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jueves, 23 de septiembre de 2021

EXPOSICIÓN: "Tres imágenes o cuatro. Juan Muñoz, veinte años"

 

Hace apenas unos días se ha inaugurado en el Museo Patio Herreriano, el 18 de septiembre, una de las exposiciones más relevantes de los últimos tiempos: “Tres imágenes o cuatro. Juan Muñoz, veinte Años”. Está dedicada al escultor madrileño Juan Muñoz (1953-2001), desaparecido prematuramente hace dos décadas, y ocupa las salas 8, 9 y Capilla hasta el 16 de enero de 2022.

Probablemente Juan Muñoz ha sido uno de los artistas contemporáneos españoles que más ha conectado con la realidad de la escultura internacional y con el discurso más cosmopolita. Su obra es un referente continuo al hombre y, por extensión, a todas sus sensaciones y sentimientos, como la soledad, la opresión o el recogimiento. Sus esculturas son un clamor, un grito de salvación, un reclamo y un aviso a navegantes iluminados. Pero ya desde sus primeras creaciones, su trabajo también ha tenido una notable impronta personal y vivencial. Su obra es autobiográfica y está plagada de recuerdos, museos, ciudades y experiencias que primero se presentaban simbólicamente en balcones y escaleras, pero que más tarde el artista ocultaba en esos personajes introvertidos y cerrados. Una de las constantes en su escultura es la capacidad para crear misterio. El enigma es siempre el objetivo plausible porque en el fondo, lejos de lo complejo e intelectual de su trabajo, desea abrir puertas a la comprensión y, por tanto, a la comunicación; aunque tal posibilidad muchas veces esté disimulada o incluso negada.

Conversation Piece (Hirshhorn) (1995). Resina de poliester y arena.

Juan Muñoz, desaparecido prematuramente en el cenit de su creatividad, fue Premio Nacional de Bellas Artes en el 2001 y el artista más internacional de las generaciones que alumbraron su obra en los ochenta. Entre 1979 y 1981 estudia en la Central School of Art and Design, y en la Croydon School of Art and Technology de Londres. Un año después, becado por el Comité Conjunto Hispano-Norteamericano, estudia en el Pratt Graphic de Nueva York. Realiza su primera exposición individual en Madrid en la galería Vijande en 1984 y desde entonces su obra tiene una gran proyección internacional.

Se consagró en la Documenta de Kassel de 1992 con unos intrigantes personajes que se apoyaban sobre los muros exteriores de la Neue Galerie. Estos personajes se inspiran en una figura de los juegos infantiles, el tentetieso, que inclina su cuerpo y arrima su oreja a la pared como si, emulando a Duchamp, se dispusiera a escuchar con una atención concentrada su bruit secret. Uno de los aspectos que más llama la atención es que Juan Muñoz retorna a la tradición del bulto redondo de la forma humana y que en ella se aprecian incluso las improntas del color, la superficie y las texturas del modelado en barro. Y sin embargo, no se trata de una representación tradicional del modelo ni de una escultura introvertida moderna, pues en ella el personaje no actúa aislado, sino atrapado en una situación que reclama el espacio circundante para moverse al azar, incluso el vacío de un escenario en el que despliega su propia representación. Tanto el ruido misterioso de la pared como los movimientos insinuados en este espacio remiten a unas estrategias alegóricas de la representación que exploran los posibles significados y sentidos desde una intranquilizadora sensación de espera.

The nature of visual illusion (1994)

Su escultura no puede inscribirse en una tendencia concreta, si bien existe un sustrato conceptual que, sin embargo, se reviste de una poética personal que concede importancia al acabado, las texturas y la localización espacial de las obras. A través de la escultura, Juan Muñoz representa metáforas: personajes y objetos que pertenecen a un orden diferente, entre la arqueología y lo literario. Sus figuras se relacionan con el espacio que las rodea, de ahí la creación de “suelos ópticos”, llenando el vacío que rodeaba sus piezas de años anteriores. Destacan sus figuras de la incomunicación: balcones, ventrílocuos, tentetiesos, mudos que espían y que a veces conforman multitudes silenciosas. Lo teatral y lo escénico, lo visible y lo oculto son los temas que guían su obra hasta su muerte en 2001, en plano reconocimiento de su carrera, que finaliza con el encargo de la Tate Modern de ser el segundo artista en realizar una instalación en la sala de turbinas (Double bind).

Pieza escuchando la pared (1992)

A continuación, inserto la explicación que se hace de la exposición en el folleto informativo. Tan solo me resta animaron a disfrutar de la muestra, a vivirla, a sentirla y, sobre todo, a pensar, pues es, en último término, a lo que nos invitan las creaciones de Juan Muñoz.

Se cumplen ahora veinte años de la muerte de Juan Muñoz y resuena todavía rotunda la relevancia de su legado. Su obra, sabemos, opera en una honda reflexión en torno al espacio, desde y hacia la mirada, con la representación de la figura humana como centro pero sujeta a un desplazamiento consciente del punto de fuga que heredó de su interés por la tradición barroca, esa que denominó, en una de sus muchas y brillantes afirmaciones, “río de efectos”. Esta tradición, de hecho, se encuentra, también, en uno de los orígenes de este proyecto, en las conversaciones mantenidas con Juan Carlos Arnuncio, arquitecto renovador del Museo Patio Herreriano y gran conocedor de la obra del arquitecto barroco Francesco Borromini, uno de los faros más visibles en la obra de Juan Muñoz.

Esta exposición quiere trenzar un diálogo entre un conjunto de obras cedidas por instituciones públicas y colecciones privadas con el fin de ofrecer una lectura de la obra del artista que se detenga ante los asuntos centrales de su carrera en el marco de la singular arquitectura del museo. Entre estas obras se encuentra Pieza escuchando la pared, de 1992, perteneciente a la Asociación Colección Arte Contemporáneo, un clásico tentetieso en bronce que escucha no sabemos qué y que, situado en uno de los claustros del museo, acentúa la relación entre obra, espacio y espectador que Juan Muñoz exploró tenazmente a lo largo de su trayectoria.  La muestra tiene lugar en la Capilla de los Condes de Fuensaldaña, Sala 9, ambas en la planta baja, y en la Sala 8 de la planta segunda. Ocupa, además, otras zonas comunes del museo.

Pieza escuchando la pared (1992)

El título de esta muestra, “Tres imágenes o cuatro”, está tomado de otro de los textos emblemáticos de un artista para quien la escritura fue un recurso prioritario. En él, Muñoz hace uso de muchas de sus herramientas narrativas y nos da pistas sobre cuestiones que, más veladas o menos, aparecen en toda su obra, así la espera. Como sabemos, Muñoz fue uno de los responsables de la recuperación de la figura humana en el ámbito de la escultura, que había sufrido una notable crisis de representación en las décadas precedentes, y que, a su regreso, lejos de conmemorar personajes o hechos históricos alzada en su pedestal, permaneció, ya fuera en grupo o en solitario, enmudecida y anónima, por lo general a ras de suelo y en aparente relación con el espectador. Insistamos en esto último: la relación que guardan con nosotros es solo aparente.

La literatura, y la dramaturgia en particular, encontró un lugar preeminente en el imaginario artístico de Muñoz y de sus coetáneos allá por los años ochenta, algo que entraba en conflicto con aquella tradición por la que las obras de arte no decían nada que no fuera resultado de la reflexión en torno al propio arte. En el caso de Juan Muñoz, la teatralidad en su obra es narrativa y espacial a un mismo tiempo, una suerte de lenguaje que se inscribe en el lugar y que determina nuestra relación con la obra de arte. En esta relación reside una de las claves para entender todo el trabajo del artista, en un no saber si podemos formar parte de la obra y en un inquietante desconocer si somos convidados a participar de la silenciosa conversación, cuando no discrepancia, de esas figuras que, en principio, demandarían, como toda obra de arte, nuestra atención. Esta es una de las más visibles paradojas en la obra de Juan Muñoz, el hecho de acercarse a sus conjuntos de figuras, como esa Conversation Piece (Hirschhorn), de 1995, que habita la Capilla de los Condes de Fuensaldaña, y comprobar el recelo que provoca en ellos nuestra presencia, obligándonos a repensar el lugar que ocupamos junto a ellos.

The nature of visual illusion (1994)

En los años posteriores a la muerte de Juan Muñoz convergieron múltiples tendencias en los discursos en torno a la escultura. Destacaron entre ellas, por un lado, la vuelta a la estética del Arte Povera, y por otro, las nuevas opciones formales y narrativas que brindó la irrupción de las tecnologías digitales en todos los aspectos de la sociedad contemporánea y también, claro, en el arte. En ambos casos, Juan Muñoz ya había estado ahí, ya fuera en la reconsideración del lugar que ocupa la obra de arte en relación con el espacio y con quien la observa que caracterizó la tradición povera iniciada en Italia a finales de los sesenta, como en la reevaluación de la ficción material y del trampantojo espacial que trajo el digital consigo y que el artista madrileño ya había convertido en emblema de su propia obra.

Esta exposición es consciente del enorme papel que juega la ficción en el imaginario contemporáneo, y desde esa perspectiva ha construido su armazón conceptual. Por ello, y como se advertía al principio de este texto, la tradición barroca juega un papel importante, con ese canto a lo voluble, a lo inestable y lo fragmentario, al capricho efectista y a la ductilidad aparente de las formas. Esta idea reverbera con más fuerza si cabe al tomar conciencia del lugar en el que nos encontramos, el vetusto escenario monástico de San Benito el Real, con su hermosa sobriedad renacentista, evocadora de un tiempo de verdades absolutas que se parece bien poco al que hoy vivimos.

Arabs with Masks (1996). Resina de poliéster
Con la cuerda en la boca (1997). Resina de poliéster, pigmentos, motor, alambre y lienzo

En un contexto de ficción sin ambages nos deslizamos en The Nature of Visual Illusion, instalada en la Sala 9, una obra que tiene como protagonista el pliegue, uno de los elementos centrales del Barroco, un pliegue que no es tal cosa sino una representación de sí mismo. Al fondo de la sala, Cinema Steps apunta a ese hogar de lo narrativo que es el cine sin dejar de ahondar en cuánto de enigmático subyace siempre a todo fragmento. Junto a los peldaños, una obra titulada Del Borrar condensa nuestra voluntad de dirigirnos a los dos asuntos vertebrales de esta muestra, la ficción y el espacio, con una de las figuras sedentes típicas de Muñoz junto a un guiño a la arquitectura. La figura es reminiscente de aquella otra, la que protagoniza la obra The Wasterland, una de sus piezas más conocidas, y en ella se da forma la citada idea de la espera, acentuada aquí por la tensión entre el silencio y el habla que llena el espacio, activándolo.

Del borrar (1986). Hierro y barro
Cinema Steps (1988). Madera, luces, papel, acuarela y carboncillo

En el piso superior, una figura con espejo, vista desde una larga perspectiva que antecede a uno de los conocidos suelos ópticos de Muñoz, que ocupa la totalidad de la Sala 8, un tipo de trabajo en el que el artista buscaba producir un sentimiento de inestabilidad en quien se adentrara en el espacio. Fuera, en el claustro, un conjunto de árabes enmascarados se interpelan silenciosamente. Hemos querido disponer las figuras al fondo del ala y recordar el célebre trampantojo del Palazzo Spada de Roma, uno de los grandes ejercicios de ficción de Borromini. Como es fácil observar, una figura aparece desplazada, como abstraída del conjunto (esto ocurre también en el piso inferior). Algo se teje entre el individuo y el colectivo, una trama secreta que ni uno ni otros pretenden desvelar. La posición de esta figura solitaria permite jugar con un cruce de perspectivas y mirar a alguien que no sabemos lo que mira. Y en otro de los ejes visuales, solitaria también, la figura colgante y rotatoria, en ascensión helicoidal hacia quién sabe qué caprichoso óculo.


BIBLIOGRAFÍA

FRANCÉS, Fernando: Viaje al espacio. 50 años de escultura en España, Caja de Burgos, Burgos, 2001.

MARCHÁN FIZ, Simón: “Las artes en transición”. En VV.AA.: Museo Patio Herreriano: arte contemporáneo Español, Patio Herreriano, Valladolid, pp. 251-252.

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