprana. Vio la luz en la localidad
vallisoletana de Olivares de Duero, en cuya iglesia parroquial de San Pelayo
fue bautizado el día 19 de septiembre de 1650. Sus padres fueron el escribano “de su majestad” Juan Bara Gutiérrez e
Isabel Portillo, ambos vecinos y naturales de Tudela de Duero. Seguramente la
estancia de sus padres en Olivares de Duero tenga que ver con las obligaciones
laborales del cabeza de familia.
Desconocemos
tanto el momento en que llega a Valladolid como en el que entra al taller en el
que se forma como pintor. Su escasa obra tampoco nos ayuda a averiguar la
identidad de su mentor.
El
2 de julio de 1674 se desposa en la iglesia de San Martín, de Valladolid, con
María Antonia Gavilán, nieta del gran genio de la escultura Gregorio Fernández.
Un año después, el 19 de agosto de 1675, el matrimonio fue velado en la iglesia
de San Lorenzo. Por entonces el matrimonio vivía en la plaza de la Santísima
Trinidad.
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AGUSTÍN BARA. El Nacimiento de San Juan Bautista (1675). Iglesia de San
Juan Bautista. Valladolid. Procedente de la Iglesia Penitencial de la Sagrada Pasión
de Cristo |
El
29 de marzo de 1677 recibe como aprendiz en su taller a un tal Juan Fernández,
al cual debería enseñar “el dicho arte de
pintura y todo lo al tocante”. El tiempo de aprendizaje sería de seis años,
cobrando a cambio Bara 800 reales.
El
2 de septiembre de 1678 muere su mujer, siendo enterrada según su deseo en el
Convento del Carmen Calzado. El día 18 de ese mismo mes Agustín Bara “estando enfermo en cama” y, por lo
tanto, no pudiendo disponer “mi
testamento, mandas y legados”, decide comunicar sus disposiciones a su
cuñado el pintor José Martínez de Ollora y a fray Francisco Fernández de Llano,
religioso en el convento de Nuestra Señora de la Merced. También los instituyó
como albaceas y testamentarios, y como heredera universal dejaba nombrada a su
hermana Beatriz, esposa de Martínez de Ollora. Bara fallece cinco días después,
el 23 de septiembre, siendo enterrado en la iglesia de San Lorenzo, a la cual
estuvo tan vinculado durante su corta estancia en Valladolid.
Catálogo
- 1675.
Pinturas de El nacimiento de San Juan
Bautista, La predicación de San Juan
en el desierto y El bautismo de
Cristo. Cofradía de Nuestra Señora de la Pasión. Valladolid. Las tres obras
se conservan en la actual iglesia de San Juan Bautista.
- Fecha
indeterminada. Atribuidas. Pinturas del Nacimiento,
la Adoración de los Magos y la Circuncisión.
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AGUSTÍN BARA. La Predicación de San Juan Bautista en el desierto (1675). Iglesia de San
Juan Bautista. Valladolid. Procedente de la Iglesia Penitencial de la Sagrada Pasión
de Cristo |
DIEGO
DÍEZ FERRERAS (1640 – d.1701)
Diego
Díez Ferreras fue el pintor más prolífico de la escuela vallisoletana de la
segunda mitad del siglo XVII. Se puede afirmar que sucedió a Diego Valentín
Díaz y a Felipe Gil de Mena en el papel de pintor más prestigioso de la capital
castellana. Aunque nacido en Carmona (Sevilla), vivió durante casi toda su vida
en Valladolid, ciudad en la que habitó en la acera de la Plaza Mayor entonces
conocida como la de los “escribanos o del
Caballo de Troya”.
Dispersó
su obra por toda Castilla de la mano de los encargos que recibía de la orden
Carmelita y de la Compañía de Jesús. Para los carmelitas trabajó en Medina de
Rioseco, Soria o Peñaranda de Bracamonte. Asimismo, para los jesuitas lo hizo
en Valladolid o Segovia. Cofradías (de la Pasión y Angustias), parroquias
(Portillo, San Cebrián de Campos, etc.) e incluso varias catedrales (El Burgo
de Osma o Palencia) solicitaron frecuentemente sus servicios.
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DIEGO DÍEZ FERRERAS. Constantino con la Santa Cruz (1665). Iglesia de Santa Cruz. Medina de Rioseco |
Desde
su primera obra documentada, las pinturas
del retablo mayor de la iglesia de Santa Cruz de Medina de Rioseco, aparece
ya configurado plenamente su estilo sin que en sus pinturas posteriores se
aprecien cambios. Aficionado
a composiciones repletas de figuras, con las que intenta crear sensación de
movimiento, el pintor vallisoletano recurre a grises, azules y rosas, que
denotan su preferencia por las tonalidades frías que aplica con pinceladas
sueltas. Respecto a esto último, el profesor
Pérez Sánchez le define como “hijo de su
tiempo en el color alegre y en la factura más suelta que las de sus
predecesores locales”. Su estilo ingenuo y popular le debió de proporcionar
fama y crédito artístico dado que son abundantes las obras documentadas como
las que fácilmente se le atribuyen. Los fondos de paisaje, estereotipados y
repetitivos, aparecen como telones sin que consiga integrar en ellos a los
personajes.
Diego
Díez Ferreras nace en Carmona (Sevilla) el 23 de enero de 1640. Sus padres
fueron Diego Díez Ferreras (oriundo de Puebla de Lillo) y Catalina Fernández.
El primer documento que nos indica su presencia en Valladolid son las
capitulaciones matrimoniales con su primera esposa, efectuadas el 22 de
diciembre de 1661. Tan solo dos años después, el 20 de agosto de 1663, fallece
su esposa, siendo enterrada en la iglesia de Santiago. El luto no duraría mucho
puesto que ese mismo año contrae matrimonio con Inés de Osorio en la iglesia
parroquial de San Lorenzo.
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DIEGO DÍEZ FERRERAS. El Hogar de Nazaret (1668). Iglesia Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias. Valladolid |
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DIEGO DÍEZ FERRERAS. La Muerte de San José (1668). Iglesia Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias. Valladolid |
En
el año 1662, como ya hemos visto, fue acusado de haber apuñalado al pintor
Amaro Alonso, extremo que el propio Alonso negó en su testamento otorgado el
día 21 de octubre de ese año. Posteriores documentos nos los sitúan como buenos
amigos. Tres años después figura como testigo en el contrato que firmaron los
ensambladores Cristóbal Ruiz de Andino y Juan Fernández para realizar el retablo de Nuestra Señora del Rosario
para la iglesia de San Cebrián de Campos.
El
16 de noviembre de 1679 el mayordomo de la ciudad, don Juan Francisco de
Rivera, paga a Díez Ferreras 300 reales de vellón “por retocar y componer la pintura de Nuestra Señora del consistorio”.
Las últimas noticias datan del año 1701. Aunque no hemos logrado localizar su
partida de defunción, es comprensible que falleciera por aquellas fechas.
Catálogo
- 1665.
Pinturas del retablo mayor. Iglesia
de Santa Cruz. Medina de Rioseco (Valladolid).
- 1668.
La muerte de San José y El Hogar de Nazaret. Iglesia penitencial
de Nuestra Señora de las Angustias. Valladolid.
- 1672.
La transverberación de Santa Teresa y
San José con el Niño. Convento de
Carmelitas Descalzos. Pamplona.
- 1674.
San Juan Bautista y San José con el Niño. Iglesia parroquial
de Santa María. Portillo (Valladolid).
- 1675.
El Anuncio del ángel a Zacarías.
Iglesia de San Juan Bautista. Valladolid.
- 1675.
Apoteosis de San Ignacio. Iglesia de
San Miguel. Valladolid.
- 1678.
Pinturas de la Anunciación, la Visitación
y la Inmaculada. Iglesia de San
Cornelio y San Cipriano. San Cebrián de Campos (Palencia).
- 1679.
Pinturas del retablo mayor. Iglesia
del Seminario Conciliar. Segovia.
- 1679.
Pinturas encastradas de la cúpula.
Colegio de los Ingleses. Valladolid.
- 1682.
La Asunción. Colegiata de San
Antolín. Medina del Campo (Valladolid).
- 1682.
Bautismo de Jesús. Museo Diocesano.
Zamora.
- 1685.
La Asunción y la Coronación de la Virgen del retablo mayor. Iglesia de la Asunción.
Laguna de Duero (Valladolid).
- h.
1686-1690. Pinturas del antiguo retablo
mayor. Iglesia de Santa Marina la Real. León.
- 1686.
Escudos de armas. Iglesia de San
Miguel Arcángel. Valladolid.
- 1689.
Retrato de una beata fundadora.
Convento de San Antonio el Real. Segovia.
- 1695.
Pinturas de los ángeles de las enjutas de
la bóveda. Convento de Santa Brígida. Valladolid.
- Sin
datar. San Elías arrebatado por los aires
en un carro de fuego. Museo de Almería. Almería.
- Sin
datar. San Elías arrebatado por los aires
en un carro de fuego. Museo Nacional de Escultura. Valladolid.
- Sin
datar. San Elías confortado por el ángel.
Museo Nacional de Escultura. Valladolid.
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DIEGO DÍEZ FERRERAS. El Anuncio del Ángel a Zacarías (1675) Iglesia de San
Juan Bautista. Valladolid. Procedente de la Iglesia Penitencial de la Sagrada Pasión
de Cristo |
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DIEGO DÍEZ FERRERAS. Apoteosis de San Ignacio (1675). Iglesia de San Miguel. Valladolid |
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DIEGO DÍEZ FERRERAS. El Ángel de la Guarda (pintura encastrada en una de las pechinas) (1679). Colegio de los Ingleses. Valladolid |
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DIEGO DÍEZ FERRERAS. Escena de la Batalla de las Navas de Tolosa (Retablo de la Inmaculada) (h. 1679). Catedral. Palencia |
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DIEGO DÍEZ FERRERAS. La Conquista de Sevilla por Fernando III (Retablo de San Fernando) (h. 1677). Catedral. Palencia |
ANDRÉS
AMAYA (h.1645 – 1704)
La
figura del pintor Andrés Amaya está cubierta por una enorme bruma. Desconocemos
sus principales datos biográficos, aunque se piensa que pudo nacer en Burgos,
Palencia o Valladolid. Su estilo no puede relacionarse con el de ningún artista
vallisoletano. Ceán Bermúdez, primer escritor en dedicarle una biografía –por
cierto, bastante breve –, comenta que fue discípulo de Vicente Carducho,
extremo imposible si tenemos en cuenta las cronologías de ambos pintores. A
Ceán debemos la documentación de “los
lienzos del retablo mayor de la parroquia de San Martín de Segovia, y otros dos
que están en el presbiterio, cuyos asuntos son de la vida del santo titular.
Tienen mejor gusto de color que corrección en el dibujo”.
En
sus primeros cuadros conocidos, conservados en la iglesia segoviana de San
Martín (1682), presentan una concepción pictórica mucho más avanzada que impide
relacionar su formación con cualquier pintor vallisoletano. Su estilo formado
en aquella fecha, podría vincularse al de Francisco Solís o al del burgalés
José Moreno y por supuesto con los pintores cortesanos de la segunda mitad del
siglo.
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ANDRÉS AMAYA. San José con el Niño. Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Fotografía tomada de la página web del M.N.E. |
Sus
cuadros casi nunca se hallan fechados lo que nos impide establecer una
cronología en su obra conocida, la cual, por otro lado, se encuentra sumamente
dispersa: tenemos cuadros suyos en Valladolid (iglesias de San Pedro, San
Miguel y de la Vera Cruz, convento de Agustinos y Catedral) hay que añadir
otros conservados, en Toro, Palencia (iglesia de San Miguel), San Millán de la
Cogolla, Villafranca del Bierzo o León (San Isidoro). Tal vez, el número de
obras suyas conservadas en Valladolid permiten confirmar una estancia larga en
esta ciudad.
Fue
artista bien preparado para la composición, sabiamente estudiada, como en el
color rico y vibrante. Muestra una gran habilidad en la agrupación y relación
de las figuras. Sus obras conocidas son todas de asunto religioso, pero en
ellas puede apreciarse un gusto por los detalles de naturaleza muerta y se sabe
que también pintó retratos. Se esforzó en buscar una tipología para sus
personajes y sus obras son fácilmente reconocibles por el modelo de cabezas de
ángeles, de caras gordas y narices respingonas y por los perfiles de sus
modelos femeninos.
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ANDRÉS AMAYA. La Virgen apareciéndose a Fernando III el Santo. Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Fotografía tomada de la página web del M.N.E. |
Estuvo
casado con doña Isabel Lozano, y vivía “fuera
de la Puerta del Campo”, es decir aproximadamente en la actual plaza de
Zorrilla. Sabemos que tuvo por discípulo al pintor vallisoletano Ignacio de
Prado, al cual su viuda le nombró como su heredero por ser “persona de mi cariño y de que tengo entera
satisfacción”. Falleció el 29 de octubre de 1704.
Catálogo
- 1682.
Pinturas del retablo mayor. Iglesia
de San Martín. Segovia.
- 1693.
San Francisco y Santa Teresa. Iglesia
Penitencial de la Vera Cruz. Valladolid.
- Hacia
1693. Sagrada Familia. Iglesia
Penitencial de la Vera Cruz. Valladolid.
- Hacia
1700. San Joaquín. Iglesia de San
Pedro. Valladolid.
- Fecha
indeterminada. San José con el Niño.
Catedral. Valladolid.
- Fecha
indeterminada. La Virgen apareciéndose a
Fernando III el Santo. Museo Nacional de Escultura. Valladolid.
- Fecha
indeterminada. San José con el Niño.
Museo Nacional de Escultura. Valladolid.
- Fecha
indeterminada. Serie de lienzos sobre la
vida de San Juan Bautista. Real Colegiata Basílica de San Isidoro. León.
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ANDRÉS AMAYA. San Francisco y Santa Teresa (1693). Iglesia Penitencial de la Santa Vera Cruz. Valladolid |
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ANDRÉS AMAYA. Sagrada Familia (h. 1693). Iglesia Penitencial de la Santa Vera Cruz. Valladolid |
MANUEL
PETI BANDER (1662-1736)
Fue
sin duda el pintor más destacado del primer tercio del siglo XVIII, el de
métodos más avanzados y el que permitió entrever en la escena pictórica local
el arte novedoso del napolitano Luca Giordano, como puede ser en las
composiciones y en su abocetada forma de pintar una clara influencia del
italiano Luca Giordano. En alguna ocasión se ha sugerido un posible viaje de
Peti a la Corte, lugar en el que entraría en contacto con el pintor italiano,
y, es más, algunos han supuesto que llegaría a ser discípulo suyo. Hoy en día,
la idea más extendida es la de que el conocimiento de la obra de Giordano le
venga a Peti a través de algunas pinturas que llegaron a Valladolid. Tanto en
el dibujo como en el colorido, demuestra soltura y dominio de los matices.
Movimiento y composición son estudiados con capacidad y acierto. Sus pinturas
siempre se caracterizan por una entonación vibrante a base de manchas de color
y por no prestar atención alguna al dibujo.
Manuel
Simón Peti (Manuel Peti Bander) fue bautizado el 25 de junio de 1662 en la
iglesia de la Antigua. Sus padres fueron el pintor Simón Peti “el viejo” y Ana
Rodríguez. Otros miembros de la familia siguieron el oficio paterno: Simón Peti
“el joven”, hijo de Simón Peti “el viejo” y Bonifacio Quevedo Peti, nieto de
Simón Peti “el viejo”, y, por lo tanto, sobrino de Manuel y Simón Peti “el
joven”.
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MANUEL PETI. Santiago en la Batalla de Clavijo. Museo Diocesano. Valladolid |
El
31 de marzo de 1676 ingresa como cofrade en la Cofradía Penitencial de Nuestro
Padre Jesús Nazareno. A esta cofradía ya pertenecía su padre, el cual había
ostentado diferentes cargos en ella.
El
11 de noviembre de 1683 recibe en su taller al, cronológicamente hablando,
primer aprendiz. Se trata de Manuel Polanco, hijo del sangrador José Polanco.
Peti, que debía enseñar los rudimentos de la pintura al joven durante tres
años, enseñanza por la que cobraría 300 reales. Dos días después recibe como
aprendiz a Manuel Álvarez, a quien debería formar en el arte de la pintura a lo
largo de seis años.
En
1702 realiza el trabajo de reconocimiento de las pinturas murales que se
realizaron en las pechinas y cúpula de la Ermita de Nuestra Señora de la Peña
de Tordesillas. Las pinturas fueron hechas, en su mayor parte, por el pintor
vallisoletano Amaro Alonso. Asimismo, Peti pintó, entre otras cosas, el coro de
dicha iglesia, percibiendo por ello 34 reales.
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MANUEL PETI. El obispo Don Diego de la Cueva y Aldana. Catedral. Valladolid |
El
15 de octubre de 1710 encontrándose preso en la cárcel otorga poder a los
procuradores Andrés de Arce, Cosme de Arellano y Pedro de Velasco para que le
defiendan en el “pleito y causa fulminada
contra mí por el caballero corregidor de esta dicha ciudad” sobre “suponer ser infidente en las cosas del
gobierno y estado de esta monarquía”. Según Peti dichas acusaciones eran inciertas,
para lo cual argumentaba que era “muy
afecto y leal vasallo a nuestro rey y señor Felipe Quinto, que Dios le guarde a
quien he conocido y conozco por tal mi rey y señor natural y no a otro alguno
sino a ver cosa al contrario”. Por estas fechas debió de regentar una casa
en la Plaza Mayor, concretamente en una casa situada en la acera del Caballo de
Troya (también conocida como la de “los escribanos”).
Manuel
Peti Bander falleció “a causa de un
accidente que no dio lugar” el 4 de agosto de 1736. Por entonces vivía en
la plazuela del Almirante, siendo un soltero “de crecida edad”. Unos días antes de fallecer, el día 27 de julio
había testado ante el escribano Manuel de Mier y Terán. Ordenaba que su cuerpo
se enterrase en la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias,
donde se rezarían doscientas misas por su alma; mientras que dejaba instituido
como heredero universal a su sobrino Bonifacio de Quevedo Peti.
Catálogo
- Hacia
1700. Caída de San Pablo. Catedral.
Valladolid.
- Hacia
1700. San Fernando entrando en Sevilla.
Catedral. Valladolid.
- 1710.
Serie de lienzos sobre los Siete Dolores de la Virgen. Iglesia
Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias. Valladolid.
- Fecha
indeterminada. El taller de Nazaret.
Catedral. Valladolid.
- Fecha
indeterminada. Santiago en la Batalla de
Clavijo. Museo Diocesano y Catedralicio. Valladolid.
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MANUEL PETI. San Fernando entrando en Sevilla (h. 1700). Catedral. Valladolid |
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MANUEL PETI. El Calvario (Serie de los Dolores de la Virgen) (1710). Iglesia Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias. Valladolid |
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MANUEL PETI. El Calvario (Serie de los Dolores de la Virgen) (1710). Iglesia Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias. Valladolid |
BIBLIOGRAFÍA
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Valladolid, 1971.
Muy buena explicación y buenas fotografías, me ha gustado mucho: muchas gracias
ResponderEliminarTiene usted un fallo ahí.El retrato de ''doña Magdalena de Ulloa'' no es tal.Es de doña Inés de Salazar y Mendoza.
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