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jueves, 5 de enero de 2017

EL RETABLO MAYOR DE LA IGLESIA DE SAN PELAYO DE BARCIAL DE LA LOMA


En el pequeño pueblecito de Barcial de la Loma, enclavado en plena Tierra de Campos, se encuentra uno de los retablos más bellos del renacimiento vallisoletano, no solo por los relieves que lo ornan sino por su magnífica representación de San Pelayo y por su excelente Crucifijo, atribuido, ni más ni menos, que al gran Juan de Valmaseda, uno de los escultores castellanos de mayor trascendencia durante la primera mitad del siglo XVI. Es precisamente a este último maestro, o a algún escultor de su entorno, al que se atribuye la factura del retablo, creyéndose que fue realizado hacia el año 1525.
Se trata de un retablo típicamente plateresco por cuanto su distribución se efectúa mediante compartimentos bien establecidos. Consta de banco y tres cuerpos, con tres calles (la central más ancha y compuesta solo con dos amplias hornacinas) y dos entrecalles que, a modo de contrafuertes laterales, vienen a alterar la planitud del retablo, si bien le dotan de mayor profundidad por cuanto están más adelantadas. Dispone, asimismo, de guardapolvo salpicado de motivos vegetales. Todas las hornacinas del retablo, las cuales responden a dos tipologías (formato cuadrado para las del banco y las de las entrecalles, conteniendo en su interior; y formato rectangular en las calles extremas, conteniendo la figura en bulto redondo de un apóstol o santo), se hallan separadas mediante columnas abalaustras, que es otra característica típica de los retablos platerescos.

Empezando por el banco, observamos que hay seis cajas en las que figuran otros tantos relieves que representan a parejas de apóstoles afrontados de medio cuerpo. Cada santo sostiene su atributo más característico, por lo que su identificación no presenta problemas. Como ocurre en los cuerpos superiores, las hornacinas de las esquinas están más adelantadas con respecto al resto. Los relieves se hallan separados por pilastras con decoración a candelieri en su interior, y en algunos casos delante de estas se hallan columnas abalaustradas. De izquierda a derecha vemos a San Pedro y San Pablo, Santiago el Menor y San Simón, San Juan Evangelista y San Bartolomé, San Mateo y San Felipe, Santo Tomás y San Matías, y San Andrés y Santiago el Mayor. Los rostros de los apóstoles, que están individualizados, son de extraordinaria belleza, a lo que sin duda ha contribuido la carnación a pulimento. Cada pareja se mira entre sí, salvo la formada por San Juan Evangelista y San Bartolomé. En el centro del banco se halla el sagrario, que pertenece ya al siglo XVIII, al igual que la decoración de la hornacina principal del retablo.

San Pedro y San Pablo
Santiago el Menor y San Simón
Santo Tomás y San Matías
San Mateo y San Felipe
Pasando ya al primer cuerpo observamos en las calles laterales a San Sebastián, atado al árbol en el que fue asaeteado, con un exquisito tratamiento anatómico, y a San Roque, acompañado de su inseparable perro y mostrando la llaga de su pierna. En las entrecalles se hallan dos relieves alusivos a San Pelayo, que es a quien está dedicado el retablo y la iglesia. El del lado izquierdo se representa Martirio de San Pelayo, y en el de la derecha el de su Traslado de las reliquias de San Pelayo. El primero muestra el descuartizamiento del santo a manos de un esbirro que empuña un hacha. Las extremidades del santo van cayendo al suelo. Completan el conjunto otros cuatro sayones, con rostros fuertemente caracterizados, uno de los cuales sujeta al santo para que no escape. Por su parte, el Traslado de las Reliquias nos muestra a unos monjes benedictinos que portan las reliquias del santo en brazos, las cuales se hallan tapadas por una sábana dorada.

San Sebastián
San Roque
Martirio de San Pelayo
Traslado de las reliquias de San Pelayo
El segundo y tercer cuerpo presentan idéntica factura por cuanto en las entrecalles efigian distintos momentos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Así, en las calles extremas observamos a San Juan Bautista y San Juan Evangelista, y a Santa María Magdalena y Santa Margarita. Al igual que los apóstoles del banco, cada santo porta sus atributos; así, el Precursor aparece con el Agnus Dei y la vara crucífera, el Discípulo Amado con la perdida copa de veneno, Santa Margarita con un dragón a sus pies, y la Magdalena con el bote de perfumes con los que limpio el cadáver de Cristo. Los compartimentos ocupados por estas pequeñas esculturas van rematados en bóvedas aveneradas.

San Juan Bautista
San Juan Evangelista
Santa María Magdalena
Santa Margarita
Por su parte, las entrecalles presentan cuatro episodios de la Pasión, como ya hemos dicho, concretamente, la Flagelación y la Resurrección en el segundo cuerpo, y el Camino del Calvario y la Piedad en el tercero. La flagelación presenta a Cristo atado a una columna más alta que es, como es típico todavía de estos momentos, y dos sayones flagelándole a cada lado, dispuestos de manera simétrica. Éstos también poseen esa fealdad de la cual suelen hacer gala los personajes malignos, con exageradas deformaciones en las orejas, cara y nariz que le brindan un aspecto satánico. El relieve de la Resurrección presenta también una composición simétrica, en cuyo centro se halla Cristo de pie sobre su tumba, en una mano porta un estandarte y con la otra bendice. Los soldados que custodiaban su tumba se hallan dormidos o despertándose, mientras que otros dos quedan sorprendidos por el milagro. El Camino del Calvario presenta a un Jesús sufriente que arrastra a duras penas la cruz a cuestas auxiliado por el Cirineo. Su paso se ve interrumpido por los sayones que le pegan y azotan. Finalmente, la Piedad es uno de los relieves más bellos. El cuerpo muerto de Cristo reposa levemente sobre las rodillas de la Virgen, la cual apenas alcanza a agarrarle puesto. Completan el conjunto San Juan Evangelista a la izquierda y la Magdalena con el pomo de perfumes a la derecha. Estos dos últimos personajes presentan rostros muy similares, y dolientes, al igual que el de la Virgen.

Resurrección
Camino del Calvario
Piedad
Completan el retablo las dos grandes hornacinas que ocupan la calle central. Se trata de San Pelayo, en la inferior, y el Calvario, en la superior. La hornacina principal del retablo fue reformada a mediados del siglo XVIII, momento en el que se harían la custodia y mesa de altar. Esta caja posee decoración de rocallas y en la parte superior una medalla en la que figuran los atributos de San Pelayo: la espada con la que fue degollado y la palma que le acredita como mártir. La monumental escultura de San Pelayo es casi de tamaño natural y va ataviada con armadura y cota de malla de aspecto medieval, en elegante postura diríase de lucimiento ante el espectador al mantener el brazo izquierdo en jarra, la mano derecha blandiendo una espada y las piernas en contraposto, es decir, una flexionada en descanso y la otra rígida sobre la que recae el peso del cuerpo. El semblante es hierático, pero de dulces facciones y belleza juvenil. Realza su protagonismo la decoración del encasamiento que le cobija y, concretamente, el enorme dosel de abigarradas cresterías que, incluso, invade completamente el segundo cuerpo.
San Pelayo
Separado por una línea de entablamento decorada con cuatro cabezas aladas de angelotes hallamos el Calvario, aunque no es el original del retablo puesto que el Crucifijo primitivo se halla actualmente presidiendo un retablo que se halla en una capilla abierta a la iglesia en el lado de la epístola del crucero. El Crucifijo que hoy en día forma parte del Calvario es un ejemplar posterior, del primer cuarto del siglo XVII. La amplitud de la hornacina que exhibe el Calvario es tal que invade el ático, configurando una especie de medio ático en cuyos lados destacan aletones con volutas. El Crucifijo original del retablo ya fue atribuido a Valmaseda por Camón Aznar, si bien Martín González y Portela Sandoval opinan que es obra de algún seguidor. Sea obra suya o de su entorno, el caso es que emparenta con los calvarios que el escultor alavés tallara para el retablo mayor de la Catedral de Palencia o para una de las capillas de la girola de la Catedral de León.

¿JUAN DE VALMASEDA?. Crucifijo del retablo de Barcial de la Loma
JUAN DE VALMASEDA. Calvario de la Catedral de León
JUAN DE VALMASEDA. Calvario del retablo mayor de la Catedral de Palencia
BIBLIOGRAFÍA
  • MARTÍN JIMENEZ, Carlos Manuel y MARTÍN RUIZ Abelardo: Retablos Escultóricos: renacentistas y clasicistas, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2010.
  • URREA FERNÁNDEZ, Jesús (coord.): Patrimonio restaurado de la provincia de Valladolid 1997-2003. Del olvido a la memoria (vol. 1). Pintura y Escultura, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2008.
  • URREA FERNÁNDEZ, Jesús y BRASAS EGIDO, José Carlos: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XII. Antiguo partido judicial de Villalón, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1981.

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