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viernes, 25 de noviembre de 2016

LA IGLESIA DE SAN JUAN DE LETRÁN. La apoteosis del barroco vallisoletano


El origen de esta iglesia se halla en la bula fundacional del Hospital de San Juan de Letrán obtenida en 1550 por el sacerdote cordobés Hernando de Dios del Papa Julio III. Aquel primer edificio constaba de iglesia y asilo para albergar a trece ancianos pobres y enfermos sin medios, en recuerdo de Cristo y sus doce apóstoles. En estos primeros momentos actuaron de patronos Alonso Berdugo y Bernardino Velázquez; si bien posteriormente, el emperador Carlos V aceptó el patronazgo de la Corona, motivo por el cual las armas reales aparecen en la fachada, en el retablo mayor y en las yeserías.

Localización del Hospital de San Juan de Letrán en el mapa que Diego Pérez realizó de los alrededores del Campo Grande (1787)
En 1641 la primitiva iglesia, ya ruinosa, sufrió un hundimiento importante, y en 1675 Juan de Naveda y Antonio del Solar se comprometieron a construir un templo nuevo, el actual, conforme a la planta y traza de Juan Tejedor Lozano. Suscribió el documento el regidor perpetuo de Valladolid don Simón de Contreras, actuando en nombre del Rey, por la razón del patronato. Sin embargo, las obras debieron de paralizarse bastante tiempo. Fue en el año 1729 cuando recibieron un nuevo, ocupándose de las obras Matías Machuca, tal y como explica Canesi: “Y es tan superior la idea que ha formado Matías Machuca para la fachada, que es toda de piedra, con el adorno de varias columnas y estatuas, que bien examinada han declarado los peritos en arquitectura que es de lo mejor que hay en Castilla y lo mismo el pulimento de la iglesia”.

Machuca se comprometió el 30 de junio de 1732 a “proseguir, hacer y fabricar la obra de la iglesia hasta cerrarla y coger las aguas”. El edificio se inauguró el 10 de septiembre de 1739, con las fiestas de ritual, tanto religiosas como profanas, que detalla Ventura Pérez: “Año de 1739, día 10 de septiembre, se colocó el Santísimo Sacramento en la iglesia de San Juan de Letrán, nuevamente ejecutada y acabada. A las cinco de la tarde se ordenó una procesión en que asistieron todas las cofradías sacramentales que están bajo la campana de San Ildefonso: salió la procesión de la iglesia vieja y fue a la fuente del Campo, en donde habían hecho un coliseo ochavado y un jardín, y pintaron las bolas de colorado, y encima de cada una estaba de medio cuerpo, de yeso, una estatua de bulto, y cantaron su villancico, y desde allí fueron al hospital, en donde a la puerta de la iglesia había otro altar, y prosiguieron adelante; en los Recoletos, en Jesús María, en el Corpus, en los Capuchinos y en la Laura hicieron sus altares y cantaron sus villancicos. Llevaban a San Juan de Letrán en sus andas, y después llevaba el señor arcediano de la Santa Iglesia a S.M. Hubo cuatro danzas, dos de niños forasteros, una de los de la manzana y los gigantones. Hubo tres días de fiesta; tuvieron pulpito y altar los señores prebendados de particular; predicó el primer día el Sr. D. Francisco de Barredo, canónigo lectoral; el segundo el Sr. D. Francisco Pérez Baroja, canónigo magistral; el tercero el Sr. D. Ignacio Canseco, dignidad tesorero, todos prebendados de esta Santa Iglesia: asistió la música de ella; estuvieron las paredes del Campo muy bien colgadas y el retablo adornado de cornucopias. Se publicaron para estas funciones dos corridas de toros, y por motivos que no supimos de la ciudad con el presidente, se detuvieron; vino del consejo, a petición del presidente, que se desarmasen los tablados estando ya armados: se alborotaron todos porque habían concedido a la cofradía los balcones altos y las portadas; en fin, se compuso todo, y los toros que se habían de haber corrido el día 22 y 24 del dicho, se trasladaron al día 5 y 7 de Octubre: no concurrió gente y se perdieron los de los tablados, que no sacaron la mitad del dinero que los tenia de costa, y no quisieron dejar desamar los tablados, y hubo tablado que estuvo quince días armado, y dieron fiadores y no lo pudieron cobrar de provecho y perdieron mucho, y el señor presidente hizo alguna refracción a los de los tablados”.

Llegado el siglo XVIII se debilitó su función hospitalaria. Al beneficiarse de las gracias espirituales de la Basílica de San Giovanni in Laterano de Roma viene a convertirse en santuario de gran popularidad. A mediados de siglo, en el año 1746, el arquitecto Antolín Rodríguez llevó a cabo la casa del capellán y la sala de la cofradía. El hospital, como tal, desapareció en el siglo XVIII al incorporarse todos los existentes en Valladolid al Hospital General de la Resurrección. En 1819 ocuparon el edificio los frailes del Convento de San José de Mercedarios Descalzos, ya que su cenobio fue destruido por los franceses durante la Guerra de la Independencia. Allí se mantuvieron los religiosos hasta 1834, año en que lo abandonaron en virtud de la exclaustración. Al llegar la Desamortización, la iglesia pasó a servir como ayuda de parroquia de San Ildefonso y vinieron sosteniendo el culto en ella las Hermandades de la Virgen de las Mercedes y de San Ramón Nonato. Más tarde los Agustinos Filipinos adquirieron en propiedad la parte del edificio que sirvió primero de hospital y luego de convento.

El 2 de febrero de 1897, el cardenal arzobispo Antonio María Cascajares hizo donación de la iglesia a las religiosas del Instituto de María Reparadora, con objeto de que fundaran en Valladolid un convento de su Orden. El 16 de junio de ese año se hospedaron provisionalmente en la habitación principal izquierda y establecieron su capilla en la planta baja de la casa señalada entonces con la letra M, y luego hechas en la iglesia las obras necesarias, y edificado de nueva planta un convento de tres pisos a su entrada derecha, se instalaron en él definitivamente y abrieron la iglesia al culto el día 10 de marzo de 1899. Con tal motivo las imágenes de Nuestra Señora de las Mercedes y de San Ramón Nonato, así como la reliquia de éste y las Hermandades de sus advocaciones, fueron trasladadas a la parroquia de San Ildefonso. Entonces se dedicó el trono principal del retablo mayor a colocar en él el Santísimo Sacramento, bajo elegante pabellón de raso encarnado; y en el altar en que estaba San Ramón se puso a San Pedro Nolasco, cerrando el crucero con una artística verja de hierro. Entre 2011-2014 la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León la ha sometido a una profunda restauración que la ha dejado casi como nueva. Se procedió a la limpieza de la fachada, recuperación del rasante original, eliminación de la cubierta de tejas en una de las cornisas y recolocación de los remates de los chapiteles. En los los últimos años el Arzobispado ha cedido el uso de la iglesia al Camino Neocatecumental.



IGLESIA
En 1675 el arquitecto Juan Tejedor Lozano realiza los planos de la nueva iglesia, la cual fue llevada a cabo por Luis de Naveda y Antonio del Solar. Pero sería Matías Machuca el que en 1732 se comprometió a construir la fachada y el interior, ofreciendo al templo la unidad estilística que presenta, inaugurándose el 10 de septiembre de 1739. Uno de los grandes aciertos de Machuca fue el desviar la fachada, de manera que esta siguiera la línea del Paseo del Campo Grande.
La iglesia presenta planta de cruz latina, con crucero poco destacado. Su única nave está dividida en cinco tramos cortos por pilastras cajeadas, sobre las que corre una cornisa muy volada sobre ménsulas; en ella descansan los arcos fajones que soportan las bóvedas de medio cañón con lunetos decoradas profusamente con ornamentación barroca de motivos vegetales y geométricos, quebrados y mixtilíneos; en el tramo medial se ubicó el escudo imperial de Carlos V, con el águila de dos cabezas, para expresar el patronato regio. Completa el conjunto un coro alto a los pies, y la sacristía, la cual, que se abre al lado de la epístola del crucero, está cubierta con una bóveda esquifada sobre pechinas.

Sobre el crucero levanta una cúpula sobre pechinas decoradas con relieves en yeso policromado que representan a los arcángeles San Miguel, San Rafael, San Gabriel y el Ángel custodio. Son figuras extraordinariamente movidas y de calidad. En los extremos del crucero hay grandes ventanas flanqueadas por abultados relieves en yeso representando las personificaciones de las virtudes cardinales: Justicia, Prudencia (izquierda), Fortaleza y Templanza (derecha). Toda la cornisa exhibe ménsulas de hojarasca. Hace unos años se suprimió una ornamentación de rameados que discurría a lo largo de las pilastras. Todo el conjunto de yeserías que puebla la iglesia pertenecen a Matías Machuca, si bien desconocemos al escultor que modeló las interesantes efigies de los Arcángeles y las Virtudes cardinales.

San Miguel
San Gabriel
Las Virtudes Fortaleza y Templanza
Las Virtudes Justicia y Prudencia
La Virtud Templanza
Según las siempre sabias palabras del profesor Martín González se trata de una iglesia singular, apartada de los modelos convencionales vallisoletanos, especialmente en el diseño de la fachada y en la composición del retablo mayor, y que presenta una gran uniformidad y suntuosidad en el interior, luminoso y festivo.

FACHADA
La fachada es una de las más atractivas de Valladolid y se la considera la obra más genuinamente barroca de la ciudad, y a su vez una de las más bellas. Sin embargo, no a todos gustó, y a los que menos a los ilustrados. Antonio Ponz llegó a describirla como un “originalísimo aborto de la doctrina de Churriguera: especialmente la portada, que parece cosa de almacén de guerra, por una confusa ensalada de cañones, morteros, bombas, y otras extravagancias; pero esto logró aplauso, y procuraban ensañar a los forasteros; lo que no hubiera sucedido así, si desde luego se hubiera hablado con claridad, desacreditando semejante despropósito; pues el vulgo se forma según lo que oye, y le enseñan”. Pero no solo horrorizó a Ponz, otro historiador dijo de ella que la “fachada ha llamado siempre la atención por su rareza y depravado gusto. Se conoce que su autor, cuyo nombre se ignora, era decidido partidario del libre capricho en arquitectura; así es que puede servir de ejemplo a los que se dedican a tan noble profesión para demostrarles los abusos que engendra la imaginación, cuando no está contenida por los santos principios del arte”. Este tipo de fachada alabeada supone un tardío eco de la arquitectura de Borromini. Este movimiento no se ha podido trasladar al interior, donde Machuca sólo tuvo libertad para revestir con yeserías bóvedas y paredes.

Matías Machuca se obligó a construirla en piedra de Campaspero, si bien en el segundo cuerpo se habla de que emplearía “piedra, mampostería y ladrillo”. Teniendo en cuenta las formas tan salientes empleadas y la prolijidad de motivos decorativos, no extraña que utilice recursos para dar solidez a la construcción. En la primera cornisa las piedras se dispondrían a ritmo de tizón; se embetunarían las juntas, “amachambradas a media cola de milano embebida en el medio de la junta para que en ningún tiempo a la obra de abajo puedan ofender las aguas”. Las columnas quedarían “juntas con almas de hierro para seguridad y unión”.
La fachada se estructura a través de un gran cuerpo central de dos pisos con columnas abalaustradas y ricos capiteles tallados, ligeramente avanzado con referencia a los laterales formados por dos cubos decorados con pilastras cajeadas. La planta es muy movida con sus curvas y sus contracurvas. La decoración se concentra en la calle central, pero los volúmenes aparecen suavizados por una rica molduración cajeada. Este tipo de columna, que se colocan al bies y se molduran en forma bulbosa, surge por evolución de la abalaustrada del Renacimiento. La base se deforma como aplastada por el peso, como si fuera de materia blanda que se derrite.

La puerta es de medio punto con dovelas y enjutas valoradas con decoración floral de mucho relieve. Las dovelas se ornamentan con abultados motivos de follaje, sometidos al ritmo de curva y contracurva. Sobre el arco se dispone una decoración vegetal encima de la cual campean rollizos infantes. Sobre la clave se forma un gran penacho, que levanta la cornisa, formando un “tresavo”, un arco de tres lados. Una imposta moldurada que se quiebra en la línea de la clave separa los dos cuerpos. Ya en el segundo piso campea un gran escudo real, para manifestar el patronato regio, entre una rica decoración de guirnaldas, flores, trofeos militares y ángeles.

El ático es muy airoso y de forma abierta. En los extremos se disponen los campanarios, con su barandilla como mirador. En la parte central, como si se tratara de un tabernáculo, está la estatua de San Juan Bautista, en espacio perforado, para que penetre la luz. A los lados hay dos esculturas de la Caridad y la Fe. Todas estas imágenes se atribuyen al escultor cortesano, aunque nacido en Íscar (Valladolid) y con taller abierto en Salamanca, Alejandro Carnicero. Tampoco tendríamos que perder de vista el nombre de Pedro Bahamonde, el maestro que mejor esculpía por entonces la piedra en Pucela.

San Juan Bautista
La Caridad
La Fe

RETABLO MAYOR
Actualmente el único retablo que conserva el templo es el que preside su capilla mayor, a la cual se adapta perfectamente, formando una gran concavidad. Responde a un modelo arquitectónico de gran sencillez. Consta de banco, un solo cuerpo con tres calles flanqueadas por estípites y columnas con cabezas de serafines, y ático de remate semicircular. La calle central alberga un Crucificado (siglo XVI) realizado en pasta de caña de maiz; mientras que las laterales contienen las tallas de San José con el Niño y San Joaquín con la Virgen Niña. Por encima del hueco principal se sitúa un pequeño relieve de la Visitación, y ya en el ático un San Juan Bautista, y justo encima el escudo real. Desconocemos a los autores del ensamblaje y de las esculturas, las cuales denotan la mano de dos maestros diferentes puesto que San José y San Joaquín se realizarían ex profeso para el retablo, es decir, hacia 1745; mientras que el San Juan Bautista, que es pieza reutilizada, si bien el nicho se realizaría específicamente para él, datará del último cuarto del siglo XVII, encontrándose en la órbita de escultores como Juan Antonio de la Peña, Juan de Ávila y José de Rozas. Por su parte, el Crucifijo de papelón se colocaría en fechas recientes pues antiguamente ocupó ese sitio una escultura de Santiago (desconozco el motivo) y antes una Virgen de las Mercedes, si bien ignoramos cual fue la imagen primitiva que presidió el retablo.

ANÓNIMO. Crucifijo (siglo XVI)
San José con el Niño (h. 1745)
San Joaquín con la Virgen Niña (h. 1745)
La Visitación (h. 1745)
San Juan Bautista (último cuarto del siglo XVII)
Gracias a Ventura Pérez sabemos que el retablo se terminó de dorar en el año 1745, por lo que la arquitectura del retablo no datará de mucho antes teniendo en cuenta los elementos que lo conforman: “Año de 1745, a principios del mes de junio, se acabaron de dorar los retablos, sombreros de púlpito y pechinas de San Juan de Letrán”.

MEDALLONES DE LA VIDA DE SAN JUAN BAUTISTA
De las paredes de la nave y del crucero cuelgan grandes medallones ovalados de madera policromada. Tienen marcos dorados de hoja de laurel y rocallas. Realizados hacia el año 1780 por el mediocre escultor vallisoletano Claudio Cortijo, el último artífice barroco con el que contó la ciudad, consta que se policromaron en 1782. Estos ocho medallones, pintados con colores planos, contiene ocho episodios que abordan el ciclo de la vida de San Juan Bautista, patrón del templo:
Visión de Zacarías. Zacarías ataviado con vestiduras sacerdotales incienso ante el Arca de la Alianza. A la izquierda aparece el ángel anunciándole el mensaje, mientras que a la derecha varias personas esperan su salida del templo.
Nacimiento de San Juan Bautista. A la derecha aparece Santa Isabel acostada en el lecho, mientras dos mujeres ricamente vestidas cuidan del recién nacido.
Estancia en el desierto. Está sentado acariciando un cordero con la mano derecha, mientras mantiene levantado el brazo izquierdo. Va ataviado con un vestido de piel y manto rojo. Conforman el fondo palmeras y árboles.
Predicación. San Juan aparece de pie, portando su típico vestido de piel con el manto rojo en el suelo. Hay un cordero. Le escuchan dos hombres de pie y una mujer sentada con dos niños.

CLAUDIO CORTIJO. Visión de Zacarías
CLAUDIO CORTIJO. Nacimiento de San Juan Bautista
CLAUDIO CORTIJO. Estancia en el desierto
CLAUDIO CORTIJO. La predicación
Bautismo de Cristo. Juan está a la derecha de la escena mientras Cristo se arrodilla para ser bautizado.
San Juan encarcelado. Juan aparece conversando con sus carceleros. Al fondo, tras una ventana, aparecen las caras de dos discípulos, según la tradicional iconográfica.
La decapitación del Bautista. Mientas Salomé espera con la bandeja en las manos, el verdugo la entrega la cabeza que sostiene con el brazo izquierdo, mientras con la mano derecha sostiene una espada.
Entrega de la cabeza a Herodías. Herodes y su mujer están tras una mesa comiendo. Salome aparece de pie con la cabeza del Bautista en una bandeja. Un perro aparta la vista hacia el suelo para no ver la testa del Santo.

CLAUDIO CORTIJO. Bautismo de Cristo
CLAUDIO CORTIJO. San Juan encarcelado
CLAUDIO CORTIJO. La decapitación de San Juan Bautista
CLAUDIO CORTIJO. Entrega de la cabeza a Herodías

BIENES ARTÍSTICOS DESAPARECIDOS (RETABLOS, ESCULTURAS)
En los brazos del crucero existieron hasta no hace demasiado dos retablos barrocos. El de la Epístola lo ocupó una buena escultura de Cristo atado a la columna (siglo XVIII) de la que no sabemos nada, ni siquiera su aspecto. Posteriormente fue sustituido por un excelente Ecce Homo (162 cm) que primeramente fue atribuido a Francisco Alonso de los Ríos y actualmente a Alonso de Rozas. Figura de pie, con los brazos cruzado a la altura del pecho. Este Ecce Homo, que hoy en día se conserva en el Museo Diocesano de Valladolid, es muy similar al que actualmente procesiona en el paso del Despojo, el cual se asigna a Francisco Alonso de los Ríos y se sabe que procede del altar mayor de la capilla del Ecce Homo del Convento de Agustinos Recoletos. Este último Ecce Homo se colocó en el paso para suplir la figura original de Cristo que, tallada por Juan de Ávila, desapareció en un incendio acaecido en la iglesia penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno en 1799. Por su parte, el retablo del lado del Evangelio cobijaba una Virgen de la Soledad, de bastidores.

ECCE HOMO. Atribuido a Alonso de Rozas (Tercer cutro del siglo XVII). Museo Diocesano de Valladolid
Ya en el cuerpo de la iglesia existieron otros dos altares formados por un nicho abierto en la pared y sin retablo. Al lado de la Epístola había una magnífica escultura barroca de la Beata Mariana de Jesús (siglo XVIII), mientras que en el del Evangelio estaba un San Pedro Nolasco de la misma mano. Ambas obras eran tallas de tamaño natural y cuerpo entero. A los costados del presbiterio ocupan unas repisas dos Ángeles de cuerpo entero, esculturas bellísimas.
También tenemos noticia de que en el coro se hallaba un buen Crucifijo (siglo XVII), y otro Crucifijo (siglo XVIII) existió en la capilla privada de monasterio. Asimismo, también encontraron asiento en la iglesia unas tallas de la Virgen de las Mercedes y de San Ramón Nonato que, procedentes del Convento de la Merced Descalza (hay que recordar que los frailes mercedarios ocuparon la iglesia tras la destrucción de su cenobio a manos de los franceses), fueron a parar posteriormente a la iglesia de San Ildefonso, templo en el que se les perdió la pista, al igual que a sus retablos…

La Virgen de la Merced y San Ramón Nonato cuando se encontraban ya en la iglesia de San Ildefonso ¿Desaparecidos?. Fotografía obtenida del libro de María Antonia Fernández del Hoyo Patrimonio perdido: Conventos desaparecidos de Valladolid
BIBLIOGRAFÍA
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  • GONZÁLEZ GARCÍA-VALLADOLID, Casimiro: Valladolid, sus recuerdos y sus grandezas: religión, historia, ciencias, literatura, industria, comercio y política, Tomo II, Imprenta de Juan Rodríguez Hernando, Valladolid, 1900-1902.
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  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Arquitectura barroca vallisoletana, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1967.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Guías Artísticas de España: Valladolid, Aries, Barcelona, 1968.
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  • PÉREZ, Ventura: Diario de Valladolid (1885), Grupo Pinciano, Valladolid, 1983.
  • PONZ, Antonio: Valladolid en el “Viaje a España” (1783), Grupo Pinciano, Valladolid, 1993.
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