La
fachada de la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias es una de
las más bellas y significativas de cuantas nos podemos encontrar caminando por
las calles de Valladolid. A su orden y geometría derivada de las matemáticas
renacentistas hay que sumar otro factor que la hace especial: la escultura. En
efecto, aunque en Valladolid contamos con dos fachadas escultóricas
monumentales, quizás las dos más importantes del tardo gótico español, como son
las de Convento de San Pablo y la del adyacente Colegio de San Gregorio, esta
ciudad no destaca especialmente, a partir del renacimiento, por poseer fachadas
con amplia decoración escultórica. A la excepción que resulta la nueva fachada que abrió la Universidad hacia la plaza de Santa María ya en el siglo XVIII,
vemos que el resto de iglesias tan solo contaban con una pequeña escultura del
santo titular del templo situada sobre la puerta principal de acceso.
La
fachada que estamos tratando fue proyectada en 1596 por el prestigioso
arquitecto del foco clasicista vallisoletano Juan de Nates. Los trabajos
comenzaron al año siguiente y se dieron por finalizados en 1606, fecha en la que
la Corte abandonó Valladolid para regresar a Madrid, y el Duque de Lerma volvió
a llenarse los bolsillos. Al parecer, Nates cobró en cada uno de los años que
trabajó en ella la nada desdeñable cantidad de 400 reales. Para levantar la fachada
se utilizaron piedras de diferentes canteras cercanas a la ciudad: Villanubla,
La Cistérniga, Zaratán y Campaspero.
Hemos
de puntualizar que Nates fue el “director” de la obra, el que dirigía a los
diferentes maestros encargados de materializarla. Así, por ejemplo, Martín de
Uriarte se ocupó de la cantería, la cual comprendía la talla de la sillería, la
decoración de las columnas y de las líneas de imposta, y la ejecución del
escudo de los Aranzamendi que campea en el frontón de la fachada y de la portada
lateral, la que actualmente da acceso a la sala de pasos (esta estancia sirve
en ocasiones de sala de exposiciones y durante las navidades se muestra un
precioso Belén monumental). A este maestro le ayudaron en la talla de la piedra
Rodrigo Vara, Juan de San Jorge y Juan de la Muela. Mientras tanto, de la labra
de los capiteles se encargaron los escultores Hernando de Munar y Juan de
Rozadilla. Otros artífices relacionados con la obra fueron el escultor
manierista gallego Juan da Vila (también llamado en ocasiones Juan de Ávila o
Juan Dávila, no confundir con el escultor barroco vallisoletano Juan de Ávila,
del que nada tiene que ver), que proporcionó moldes para la cantería, y el
rejero Matías Ruiz, que se ocupó de fabricar el balcón de hierro y el resto de
rejas.
En
su concepción de la fachada, Juan de Nates pregona su conocimiento de la
arquitectura de Palladio. Es una arquitectura que decora la arquitectura. Las
columnas, las estatuas y los capiteles, posen un vigoroso resalto. La fachada,
realizada completamente en piedra y que resulta de gran prestancia, no es
monumental por casualidad, hay que tener en cuenta que cuando se construyó
estaba situada en una amplia plaza y tenía justamente enfrente el magnífico
Palacio del Almirante de Castilla; servía, digamos, para cerrar el espacio que
formaba la plaza del Almirante de Castilla frente a su palacio, y dicha función
obligó a las condiciones de calidad artística y arquitectónica que contemplamos
en esta fachada, que incluso en nuestros días sigue cumpliéndola parcialmente,
pues aunque no cierra ninguna plaza, ocupa un espacio urbano clave en la
perspectiva de la calle, vía principal de la ciudad, situada frente al gran
Teatro de Calderón, edificio que sustituyó en el siglo XIX al palacio del noble
castellano.
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Situación de la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias en el plano de Bentura Seco (1738) |
La
fachada tiene dos pisos, el primero que adquiere forma de Arco de Triunfo
(según Chueca Goitia es un trasplante del “arco del triunfo” de la fachada de
la catedral), está compuesto por un vano central y columnas corintias pareadas
en los costados, rematado todo por un entablamento canónico; el vano central está
rematado en medio círculo, en cuyo interior tiene cabida una hornacina
presidida por una Piedad flanqueada por dos puntas tríadicas, elemento
característico del clasicismo vallisoletano. Mientras tanto, el segundo cuerpo,
que posee un canon más achaparrado, también se ve influido por el modelo
catedralicio en la forma de articular ambos cuerpos con la desaparición de los
aletones y ceñir en una misma línea todos los elementos de la fachada, es de
menores proporciones para evitar que sobresaliese por encima del tejado, por lo
que se redujo su tamaño, pues el manierismo de la época, según Martín González,
permitía rebajar el canon. Está compuesto por columnas pareadas de orden
compuesto y una ventana central, con un entablamento análogo al interior y
rematado por un frontón triangular que contiene en su tímpano el escudo de la
familia Aranzamendi. Coronan el conjunto basamentos con óvalos por acroteras. A
lo largo de toda la fachada vemos otra decoración típica de estos momentos: los
“placados” de la arquitectura escurialense.
La
importancia y calidad arquitectónica de la fachada, la cual tiene la anchura de
la única nave de la iglesia, se ve reflejada en los encendidos elogios que le
dedicaron algunas grandes personalidades como el ilustrado Isidoro Bosarte,
quien dijo de ella: “En la fachada es de
celebrar la conclusión o perfección del trabajo en los capiteles, cornisas y
demás miembros de los dos cuerpos de su arquitectura. Toda la portada es de
piedra, y también una puerta del costado hecha con regularidad y gusto”. Ya
en el siglo XX, Chueca Goitia la calificó por su plasticidad y riqueza como “de las más bellas de
Valladolid y de las mejores del estilo en España”. Pero, no todo fueron
elogios, el segundo cuerpo, debido a sus proporciones, llegó a ser calificado
como “achaparrado” (Bustamante), “rechoncho”
(Martín González) o, en opinión de Kubler: “el efecto queda
empequeñecido por las medias columnas de desgarbado aspecto”. Pero sin
ignorar esta perceptible desproporción, para Martín González la fachada es “digna de alabanza por
el vigor de los elementos arquitectónicos empleados como elemento ornamental”
y su concepción dotada de “una arquitectura
vigorosa, destacada del plano de la pared es claramente palladiana”,
confirmando la apreciación de Kubler sobre la fachada, al que le recordaba más
la arquitectura de Palladio que la de Herrera.
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San Pedro |
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San Pablo |
Según
el profesor Agustín Bustamante, al que por desgracia perdimos recientemente,
esta influencia palladiana en la arquitectura de Juan de Nates, que ya se había
manifestado en otras obras de Valladolid (el monasterio de las Huelgas Reales,
y el monasterio de la Santa Espina, este último localizado en plenos Campos
Torozos), se sustanciaba en los siguientes elementos presentes en la iglesia de
las Angustias:
- Vitalizar
la superficie.
- Empleo
de columnas en el segundo cuerpo en lugar de pilastras como Herrera.
- El
frontón con el gran desarrollo de la altura y la amplitud del tímpano.
- Disponer
un escudo en el tímpano.
- Disponer
basamentos para las acróteras en las líneas del frontón.
- Incorporar
la escultura a la arquitectura.
- Mientras
que el resto de los elementos de la fachada son de influencia herreriana,
emanados de la Cuarta Colegiata.
Sin
lugar a dudas lo más sobresaliente de la fachada son las cinco esculturas que
la pueblan, obras todas ellas del gran genio de la escultura castellana de
comienzos del siglo XVII, Francisco Rincón, cuya muerte en la flor de la vida,
en plena madurez artística, nos impidió conocer el rumbo que hubiera tomado la
escultura vallisoletana.
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El Arcángel San Gabriel |
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La Virgen María |
Sobre
la autoría indiscutible de Francisco Rincón sólo se formularon las
especulaciones sugeridas por Carderera, quien llegó a atribuírselas a Esteban
Jordán, probablemente al compararlas con las del retablo mayor de la iglesia de la Magdalena. Años después Martí y
Monsó documentó la paternidad de estas esculturas a favor de Rincón, cuya
personalidad por entonces era prácticamente desconocida. Aunque la iglesia
estaba concluida en 1604, quedaban pendientes de realizar las esculturas de la
fachada, contratándose el 18 de agosto de 1605 “en este día y con
obligación francº de Rincon de las cinco figuras de piedra para la iglesia
nueba de las Angustias que las a de azer Para mediados en el mes de março del
año que biene de mill y seiscientos y seis las quales concertó de las azer en
cinco mil Reales todos conformes las capitulaciones de la obligación a que me
refiero”. Cantidad considerable, pues por la arquitectura y escultura del
retablo principal de la misma iglesia había percibido 618 ducados. El
desarrollo del trabajo se manifiesta por los pagos sucesivos, iniciados el 5 de
septiembre “francº
del Rincon escultor mill y dosciºs Reales a quenta de las figuras que a de azer
de piedra para la igla de las angªs”; dichos pagos se repiten durante 1605 y
1606, hasta 28 de septiembre en que se liquidan las cuentas: “quatrocientos
Reales… a francº del Rincon a cumplimiento de cinco mill Reales en que se
concertaron las cinco figuras de piedra que yzo Para la Portada con los quales
queda Pagado el dho francº del Rincon de la dha suma y no se le queda deviendo
cosa ninguna”.
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Cabeza de San Pedro |
Hay
que reseñar que la escultura en piedra, alabastro o mármol no fue nada frecuente
en Valladolid, urbe en la que existían pocos artífices diestros en la labra de
estos materiales. Quizás los más destacados fueran Esteban Jordán y Francisco
del Rincón y, ya posteriormente, los Tomé. Queda la duda de si Gregorio
Fernández también talló estos materiales, lo más probable es que si, y que sea
suyo el magnífico sepulcro de los condes
de Fuensaldaña de la actual iglesia de San Miguel. La escultura en piedra o
alabastro, que en otros lugares se utilizó para realizar esculturas de altar o
magnos retablos mayores, en Valladolid tan solo se usó para labrar sepulcros y las
imágenes monumentales de las fachadas de los templos.
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La Quinta Angustia o Piedad |
Cinco
son las imágenes en piedra que pueblan la fachada: en el cuerpo bajo, en los
intercolumnios, San Pedro y San Pablo, cada uno con un libro y
portando su atributo más característico (San Pedro las llaves y San Pablo la
espada), y encima de la puerta de entrada la Piedad o Quinta Angustia; ya en el segundo cuerpo tenemos, también
en los intercolumnios, las efigies del Arcángel
San Gabriel y la Virgen María que
forman una Anunciación, advocación bajo la que está puesta el templo, y que es
el mismo tema que preside el retablo mayor de la iglesia, retablo en cuyo
cuerpo superior podemos ver otra Piedad o Quinta Angustia similar a la de la
fachada. Es decir, en una misma iglesia tenemos las versiones en piedra y
madera de ambos temas realizados por un mismo artista. Sin lugar a dudas, estas
esculturas de la fachada de la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las
Angustias son de lo mejorcito y más logrado de la escultura monumental
vallisoletana de este tiempo.
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Cabeza de San Pablo |
Las
esculturas están concebidas en función de marco arquitectónico, lo que a su vez
representa una notoria aportación al Clasicismo, al tiempo que su aparición en
la fachada de las Angustias rompe la tradición del último tercio del siglo XVI
caracterizada por la ausencia de ornamentos en las fachadas. Además, en este
caso, salvo el escudo del frontón, el resto de las esculturas, incluida la
Quinta Angustia como titular de la Cofradía y situada sobre la puerta, son de
bulto redondo. Las actitudes son ponderadas, los
pliegues redondeados y de fuerte claroscuros. Rincón se aplicó con el mayor
esmero, según exigía una cofradía prestigiosa. Realiza unos tipos enérgicos y
naturales, que combinan a la perfección el incipiente naturalismo que se estaba
dando en la naciente escultura barroca, con los últimos rescoldos del
manierismo romanista en el que Rincón se había formado. Especialmente
destacable por su fuerza interior es el rostro de San Pablo, que no deja de ser
sino una brillante repercusión del Moisés
(1513-1515, y retocada en 1542) que tallara Michelangelo Buonarroti para el
desafortunado sepulcro del papa Julio II
en la romana basílica de San Pietro in Vincoli.
BIBLIOGRAFÍA
- BUSTAMANTE
GARCÍA, Agustín: La
arquitectura clasicista del foco vallisoletano (1561-1640), Institución
Cultural Simancas, Valladolid, 1983.
- HERNÁNDEZ
REDONDO, José Ignacio: “Francisco Rincón, autor del paso de la Elevación de la
Cruz”, Pasión
Cofrade, nº 11 (segunda época), 2015, pp. 32-47.
- MARTÍ
Y MONSÓ, José: Estudios
histórico-artísticos relativos principalmente a Valladolid: basados en la
investigación de diversos archivos, Imprenta de Leonardo Miñón,
Valladolid, 1898-1901.
- MARTÍN
GONZÁLEZ, Juan José y URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Catálogo Monumental
de la provincia de Valladolid. Tomo XIV. Monumentos religiosos de la ciudad de
Valladolid (1ª parte), Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1985.
- ORDUÑA
REBOLLO, Enrique: Cofradías
y sociedad urbana: la ilustre Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las
Angustias de Valladolid (1563-2002), Ciudad Argentina, Buenos Aires, 2003.
- URREA
FERNÁNDEZ, Jesús: “El escultor Francisco Rincón”, B.S.A.A., Tomo
XXXIX, 1973, pp. 491-500.
Hola, perdona mi ignorancia pero lo de que pertenezca al foco clasicista vallisolletano significa que la fachada es renacentista? Es que recuerdo que el profe de Historia del Arte en bachillerato siempre nos ponía de ejemplo como arquitectura barroca por el tamaño monumental de las columnas(por eso de que en el Renacimiento todo tenía que ser a la medida del hombre), además nos decía que los cuerpos no guardaban las proporciones para que fuera renacentista... Y ya me he hecho el lío... Enhorabuena por el blog, creo que hay que hay poca información tan detallada en Internet sobre arte en Valladolid. Un saludo
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