Bien
es sabido que nunca, ni siquiera hoy en día, se ha valorado igual la obra de
los artistas masculinos y femeninos. Pues bien, este es un buen momento para
poner en su lugar la figura de Ángeles Santos, una pintora que merece un lugar
privilegiado en el Olimpo de la pintura surrealista española. Aunque su vida
fue amplia, solo hablaremos de su etapa vallisoletana, que a la postre fue su
etapa pictórica más importante. Una muestra de su importancia nos la indica que
dos de sus obras (Un mundo y La tertulia) fueron seleccionadas para
el libro “Las cien mejores pinturas del siglo XX”.
La
pintura de Ángeles Santos en Valladolid se enmarca en un período muy corto, del
otoño de 1928 a la primavera de 1930, años vinculados a una revitalización de
la cultura española muy potente: son los años de la generación del 27, momentos
en que la ciudad vive un ambiente cargado de creatividad.
Autorretrato (1928) |
La figura de Ángeles Santos es comparada por Plaza
Santiago con la de Van Gogh, por cuanto “produce
su obra más esencial en un periodo de unos dos años para después suicidarse,
mientras que María Ángeles afortunadamente no termina de manera tan trágica,
pero en su período creativo podemos encontrar analogías; una crisis psicológica
muy fuerte y su traslado a un sanatorio psiquiátrico de Madrid”.
En su caso existe un vehículo que transmite esa fuerza,
se trata de un libro esencial para entender esta pintura y a quienes la
cultivaron. Se trata del libro Realismo
mágico: Post-expresionismo: los problemas de la más reciente pintura europea,
obra realizada en 1925 por Franz Roh. Muy pronto (1927) se tradujo al español
por Fernando Velasco en la revista “Occidente”, produciendo un impacto
sorprendente al dar a conocer un mundo prácticamente inédito que se conectaría
con ese “realismo mágico” y a su vez con la tendencia denominada como “le
rappel à l´ordre” o “la vuelta al orden” frase que se atribuye al pintor André
Derain, donde se ponía freno a una cadena de rupturas radicales que habían
marcado la pintura occidental desde 1914.
Tras el Fauvismo, el Futurismo, el Expresionismo más
radical, se creó una necesidad de volver al orden, de recuperar una mirada
clásica, que acabará dando lugar a una serie de nuevos realismos que se
extienden por Europa. Se originará una reconstrucción de la imagen real, de la
imagen persuasiva después de los descoyuntamientos de la imagen abstracta o
cubista, dando lugar a una nostalgia de la imagen visual, reconocible pero que
ya no sería la misma que se manejaba en las academias antiguamente, sino una
imagen con un halo de misterio, un clima metafísico, un clima inquietante como
característica de este movimiento.
La pintura de Ángeles Santos suscitó mucho interés a
todos los niveles, así Francisco de Cossío, su “descubridor”, y que entonces
era director del Museo Nacional de Escultura. Cossío tuvo la visión de que en
Ángeles Santos se encerraba un talento temprano aconsejando a su padre para que
la dedicara exclusivamente a la pintura. Su padre tomó en serio el consejo de
Cossío y la proporcionó todo el material, así como un profesor, Juan Cellino Perotti,
cuyo estudio se encontraba en la calle de la Liberad donde enseñaba a
pintar jovencitas vallisoletanas de la alta sociedad a pintar cuadros que
imitaban tapices antiguos, un hombre hábil, formado en la restauración, nada
imaginativo sino absolutamente académico y muy útil para enseñar todos los
secretos técnicos de la pintura.
Así “el milagro Ángeles Santos”, como lo define Plaza
Santiago, es el resultado del encuentro con una ciudad en la que se vive una
efervescencia literaria y artística considerablemente activa y con una serie de
profesionales que de pronto la descubren, además de un temperamento, el suyo,
extraordinariamente inquieto. Quizás el hecho de ser hija de un funcionario de
Hacienda con varios cargos en aduanas, con una vida viajera, motivaría un
posible desarraigo, o también la falta de contacto con amigos de su edad, tan
importantes en esos momentos, esta soledad, debía a los continuos traslados,
nos explicaría su introspección y su vuelco hacia la lectura ferviente de
libros que parecen inadecuados para una muchacha de su edad. Leía clásicos
alemanes, autores recientes, tenía pasión por Juan Ramón Jiménez, monografías
de artistas... Se encontraba muy refugiada en su mundo interior y en una
intensa inquietud por crear.
BIOGRAFÍA
Ángeles Santos nació en 1911 en Port Bou (Girona), de
donde era la familia materna, mientras que padre procedía de Saucelle
(Salamanca). De niña vivió con su familia en Ripoll y posteriormente en
Sevilla. De formación autodidacta, su vocación por la pintura se manifiesta
plenamente a partir de 1928 cuando se traslada a Valladolid. Este hecho no fue
casualidad puesto que por entonces, como ya se ha dicho, existía en la ciudad un
ambiente que le permitió en muy poco tiempo desarrollar su labor, definida esta
última por Plaza Santiago como “meteórica,
fulgurante y singularmente atractiva”.
La vocación por la pintura debió tenerla desde muy niña,
todavía no segura en cuanto a su trazo, parece ser que se inicia en Sevilla en
un colegio donde se halla interna, mientras sus padres están en Ayamonte, pero
es básicamente Valladolid el lugar y el momento de su prodigioso desarrollo.
Aquí realiza un breve aprendizaje con el pintor italiano radicado en Valladolid
Cellino Perotti y tiene ocasión de conocer la obra del inglés Cristóbal Hall,
así como de frecuentar el Museo de Escultura interesándose por el estudio de la
forma y del volumen.
La tía Marieta [Vieja haciendo calceta] (1928) |
Su profesor, Perotti, trabajaba en grandes formatos,
mientras que los aficionados lo hacen en tamaños pequeños que se controlan
mejor, pero quizás ese gusto por los tapices educaba a sus alumnos en la
pérdida del miedo a los grandes formatos y en la obra de Ángeles Santos,
a veces el tamaño es considerablemente mayor de lo que esperaríamos,
confiriendo a sus obras La tertulia, Un mundo una especial capacidad de
impresionar.
La Academia de la Purísima Concepción tiene el mérito de
haber impulsado una exposición en octubre de 1928 de artistas vallisoletanos en
el Círculo Mercantil a la que fue invitada a participar siendo el inicio de su
carrera pública. Su obra llamó la atención de la crítica debido a la
espontaneidad e ingenuidad de los cuadros que presenta. Sus obras constituyen
para muchos la revelación de la muestra, no solo por la juventud de la artista
–16 años– sino por el encanto, la simplicidad un tanto infantil y la deliciosa
entonación de sus pinturas.
El principal atractivo de estas primeras obras –retratos
principalmente de niños y jóvenes– residía en esa especie de inocencia
estética, de impericia y desconocimiento de recetas que, al lado de una pureza
de auténtico primitivo, hacía tan sugestiva y moderna su pintura.
Animada por este primer éxito, al año siguiente (1929)
decide celebrar su primera exposición personal, en el Ateneo de la ciudad, la
cual será su consagración. El interés de dicha muestra trascendió lo meramente
local. En las veinte obras que reunió en el Ateneo vallisoletano –retratos y
cabezas de mujer– quedaron bien patentes sus dotes y su entusiasmo juvenil que
harían afirmar a Francisco de Cossío: “Estoy
seguro de que nos hallamos frente a un caso excepcional de aptitud y
sensibilidad, y que cuando se conozca este caso en el mundo de la pintura, ha
de producirse una gran sensación…”.
En la citada exposición, al tiempo que se puso de
manifiesto la originalidad e inocencia de la joven artista, que pintaba sin
ambición ni prejuicios, libre de influencias y artificios, se evidenciaba
asimismo cierta huida de la realidad y el refugio en un mundo de ensueño y
fantasía, que vinculaban su pintura a las últimas corrientes de
vanguardia, y en especial, al surrealismo. Cossío, en admirable crítica,
descubre en la artista esa marcada inclinación por lo extraño y onírico: “Diríase que esta pintura en cierto modo
tiene un poco color de sueño. Todos los cuadros de Angelita Santos son como
soñados, y para ella la luz aparece siempre proyectada igual que en el
cinematógrafo, de modo arbitrario, olvidándose a cada paso de las leyes del sol.
Huye de la realidad a otro mundo distinto, donde pudiera convertirla en sueño.
La realidad para ella no es sino un punto de apoyo para lanzarse a la
invención. La realidad no la sirve sino para descubrir el secreto de la forma;
después la fantasía hace lo demás…”.
Las críticas favorable la animan a seguir fomentado su
creatividad, tanto es así que cuando expresó su deseo de realizar el cuadro Un mundo, su padre encargó a la empresa
Macarrón un lienzo de grandes dimensiones que clavó en la pared para que ella
pudiera pintar sin necesidad de trasladarse a un estudio, de hecho este cuadro
está recortado en sus cuadro lados. Se trata de unas dimensiones
extraordinarias si pensamos que fue pintado por una joven “aficionada” en su
casa.
En octubre de ese mismo año (1929) será invitada al IX
Salón de Otoño de Madrid donde expondrá el cuadro Un mundo – su obra maestra y más acentuadamente surrealista–,
recibiendo de los críticos antes señalados su opinión en toda la prensa
importante, convirtiéndose en un mito. Su obra atrajo a numerosos escritores y
artistas. En Madrid entabló amistad con Pancho Cossío, García Lesmes, Jorge
Guillén, Federico García Lorca y sobre todo Ramón Gómez de la Serna,
quien aprovechó una visita a Valladolid en octubre de 1932 para conocerla. García
Lorca la llevaría a la tertulia del café Pombo para que conociera a todos los
intelectuales, se la pasea como un miagro, un niño prodigio y muy frágil, en un
éxito súbito. También la invitarán al club feminista “Liceo” de Madrid, donde
están todas las señoras importantes de Madrid: políticas, mujeres de
intelectuales, las autores más cotizadas… encumbrándola dentro de la pintura
femenina y finalmente, en el año 1930, se le hará una sala propia en el Salón
de Otoño, algo excepcional si tenemos en cuenta la rapidez de su carrera y de
su producción.
A raíz del interés que suscitó su obra Un mundo, Ángeles Santos fijó su
residencia en Madrid. Prueba de la importancia que los medios artísticos de
vanguardia dieron a su pintura la constituye el hecho de que los organizadores
del X Salón de Otoño, celebrado en Madrid en octubre de 1930, la dedicarán una
sala especial en la que figuraron treinta y cuatro obras suyas, entre ellas,
algunas tan expresivas y audaces como las tituladas: Niña comiendo, Pensativa,
Tertulia, Familia, Un muerto… Según
Manuel Abril, la primera impresión que producían aquellas obras de Ángeles
Santos era risa y conmiseración por la torpeza de técnica, la ridiculez de
temas y la estridencia inarmónica del color, sin olvidar el asombro que
provocaban sus estrafalarias y disparatadas composiciones entre el público.
Pero el mismo crítico advertía que superada esta superficial apreciación, sus
cuadros destacaban por su novedad, su fuerza, su expresión honda y dramatismo.
En ellos, la artista acertaba a plasmar todo un mundo de quimérico ensueño y
fantasía, descubriendo la belleza de su aparente fealdad.
Más tarde en su época de crisis, el año 1931, sus cuadros
irán a París, a San Sebastián, a Pittsburgh, a Copenhague, a Berlín, se trata
de una itinerancia por las ciudades más brillantes del mundo que la consagrarán
de una manera definitiva, pero ella ya no es, ha desaparecido como pintora de
genio y se ha convertido poco a poco en una mujer “normal”, que pinta pero sin
esa tensión, esa angustia, quizás la felicidad sea ajena a la genialidad que la
caracterizaba.
En 1935 contrajo matrimonio con el pintor barcelonés
Emilio Grau Sala, quien vivía por estos años en París, ciudad en la que se
trasladan al año siguiente. De este matrimonio nacería en 1937 el que sería
también notable pintor contemporáneo Julián Grau Santos.
Después de realizar algunas exposiciones más (como la de
Galería Estilo, de 1934), Ángeles Santos se retiró de la pintura, hasta que
mucho más tarde, en 1964 volvió a retomar los pinceles, reanudando su carrera
artística
LA OBRA
Antes de hablar de su obra, hay que hacer referencia a un
hecho: Ángeles Santos nunca ponía títulos a sus composiciones, ni siquiera los
firmaba.
Estamos ante una obra temprana, antes de su momento de
plenitud, el Vaso de vino, muy
relacionada con bodegones que se hacían en la época, con una mirada muy
concentrada en objetos cotidianos, un poco recuperando la tradición del siglo
XVII. El vaso está realizado con cierta inseguridad y con la peculiaridad de
presentar un cigarrillo consumiéndose sobre una mesa de mimbre trenzado sugiere
quizás la posibilidad de un incendio, el paso del tiempo o bien el consumirse
de las vidas.
La
marquesa de Alquibla
representa a una señora que vivía por entonces en Valladolid y cuyo marido fue
uno de los impulsores de la carrera de Ángeles. En sus trazos aparece esa
característica incisión en los bordes que le dan esa apariencia de escultura,
de biselado en sus dibujos, algo muy del momento y comparable a lo que se está
haciendo en otros lugares por estos años. En esta obra traslada su rebeldía
juvenil a su modelo.
Niña
durmiendo o pensativa
muestra a una mujer en actitud de ensoñación, con unos misteriosos huevos sobre
el tablero. Hay una iluminación extraña que viene de abajo, debida sin duda a
su afición al cine que usaba iluminaciones trucadas, exageradas sobre todo en
ciertos géneros como el negro o el de terror.
La aparición de lo misterioso en su obra es muy temprana,
siendo una de esas primeras Niña o Anita
y sus muñecas. El óleo también aparece iluminado de una forma extraña, la
expresión de la niña es inquietante, las sombras de unas muñecas que eran
bomboneras, de moda en la época, nada tranquilizadora. La anécdota del cuadro
tiene que ver con un crimen cuya víctima fue un fabricante de estas muñecas,
llamado Pablo Casado y cuyo asesinato trascendió a la prensa publicándose fotos
de estas muñecas en El Norte de Castilla
y que seguramente vería, produciéndose en ella una conexión entre un objeto
aparentemente inocuo con una muerte dramática estimulando su imaginación para
hacer esta extraña pintura.
La familia vivía en el edificio “Calabaza” frente al
Santuario Nacional de la Gran Promesa, en esta casa probablemente se pintaron
sus obras maestras como La tertulia
en la que se representan tres mujeres con un personaje a la derecha abajo
bastante enigmático por el que le preguntaron y la propia Ángeles recordaba
haberlo tomado del Greco, no era un retrato sino que únicamente cumplía la
función de completar la composición, y ciertamente en el Pentecostés existe una figura en similar posición. Pero de estas
mujeres, hermanas, no se sabe bien quienes son, posibles vecinas con las que
tenía amistad, quizás la de la derecha fuera María Álvarez, mujer con presencia
en la vida académica de Valladolid.
En el cuadro las mujeres aparecen ensimismadas, sin
comunicarse unas con otras, fuman, en actitudes desenvueltas, se mueven en una
atmósfera que evocaría esa especie de asfixia que hay en los cuadros de Balthus
y ciertos pintores vinculados a una trayectoria de carácter metafísico
conectado con el surrealismo.
En el retrato de
María Álvarez, ésta aparece como asustada, con una mirada nada
tranquilizadora, con la boca crispada, muy perfilada con una línea muy dura,
parece moverse dentro de su ropa incómoda, algo que nos trasluce esa especie de
inquietud característica de su momento más temprano.
El
mundo, su obra maestra,
deslumbró a todos los intelectuales españoles de la época, fascinante, un
plantea cúbico que flota en un espacio con nubes y estrellas, al lado de una
extraña escalera a cuyos pies una serie de personajes tocan instrumentos
musicales. ¿Qué razones existes para suponer el origen de esta visión extraña?
Ella comentó que esta pintura de gran formato estaba relacionada con un poema
de Juan Ramón Jiménez en el que se habla de ángeles que encienden o apagan las
estrellas. A parte de este planeta misterioso, en el centro aparece a la
derecha una escalera por la cual bajan unas figuras que tomarían fuego del sol
e irían encendiendo las estrellas, haciendo un recorrido perimetral.
El planeta es bastante sorprendente, tiene tres caras
visibles, la primera cara, la horizontal, la prioritaria es un retrato de
Valladolid, con su río surcado por unos extraños barcos de vela, un cementerio,
edificios sin cerramiento que nos permiten ver lo que hay entre sus paredes,
una sala de exposiciones, un cine, es una ciudad convertida en un símbolo.
La cara de la derecha sería Portbou, donde vivió momentos
de su infancia. Es una ciudad marítima, de ahí que represente la playa, un
aeropuerto, una estación con sus vías, un campo de deportes, edificios sin
techo, etc. Estas dos partes son bastante relacionables, en ella está hablado
de los lugares donde ha permanecido más tiempo, espacios vinculados a sus
recuerdos. En cambio en la tercera cara, más oscura, alude a una ciudad sintética, que
refleja aquellos lugares que recorrió en su infancia.
Este planeta se halla rodeado de ángeles entre nubes,
deudoras éstas de las del Greco, fosforescencias que el maestro pinta a veces
en sus cielos, y poblado por esas figuras que ella llaman las madres que se
suponen habitan otro planeta, Marte, pues en ese momento se hablaba de viajes a
Marte en la ficción, de ahí tomaría la idea de la Tierra vista desde Marte.
Ha querido relaciona esta extraña visión del mundo donde
hay lápidas con los nombres de grandes literatos como Stendhal, Goethe y otros,
enterrados allí, en su mundo, que han muerto pero desde la tumba nos están
llamado a través de sus libros, con su ansia por saber, por leer, con esa
extraordinaria curiosidad que tenía.
Aunque no solía realizar dibujos previos para elaborar
sus cuadros, en este caso sí que los preparó, lo que nos permite ver los
detalles de estas mujeres que son siempre madres al tiempo que tocan
instrumentos musicales.
La extraña pintura Alma
que huye un sueño tenía que ver con versos de García Lorca y representa
algo muy enraizado con su manera de sentir. El cuerpo de esta niña aparece como
un estuche que se ha roto por la mitad y dejar salir el alma, la sombra del
cuerpo se proyecta, no la del alma que se escapa y enciende los luceros al
amanecer. Estas almas que huyen tiene quizás que ver con esa angustia suya por
lo inalcanzable que atraviesa lo mejor de su obra.
Otra obra de esta época muy conectada con la fantasía
cósmica, es la titulada La Tierra, un
pueblo primitivo. Representa un extraño planeta en el que las casas en esta
ocasión son esféricas, con personaje recolectando frutas o adorando a un astro
que aparece en el parte superior. Tiene que ver con El Mundo pero en esta ocasión de formato y complejidad mcho menor.
Continúa en ese mundo de fantasía extraordinaria en la que ella vive.
En los años treinta se produce una mutación muy fuerte,
llamada “expresionismo místico”, donde hay un interés por personajes medo
deformes, caricaturescos, muy vinculados con la tradición expresionista
centroeuropea, como La familia comiendo
patatas de Van Gogh, donde se representa a unos individuos de baja
extracción social, con unos rostros embotados representando una condición
social primitiva o bárbara. Relacionada con esta manera de hacer está la obra,
mutilada, La habitación con unas
figuras femeninas en la parte de abajo que fueron suprimidas. El talante
técnico es diferente, la pintura es mucho más suelta, con un toque más
esponjoso que en las pinturas anteriores.
El mundo de los desasistidos también figurará en su obra,
concretamente en Niños pobres. Vemos
una angulación extraña, cinematográfica, los sitúa en las galerías que tenían
las casas de la época, hacia el patio inferior de la manzana, donde se tendía
la ropa, donde se jugaba, con dimensiones muy grandes.
En 1930 está fechado La
niña muerta o Héroe muerto. Sirve
de modelo una niña mendiga que ella recogió, la figura está rodeada por unos
personajes extraños.
Un cuadro muy extraño en su producción es Niños y plantas en la que unos niños con
deformidades especialmente llamativas, las manos gigantescas, ella desea
representar ramas de árbol, raíces, buscando una ambigüedad que probablemente
tiene que ver con los síntomas de una neurosis que se estaba apoderando de ella
de una manera muy virulenta.
Lilas
y calavera cerraría la serie
de pinturas realizadas durante estos dos años, pues vuelve a una iluminación
tenebrosa muy de la pintura española del siglo XVII, donde coloca junto a una
jarra con lilas una serie de objetos de los cuales llama precisamente la
atención, una calavera mutilada que se apoya sobre unos platos vacíos, conexión
que resulta cuanto menos inquietante, mostrando esa obsesión por la muere que
la llevó a un conato de suicidio.
BIBLIOGRAFÍA:
- BRASAS ÉGIDO, José Carlos: Pintura y escultura en el siglo XX (1900-1936), Ateneo de Valladolid, Valladolid, 1988.
- CASAMARTINA I PARASSOLS, Josep: Ángeles Santos, un mundo insólito en Valladolid [exposición], Museo Patio Herreriano, Valladolid, 2003.
- PLAZA SANTIAGO, Francisco Javier de la: “La pintura vallisoletana de Ángeles Santos”, Conocer Valladolid. IV Curso de patrimonio cultural 2010/2011, Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Valladolid, 2011.
Fuí a primeros de noviembre al Reina Sofía y quedé impresionada por lo que ésta mujer pintaba ya antes de 1930.
ResponderEliminarHe buscado cosas por internet y debo decir que creo que ésta es la página más completa.
Muchas gracias
Magnifico articulo me ha gustado un saludo
ResponderEliminarMagnificos cuadros de esta mujer,impresionante¡¡
ResponderEliminarLa lectura de estos cuadros es muy muy equivocada respecto de la experiencia de Ángeles Santos, la cual sentía la ciudad de Valladolid con mucha asfixia. En el cuadro tres mundos, el mundo horizontal no es Valladolid sino Madrid, donde trabajó y estudió y conoció a tantos intelectuales de la época. La derecha es Portbou y la inferior es la asfixiante Valladolid. El cuadro de la familia no es una familia de clase baja, es SU PROPIA FAMILIA con la que mantenía una relación complicada a los que retrata como de forma crítica. En fin. Déjense de aprovechar el arte para favorecer a Valladolid. Si quieres honrar a esta fantástica artista háganse cargo de verdad de su manera de mirar a su propia ciudad.
ResponderEliminarEn este documento del MNCARS pueden constratar una lectura más fiable de esta fenomenal artista.
ResponderEliminarhttp://www.museoreinasofia.es/coleccion/sala/sala-207
Josep Casamartina precisa cómo la incipiente pintora vive entonces en constante conflicto, generado por la confrontación entre esas ansias de conocer y experimentar las nuevas corrientes de vanguardia y las vivencias cotidianas del ambiente cerrado de una ciudad de provincias. Tal situación se hace extensiva incluso a las relaciones familiares de Santos, como resalta el propio Casamartina: «Fruto de este conflicto es el cuadro Familia cenando, también titulado Familia y Cena familiar, pintado seguramente después del Salón de Otoño de 1929. La influencia de las pinturas negras de Goya es patente en esta obra. Los miembros de una familia burguesa, en este caso la suya, con servicio y cocinera, se convierten en unos brutos hambrientos que comen compulsivamente, amontonados alrededor de una mesa humilde y escasa. La madre de Angelita, una señora fina y elegante que tocaba el piano, se transforma en un monstruo con gesto de cretina que come patatas enteras con las manos, igual que una de las niñas, que la imita como un pequeño chimpancé. El lienzo es de gran formato, impecablemente resuelto y nítido a pesar de su fuerte intención expresiva, casi exagerada». En efecto, el influjo de las pinturas de la Quinta del Sordo se traduce aquí en exacerbada crítica, que Santos compatibiliza con un marcado sentido de la caricatura, dando como resultado una escena cercana a las más ácidas composiciones del alemán George Grosz.
ResponderEliminarhttp://www.museoreinasofia.es/coleccion/obra/cena-familiar
Yo estuve trabajando en sitges con doña angeles santos año78-79yya admiraba sus cuadros genial persona siempre la recuerdo y la admiro
ResponderEliminarMuy interesante pintora española de la que solo había visto fugazmente su magnífico cuadro "el mundo"sin recordar
ResponderEliminarexactamente su autoría.Este enlace me ha desvelado una información muy interesante sobre esta sorprendente
artista que encuentro muy original y atractiva,por lo que agradezco mucho esta completa información
Me ha instruido bastante en la historia del arte, pero a mí parecer Maria sale demasiado en los cuadros, aparece repetidas veces y ya me cansa ver su cara. Un cordial saludo.
ResponderEliminarMis disculpas, he cometido una terrible errata, María va con tilde, de verdad lamento mucho este infortunio que he causado con mi comentario. Cordiales saludos a todos los amigos amantes de la historia y el arte de la ciudad
EliminarExtraordinaria muestra pictórica de esta Autora catalana Universal, A demás del museo Princesa Sofía,... Donde podemos ver en directo su obra?
ResponderEliminarMuseu Nacional de arte de Catalunya y en el Museo del Empordà (Figueres)
EliminarInteresantísimo artículo
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