El presente retablo es,
quizás, uno de los más importantes, y desconocidos, de Valladolid. La
particularidad reside, en cierto modo, en que junto al desaparecido de la
iglesia penitencial de la Pasión, es uno de los primeros retablos vallisoletanos
que recibieron influencia madrileña en su diseño. La importancia primordial del
citado retablo de la Pasión residía en ser el primero, en Valladolid, que utilizaba
la columna salomónica.
El retablo de la
iglesia del Convento de Jesús y María se engloba dentro de la etapa
prechurrigueresca. Este tipo de retablo, desarrollado entre 1650-1690,
aproximadamente, será el primero que lleve notas barrocas. En él se utilizará
la columna salomónica y el orden gigante, habrá una multiplicación de elementos
decorativos respecto a épocas pasadas, esa decoración poco a poco irá adquiriendo
mayor bulto. Los marcos son de tarjetillas, los machones del remate se decoran
con festones. Consta de un orden tetrástilo. Grandes tarjetas cactiformes sobre
las pinturas y hornacina central.
Retablo mayor. Convento de Jesús y María. Valladolid |
El retablo fue concertado
en Valladolid entre los patronos y el ensamblador Francisco Velázquez el 29 de
abril de 1658, teniéndose que realizar sobre una traza del arquitecto
retablista madrileño Sebastián de Benavente. El retablo tenía que llevar un
grupo escultórico titular, que se encargaría al escultor Juan Rodríguez, y
cinco lienzos de pintura con respaldos de tabla para evitar así las arrugas.
Por todo ello el ensamblador cobraría 11.500 reales, teniendo por obligación el
acabarlo en un plazo de año y medio a partir de la fecha del contrato. En el
asiento de obra nada se dice del pintor que habría de realizar los lienzos que
afortunadamente están firmados en 1659, aunque no todos.
El estado actual del
retablo difiere de la descripción realizada en 1724 por Palomino. Según él constaba
de las mismas pinturas que hoy subsisten, pero en el banco y en los pedestales
de las columnas existían otras: el Salvador
en la puerta del sagrario y a sus lados San
Pedro de cuerpo entero, con la historia de su martirio al fondo, y San Pablo, con su conversión a lo lejos.
Además, en las columnas, había otras dos de San
Antonio de Padua y de San Francisco
recibiendo los estigmas. La misma descripción hace Ponz. Tormo en 1927 lo
dio por perdido, siendo Pérez Villanueva, en 1935 quien lo exhumó, dando cuenta
de los cinco lienzos para los que el contrato de 1658 reservaba espacio, y de
la ausencia de las pinturas citadas por Palomino en el banco del retablo, que
para él estaban integradas en otros retablos colaterales.
La parte escultórica
del retablo, como hemos visto, fue realizada por Juan Rodríguez (h.1616 –
h.1674), un escultor que pese a lo avanzado del siglo seguirá utilizando los
modelos establecidos por Gregorio Fernández. A pesar de todo será uno de los seguidores
del maestro gallego que mejor concilie las pautas establecidas éste y su estilo
propio. Las esculturas del retablo son la Virgen con el Niño de la hornacina
central, y dos virtudes que se posan en el ático. Los pliegues tan quebrados señalan una creciente
barroquización. Como anécdota señalar que en el patio del convento se halla
otro grupo escultórico similar, realizado en piedra, que debió de estar
colocado en la hornacina central de la fachada del primitivo convento, sito en
el actual Paseo de Recoletos.
La Virgen con el Niño. Retablo mayor |
Virtud A |
Virtud B |
La Virgen con el Niño. Patio del convento |
Sin lugar a dudas el mayor valor del retablo, y lo que le hace
especialmente importante, son las pinturas. El autor de las mismas fue el
magnífico pintor burgalés Mateo Cerezo (1637-1666). Cerezo
desde muy joven trabajó en Madrid, en el taller de Juan Carreño de Miranda, y
se distinguió enseguida como pintor ágil y suelto, de gran facilidad para
asimilar el estilo de los grandes maestros. En 1658 el pintor se asienta durante
una temporada en Valladolid, ciudad por entonces carente en estos años de
pintores de cierta categoría, por lo que no le faltarían encargos. Los óleos
del retablo de Jesús y María serían su primer trabajo en la capital del
Pisuerga, aunque ya los había contratado en Madrid con los patronos del convento,
don Ventura de Onís y su hijo don Antonio de Onís, que ocupaba un cargo en el
Real Consejo de Hacienda.
Las razones por las que
Mateo Cerezo fue llamado a intervenir en este retablo nos son desconocidas,
pero se pueden intuir. El retablo fue planificado en Madrid para ser ejecutado asimismo bajo un modelo arquitectónico madrileño.
Lo más probable es que en Madrid Sebastián de Benavente, como tracista del
retablo, se encargara de buscar al pintor adecuado y que luego toda la obra se
diera a hacer en Valladolid con el concurso del pintor elegido. Sebastián de
Benavente debió de recomendar o contratar a Cerezo en calidad de joven
destacado en el panorama artístico madrileño y, además, por principiante, más
económico.
El tema central del
retablo es una magnífica Asunción (2,30
x 1,64, en él, la Virgen asciende en medio de una nube luminosa impulsada por
pequeños ángeles, acogidos al aparatoso manto azul que se despliega
esplendoroso. Destaca especialmente en el cuadro la mística expresión en el
rostro de la Virgen y el cuidado movimiento de sus manos, características en
los cuadros de Cerezo. El óleo aparece firmado y fechado: “Matheo Zereço f/1659”.
La Asunción posee el recuerdo de la
pintura madrileña de la primera mitad de siglo. La tipología deriva de una
composición de Rubens grabada por Schelte à Bolswer que en las mismas fechas,
un poco antes quizá, también copiaba Carreño en su Asunción, del Museo de Poznan (Polonia).
La Asunción |
En las enjutas
laterales de este gran cuadro figura San
Buenaventura (1,70 x 1,20 m.), en el que sobresale el buen estudio que
realiza Cerezo de la cabeza del Santo anciano, de rasgos dignos y nobles,
destacando la espesa barba, que cubre la parte inferior del rostro, mientras
que sus ojos se elevan firmemente hacia lo alto para recibir la inspiración
divina. En una mano sostiene la pluma y la otra permanece abierta y expectante.
El resto de la figura del santo aparece oculta por el hábito, que cae en
pliegues verticales, y su sencilla composición apenas permite adivinar la
anatomía de personaje. De parecidas características es el lienzo en que aparece
Santa Isabel de Hungría (1,70 x 1,20).
La cara de la Santa denota haber sido extraída del mismo boceto que el de la
Anunciación y que figura en otras muchas obras del pintor. En la cara, la boca
está entreabierta en mística expresión, mientras que los ojos van hacia lo
alto. Una mano aparece suavemente apoyada en el pecho, mientras la otra
sostiene, junto al regazo, un ramo de rosas. También es vertical y estático el
estudio del cuerpo de la Santa, cubierto por el hábito, que cae hasta los pies.
San Buenaventura |
Santa Isabel de Hungría |
En el primer cuerpo del
retablo se encuentra la Adoración de los
pastores (1,66 x 0,95), donde una Virgen niña, casi adolescente, extiende
las manos, contemplando al Niño Dios con expresión infantil en su rostro.
Detrás, San José levanta los ojos al cielo, con la habitual expresión en el
rostro de las demás figuras del retablo. A su izquierda los pastores se
arrodillan adorando al Niño. Un suave paisaje invernal cierra el fondo,
rompiendo con el claroscuro que reina en el cuadro. Esta obra presenta una
marcada influencia perediana y orrentesca; la disposición de los personajes y
sus tipos se aproximan a los de las obras de estos artistas y, en general, a
los esquemas de la pintura madrileña de la primera mitad del siglo XVII
La Adoración de los Pastores |
En el lado opuesto se
encuentra la Adoración de los Reyes (166
x 0,95). En él Melchor se arrodilla para ofrecer su presente al Niño, que está
sentado en el regazo de la Virgen, mientras San José y los otros reyes
contemplan la escena. De fondo, vuelve a aparecer un paisaje invernal similar
al de la Adoración de los pastores. La
impronta perediana cobra aún más fuerza que en este lienzo, pues sigue
literalmente el esquema utilizado por Pereda en el retablo mayor de la
parroquial de Pinto. Indiscutiblemente, aunque muy influido por el arte de
Pereda, el joven Cerezo comienza ya a poner su toque personal en estas obras.
La Adoración de los Reyes Magos |
Desconozco donde se
encontrarán en la actualidad las pinturas que citaba Palomino como integrantes
del banco del retablo: Efigie del
Salvador (0,28 x 0,40 m.), San Pedro
(0,19 x 0,55 m.), San Pablo (0,19 x
0,55 m.). Solo sé que hasta no hace muchos años estas pinturas formaban parte
de otros retablos de la misma iglesia.
SI TE INTERESÓ ESTA ENTRADA, CONTINÚA EN:
BIBLIOGRAFÍA
- BUENDÍA MUÑOZ, José Rogelio: Vida y obra del pintor Mateo Cerezo (1637-1666), Diputación Provincial, Burgos, 1986
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca castellana, Fund. Lázaro Galdiano, Madrid, 1959
- VALDIVIESO, Enrique: La pintura en Valladolid en el siglo XVII, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1971
Me encantan los exhaustivos posts que preparas. Me hago idea de la cantidad de tiempo que te puede llevar prepararlos. ¡Muy buen trabajo!
ResponderEliminarMuchísimas gracias. La verdad es que soy bastante maniático a la hora de hacer posts o trabajos porque me gusta poner el máximo de información. Un saludo!!
Eliminar