El
presente conjunto es el paso más antiguo de Semana Santa que conocemos de
Gregorio Fernández. Tan solo conocemos un paso procesional anterior a este: San
Martín y el pobre, aunque en este caso no era utilizado para la Semana Santa.
El paso se custodia durante todo el año en la “Sala de Pasos” del Museo
Nacional de Escultura, desfilando en la mañana del Viernes Santo en el Sermón
de Las Siete Palabras y por la tarde en la Procesión General de la Sagrada
Pasión del Redentor.
Este
paso supuso un paso más dentro del camino de renovación de los pasos
procesionales vallisoletanos comenzado por Francisco del Rincón en la Elevación de la Cruz. Si Rincón había introducido
las figuras de tamaño natural completamente talladas en madera, Gregorio
Fernández con Sed Tengo revoluciona
el mundo de los pasos vallisoletanos, puesto que realiza unas esculturas
notablemente mayores que las realizadas por Rincón, además de introducir un
plus de atrevimiento al situar una figura en lo alto de la escalera por encima
de la cruz. El “teatralismo” barroco ha llegado a las calles de Valladolid,
unos años después éste llegará a su cénit con el Descendimiento de la Cofradía de la Vera Cruz.
El
grupo presenta una composición piramidal, centrada en Cristo Crucificado, uno
de los mejores que salieron del taller de Gregorio Fernández. La composición se
continúa con el sayón de la esponja, una de las mejores piezas de este tipo
realizadas por Gregorio Fernández, y un soldado vestido con armadura, al que se
llama sayón del caldero por el recipiente que lleva en su mano izquierda para
contener el vinagre con que se impregnó la esponja. Los brazos levantados de
ambas figuras y los instrumentos que sujetan, respectivamente la caña con la
esponja y una lanza, enmarcan y conducen visualmente al espectador hacia el
Crucificado, coronando la composición la figura de otro sayón encaramado a una
escalera para colocar el letrero del INRI.
Por
otra parte, en primer término se desarrolla el sorteo de las vestiduras,
escenificado a través de dos sayones que se juegan a los dados las vestiduras del
Crucificado. Estos personajes de caricaturescas fisionomías, torvos gestos e
indumentaria a la moda de la época, evidencian una alta calidad artística,
reflejada en dinámicas pero equilibradas actitudes, inmejorable tratamiento
anatómico y acertada expresividad.
El
que se encuentra rodilla en tierra está lanzando los dados con un cubilete, es
denominado en la documentación como el descalabrado, por la gran herida que
muestra en la parte posterior de su cabeza con la que se trata de reflejar el
carácter pendenciero y la brutalidad de los personajes que maltrataron a
Cristo. En el lado izquierdo, la figura encorvada señalando los dados, con el
jubón a medio poner tras acabar su trabajo en la Crucifixión, muestra una mayor
calidad en la definición del rostro y en la disposición de la figura,
probablemente inspirada en un grabado como el de Johan Sadeler del Camino del Calvario, en el que aparece
en primer plano un sayón con el mismo tipo de gorra y una actitud similar.
Desde
el punto de vista iconográfico interesa destacar el momento concreto elegido
por la cofradía para representar la escena. Se trata del instante posterior a
la Elevación, con Cristo aún vivo, con las manos crispadas tras ser clavadas a
la cruz y acompañado por cinco sayones que realizan diferentes acciones
recogidas en los Evangelios. No es casual que en una Cofradía de Jesús Nazareno
los únicos que rodean a Cristo, tanto en este paso como en el del Redopelo, son sus verdugos,
contradiciendo a la inmensa mayoría de representaciones artísticas en las que
aparecen la Virgen y San Juan al pie de la cruz. Si a esto sumamos que el otro
paso que poseía la cofradía era el de Jesús
Nazareno, nos lleva a pensar que todo el culto estaba centrado en el
Nazareno.
HISTORIA
En
cabildo celebrado por la Cofradía de Jesús Nazareno el 17 de abril de 1612
Pedro Márquez, maestro pasamanero, en nombre de los maestros de su gremio,
ofrece a la cofradía como limosna un paso compuesto por tres figuras (un Crucificado y dos sayones). Gracias al acta del cabildo anterior, de 14 de abril,
sabemos que este nuevo paso se estrenaba en la procesión de ese mismo año.
Todo
indica que desde el primer momento se pensó en un conjunto de mayores
dimensiones, que posteriormente se terminaría completando. No resulta lógico
que se estimara suficiente un paso compuesto solamente por tres figuras, cuando
se contaba en la ciudad con precedentes inmediatos tan numerosos como el paso
de la Elevación, realizado por Francisco Rincón para la cofradía de la Pasión.
De la lectura de un acta del cabildo de 27 de febrero de 1616, parece deducirse
que en los años inmediatos se continuó trabajando en el paso: “que en el año seiscientos y doce los señores
pasamaneros desta ciudad abian dado de limosna a esta santa cofradía el paso de
cristo con dos sayones y que para efecto de lo acabar esta santa cofradia les
abia prestado setecientos reales y que rrespeto de tienpos tan esteriles no
podían cumplir y hera bien desde luego se les perdonase a los dichos señores
pasamaneros lo que esta santa cofradia les abia prestado”.
No
queda claro en este documento si el paso tenía ya más figuras o sólo estas
tres, o si el préstamo había sido para terminar de pagar el paso o para
completarlo ampliándolo con más sayones; esto es así, porque en 1662 se le
llama “Paso Grande”, lo que indica
claramente que debía contar con más figuras.
En
1676 la cofradía se traslada desde el Convento de San Agustín, donde había
nacido la Hermandad, a su propia iglesia penitencial, momento en el cual los
frailes Agustinos reclaman la propiedad de los “pasos”, iniciándose un pleito
ante el Nuncio Apostólico, quien finalmente ordenó la devolución de los pasos
al convento.
Al
no tener Crucificado, la cofradía decide encargar al escultor Juan Antonio de
la Peña “hacer una hechura de un Santo
Cristo de bulto al expirar, desnudo, de dos varas y cuatro dedos de alto”,
contrato que se firmó el 10 de febrero de 1684. Esta imagen es la hoy conocida
como Santísimo Cristo de la Agonía.
Junto
con el Cristo, tenemos también constancia que se devolvieron al convento los sayones
del rótulo y de la esponja. Gracias a la investigación de Filemón Arribas, se
conocen las largas gestiones que fructificaron en 1717 con la nueva adquisición
de ambas esculturas al boticario Andrés Urbán, a quien se las había entregado
el convento a cambio de la condonación de una deuda. Como se ha observado en
diferentes ocasiones, estas dos figuras ofrecen un estilo diferente al resto de
los sayones (tienen proporciones más alargadas, con cabezas más pequeñas y
rasgos más marcados y expresivos; igualmente presentan poses más rebuscadas) lo
que unido a su mayor calidad, particularmente notable en el elegante sayón de
la esponja, invita a pensar que fueron las piezas que acompañaron al
Crucificado desde el primer momento y también las más cercanas a la labor
personal del maestro.
De
esta manera el paso contó desde este momento con la composición que actualmente
vemos: el Crucificado, en este caso el de Juan Antonio de la Peña, y los cinco
sayones.
Los
indicios documentales parecen señalar que la cofradía no fue obligada a
devolver los otros tres sayones. Al menos tenemos certeza que en 1699 se
encontraban en la cofradía, donde fueron reparados recomponiendo diferentes
partes y recibiendo nueva policromía en las encarnaciones por parte del pintor
José Díez de Prado. Probablemente, el hecho de que la cofradía perdonara al
gremio de los pasamaneros un préstamo para terminar el paso, les confirió unos
derechos de propiedad que mantuvieron tras la escisión del convento. El aspecto
menos estilizado de estas tres figuras con respecto a los dos sayones
anteriores y la menor expresividad de sus rostros, particularmente notable en
los sayones de la lanza y el descalabrado, se han justificado con una mayor
colaboración del taller, que por otro lado es habitual en otros pasos
realizados por Gregorio Fernández.
En
el año 1842 se retiran de la iglesia de Jesús ocho figuras de sayones que son
trasladadas al actual Museo Nacional de Escultura y aunque no se detallan, se
supone que fueran las que componían el “Paso
Grande” (5) y el del Despojo (3).
Recapitulando:
Esculturas
realizados en 1612: Crucificado, Sayón del rótulo, Sayón de la esponja.
Esculturas realizadas en 1616: Sayón de la lanza, Sayón de los dados, Sayón “descalabrado”
PROBLEMAS
Dos
problemas se plantean en relación a este paso:
¿En
qué fecha se hacen las otras tres figuras?
Filemón
Arribas fue el primero en relacionar este paso con Gregorio Fernández, opinión
que a día de hoy es incuestionable. Jesús Urrea aporta un dato que lo refuerza:
el 14 de agosto de 1612, varios pasamaneros, entre los que se encuentra Pedro
Márquez, reconocen una deuda de 50 ducados a favor de Gregorio Fernández;
aunque no se indica el motivo de dicha deuda, Urrea supone que se refiere al
pago del paso que los del gremio habían ofrecido a la cofradía de Jesús
Nazareno. Las dos figuras entregadas en 1612 deben ser el sayón del rótulo y el de la esponja, pues estilísticamente
corresponden a la labor de Gregorio Fernández en estas fechas.
Las
otras tres esculturas poseen un estilo algo más evolucionado dentro de la
producción de Fernández; no se cree que, en ningún caso, se pueda considerar
que son obras posteriores a 1678, y quizá, haya que relacionar con ellas el
perdón de la cofradía, en 1616, de la deuda de los pasamaneros, en razón a que
el préstamo se había hecho “para efecto
de lo acavar”, entendiéndose que era para acabar el paso. Aunque se haya
hecho este grupo en dos momentos, el conjunto presenta unidad de composición.
¿Cuál
era el Crucificado que presidia el paso?
El
Crucificado realizado en el año 1612 siguió siendo procesionado en el paso
hasta su pérdida por la sentencia favorable al Convento de San Agustín; por
este motivo se encargó a Juan Antonio de la Peña, en 1684, otra imagen que lo
sustituyera. De este modo, la talla de Cristo en la cruz, a la que la comunidad
agustina siempre tuvo una particular devoción, quedó en el convento hasta su
traslado al Museo después de la desamortización, donde curiosamente al cabo del
tiempo volvió a ser incorporado a su destino original.
En
la Historia de Valladolid redactada por Manuel Canesi en 1750 se alude al
Crucificado cuando habla de que los religiosos habían vendido las figuras de
los pasos a la cofradía, “y solo una se
alla en el Claustro que la Cofradía ya la avia hecho nueba”. Dicho Cristo
estaba en una capilla junto al púlpito. Del Convento de San Agustín se
desamortizó, en 1836, entre otras cosas, “un
Crucifijo grande de tamaño natural”, que con toda probabilidad fuera el
Crucificado primitivo del paso.
Cristo de la Agonia (Juan Antonio de la Peña, 1684) |
Cuando
Agapito volvió a montar de nuevo el grupo procesional, como el Cristo tallado
por Juan Antonio de la Peña seguía en la iglesia de Jesús Nazareno, lo
sustituyó por otra imagen que había en el Museo y que pensaba erróneamente que
procedía del paso del Longinos de la cofradía de la Piedad. El error era
iconográfico, puesto que Cristo está representado vivo y cuando le clavaron la
lanza había muerto ya. Esta forma de representación no es usual en Castilla,
como señala Martín González, refiriéndose al Crucificado de Juan Antonio de la
Peña, imagen que, con muchas simplificaciones, recuerda el modelo de la
escultura que actualmente está colocada en el paso.
Finalmente
se comprobó como la imagen custodiada en un principio en el Convento de San
Agustín y posteriormente en el Museo Nacional de Escultura es la original del
paso. Para llegar a dicha conclusión se realizó un estudio estilístico,
comprobándose que la fecha en que pudo ser tallada y la gubia que insinuaba
coincidían con el del resto de imágenes del conjunto.
ESCULTURAS
QUE LO INTEGRAN
Cristo
Crucificado (CE0525) 2,16 m. x 1,71 m. x 0,50
m.
Siempre
se ha considerado como obra relacionada con el maestro, en mayor o menor grado.
En la actualidad no hay dudas acerca de su autoría. Su ejecución se fecha en
torno a 1610-1612, puesto que su anatomía es aún blanda, con pelo y barba de
rizos suaves, y el paño de pureza no está dominado por los pliegues
acartonados. Técnicamente parece próximo al Crucificado de Laguna de Duero (no
posterior a 1610).
La
figura de Cristo es una imagen llena de plasticidad, de tamaño mayor al natural
(1,90 m.), con un cuerpo bellamente modelado y con abundancia de sangre sobre
todo en rodillas y cara. En aquéllas presenta, además, grandes moratones.
Encarnación mate, ojos de cristal, heridas con pellejos; paño de pureza de
color verde.
Su
cara tiene una expresiva mirada de dolor, su pelo es caído sobre los hombros,
pelo y barba de rizos suaves. La corona de espina es natural, sin estar tallada
sobre la cabeza. De piel bastante blanca, tiene el importante rasgo de ser un
Cristo vivo, es decir, no tener atravesado el costado derecho por la lanza.
Tiene los dedos claramente abiertos y en tensión, en clara convulsión de dolor.
El paño de pureza posee ligeros pliegues y el nudo con los bordes sueltos al
aire, está anudado a la cadera derecha. Tiene muy marcadas las señales de las
cuerdas en muñecas y tobillos. La cabeza la tiene ladeada hacia el lado derecho
y mira hacia abajo a la esponja que le presenta uno de los sayones.
Sayón
del rótulo o de la escalera (CE0526) 1,80 m. x
0,88 m. x 1 m.
Se
encuentra encaramado a la escalera, en posición movida y atrevida. Con su mano
derecha en alto sostienen un martillo con el que está clavando en la cruz el
letrero con el motivo de la condena, INRI. Presenta la boca entreabierta
denotando esfuerzo, nariz corva. Gorro rojo y borde de dos vueltas, de perfil recortado, en
color blanco. Jubón verde y
debajo chaleco rojo, ajustándose con cintillo. Desnudo el brazo derecho, que
sostenía el martillo. Calzón verde, con acuchillados. Botas altas, ceñidas a la
forma de la pierna.
Cuando
Agapito y Revilla realizó la reconstrucción del paso lo colocó en una escalera
baja y apoyando un pie en el suelo. Como ya supuso Arribas, y comprobó Martín
González por la descripción de Canesi (“y
un judío clavando el rótulo en lengua hebrea, griega y latina, y dos sayones
partiendo la túnica y jugándose los dados”), su situación correcta es
asomando por encima del Crucificado.
Sayón
de la esponja (CE0527) 2,34 m. x 0,72 m. x 0,96
m.
Situado
a la derecha de Jesús, le acerca una esponja clavada en la punta de una lanza,
lo que da lugar al nombre de la escena “Sed Tengo”. Este sayón mide 2,34 m. Con
una mano sostiene la lanza, cuya punta sujeta la esponja, hacia lo alto.
Estupenda
cabeza, de blando modelado. Ceñudo aspecto, nariz corva, mostacho de puntas
recurvadas. Mira con fijeza a Cristo. Tiene bigote y perilla. Gorro rojo, con borde dentado y borlas en la
parte posterior. Jubón de color ocre y
camisa blanca asomando por la abertura delantera. Calzón verde, sujeto con
agujetas al jubón; baja hasta la media pierna y luce acuchillados. Botas altas,
caídas, luciendo las piernas desnudas. Mangas acuchilladas y brazos desnudos.
Sayón
de la lanza o del caldero (CE0528) 2,20 m. x
0,62 m. x 1,08 m.
Aparece
de pie, con la pierna izquierda adelantada con una lanza en su mano derecha que
alza hacia Jesús, mientras en la mano izquierda sostienen un caldero con la
“posca” o líquido con vinagre, para impregnar la esponja. Se cubre con gorra.
Tiene mostacho, perilla y un mechón en la frente. Coraza verde con hombreras.
Mangas verdes, con acuchillados de color rojo y botones muy prominentes. Calzón
rojo, con acuchillados y borde denticular. Bragueta con botonadura prominente.
Calza botas altas y calzas verdes dejando éstas la entrepierna al descubierto.
Sayón
descalabrado (CE0529) 1,37 m. x 0,58 m. x 1,50
m.
Se
le llama de esta suerte en los papeles de la cofradía, debido a una herida
cicatrizada que presenta en la parte posterior de la cabeza, con pérdida de masa
del cabello. Está con la rodilla derecha en tierra, en la misma actitud del
sayón anterior, repartiéndose la túnica. Con la mano izquierda sostienen el
cubilete de los dados, mientras que con la derecha señala la suerte. Grandes
mostachos. Lleva calzones verdes acuchillados hasta las rodillas. Calza botas
que dejan ver las piernas desnudas. Jubón rojo sujeto con correa; grandes
hombreras.
Sayón
de los dados (CE530) 1,88 m. x 1,10 m. x 1,07
m.
Aparece
en primer término, a la derecha de Cristo, está de pie con su brazo y mano
extendida en clara intención de lanzar los dados. Figura de elegantísima
composición. Rostro ceñudo, pero blando. Soberbias manos, en actitud expresiva.
Magnifico equilibrio de la figura, colocada de forma inestable. Pese a la vulgar
condición del personaje, ennoblecido con elegantísima composición.
La
cabeza la cubre con un gorro verde con adornos rojos. Tiene gran actitud
expresiva y presenta un magnífico equilibrio en la figura al tirar los dados al
suelo, sorteándose la túnica de Jesús. El imaginero ha querido acentuar el
gesto del sayón incrustándole una cicatriz en su mejilla derecha. Destaca la
diferencia que guarda su desaliñado atuendo con la elegancia y bizarría de su
oponente en el juego.
Viste
gorra, jubón, con la espalda al aire y un brazo descubierto. Calzón hasta media
pierna y sandalias. Gorro verde, a modo de birretina, con adorno de
acuchillados de color rojo. Jubón de color marrón con hombreras. Cuelga la
manga derecha y asoma la camiseta. Calzón de color verde, con abundantes
acuchillados. Encarnación mate.
BIBLIOGRAFÍA
- ARRIBAS ARRANZ, Filemón: La Cofradía Penitencial de N.P. Jesús Nazareno de Valladolid, Imprenta y librería Casa Martín, Valladolid, 1946.
- MARTÍ Y MONSÓ, José: Estudios histórico-artísticos relativos principalmente a Valladolid: basados en la investigación de diversos archivos, Imprenta de Leonardo Miñón, Valladolid, 1898-1901.
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: El escultor Gregorio Fernández, Ministerio de Cultura, Madrid, 1980.
- WEB DEL MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA
No hay comentarios:
Publicar un comentario