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jueves, 10 de septiembre de 2020

El retablo de San Simón de Rojas de la catedral de Valladolid (Anónimo, 1776)

 

El 19 de mayo de 1766 el papa Clemente XIII elevaba a los altares al religioso trinitario vallisoletano Simón de Rojas al proclamarle Beato. Según cuenta Ventura Pérez, el 21 de septiembre de ese mismo año, se trasladó desde el convento de los Trinitarios Calzados “la imagen de escultura del beato Simón de Rojas, de vestiduras naturales, de tela de oro, sembrado por todo el manto negro y una estrella, escrito en ella el Ave-María, con su diadema; en una mano, que era la izquierda, un cerco con el Ave-María, y en la derecha unos rosarios”. La efigie del padre Rojas se situó en el altar mayor, en un “tabernáculo de ramilletes de plata y en medio un arco, vestido asimismo de ramilletes de plata (…) sobre la repisa de plata que sirve a la custodia del monumento” y así se mantuvo durante la misa oficiada al día siguiente por el obispo don Isidro Cosío y Bustamante y hasta que en la tarde del día 24 volvió a su convento en la procesión general organizada con motivo de su beatificación. Diez años después el cabildo catedralicio decidió dedicarle un retablo en la capilla de Nuestra Señora de los Dolores. Esta elección no fue casual, más bien todo lo contrario, porque en sus terrenos estuvo edificada la casa en la que nació el actual santo.

El retablo es un magnífico ejemplar rococó en el que parece sentirse, aunque levemente, la nueva corriente neoclásica en una cierta pureza de líneas, si bien el alabeamiento general de la planta lo contrarresta. Está compuesto por un banco de gran anchura, un único cuerpo con una sola nave, y un sencillo ático en forma de peineta o piñón. En el banco observamos en el centro el tabernáculo -Sangrador da noticia de que en su interior se guardaba por entonces el curioso Cristo de la Cepa, actualmente en el Museo Diocesano y Catedralicio: En el sagrario de este altar está depositado el prodigioso Cristo de la Cepa, que antes de la exclaustración poseía el monasterio de San Benito el Real de esta ciudad”-, escoltado por sendos netos decorados con unas movidas rocallas que contienen una inscripción cada una -la de la izquierda recuerda sus fechas vitales claves (“El Beato Simón de Rojas nació en esta Capilla año de 1552 a 26 de octubre, siendo casa de sus padres D. Gregorio Ruiz Navamuel, y Doña Constanza de Rojas. Fue bautizado en la Iglesia vieja, y murió siendo Confesor de la Reina Doña Isabel de Borbón, año de 1624 en 29 de septiembre”), mientras que en la de la derecha se alude a la fecha de su beatificación y a la de la erección del retablo (“En 13 de Mayo, año de 1766 le Beatificó Clemente XIII y el Ilustrísimo Cabildo mandó adornar esta su antigua Pintura con este Retablo a su devoción, para culto suyo a mayor Gloria de Dios el año de 1776”)-, a continuación se sitúan las ménsulas, adelantadas con respecto a la línea general del retablo, decoradas por juegos de rocallas y un angelote alado que nos recuerda a las soluciones empleadas décadas atrás por Narciso Tomé o por Pedro de Sierra, y, finalmente, en los extremos, unos netos en posición de retroceso y decorados con unas rocallas verticales.

http://www.luzyartes.com/2018/06/cristo-de-la-cepa-de-valladolid.html
Cristo de la Cepa. Fotografía toamda de: http://www.luzyartes.com/2018/06/cristo-de-la-cepa-de-valladolid.html

El único cuerpo contiene en su calle principal un gigantesco lienzo que efigia uno de los milagros más conocidos del Beato La Aparición de la Virgen a Simón de Rojas para entregarle el cíngulo de pureza (300 x 214 cm). Se trata de la copia de un original del pintor flamenco Gaspar de Crayer (1584-1669) realizado hacia 1640 y propiedad del Museo del Prado:“En el encargo de este cuadro a Gaspar de Crayer tuvo un papel importante Francisco de Contreras y Rojas, sobrino de Simón de Rojas. Fue su viuda Francisca Meneses quien, el 2 de junio de 1671, donó a los frailes de la Trinidad varias reliquias y obras artísticas, entre las que se incluía este cuadro. Estuvo en el convento hasta la beatificación del Santo en mayo de 1766 y, después, fue trasladado hasta el altar dedicado al nuevo beato en la iglesia del convento trinitario, donde estuvo hasta la Desamortización”. Se ignora el autor de esta buena copia, aunque Matías Sangrador y Casimiro González García-Valladolid la creen obra de obra de “Piti”, queriéndose referir a Manuel Peti Bander, el maestro más descollante de la escuela pictórica local del primer tercio del siglo XVII. Si bien Sangrador tan solo alude a “Piti”, García-Valladolid lo hace a “Piti, salamanquino, discípulo de Lucas Jordán”. Seguramente este último también quiere referirse al citado Peti, cuya influencia de Jordán es indudable, pero lo confunde o fusiona con su hermano Simón Peti “el Joven” (1655-d.1711), activo en la capital charra. El cuadro lleva un marco con decoración arrocallada en las esquinas y en las partes medias de los lados largos, y en la parte superior una especie de remate acampanado que irrumpe en el ático y que contiene en su interior una especie de gloria compuesta por tres cabezas aladas de angelotes y unas nubecitas negras de la que se escapan rayos. Flanquean el cuadro dos columnas corintias adelantadas con los capiteles en esviaje y un fuste totalmente acanalado y decorado en sus partes medias por sendas rocallas que contienen los anagramas “A & E” (Ave María) y “M & A” (María), y unas traspilastras retrasadas, con el doble de anchura que las columnas y con unas grandes decoraciones arrocalladas.

ANÓNIMO. La Aparición de la Virgen a San Simón de Rojas para entregarle el cíngulo de pureza

GASPAR DE CRAYER. La Aparición de la Virgen a San Simón de Rojas para entregarle el cíngulo de pureza (h. 1640). Museo Nacional del Prado, Madrid
Finalmente, el ático se resuelve de una manera muy sencilla colocando una gran peineta central compuesto por la fusión de una serie de rocallas, en cuyo medallón central vuelve a campear el anagrama “M & A” superpuestas, y a los lados, sobre la vertical de las columnas sendos trozos de entablamento sobre los que cabalgan dos angelotes, el de la izquierda parece haber perdido el atributo o elemento que portaría mientras que el de la derecha extiende su brazo izquierdo, en cuya mano exhibe una pequeña custodia de rayos que contiene en el expositor un elaborado anagrama del “Ave María”.

La constante aparición a lo largo del retablo de anagramas referentes a la Virgen María, así como la iconografía del lienzo en el que aparece el santo recibiendo el cíngulo de pureza de sus manos, no hacen sino redundar en la profunda devoción que sentía el trinitario -conocido como el “Apóstol del Ave María”- hacia la Madre de Dios, la que, asimismo, le llevó a fundar en 1612 la Congregación de los Esclavos del Dulcísimo Nombre de María, cuya finalidad era socorrer a los pobres y enfermos de la Villa y Corte. Señala González García-Valladolid al respecto que el Beato Simón de Rojas, llevado de su devoción a la Virgen Inmaculada, vivía absolutamente entregado a ella y la salutación angélica Ave María, era el saludo y la despedida constante, la exclamación de alegría o de dolor que sin cesar y en todas las ocasiones pronunciaba este religioso enamorado tiernísimamente del dulce Nombre de María, cuya festividad fundó y logró que fuese establecida por Su Santidad el Papa, en cuya virtud realizó portentoso número de verdaderos milagros y multitud de hechos maravillosos, y cuya devoción propagaba sin descanso repartiendo multitud de estampitas de la Virgen, quien no dejó de mostrarle su amor y de corresponder solícita a su cariño y fervorosa devoción. Así le habló algunas veces en Valladolid cuando se hallaba rezando ante su imagen de la escalera del convento, y la víspera de la Asunción se le apareció y le hizo entrega de variedad de rosarios blancos engarzados en cintas azules, encargándole que los repartiese y enseñase a rezar en la forma que le dijo y que los efectos publicarían en virtud, como así sucedió, mereciendo asimismo que la Santísima Virgen le impusiera el cíngulo de la castidad en premio del esmero con que practicó esta angelical virtud”.

Nada se sabe del posible autor del retablo, que no a dudarlo se trataría de uno de los buenos maestros rococó con los que contó la ciudad en aquellos momentos, siendo uno de los más sobresalientes Antonio Bahamonde.

 

BIBLIOGRAFÍA

GONZÁLEZ GARCÍA-VALLADOLID, Casimiro: Valladolid, sus recuerdos y sus grandezas: religión, historia, ciencias, literatura, industria, comercio y política. Tomo I, Imprenta de Juan Rodríguez Hernando, Valladolid, 1900.

PÉREZ, Ventura: Diario de Valladolid (1885), Grupo Pinciano, Valladolid, 1983.

SANGRADOR Y VÍTORES, Matías: Historia de la Muy Noble y Leal Ciudad de Valladolid, desde su más remota antigüedad hasta la muerte de Fernando VII. Tomo II, Imprenta de D. M. Aparicio, Valladolid, 1854.

https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/la-aparicion-de-la-virgen-a-simon-de-rojas/94f67991-75fd-4629-ad5c-2e7c94b46ca0.

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