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lunes, 28 de junio de 2021

La iglesia mudéjar de Santa María la Mayor de Arévalo (Ávila)

 

La historia constructiva de la iglesia de Santa María la Mayor se encuentra íntimamente relacionada con la repoblación de Arévalo ya que tras acaecer ésta el rey permitió al linaje de los Briceño construir la iglesia de Santa María, templo en el que parte de la familia estableció su enterramiento. El lugar elegido para su edificación fue uno de los extremos de la Plaza de la Villa –en el otro se encuentra la iglesia de San Martín–, uno de los parajes más destacados de la localidad. De la importancia que tuvo esta iglesia en siglos pasados habla bien el hecho de que desde ella salían las procesiones más importantes, o que las campanas de su torre eran las encargadas de dar los cien toques de “la queda” que marcaban el cierre de las puertas de la muralla.

La iglesia es de una sola nave, con dos puertas de acceso en los muros septentrional y meridional, cabecera formada por un ábside semicircular, y torre a los pies con la parte inferior abierta para permitir el tránsito de la calle. Construida en una fecha indeterminada entre los siglos XII y XIII, la iglesia debió de comenzarse a levantar por el ábside, continuándose por los muros septentrional y meridional y la torre. En centurias sucesivas vería como se le adosaban una serie de espacios en su muro meridional, como la sacristía, que fueron eliminados durante la restauración acometida en 1970. La supresión de estos espacios provocó un sucesivo deterioro que culminó en 1981 con el hundimiento de la armadura y del taujel del sotocoro. Por suerte en los últimos años ha podido acometerse una restauración integral del conjunto y del taujel. Fue declarada Monumento Nacional en 1931.

El ábside consta de dos tramos, uno recto y otro curvo ligeramente poligonal al exterior, decorados con tres pisos de arcos doblados ciegos que arrancan directamente del suelo, sin intermediar basamento. Los tres registros de arquerías alcanzan mayor altura en los dos muros del tramo recto debido a que los arcos van colocados dentro de una retícula. Las cabeceras con este tipo de decoración, que también se observa en las cercanas iglesias de Palacios Rubios o Fuente el Sauz, corresponden al llamado “modelo vallisoletano”. Para iluminar el interior se abren unas estrechísimas aspilleras en los arcos segundo, quinto y octavo del piso intermedio del tramo curvo. Por encima de esta triple arquería se dispone un recrecimiento de mampostería con verdugadas de ladrillo que otorga al ábside una gran esbeltez. A este espacio, del que desconocemos su verdadera función –pudo servir de granero, desván, archivo o tesoro para guardar los caudales–, se accedía por un hueco abierto sobre el arco toral. Probablemente su construcción fue posterior a la de la fábrica primigenia, pues existen en el ábside restos del cornisamento original.

Los paramentos exteriores del cuerpo de la iglesia están hechos en mampostería ritmada vertical y horizontalmente con verdugadas de ladrillo. Tanto en el muro meridional como en el septentrional, que van coronados por frisos de esquinillas, se abren una serie de ventanas de remate semicircular, así como una entrada al templo a cada lado. 

Al interior, el ábside se abre al cuerpo de la iglesia mediante un arco triunfal de granito reformado en 1530 por Hernando Campero. El presbiterio, que se cubre con bóveda de cañón soportada por un arco fajón, tiene en los muros laterales una serie de arcos ciegos en dos alturas en las que los linajes de los Briceño y los Tapia dispusieron sus enterramientos. Sin duda, lo más destacable son las pinturas murales dispuestas sobre el tramo curvo del ábside: en la bóveda de horno se representa un cielo estrellado presidido por el Pantocrátor dentro de una mandorla mística y acompañado por el Tetramorfos –cada uno de los vivientes lleva una filacteria con su nombre–. Bajo todo este conjunto, fechable hacia 1384, corre una inscripción, parcialmente perdida, en letra cursiva gótica: “… e fizo el ano del señor de mil e (C)CCC X(X)… (añ)os (m)andolo fazer…”. La franja media del ábside, en la que se abren tres ventanales de remate semicircular, entre los que subsisten fragmentos de pintura mural –se vislumbren escenas de la infancia de Cristo: el Nacimiento, el anuncio a los pastores, la Epifanía o la Presentación en el templo–, se encuentra enmarcada por dos frisos de esquinillas, teniendo el superior una curiosa decoración a base de rostros humanos barbados. Aunque se desconoce su significado, algunos han querido ver en ellos a los ancianos del Apocalipsis. Por su importancia y belleza también cabe destacar el alfarje de lacerías que cubre el sotocoro, realizado, según Fernández-Shaw, hacia 1544 por Juan Cordero y Diego de Herrero.

Finalmente tenemos la torre, que se encuentra íntimamente ligada a las torres mudéjares turolenses, a la cual se accede por una puerta situada en el coro. Es de planta cuadrada y tiene el cuerpo bajo abierto para permitir el paso de la calle Santa María, que en tiempos atravesaba la población y comunicaba la puerta de Alcocer y la plaza del Real con la puerta septentrional de la muralla. Al exterior presenta dos cuerpos: el inferior, que está compuesto por cajas de mampostería con verdugadas de ladrillo, mismo material que se utiliza para reforzar las esquinas; y el superior únicamente por ladrillo. Mientras que en el cuerpo inferior se abren pequeñas ventanas para iluminar la escalera, en el superior, que es el campanario, se abren en cada lado dos arcos apuntados doblados y un friso de esquinillas encuadrados por un alfiz sobre el que se superpone otro friso de esquinillas que engloba la anchura de ambos arcos. Aunque hoy en día la torre remata en un chapitel barroco antiguamente existiría una terraza. Al interior la torre consta de dos espacios superpuestos abovedados y con los ejes cruzados comunicados por un pasadizo embutido en los muros y cubierto por bovedillas de cañón escalonadas.

 

BIBLIOGRAFÍA

DE LA GARMA RAMÍREZ, David: Rutas del románico en la provincia de Ávila, Castilla Ediciones, Valladolid, 1999.

GÓMEZ-MORENO, Manuel: Catálogo monumental de España. Provincia de Ávila, Editorial Nebrija, Madrid, 1927. Enlace al manuscrito: http://biblioteca.cchs.csic.es/digitalizacion_tnt/index_interior_avila.html.

GUTIÉRREZ BAÑOS, Fernando: Aportación al estudio de la pintura de estilo gótico lineal en Castilla y León: precisiones cronológicas y corpus de pintura mural y sobre tabla (2 tomos), Fundación Universitaria Española, Madrid, 2005.

GUTIÉRREZ ROBLEDO, José Luis y HERNÁNDEZ GARCÍA DE LA BARRERA, Ignacio: “Arévalo. Iglesia de Santa María la Mayor”. En GARCÍA GUINEA, Miguel Ángel y PÉREZ GONZÁLEZ, José María (dirs.): Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Ávila, Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico, Aguilar de Campoo, 2002.

LÓPEZ FERNÁNDEZ, María Isabel: La arquitectura mudéjar en Ávila, Institución Gran Duque de Alba, Ávila, 2004.

MORENO BLANCO, Raimundo: “Sobre arquitectura y arte en Adanero, Albornos, Aldeaseca, Arévalo, Cabizuela, Donvidas, Espinosa de los Caballeros, Horcajo de las Torres, Langa, Madrigal de las Altas Torres, Narros de Saldueña, Pajares de Adaja, Palacios de Goda, San Esteban de Zapardiel y Sinlabajos”. En GUTIÉRREZ ROBLEDO, José Luis (dir): Memoria mudéjar en La Moraña, Asodema, Ávila, 2011.

sábado, 5 de junio de 2021

La recuperada imagen procesional de Santiago Matamoros (Juan de Ávila, 1681-1682) para el "Corpus"

 

2021 será el segundo año consecutivo en que por culpa de la Covid no pueda desarrollarse la procesión del Corpus Christi por las calles de Valladolid, las que engalanadas con diferentes altares acogen el tránsito de la custodia de Juan de Arfe (1535-1603). La única buena noticia que nos trae el Corpus de este año viene de la mano de la Cofradía de las Siete Palabras y de la iglesia parroquial de Santiago Apóstol.

Ambas corporaciones han decidido instalar en la puerta trasera del templo, la que da al Atrio de Santiago, un sencillo altar en el que se ha instalado, además de la imagen de San José por haber sido dedicado este año al santo por papa, la escultura procesional de Santiago Matamoros que Juan de Ávila (1652-1702) esculpió entre 1681-1682 para la iglesia de Santiago: “Más pagué a Juan de Ávila del Santiago que hizo de talla con un peñasco sobre que se pone para la fiesta de Santiago y de hechura de un arco grande que hizo para dicho santo todo tallado con sus remates seiscientos y cincuenta reales en que se concertó todo”.

Esta imagen se ejecutó para sustituir a la que había tallado en 1622 el escultor Juan Imberto (ca. 1580-1626). El carácter procesional de la imagen lleva aparejada una labor de montaje y desmontaje de las andas que con el paso del tiempo supone un constante deterioro para la escultura. Fue precisamente esto, el mal estado en que se encontraba el grupo tallado por Imberto, el motivo que llevó a la parroquia a encargar uno nuevo a Ávila; si bien, y a tenor de algunos inventarios de bienes, la iglesia no se deshizo inmediatamente del ejemplar de Imberto puesto que en sucesivas listas figuran ambos grupos: “el que se lleva a la procesión del Corpus” y el “que sirve para su fiesta”. Gracias al testimonio de Telesforo Medrano sabemos fehacientemente que el santo salía el día del Corpus: “El 1 [de agosto de 1853] a las ocho de la tarde se hizo también traslación del Santísimo Sacramento de Santiago a la iglesia de Jesús Nazareno, como más inmediata y por ser penitencial de Santiago. Se hizo procesión pública y se trasladó con el Santísimo a la Virgen del Pilar y a Santiago el que sacan en procesión el día del Corpus. Sólo vino por la calle de Santiago y arroyo de la Plaza a Jesús, saliendo al recibimiento la cofradía con sus insignias y corporación”. Desconocemos el momento en el que la iglesia se deshizo del grupo de Imberto, así como su paradero, pues bien pudo venderlo. Con el paso de los años el trasiego procesional también afectó al nuevo Santiago Matamoros ya que tenemos constancia de numerosas reparaciones.

El grupo procesional tallado por Ávila, así como el peñasco sobre el que asentaba, fueron estofados y dorados por Joseph de Estrada. El escultor presenta al apóstol en su modalidad de “Santiago Matamoros”, iconografía muy difundida durante la Reconquista por la Orden de Santiago. El santo es efigiado a lomos de un caballo blanco atacando a los moros y derrotándolos en la batalla de Clavijo, es decir, según la leyenda por la cual el rey Ramiro I de Asturias observó en sueños al santo en vísperas de una batalla contra los musulmanes. Existen dos versiones del tema según el santo cabalgue por tierra o aire, en este caso el ataque es terrestre; años después, en el retablo mayor de la iglesia Ávila se decantaría por el ataque aéreo.

El conjunto, realizado en madera policromada y tela (los jaeces del caballo), lo conforman la figura ecuestre del santo y un moro descabalgado de su equino. Santiago se encuentra en plena batalla, en su mano derecha blande una espada, mientras que en la otra posiblemente portó una bandera o estandarte, símbolo de la victoria. La composición es claramente diagonal, aunque el resultado es bastante deficiente por cuanto hay una clara desproporción entre la figura del santo y la del caballo (el equino es demasiado pequeño y posee una cabeza diminuta en comparación con el resto del cuerpo), además la efigie de Santiago denota gran hieratismo, tan solo contrarrestado por los pliegues de la capa que se ondea violentamente por efecto del viento. Santiago se dispone a asestar el golpe de gracia al moro caído, al cual ha representado sobre su caballo, armado con un escudo y una cimitarra, y vestido con un curioso gorro que parece ser una repercusión de los que utilizó el escultor para los sayones del “paso” del Despojo. Lo más interesante del conjunto es el rostro, tratado muy someramente, y la vestimenta de Santiago, en la cual el escultor echa el resto, sobre todo en los suaves pliegues con los que simula las dobleces de la esclavina y el efecto del viento sobre la capa. Por contra, la escultura del moro es bastante floja puesto que su talla adolece de planitud.

El trabajo del escultor no se limitó a la ejecución de esta escultura, sino que además realizó una “hechura de un arco grande”, que será la estructura situada sobre la cajonería de la sacristía y en la cual está resguardada la imagen. Este mueble, que posee una traza bastante clásica y un tanto retardataria, debió estar antiguamente cerrado por un cristal ya que en ocasiones se alude a él como “el escaparate donde está Santiago en la sacristía y un moro que está debajo del caballo”.

No me gustaría acabar esta breve reseña de tan interesante escultura sin señalar que sería necesaria una urgente reparación pues su estado de conservación es bastante precario, especialmente palpable en la policromía del rostro. Asimismo habría sido recomendable que se hubiera respetado el conjunto escultórico en su integridad puesto que la exposición aislada del Santiago sin el moro caído a sus pies carece de todo sentido y significado.¿Tendría algún sentido poner un San Jorge separado del dragón?

Sobre la solemnidad del Corpus Christi del año 2021 os recomiendo el artículo que ha redactado Javier Juárez en su mítico blog: Glorias de Valladolid.


BIBLIOGRAFÍA

BALADRÓN ALONSO, Javier: Los Ávila: Una familia de escultores barrocos vallisoletanos [tesis doctoral], Universidad de Valladolid, Valladolid, 2016.

MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y URREA, Jesús: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XIV. Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid (1ª parte), Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1985, p. 202.

FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: “Valladolid en el siglo XIX según el manuscrito de Telesforo Medrano. Noticia de Urbanismo, arquitectura y arte”, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción., Nº 42, 2007, p. 80.