Hoy
la Asociación REUNART, que acoge a los historiadores del Arte de la Universidad
de Valladolid y a otros amantes del Arte de diversos grados, inaugura la
exposición de Fotografía en el Espacio Joven Norte, en el barrio de la
Rondilla. A diferencia de otros años, en que celebrábamos en un mismo espacio
las exposiciones de Fotografía y de Artes Plásticas, en esta ocasión hemos
dividido las exposiciones para darlas mayor importancia.
La
exposición de Artes Plásticas se inaugurará en el MUVa el día 28 de octubre. En
ella quisimos incluir una importante e ilusionante novedad que al final no ha
sido posible llevar a cabo por decisiones ajenas a la Asociación. Cuando la
Asociación celebró su primera exposición hace ya 26 años el propósito que la alumbró
fue el de dar a conocer a pintores y escultores relacionados con el ámbito universitario.
Con el paso de los años el certamen ha ido ganando en importancia y ensanchando
sus bases, de suerte que ha conseguido atraer la atención y participación de artistas
de relevancia regional e incluso nacional.
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FÉLIX CUADRADO LOMAS. Paisaje del Poniente (1957)
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En
esta edición de 2021, que debía de haberse celebrado el año pasado de no haber
mediado la pandemia mundial de Coronavirus, habíamos decidido inaugurar una nueva
sección en la que ir rindiendo homenaje a los grandes maestros de la pintura y
la escultura que han trabajado en Valladolid a lo largo de los siglos XX-XXI,
muchos de los cuales han caído en un completo e injustísimo ostracismo que para
nada merecen debido a la notable calidad que presentan sus creaciones
artísticas.
Este
año queríamos honrar a dos grandes pintores, los cuales llegaron a conocerse y
a tratarse. El primero es Antonio Maffei Carballo (1885-1961), maestro
consumado de la acuarela y el gran “retratista” del Valladolid castizo que desaparecería
irremisiblemente poco tiempo después por culpa del desarrollismo y de la
especulación urbanística. Por desgracia su producción artística no ha recibido
la atención y el reconocimiento que sus méritos pregonan, si bien recientemente
se ha reparado en parte esa injusticia con la exposición que le ha dedicado el
MUVa este mismo año. El segundo pintor es Félix Cuadrado Lomas (1930), creador
de un universo personal e inimitable que le ha llevado, entre otras cosas, a
convertirse en el último gran intérprete del paisaje castellano y en uno de los
referentes indiscutibles de la pintura vallisoletana desde la década de 1950.
Por su avanzada edad y su brillantísima trayectoria puede ser considerado como
el patriarca de las artes castellanoleonesas. Sirvan las breves semblanzas que
se ofrecen a continuación como un humilde homenaje a ambos de todos y cuantos
conformamos, han conformado, y conformarán, esta Asociación que quiere día a
día ayudar a difundir el Arte, y desde este año, especialmente el que han
creado, y aún crean, maestros de nuestra tierra.
Como
este homenaje no ha podido materializarse físicamente pues lo hacemos en este
blog de manera virtual. Esperemos que os guste. Finalizamos dando las gracias a
todos los que nos apoyan. Gracias por vuestra maestría Antonio y Félix. Y
gracias también a las personas que han prestado generosamente las obras y
fotografías que componen las exposiciones de Artes Plásticas y Fotografía. Os
animamos a ir a verlas, y si estáis en el grado de Historia del Arte o bien os
gusta el arte, también os animamos a haceros socios.
ANTONIO
MAFFEI (La Habana (Cuba), 1885 – Valladolid, 1961)
Antonio
Maffei Carballo fue un excelso pintor vallisoletano, pues como tal hemos de
considerarle a pesar de haber nacido en La Habana, especializado en la pintura
de paisaje y en la práctica de la acuarela, de la que supo extraer todas las
posibilidades para reflejar con suma pericia en sus obras la luz, los efectos
atmosféricos y la frescura de las masas arbóreas y acuosas. Llegado muy de niño
a la península, tuvo su primer contacto con la pintura con su padre en
Pamplona, ciudad en la que descubrió la técnica de la acuarela, para después ir
ampliando conocimientos en la Escuela de Artes y Oficios de Santander, en el
estudio del pintor Ignacio Díaz de Olano en Vitoria y, finalmente, en la
Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, en la que tuvo como
profesores a los grandes maestros de la pintura academicista del momento: José
Moreno Carbonero (1860-1942), Antonio Muñoz Degrain (1840-1924), Emilio Sala
(1850-1910) y Cecilio Pla (1860-1934), y también del grabador Carlos Verger
(1872-1929). En Madrid también tuvo la ocasión de conocer la pintura de Carlos
de Haes (1826-1898), el más notable de los paisajistas realistas españoles, que
le influyó en su interés por la pintura al aire libre y por la temática marina,
así como en ciertos detalles técnicos como el efecto de movilidad en el agua y
de humedad en la masa vegetal logrado a través de pequeñas pinceladas blancas herederas
de la “nieve de Constable”.
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Antonio Maffei y su esposa Maximina
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Maffei
se mantuvo ajeno a los ismos que durante sucesivas oleadas invadieron Europa,
sintiendo una clara preferencia por la pintura decimonónica y una declarada
beligerancia por la pintura abstracta, que aborreció. A pesar de todo su
pintura posee ciertos ecos del Luminismo –confesó el ascendente que tuvo sobre
su obra la Escuela de Barbizón–, del Impresionismo –interés por la pintura al
aire libre y por los efectos luminosos, de niebla y de luces artificiales; y utilización
de gamas cromáticas luminosas–, del Simbolismo –armonías o intencionadas
disonancias tonales–, del Modernismo –valoración de la silueta recortada sobre un fondo muy luminoso y tratamiento
del paisaje en valores de superficie– e incluso del Art Decó.
Su
producción pictórica, que engloba óleos, acuarelas, dibujos y grabados, tiene
como principal protagonista el paisaje en sus más variadas vertientes: los
paisajes montañosos y con frondosos arbolados del Cantábrico, las limpias marinas
de las costas de Santander, Gijón y Vigo, los cegadores cielos y panorámicas de
Andalucía (incluidas algunas luminosas acuarelas de la Alhambra de Granada),
las tierras castellanas tanto de la campiña mesetaria como de los parajes
serranos de la Sierra de Gredos –especialmente de Arenas de San Pedro–, y las
vistas urbanas de Valladolid que, a no dudarlo, fue una de sus temáticas
predilectas. Cual cronista de aquel Valladolid desaparecido se dedicó a captar
con fruición esas plazas, jardines, torres de iglesias, callejuelas, rincones
castizos, y parajes dominados por la naturaleza de una ciudad que muy pocos
años después desaparecería irremisiblemente.
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El Campo Grande (1947)
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Plazuela de Santa Cruz
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También
tuvo un peso muy importante en su producción el retrato. Por delante de sus
pinceles desfilaron amigos y familiares -especialmente su esposa-, y también personas notables del
Valladolid del momento, alguna de las cuales llegó al extremo de suplicarle que
le retratara. Uno de los ejemplos más emotivos en este aspecto es el de Ángeles
de Castro, esposa de Miguel Delibes y, asimismo, alumna de Maffei, de quien
recibió clases de Caligrafía, Taquigrafía e Inglés. Ángeles le solicitó a su
querido profesor que le retratara, como así hizo don Antonio, concibiéndola en
un primer plano. Los retratos de Maffei son sobrios, sin efectismos y con un
cromatismo suave que combina magistralmente con un dibujo apurado que le ayuda
a captar todos los detalles particulares del personaje. Representa al efigiado
con una escrupulosa fidelidad tanto física como psicológica y en una actitud
serena, reposada y elegante.
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Marina azul (1920)
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La Serrana. Maximina (1919)
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Un último tema que cultivó con notable
acierto tanto desde el punto de vista compositivo como del uso del color fue el
del bodegón, en el que combina humildes alimentos de la tierra con utensilios
populares (jarras de barro) y otros objetos característicos de este tipo de
representaciones como manteles o botellas. Es notable la perfección con la que
capta las texturas de los alimentos y objetos, especialmente las jarras de
barro, sobre todos los cuales incide una luz lateral. Los bodegones que le
conocemos suelen estar dispuestos sobre un paño y con el fondo difuminado.
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Bodegón (1952)
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Como
decíamos, fue un maestro consumado de la acuarela, con la que consiguió
reflejar una luz intensa que hace vibrar las superficies, y en la que en
ocasiones obtiene una potencia aún mayor empleando el color blanco. Trabajaba
con unas pinceladas tan pequeñas, y con una meticulosidad caligráfica, que la
superficie se nos muestra como un mosaico de colores vivaces en la que aparecen
captados todos y cada uno de los detalles con minuciosidad franciscana. Y es
que la acuarela “se presta al dominio del
color, de los tonos que se degradan y de las formas que se diluyen arrolladas
por la pincelada aguada, no obstante Maffei no se subordina a este triunfo de
la improvisación y concede un evidente protagonismo al dibujo”.
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Marina Gris (Santander) (1920)
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Procesión en la catedral
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Gustaba
de trabajar al aire libre, captando la naturaleza y los parajes urbanos in situ.
Es por ello que salía a pintar cargado de todo el instrumental necesario y que
una vez que elegía el paraje que quería retratar desplegaba el caballete y se
ponía manos a la obra. Hasta que no daba por concluida la pintura acudía a ese
mismo punto todos los días a la
misma hora para captar la luz y las sombras que incidían sobre el
ambiente en ese justo momento. Esta elección por el plenairismo fue en parte
obligada puesto que en casa no poseía un estudio o taller (en ocasiones
puntuales utilizaba la sala en la que impartía clases de inglés y taquigrafía,
entre otras asignaturas, teniendo que retirar las sillas y los pupitres para
poder instalar el material necesario para pintar), eran tiempos muy difíciles.
En algunas ocasiones la falta de espacio, ya no solo para poder trabajar en
casa sino para almacenar las obras que iba creando, era tan acuciante que se
vio obligado a pedir “asilo” para sus pinturas en casa de sus vecinos. Señalaron acertadamente los
profesores Martín González, Ortega Coca y Plaza Santiago que al igual que “todo lo que un literato escribe es siempre
una autobiografía” así ocurre con la pintura de Maffei, que nos delata los
rasgos más relevantes de su personalidad: “su
claridad, su silencio, su discreción sin estridencias, su alegría, su ausencia
de exasperadas tensiones”.
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Vista de Los Villares (Jaén)
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Jardines del Colegio Mayor de Santa Cruz (1946)
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FÉLIX
CUADRADO LOMAS (Valladolid, 1930)
Félix
Cuadrado Lomas es un pintor único e inconfundible al que no es posible encajar dentro
de ningún estilo concreto pues su estilo es él mismo. A lo largo de casi siete
décadas de incansable oficio ha logrado construir un universo íntimo y
particular tanto a nivel estilístico como temático que le identifican de manera
inequívoca. El grueso de su obra la conforman sus populares paisajes urbanos y
rurales, vistas de tierras, palomares, retratos, desnudos, toreros, bodegones,
carnes y huesos (cabezas y costillares), mulas, barcas de Nazaré, viñas, etc.
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Félix Cuadrado Lomas pintando en el campo
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Nuestro
pintor ha sabido evolucionar su pintura desde unos comienzos dominados por un realismo
convencional, muy sui generis, mezclado con una poética
postimpresionista y expresionista de potente colorido, hacia un estilo propio
basado en la geometría, la pureza constructivista y la unión de planos y
líneas. En definitiva, en “la línea, la forma y el color” que, según sus
palabras, es “una buena definición de mi pintura. En el paisaje, en el
retrato y en todo. El remate de todo es el color plano o con volumen”.
Efectivamente, el propio Félix reconoce que “siempre pinto lo que quiero
expresar usando la línea, la forma y el color, me basta con ellos. Si no puedes
expresar con eso es que no puedes expresar nada. Pero también hay que tener en
cuenta la gracia, la armonía, la composición, el equilibrio, la perspectiva y
muchos elementos más. Es muy importante saber componer”. También ahí
destaca puesto que estructura sus lienzos audazmente mediante una compleja
simplicidad compositiva basada en la compartimentación geométrica de las
superficies. Debido a esa pureza geométrica y desnudez volumétrica no sería
descabellado definirle como “el Cézanne castellano” o bien como el “Cubista de
Castilla”, apodo que le asignó cariñosamente su amigo el poeta y crítico de
arte Santiago Amón (1927-1988).
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Primavera postimpresionista en Castilla (2018)
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A
la limpieza espacial y a la importancia dada al dibujo también hemos de sumar
el despliegue cromático, con combinaciones repletas de armonía a base de gamas
suaves y tonalidades hábilmente contrastadas. Si en sus inicios aplicaba un
colorido potente que lo inundaba todo y predominaba sobre el dibujo, con el
paso del tiempo los colores -que tenderá a presentarlos como tintas planas-
quedaron encapsulados en el interior de las formas geométricas separadas por
potentes líneas negras. Recientemente, en el documental Tierras construidas
(Arturo Dueñas, 2015), declaraba que ya poco le importaba el color porque
utilizaba el que le venía en gana en cada momento, aunque eso significara, por
ejemplo, pintar un rostro en verde en vez de en su color natural.
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Cabeza y costillar (1974)
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Félix
nunca se aparta de la realidad por muy abstracta que pueda parecer la obra. Lo
que sucede es que la ha adaptado a su visión plástica y la ha sintetizado al
extremo, realizando un importante ejercicio de pureza constructivista. De hecho,
en alguna de sus series más recientes, caso de los diez dibujos de Tierras
construidas, ha concebido el paisaje
mediante unas simples líneas quebradas sabiamente coloreadas. Su dominio del
paisaje castellano se debe a que desde pequeño ha sentido
una clara atracción hacia la tierra y el campo, como así lo ha dejado patente
en su pintura. Siempre ha gustado de pintar del natural, saliendo al campo con
su caballete o su bloc de notas para reflejar su particular percepción de estas
tierras que tanto quiere, “aprovechando la geometría que la intervención
humana ha ido dejando en el terreno, en busca de una estilización personal”.
Nuestro pintor ha sabido fundir el paisaje que le rodea con su visión del mismo
de tal manera que sus amigos del Grupo Simancas no dudaban en decirle en broma:
“Ayer vi un Cuadrado Lomas entre Geria y Velliza; iba conduciendo y era
clavado”.
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Mulas y tierras (1999)
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Dos ménades (1993)
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Un último rasgo que caracteriza su pintura es su
inclinación a introducir elementos simbólicos, guiños cómplices e incluso
citas y alusiones a
la historia de la pintura, cultismos. A veces de manera implícita, y otros
explícita como en Homenaje a Valdés Leal
(1959), Homenaje a los Manieristas
(1987), Homenaje a Antonio Pereda
(1991), Homenaje a Berruguete (1992)
o Capote de gala (1992).
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Palomares de Villalar (1982)
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No podemos olvidar su faceta como grabador. Su
producción con esta técnica es ingente y muy variada, teniendo sumo interés los
grabados que ejecutó al principio de su carrera y que representaban personajes
típicos de las tabernas y figones (fundamentalmente ancianos tocados con boina
sentados en una mesa en la que no faltan porrones y vasos rellenos de vino
tinto que les ayudara a sobrellevar la existencia en aquellos duros momentos) del
Valladolid de entonces; así como los que realizó para ilustrar los libros de
sus amigos escritores y poetas del Grupo Simancas: Retazos de Torozos
(1968) de Blas Pajarero; Mulas (1963), Flores (1979), Palomares
(1980), Desnudos (1981) y Tierras (1986), que contaron con textos
y poemas, entre otros, de Justo Alejo, Santiago Amón, Jorge Guillén, Blas
Pajarero, Francisco Pino o Ramón Torío. Finalmente, no podemos dejar de
recordar los grabados que realizó para los Pliegos de cordel valisoletanos
editados por la Librería “Relieve”, “pequeña república de las
ideas” en la que tuvo su origen el Grupo Simancas, uno
de los fenómenos culturales, concretamente pictórico-poético, más singulares de
la pintura vallisoletana del siglo XX.
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Pescadores de Nazaré (1971)
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No podíamos acabar esta breve semblanza del
bueno de Félix sin aludir al Grupo Simancas, del cual nuestro pintor ha sido,
por su trayectoria y longevidad, el miembro más
destacado. Bien es cierto que los miembros del grupo, y Félix en particular, reniegan
de ese nombre aduciendo que no se les puede agrupar pictóricamente pues cada
uno tenía su propio estilo. Según ellos, y en palabras de Félix, “Grupo sí,
pero de amigos” o “Aquí no hay ni escuela ni grupo pictórico, como mucho
un grupo de amigos”. Nuestro pintor inmortalizó a buena parte del Grupo
Simancas en su pintura Toreros antes del
paseíllo (1987). En él aparecen representados, de izquierda a derecha: José
Rodríguez (Pepe Relieve), Ramón Torío, Domingo Criado, Gabino Gaona, Fernando
Santiago (Jacobo), Jorge Vidal, Félix Cuadrado Lomas, Santiago Amón, Pablo
Rodríguez (Blas Pajarero).
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Toreros antes del paseíllo (1987)
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