La pintura de Cristo en el Sepulcro,
custodiada en la iglesia parroquial de San Lorenzo es, quizás, la mejor pintura
que dejó en la ciudad el maravilloso pintor burgalés Mateo Cerezo, si bien deberíamos
llamarle Mateo Cerezo “el joven” puesto que su padre, llamado de forma
homónima, también se dedicó a la pintura. Este último, bastante peor pintor que
el hijo, se hizo muy famoso por sus representaciones del Cristo de Burgos, del
cual tenemos algún ejemplo Valladolid, por ejemplo en el Real Monasterio de San
Joaquín y Santa Ana.
Dos Cristos de Burgos del Monasterio de San Joaquín y Santa Ana firmados por Cerezo el Viejo |
La representación de Cristo en el
Sepulcro gozó de un gran éxito en Castilla, y sobre todo en los alrededores
de Valladolid, tanto inmediatamente como aún tiempo después. Así tenemos,
aunque con variantes, múltiples ejemplos tanto en la provincia vallisoletana,
como en la burgalesa, y en otros lugares. Mateo Cerezo estuvo en Valladolid en
1658, y posiblemente parte del siguiente. El cuadro, con unas medidas bastante
generosas (253 x 135 cm.) tuvo que ser pintado en la ciudad en aquellos
momentos.
Ya los más antiguos repertorios bibliográficos sobre temas del arte se
refieren ya a este lienzo. Así, en las Vidas
de Palomino se hace referencia a una obra de Mateo Cerezo en Valladolid, con
estas palabras: “Hay también otro cuadro
suyo del Sepulcro de Cristo; con unos ángeles llorando, que le tienen en la
sacristía de la parroquial de San Lorenzo, y lo ponen el Viernes Santo en el
altar mayor, y es cosa peregrina”. Es obra de autoría absolutamente segura,
a pesar de que Palomino habla de ángeles, y no hay sino solo uno. Pero debe
tenerse presente que Palomino no estuvo en Valladolid, y se sirvió para su
relato de los informes que le transmitieron.
La iconografía de Cristo yacente antes de ser depositado en el sepulcro y
con ángeles guardando o llorando su cuerpo es una transformación peculiar de
Cerezo a partir de varios antecedentes famosos, desde Annibale Carraci hasta
Pereda, pasando por los ejemplos de Van Dyck y Ribera, y por las esculturas
vallisoletanas de Gregorio Fernández, cuyos prototipos serían de gran
importancia. Así, por ejemplo, el modelo del cuerpo muerto procede del grabado
de José de Ribera y de las versiones de Antonio de Pereda del Llanto sobre Cristo muerto (Madrid, col.
particular), y los altos almohadones están en las esculturas de Gregorio
Fernández como sustituto teatral al regazo de la Virgen de la Piedad del mismo Van Dyck.
La figura de Cristo es de tamaño de natural. Hay que tener presente que
como dice Palomino, el cuadro se ponía el Viernes Santo delante del altar
mayor, lo mismo que se hacía con los Yacentes de escultura y por supuesto con
los de Gregorio Fernández. Por eso mismo está el cuerpo inclinado y la cabeza
de frente, para que lo aprecie bien el espectador. Descansa sobre un sudario,
la cabeza apoyada en doble almohada, sin duda siguiendo el modelo de Gregorio
Fernández. Hay también delante dos clavos y la gruesa corona de espinas,
elementos concebidos como bodegón. Debe observarse que los clavos aparecen
deformados, para resaltar que estuvieron profundamente clavados y hubo
necesidad de un gran esfuerzo para extraerlos. Un ángel acaba de levantar el
sudario que cubría el cuerpo. Es el elemento que justifica una escenificación
dramática, que recomendaba San Ignacio, pues el tema es invención.
El dibujo es sólido y los colores acordes con la temática. Es admirable el
blanco del sudario y las almohadas; un tono verdaderamente preciosista. El
cuerpo sin vida tiene tonalidades broncíneas y ácidas que contrastan con el
tono azul de la túnica del ángel, tornasolada en violáceos y dorados reflejados
por el manto. El rostro de este ángel, de ascendiente en Van Dyck, con un
fuerte carácter expresionista, se cubre con un rosario de lágrimas desde los
ojos hasta la boca enrojecida y entreabierta. Es el más claro antecedente de
uno de los prototipos de Magdalena
penitente que Cerezo desarrollará hacia 1664.
Prueba de la popularidad de este Cristo muerto son las numerosas copias, o
versiones, que pueden señalarse: el de la iglesia de Santa María Magdalena de
Valladolid, en la de San Miguel, en los conventos de la Concepción y de las
Brígidas de la capital del Pisuerga, en la iglesia parroquial de Cabezón
(Valladolid), en la parroquial de Zaratán (Valladolid), en la parroquial de
Aldeamayor de San Martín (Valladolid), en la puerta de San Sebastián en Medina
de Rioseco, en la de Tordehumos (Valladolid), en el monasterio de la Vid
(Burgos), en la parroquia de San José de Madrid (antiguo convento de San
Hermenegildo). Si bien la mayoría de los ejemplos aquí descritos
intentan copiar, con mayor o menor fortuna, el original conservado en la
iglesia de la patrona de Valladolid, hay dos que se apartan un poco más, y por
lo tanto posee un valor iconográfico mayor. Se trata de los conservados en el
Convento de la Concepción de Valladolid y el de la iglesia parroquial de
Aldeamayor de San Martín.
Iglesia de la Asunción de Cabezón de Pisuerga |
Iglesia de Santa María Magdalena de Valladolid |
Iglesia de San Pedro de Zaratán |
Puerta de San Sebastián de Medina de Rioseco |
El ejemplar conservado en la sala capitular del Convento de la Concepción
representa a “Cristo eucarístico en el sepulcro con María Magdalena y dos
ángeles”. Al lado, copón con la Forma. Es, pues, un Cristo eucarístico; estas
pinturas se hacían para colocar el Viernes Santo en el frente del altar. Marco
de tarjetillas. Con unas medidas de 100 x 305 cm., es fechable hacia 1650-1675.
La fuerte carga eucarística del lienzo del convento de la Inmaculada Concepción
queda enfatizada por la presencia de los símbolos eucarísticos del cáliz, la
forma y las uvas, huyéndose, como suele ser habitual en este tipo de
representación, de la presencia de las Arma Christi –clavos, corona, columna o
lanza– quizá para aumentar su intencionada carga simbólica en detrimento de la
Pasional. Esto se pone de manifiesto y queda patente en la leyenda que aparecen
en el reguero de sangre que recorre el lienzo desde la herida del costado hasta
el cáliz: “Hoc est corpus Meum”, Éste es mi cuerpo, palabras que salieron de
boca de Jesús durante la Última Cena en el momento de la Institución de la
Eucaristía.
Esta representación no pertenece exclusivamente al ámbito pictórico. Ya
desde el siglo XVI nos encontramos con la presencia en varias esculturas de
Cristo yacente de una teca ostentorio en el pecho, en la que era alojada la
forma durante estos días de la Pasión. Un ejemplo especialmente significativo
lo constituye el Cristo Yacente del convento dominico de San Pablo de
Valladolid, obra de Gregorio Fernández, realizado hacia el año 1609, y que
figura en un inventario como “un Cristo
grande muerto echado en un lecho en unas andas de muy buena talla en el costado
de la llaga una portezuela con su viril para poner dentro de él el Santísimo
Sacramento el viernes santo”.
El de la iglesia parroquial de San Martín de Aldeamayor de San Martín se
encuentra guardado en la sacristía. La figura de Cristo se dispone de manera
similar a como aparece en el resto de cuadros. La diferencia radica en que a
los pies no está un ángel, sino María Magdalena. Comparte con el cuadro
conservado en la Concepción en que de la herida del costado sale un chorro de
sangre con las palabras: “Hoc est corpus Meum”. El fondo de la escena se cierra
con un cortinaje rojo, recurso barroco donde les haya.
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BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
- ÁLVAREZ VICENTE, Andrés: Tradebatur, Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2007, p. 38.
- BUENDÍA MUÑOZ, José Rogelio: Vida y obra del pintor Mateo Cerezo (1637-1666), Diputación Provincial de Burgos, Burgos, 1986.
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: “Cristo en el sepulcro”. En VV.AA.: Las Edades del Hombre. Time to hope, Fundación Las Edades del Hombre, Valladolid, 2002, pp. 282-283.
- VV.AA.: Las Edades del Hombre. Time to hope, Fundación Las Edades del Hombre, Valladolid, 2002.
una copia bastante más exacta en Villaseca, Toledo (FCC)
ResponderEliminarMuchísimas gracias!!!! No tenía ni idea, intentaré buscarla
EliminarLa de Villaseca es una copia de 1907
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