Hoy
vamos a tratar sobre una de las artistas vallisoletanas más importantes de la
segunda mitad del siglo XX. Una paisajista muy interesante, cuya obra
desconocía hasta que el Museo de la Universidad de Valladolid (MUVa) organizó
una exposición con su obra. Sin duda su obra merece difundirse lo máximo
posible. Los textos están recogidos del catálogo de aquella preciosa
exposición. Hay que saludar la iniciativa de este museo por ir realizando
exposiciones sobre artistas vallisoletanos muy poco conocidos para el público
en general.
Nació
en 1926 en Valladolid. Su afición por el dibujo empezó siendo aún muy pequeña,
y a los siete años comenzó sus primeras lecciones, dirigidas desde Madrid por
su profesor Timoteo Pérez Rubio (1896-1977). Compaginó sus estudios de
colegiata, piano y francés con la carrera artística que había elegido. Al
estallar la guerra civil quedó incomunicada con Madrid, perdiendo todo contacto
con su profesor de dibujo, y su carrera artística se suspende momentáneamente.
Finalizada
la contienda tomó contacto con el gran dibujante y cartelista José Picó Mitjans
(1904-1991) que se convirtió en su profesor. Sus primeras lecciones fueron
estudiar a fondo la perspectiva, tan necesaria para poder pintar del natural un
paisaje, un interior o cualquier otro asunto. Tenía idea de ser artista
publicitaria y Picó le mandó hacer numerosos ejercicios de publicidad, al mismo
tiempo que sentía gran atracción por las lecciones de paisaje, pues desde muy
niña había salido al campo y estaba acostumbrada a ver y pisar la paramera
castellana, contemplar el verdor de los pinares y conocer los pueblos.
La
primera vez que hizo un apunte de paisaje, a lápiz, fue en Las Moreras. Su
profesor le había indicado que metiera en las carpetas, junto a los blocs, un
cartón donde previamente hiciera una abertura rectangular de 10 x 7 cm,
aproximadamente, ajustando dos hilos, uno vertical y otro horizontal, cruzados
en el centro del espacio vacío, que representarían los dos ejes del dibujo en
altura y anchura. Así, colocándose el visor ante los ojos, le sería mucho más
fácil encuadrar el motivo. Aquel Rincón
del Cubo lo llegó a realizar a plumilla y lo presentó a un concurso
infantil de dibujo organizado por El
Norte de Castilla, en donde se lo publicaron.
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Abril en Castilla |
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Almendros |
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Bocetos |
A
partir de entonces, se preocupó por conocer qué era lo que los artistas locales
llevaban a los certámenes. La organización “Educación y Descanso” preparaba
exposiciones y, a la organizada por la Obra Sindical, presentó un bodegón que
colgaron junto a obras de artistas tan prestigiosos como Maffei, Mucientes o
Capuletti. Después acudió a otras y prosiguió haciendo carteles publicitarios.
A la III Exposición Nacional de Arte, organizada en Madrid por la Obra
Sindical, envió un cuadro, seleccionado entre cerca de mil, titulado Caserío, con el que obtuvo medalla de
bronce. También confeccionó un cartel para la IV Feria provincial de Muestras
de Palencia que consiguió el 2º premio. En el I Salón Femenino de Madrid colgó
en 1946 un “paisaje prototipo de la
Castilla húmeda; jugoso cuadro de invierno incipiente”.
Así,
continuó estudiando a fondo el paisaje castellano, sus tierras, tan difíciles
para quienes no las han pisado nunca y para los que las han mirado sin “saber
ver”, sintiéndose cada vez más atraída y empeñada en dominar y plasmar su
belleza. Estudió también sus cielos rasos y azules o cubiertos de nubes
viajeras que dan movimiento y vida al paisaje. José Picó, muy interesado en su
carrera, le animaba como profesor y amigo a que se especializara en el paisaje
de Castila, para el cual la veía con muchas dotes, y no se confundió.
Trabajó
intensamente en la preparación de su primera exposición individual en
Valladolid, que se inauguró el 14 de mayo de 1947 en el Colegio de Santa Cruz.
La crítica elogió sus cuadros y coincidió en que pintaba una Castilla luminosa
con primeros términos decididos y vigorosos, destacando que conseguía unas
perfectas lejanías: La triga, La siega, Eras de Zaratán; así como dos cuadros de temas invernales, Nieve y niebla e Invierno, que plasmaban con gran realismo la estación invernal.
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Cementerio en la ladera |
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Cementerio |
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Cepas y almendros |
En
octubre de aquel año llevó su obra a Madrid, a la Sala Gumiel, sita en la calle
Mayor. Los críticos Mariano Tomás del diario Madrid; José Camón Aznar, del ABC;
y Federico Galindo del semanario Dígame,
hablaron muy bien de sus cuadros. El crítico Manuel Sánchez Camargo la llevó a
Radio Nacional de España para hacerle una entrevista. La prensa de Valladolid,
a su vuelta, recogió la noticia.
En
1948 expuso de nuevo en el Colegio de Santa Cruz temas castellanos y también
vizcaínos, pero el público elogió preferentemente los primeros, tal vez por
sentirse atraídos por su luminosidad. El crítico Carlos Rodríguez Díaz
escribió: “Desde su primera exposición a
la actual, es decir, en el plazo de un año, la labor de Mercedes del Val
demuestra mayor dominio en el difícil arte de la pintura. Ha ganado
notablemente en luminosidad y en perspectiva pudiendo asegurarse que lo que
entonces era una promesa segura es hoy una realidad cierta”. El rector
Cayetano de Mergelina la felicitó animándola a seguir exponiendo en Santa Cruz.
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Cepas |
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Instrumentos de trabajo de la pintora |
Por
esas mismas fechas se celebró en Madrid una exposición de paisajes españoles en
la galería Pereantón, sita en la calle de Hortaleza, organizada por la
Asociación Nacional de Pintores y Escultores, a la cual pertenecía. Su cuadro Removiendo la parva se colgó entre otros
de muy buenos pintores: César Fernández Ardavin, Chicharro (hijo), Eduardo
Martínez Vázquez, Francisco Estebe Botey…
Martín
Abril, por Radio Valladolid, consagró a Mercedes su Croniquilla elogiando su obra, no como crítico sino como poeta: “ya es un mérito singular el saber encontrar
estas luces, en todo momento estremecidas por unos amarillos suavísimos, que
constituyen, para Mercedes, una característica obsesiva de su personalidad, y
su personalidad se nos muestra cada vez más madura, entregada fervorosamente a
la emoción del paisaje castellano, que ella ha conseguido captar con inefable
gracia y extraordinaria maestría. Temas, los de los cuadros de Mercedes del Val
todos ellos amables, dulces, tranquilamente líricos. Soltura y vibración de
pincelada, elegancia en la factura, frescura en el conjunto ¿es así Castilla?
Así ve Castilla una joven pintura, inquieta y original. ¡Qué pintar, señores!,
no es copiar con minuciosidad de artesano y trasladar al lienzo lo que vemos
con vulgar fidelidad, sino interpretar, traducir, matizar, estilizar, exaltar,
iluminar, vivificar, casi nos atreveríamos a decir que pintar es en cierto modo
hacer poesía con metáforas de luz, sombra y colores. Y eso lo logra Mercedes
del Val con un acierto exquisito y un encanto conmovedor”.
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Montealegre |
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Paisaje |
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Paisaje |
En
1948, en la III Exposición Nacional de Arte Taurino celebrada en Córdoba,
presentó su cuadro El encierro de los
Sanfermines que, seleccionado, llamó mucho la atención. El director del
certamen, José Vellver Cano, al saber que su autora era la más joven de los
expositores, la escribió diciendo: “Mi
enhorabuena, ha gustado mucho su obra que descubre a una artista ya lograda.
Hizo usted un gran papel en sala Brillante con Vázquez Díaz al frente y Amparo
Palacios, valenciana, muy buena artista. La húngara Bertta Rossen, Echevarría,
Antonio Sánchez, el marqués de Aracena, Solís Ávila, Félix de Frutos y algún
otro también de destacada firma. Estuvo usted bien colocada y resistió
perfectamente su cuadro. Por eso enhorabuena nuevamente y ¡adelante! Espere
confiada en usted misma”. El jurado le concedió mención honorífica porque “si hubiese habido más premios, habría
figurado en la relación de medallas”.
En
el otoño expuso por primera vez en Bilbao con catálogo presentado por Martín
Abril. La Gaceta del Norte, Correo español y Hierro en sus secciones de arte le
dedicaron elogiosas críticas, destacando sus temas del campo castellano,
radiantes de poesía a lo Gabriel y Galán y de luz goethiana, que es la sinfonía
predilecta de la artista. Animada por este éxito, volverá a exponer en Bilbao
al año siguiente.
No
dejó de recorrer la provincia de Valladolid y allí donde veía un motivo para
pintar clavaba su caballete y, con extraordinaria rapidez, pintaba los bocetos.
Había que trabajar deprisa para conseguir las luces siempre cambiantes, así
como las figuras de personas o animales en movimiento. Nunca tuvo preferencia
por un pueblo o lugar, como otros pintores, para ella toda tierra que pisaba
pertenecía a la provincia. Pintó las calles de Zaratán y sus eras; las lomas de
Geria, con sus rebaños; Simancas, con su puente romano; Tordesillas, con las
piedras doradas de sus torres reflejadas en el río; Sieteiglesias, con sus
trillas a pleno sol o sus lomas rosadas a la caída de la tarde; Alaejos y sus
surcos; Urueña y sus llanuras; Tudela de Duero y sus vendimias; los pinares de
Traspinedo, Olmedo, el Pinar de Antequera, Viana, Mojados…
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Paisaje con caseta |
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Paisaje con cepas grandes |
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Paisaje con mulas |
En
1952 recibió la noticia más agradable de toda su carrera artística. En Madrid,
en la Exposición Nacional de Bellas Artes, el más importante certamen español
de pintura y escultura, le habían seleccionado un cuadro. Ya se había
presentado más veces pero sin suerte, no se había desalentado y luchó por
conseguir un puesto entre los más destacados pintores de aquellas fechas. Al
fin lo consiguió, pensaba que en un buen historial artístico no sólo caben los
triunfos, también han de estar las desilusiones, las épocas malas que obligan
al auténtico artista a seguir adelante, pensando que vencer sin dificultades es
triunfar sin gloria.
Mariano
Tomás, crítico del diario Madrid, en
su recorrido por las diferentes salas del Palacio de Velázquez, al llegar a la
8ª, de los 15 cuadros colgados destacó solamente a diez artistas. De Mercedes
del Val dijo: “presenta un lienzo –Cargando
paja– bien entonado de matices y valiente de dibujo”. También José Prados
López, crítico de arte de Radio España, la nombró entre otros pintores
dedicándole lo siguiente: “personalísimo
y acertado en la luminosidad el paisaje de Mercedes del Val, que va logrando
superaciones inteligentes en su deseo. La obra de esta pintora ha alcanzado un
puesto de respeto y admiración por su original manera de acertar ante la
naturaleza”.
No
quiso ausentarse nunca de Valladolid, prefirió quedarse a sabiendas de que al
hacerlo cortaba las alas a su carrera artística. No obstante, se desplazaba con
alguna frecuencia a Madrid para ver las exposiciones más destacadas, estar al
tanto de la pintura, meterse un poco en el mundillo artístico e incluso
participar en exhibiciones como la organizada por la Asociación de Pintores y
Escultores, colgada en los salones Macarrón o en la del XXV Salón de Otoño,
celebrada en el Palacio Velázquez, en la que recibió una 3ª medalla en la
sección de pintura en paisaje, por el que representaba unos surcos con un
arador en primer término, al fondo el pueblo de Olmedo y gran celaje con luces
verdosas de un atardecer.
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Paisaje con palomar |
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Pinos |
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Surcos |
Después
de exponer en la Sala Artis de Salamanca, en 1953 presentó sus cuadros
individualmente en Madrid, en la sala Los Madrazo. Mariano Tomás y Camón Aznar
hicieron la crítica de su obra en los diarios Madrid y ABC. El
periodista vallisoletano Córdoba la entrevistó para el diario Pueblo en su sección “Díganos la
verdad”, acompañando su trabajo con una caricatura. También Prados López, en
Radio España, Madrid, la elogió y, en el semanario Dígame, el acuarelista Federico Galindo dice: “La galería Los Madrazo, en donde la pintora expone sus obras, se ha
convertido por obra y gracia de ellas, en llanura castellana, con toda su
grandeza y sus delicadezas de color”. En verano se trasladó con sus cuadros
a San Sebastián. Es la primera vez que exponía allí, en “Galería de Arte”.
Colgó 18 cuadros que llamaron poderosamente la atención por su luminosidad. Los
críticos del Diario Vasco, Unidad, Hoja oficial del lunes y La voz de España se
volcaron en exaltar la obra, señalando que la artista alcanzaba, en plena
juventud como pintora, toda una maestría.
En
abril de 1955 expuso de nuevo en Madrid, en la sala Los Madrazo, con éxito de
críticas, y en mayo participó en la Exposición Homenaje a Goya, celebrada en el
Círculo de Bellas Artes, donde se colgaron 200 obras donadas por sus autores.
Aquel verano marchó con su caja de pinturas a Noja para ejercitarse haciendo
bocetos de su maravillosa costa y bosques de eucaliptos. Al regresar a
Valladolid decidió viajar a París y a su vuelta se publican en prensa sus
impresiones: refiriéndose a la pintura dijo que “allí, como en cualquier parte, cada pintor tiene su estilo, pinta como
quiere y lo que quiere. Yo, como ya llevaba el mío, no necesité buscar otro; si
hubiera ido desorientada, creo que entonces me hubiera quedado más tiempo.
París como ambiente para el artista es fabuloso, más aún para el verdadero
bohemio”.
De
París se trajo bastantes bocetos de los lugares más típicos, y en su estudio
los transformo en cuadros que llevó a Bilbao en 1956 y a Salamanca al año
siguiente. Un crítico vasco, refiriéndose a los tres temas que presentaba,
completamente distintos a los acostumbrados a pintar por Castilla, por su
técnica y color, dijo que había logrado darles un auténtico sabor parisino: “sobre todo en el Moulin de la Galette que
han pintado y repintado todos los aspirantes a la inmortalidad, pero pocos con
la gracia de esta mujer”. En la ciudad del Tormes, este contraste de los
grises con el sol de Castilla seguramente logró que, durante la exposición de
Salamanca, se quedara sin sus cuadros parisinos.
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Tordesillas |
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Tordesillas |
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Trigales |
Con
motivo del XXIX Salón de Otoño de Madrid, de 1957, obtuvo medalla de plata por
su cuadro Eras de Zaratán. La
periodista Mercedes de la Viña Zuloaga, en su página “Para ti, lector”, del Diario Regional, la entrevistó con tal
motivo. Al año siguiente colgó sus obras en la misma sala madrileña de años
anteriores. En el Ya aparece su
caricatura firmada por Federico Galindo; Ángel Lera de Isla, en El Norte, hablando de la exposición, la
menciona junto a Aurelio García Lesmes y Castro Cires como representativos del
paisaje castellano. Prados López, en Madrid,
encabeza su sección con los nombres de Moreno Carbonero y Mercedes del Val. Del
primero habla por celebrarse el centenario de su nacimiento y con Mercedes se
vuelva por su obra hecha “… con una
técnica personal, íntima, jugosa, plena de concepción y sabiduría, de
pensamiento que busca la continuación y el futuro. Porque los cuadros de
Mercedes del Val quedarán con el tiempo, con seguridades perennes afincadas en
lo humano del recuerdo por justicia y necesidad para otros pintores de después,
que así sabrá que en estos tiempos de confusión y atrevimiento, había almas
preparadas en lo sensible para poder luchar con la ignorancia y el cinismo,
consiguiéndolo. Es un regalo extraordinario esta exposición de esta pintora
castellana, Mercedes del Val, que va escribiendo su propia historia con esos
afanes juveniles que viven en la tierra, pero que tienen sus sueños más allá de
las nubes”.
En
agosto de aquel año marchó a los Países Bajos y se estableció en Lovaina para
visitar diversas capitales y estudiar en sus museos a los pintores del
renacimiento nórdico. Acompañada por el crítico de arte Adriaan de Roover, de
Amberes, frecuentó varios estudios de pintores de vanguardia y en el del pintor
Albert Van Cleemput, de San Nicolás, coge y maneja por primera vez la espátula.
Al volver a Valladolid, después de una estancia en París, escribió un reportaje
sobre su viaje a Bélgica para el Diario
Regional, donde había colaborado como dibujante ilustrando, entre otras, la
portada de un extraordinario dedicado a la mujer.
Hasta
marzo de 1960 no volvió a exponer y lo hizo en Salamanca. Aquel mayo marchó a
Madrid y los críticos Prados López, Galindo y Cobos descubrieron nuevas
calidades en su obra: “Mercedes del Val posee un abundante bagaje técnico que
no pesa en su pintura. Su sensibilidad hace grácil su obra pese a la
reciedumbre de una pintura sin blandenguerías. Cuando pincelea y espátula comunica
a sus paisajes una deliciosa frescura.
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Tierras |
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El Campo Grande nevado |
Acudió
en 1961 al XXXII Salón de Otoño, alcanzando la 1ª medalla con su cuadro Luces en el bosque, toda una sinfonía de
colores otoñales. La prensa de su tierra le concede un sincero aplauso por este
triunfo conseguido en la capital, y los críticos madrileños elogian su obra.
Fue en la galería de la Caja de Ahorros de Asturias, en Oviedo, donde en 1962
colgó 22 óleos de sus paisajes de Castilla. Era la primera vez que exponía
allí. Toda la prensa se ocupó de su obra: La Voz de Asturias, Región, Nueva
España publicaron críticas, reportajes y entrevistas, apreciándose mucho sus
temas llenos de luz y poesía. Allí dejó unos cuantos cuadros, entre ellos Luces en el bosque.
Al
año siguiente viajó a Roma y a su vuelta ultima los preparativos para exponer
otra vez en Madrid por tener reservada la Sala Alcón, en la calle Infantas. La
introducción del catálogo la hizo el crítico Prados López y en televisión en
poeta conquense Federico Muelas le dedicó una bella presentación.
En
1964 se encontraba estudiando una nueva modalidad para sus paisajes de
Castilla. Había estado observando exposiciones en Madrid desde hacía algún
tiempo y había descubierto que los pintores más destacados habían ido
transformando también su arte en los últimos años. Se decidió a pintar el
paisaje castellano dándole una nueva interpretación. Había observado muchas
veces que Castilla en las primeras horas del día resultaba de una serena
belleza sorprendente. Decidió pintarla así; sólo buscando su color, su luz
desvaída sin contrastes, sin dureza, sin claroscuros. Sería una Castilla
auténtica por encima de todo. Apacible, sosegada como una madre tendida al
tibio sol de un amanecer. Trabajó calladamente en su estudio. No dijo nada a
nadie. Hizo muchos bocetos, rompía unos, se quedaba con otros. Al fin, pasado
el tiempo, se puso a pintar las telas.
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Castilla con palomar |
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Camino amarillo |
Su
nueva obra la inauguró en junio de 1966, en la vallisoletana sala de la Caja de
Ahorros de Salamanca. Dos años después, en 1968, expuso en Valladolid con
ligeros cambios en relación a su muestra anterior. Desde aquel momento creó una
pintura intelectual, pero algunos echaron de menos sus anteriores obras
luminosamente empastadas. En 1969 expuso en Madrid 21 cuadros en la sala de la
Editora Nacional. Aquel mes de mayo el “Grupo Velázquez”, formado
exclusivamente por pintores, en su XIII exposición, dio paso a trece pintoras.
La exposición se celebró en la galería madrileña Grife-Escoda, situada en la
calle de los Madrazo, y Mercedes colgó un cuadro de “cepas” entre cuarenta
destacadas firmas: José Bardasano, José Cruz Herrera, Julio Pérez Torres,
Agustín Segura, Domingo Huetos, Teresa Sánchez Gavito, Rita Vié, Carlos Moreno,
Aurelio Blanco…
Se
presentó de nuevo en Valladolid en 1970 con 21 cuadros de pinos, cepas,
gavillas, almendros, surcos, barbechos, rastrojos… estos serán sus temas
preferidos. El crítico de El Norte de
Castilla, Corral Castanedo, apuntó: “Mercedes
del Val es la descubridora de los pinares, pero yo veo en ella, por encima de
todo, a una original pintora de campos y de tierras. Mercedes ha dejado atrás
su época luminosa. Su pintura se ha ido estilizando, lo mismo que los troncos
de sus pinos… el lienzo sirve de apoyo para unas leves impresiones cromáticas.
Pastas casi secas y como empolvadas por el paso de un rebaño. Óleos sin brillo
como envueltos en la madurez de la pátina, en el momento de nacer… se vale de
una técnica depurada y escueta para llevarnos de la mano hasta esa su Castilla
al mismo tiempo calcinada y florecida. Una espátula vigorosa se ha encargado de
eliminar, de aventar todo lo que no era esencial. Creo que la paleta de
Mercedes del Val ha alcanzado una difícil simplicidad profunda en esos paisajes
casi sin cielos. Quizá porque el cielo ha bajado para confundirse con estas
tierras en las que dialogan el misticismo y una apaciguada sensualidad”.
En
julio de 1879 quedó finalista en el X Concurso de Pintura “Medalla María
Vilaltella”, de Lérida. A este certamen asistieron relevantes firmas del arte español,
y el pintor José Lapayese fue quien se llevó el único premio.
Como
venía exponiendo en Valladolid cada dos años, porque le gustaba pintar
despacio, y más al ser su técnica lenta y trabajosa, en 1972 mostró en la sala
de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca sus obras más recientes.
Continuó trabajando en la misma línea, pero con tonalidades más fuertes, más
vivas. Ortega Coca, en el Diario Regional,
aseguraba que “si tuviéramos que definir
la obra de Mercedes del Val con pocas palabras diríamos, delicadeza,
virtuosismo, elegancia y finura. Todo esto es lo que caracteriza a estos
cuadros y hacen que sean tan cotizados entre el público que encuentra repetido
en ellos el eco de su propia personalidad”.
En
marzo de 1974 colgó una nueva exposición en Madrid. Tenía que haber estrenado
su obra el año anterior, pero con la enfermedad y muerte de su padre, se
encontró con que no tenía suficiente obra. El director de la galería de arte
Lázaro, la sala más encantadora de Madrid, enterado de su situación le animó a
exponer y retrasó la inauguración. Fue aquella su última individual.
A
pesar de su gran aceptación y de los reconocimientos seguidos, le entró un
sentimiento de cansancio tal que desde entonces únicamente participó con sus
obras en exposiciones colectivas organizadas por la Real Academia de Bellas
Artes de la Purísima Concepción, de la que en 1975 había sido elegida miembro
de número.
BIBLIOGRAFÍA
- VAL,
Concepción del y URREA, Jesús: “Apunte autobiográfico de Mercedes del Val
Trouillhet (1926-2012)”, Catálogo de la
Exposición Mercedes del Val Trouillhet, Universidad de Valladolid,
Valladolid, 2014.