En
el pequeño pueblecito de Barcial de la Loma, enclavado en plena Tierra de
Campos, se encuentra uno de los retablos más bellos del renacimiento
vallisoletano, no solo por los relieves que lo ornan sino por su magnífica
representación de San Pelayo y por su excelente Crucifijo, atribuido, ni más ni
menos, que al gran Juan de Valmaseda, uno de los escultores castellanos de
mayor trascendencia durante la primera mitad del siglo XVI. Es precisamente a
este último maestro, o a algún escultor de su entorno, al que se atribuye la
factura del retablo, creyéndose que fue realizado hacia el año 1525.
Se
trata de un retablo típicamente plateresco por cuanto su distribución se
efectúa mediante compartimentos bien establecidos. Consta de banco y tres
cuerpos, con tres calles (la central más ancha y compuesta solo con dos amplias
hornacinas) y dos entrecalles que, a modo de contrafuertes laterales, vienen a
alterar la planitud del retablo, si bien le dotan de mayor profundidad por cuanto están
más adelantadas. Dispone, asimismo, de guardapolvo salpicado de motivos
vegetales. Todas
las hornacinas del retablo, las cuales responden a dos tipologías (formato
cuadrado para las del banco y las de las entrecalles, conteniendo en su
interior; y formato rectangular en las calles extremas, conteniendo la figura
en bulto redondo de un apóstol o santo), se hallan separadas mediante columnas
abalaustras, que es otra característica típica de los retablos platerescos.
Empezando
por el banco, observamos que hay seis cajas en las que figuran otros tantos
relieves que representan a parejas de apóstoles afrontados de medio cuerpo.
Cada santo sostiene su atributo más característico, por lo que su
identificación no presenta problemas. Como ocurre en los cuerpos superiores,
las hornacinas de las esquinas están más adelantadas con respecto al resto. Los
relieves se hallan separados por pilastras con decoración a candelieri en su
interior, y en algunos casos delante de estas se hallan columnas abalaustradas. De izquierda a derecha vemos a San Pedro y San Pablo, Santiago el Menor y San Simón, San Juan
Evangelista y San Bartolomé, San Mateo y San Felipe, Santo Tomás y
San Matías, y San Andrés y Santiago el
Mayor. Los rostros de los apóstoles, que están individualizados, son de
extraordinaria belleza, a lo que sin duda ha contribuido la carnación a
pulimento. Cada pareja se mira entre sí, salvo la formada por San Juan
Evangelista y San Bartolomé. En el centro del banco se halla el sagrario, que
pertenece ya al siglo XVIII, al igual que la decoración de la hornacina
principal del retablo.
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San Pedro y San Pablo |
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Santiago el Menor y San Simón |
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Santo Tomás y San Matías |
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San Mateo y San Felipe |
Pasando
ya al primer cuerpo observamos en las calles laterales a San Sebastián, atado al árbol en el que fue asaeteado, con un
exquisito tratamiento anatómico, y a San
Roque, acompañado de su inseparable perro y mostrando la llaga de su
pierna. En las entrecalles se hallan dos relieves alusivos a San Pelayo, que es
a quien está dedicado el retablo y la iglesia. El del lado izquierdo se representa
Martirio de San Pelayo, y en el de la
derecha el de su Traslado de las
reliquias de San Pelayo. El primero muestra el descuartizamiento del santo
a manos de un esbirro que empuña un hacha. Las extremidades del santo van
cayendo al suelo. Completan el conjunto otros cuatro sayones, con rostros fuertemente
caracterizados, uno de los cuales sujeta al santo para que no escape. Por su
parte, el Traslado de las Reliquias nos muestra a unos monjes benedictinos que
portan las reliquias del santo en brazos, las cuales se hallan tapadas por una
sábana dorada.
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San Sebastián |
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San Roque |
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Martirio de San Pelayo |
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Traslado de las reliquias de San Pelayo |
El
segundo y tercer cuerpo presentan idéntica factura por cuanto en las
entrecalles efigian distintos momentos de la Pasión, Muerte y Resurrección de
Jesús. Así, en las calles extremas observamos a San Juan Bautista y San Juan
Evangelista, y a Santa María
Magdalena y Santa Margarita. Al
igual que los apóstoles del banco, cada santo porta sus atributos; así, el
Precursor aparece con el Agnus Dei y la vara crucífera, el Discípulo Amado con
la perdida copa de veneno, Santa Margarita con un dragón a sus pies, y la Magdalena
con el bote de perfumes con los que limpio el cadáver de Cristo. Los
compartimentos ocupados por estas pequeñas esculturas van rematados en bóvedas aveneradas.
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San Juan Bautista |
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San Juan Evangelista |
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Santa María Magdalena |
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Santa Margarita |
Por
su parte, las entrecalles presentan cuatro episodios de la Pasión, como ya
hemos dicho, concretamente, la Flagelación
y la Resurrección en el segundo
cuerpo, y el Camino del Calvario y la
Piedad en el tercero. La flagelación
presenta a Cristo atado a una columna más alta que es, como es típico todavía
de estos momentos, y dos sayones flagelándole a cada lado, dispuestos de manera
simétrica. Éstos también poseen esa fealdad de la cual suelen hacer gala los
personajes malignos, con exageradas deformaciones en las orejas, cara y nariz
que le brindan un aspecto satánico. El relieve de la Resurrección presenta
también una composición simétrica, en cuyo centro se halla Cristo de pie sobre
su tumba, en una mano porta un estandarte y con la otra bendice. Los soldados
que custodiaban su tumba se hallan dormidos o despertándose, mientras que otros
dos quedan sorprendidos por el milagro. El Camino del Calvario
presenta a un Jesús sufriente que arrastra a duras penas la cruz a cuestas
auxiliado por el Cirineo. Su paso se ve interrumpido por los sayones que le
pegan y azotan. Finalmente, la Piedad es uno de
los relieves más bellos. El cuerpo muerto de Cristo reposa levemente sobre las
rodillas de la Virgen, la cual apenas alcanza a agarrarle puesto. Completan el
conjunto San Juan Evangelista a la izquierda y la Magdalena con el pomo de
perfumes a la derecha. Estos dos últimos personajes presentan rostros muy
similares, y dolientes, al igual que el de la Virgen.
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Resurrección |
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Camino del Calvario |
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Piedad |
Completan
el retablo las dos grandes hornacinas que ocupan la calle central. Se trata de
San Pelayo, en la inferior, y el Calvario, en la superior. La hornacina principal
del retablo fue reformada a mediados del siglo XVIII, momento en el que se
harían la custodia y mesa de altar. Esta caja posee decoración de rocallas y en
la parte superior una medalla en la que figuran los atributos de San Pelayo: la
espada con la que fue degollado y la palma que le acredita como mártir. La
monumental escultura de San Pelayo es
casi de tamaño natural y va ataviada con armadura y cota de malla de aspecto
medieval, en elegante postura diríase de lucimiento ante el espectador al
mantener el brazo izquierdo en jarra, la mano derecha blandiendo una espada y
las piernas en contraposto, es decir, una flexionada en descanso y la otra rígida
sobre la que recae el peso del cuerpo. El semblante es hierático, pero de
dulces facciones y belleza juvenil. Realza su protagonismo la decoración del
encasamiento que le cobija y, concretamente, el enorme dosel de abigarradas
cresterías que, incluso, invade completamente el segundo cuerpo.
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San Pelayo |
Separado
por una línea de entablamento decorada con cuatro cabezas aladas de angelotes hallamos
el Calvario, aunque no es el original del retablo puesto que el Crucifijo
primitivo se halla actualmente presidiendo un retablo que se halla en una
capilla abierta a la iglesia en el lado de la epístola del crucero. El
Crucifijo que hoy en día forma parte del Calvario es un ejemplar posterior, del
primer cuarto del siglo XVII. La amplitud de la hornacina que exhibe el Calvario
es tal que invade el ático, configurando una especie de medio ático en cuyos
lados destacan aletones con volutas. El Crucifijo original del retablo ya fue
atribuido a Valmaseda por Camón Aznar, si bien Martín González y Portela
Sandoval opinan que es obra de algún seguidor. Sea obra suya o de su entorno,
el caso es que emparenta con los calvarios que el escultor alavés tallara para
el retablo mayor de la Catedral de Palencia o para una de las capillas de la
girola de la Catedral de León.
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¿JUAN DE VALMASEDA?. Crucifijo del retablo de Barcial de la Loma |
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JUAN DE VALMASEDA. Calvario de la Catedral de León |
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JUAN DE VALMASEDA. Calvario del retablo mayor de la Catedral de Palencia |
BIBLIOGRAFÍA
- MARTÍN
JIMENEZ, Carlos Manuel y MARTÍN RUIZ Abelardo: Retablos Escultóricos:
renacentistas y clasicistas, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2010.
- URREA
FERNÁNDEZ, Jesús (coord.): Patrimonio
restaurado de la provincia de Valladolid 1997-2003. Del olvido a la memoria
(vol. 1). Pintura y Escultura, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2008.
- URREA
FERNÁNDEZ, Jesús y BRASAS EGIDO, José Carlos: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XII. Antiguo
partido judicial de Villalón, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1981.
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