sábado, 28 de septiembre de 2013

COFRADÍA DE LA PASIÓN. El paso del "Camino del Calvario" (Gregorio Fernández, 1614-1615)


Hoy la Cofradía Penitencial de la Sagrada Pasión celebra la procesión en honor de Nuestro Padre Jesús con la Cruz a cuestas. Dicha procesión se engloba dentro de la recuperación y restauración de dicha imagen, que hasta hace unos meses se encontraba en el Santuario del Carmen de Extramuros en muy mal estado de conservación. Para celebrar dicha recuperación realizo esta entrada que tratará sobre la azarosa historia del paso de "Camino del Calvario", grupo al cual pertenecía la imagen de Ntro. Padre Jesús con la cruz a cuestas, y que el año que viene celebra el IV centenario desde que Gregorio Fernández contratara tan magnifica obra. Finalmente, dar la enhorabuena a la cofradía por esta recuperación, y otras que ha hecho, son un ejemplo. También animar al resto de cofradías penitenciales a que, dentro de sus posibilidades, intente recuperar el patrimonio procesional que las pertenece.



HISTORIA DEL PASO
El 22 de noviembre de 1614 Gregorio Fernández se comprometía, mediante escritura notarial a realizar, por un precio de 2.000 reales, cuatro figuras: “Jesús Nazareno con la cruz a cuestas, Simón Cirineo ayudándole a llevarla, un sayón tirando de la soga y un hombre armado”. El primero en documentar el paso fue el Conde de la Viñaza, quien utilizando unas notas de Ceán Bermúdez cita el dicho protocolo, en la actualidad perdido. Martí y Monsó, que también empleó los manuscritos de Ceán, corrigió la falta y añadió la Verónica, con lo que se completaban las cinco figuras originales: “Jesús Nazareno con la Cruz a cuestas, Simón  Cirineo ayudándole a llevarla, un sayón tirando de la soga, un hombre armado y la Verónica”.
Del grupo original por lo tanto sólo se conservan cuatro, ya que el Cristo original de Fernández desapareció. A lo largo del tiempo el paso ha sufrido algunos cambios respecto a su composición original; así, la imagen de Cristo, desaparecida en el siglo XVII, fue nuevamente tallada a finales del mismo siglo, la cual también fue apartada del conjunto, ocupando su lugar el actual Nazareno arrodillado, cuya cabeza y manos pueden atribuirse a Pedro de la Cuadra (1610).
El paso, que aparece citado como “de Jesús Nazareno” y “de la cruz a cuestas” en las antiguas referencias, y, modernamente, como Camino del Calvario, ha suscitado numerosos interrogantes, siendo el principal el de la identificación de las figuras que componían el conjunto original. La existencia de una documentación equívoca, un montaje erróneo de las figuras y el empleo de distintas imágenes en sustitución del desaparecido Nazareno original, han provocado una notable confusión –solventada en buena medida por las últimas aportaciones de Luis Luna y Jesús Urrea–.

La instrucción antigua de la Cofradía de la Pasión para el montaje de paso, que data de hacia 1650, proporciona una orientación sobre la disposición de las figuras. Se asentaba primero el Nazareno en el centro del paso, después se colocaba el Cirineo, luego el hombre armado, más tarde el sayón de la soga y por último la Verónica, “a la derecha del paso frente al Señor”. Según esta ordenación, que claramente avanza desde atrás hacia adelante, y en virtud de una composición equilibrada, las imágenes giraban en torno a la figura principal, con dos tallas detrás del Nazareno: el soldado a su derecha y el Cirineo a su izquierda, y otras dos delante: la Verónica a su derecha y el sayón de la soga a su izquierda. De esta manera todas las esculturas se dirigían hacia el Nazareno: el sayón de la soga volvía su rostro hacia Él, la Verónica lo esperaba en el camino, el Cirineo le ayudaba a llevar la cruz y el soldado lo custodiaba mientras sujetaba su espada con la mano izquierda y apoyaba la lanza en el hombro derecho.

RECONSTRUCCIÓN
En 1922 el arquitecto e investigador Juan Agapito y Revilla y el director del Museo, Francisco de Cossío, al montar nuevamente sobre una plataforma el paso, utilizaron como figura principal un Cristo Nazareno que “siempre acompañó en el Museo a la estatua del Cirineo”, calificándolo aquél de “mediano”, no correspondiente con la calidad de las restantes figuras y su mérito inferior a “lo que podía esperarse” de Gregorio Fernández. El juicio del crítico madrileño Serrano Fatigati también lo había estimado como imitación hecha por la escuela de Fernández, reconociendo en su factura “la mano de un imaginero adocenado; su cabeza es vulgar, sus vestiduras se han desplegado convencionalmente y en sus brazos se ven los brazos de un maniquí, no extremidades humanas”. Según Luis Luna la cabeza y manos de este Nazareno, que es el que actualmente compone el paso procesional, pueden ser obra de Pedro de la Cuadra en fecha cercana a 1600, en tanto que el resto del cuerpo lo estimó posterior a 1620. 


El propio Agapito y Revilla creyó como probable figura original del paso un Nazareno que todavía en 1925 se conservaba en la iglesia de la Pasión, “eso que no lleva la túnica tallada y es desnudo para ponerle una de tela”, circunstancias estas que le producían dudas para aceptar la paternidad de Fernández. Luis Luna, en la propuesta de reconstrucción del paso que presentó en 1986 lo armó sustituyendo el Nazareno del Museo por el que se conserva (al menos desde 1943) en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen Extramuros, que inequívocamente debe identificarse como procedente de la antigua cofradía penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo ya que en su hombro derecho figura incisa una “P” (de Pasión) que permite revelar su origen. Otro aspecto que nos apunta a que el Nazareno del Carmen Extramuros fue el que componía el paso, es que las manos tiene aplicados dos tornillos, los cuales indican que se trataba de un Cristo de pie.

A Martín González también le parecía difícil que la figura central del conjunto fuera obra de vestir, aunque señala que el Nazareno tendría la misma postura que el conservado en el Carmen, escultura precisamente de vestir. Sin embargo los datos documentales no permiten esta duda; ya en 1697 la cofradía acuerda hacer una tunicela nueva para la imagen de Jesús; en 1816-1817 se arregla el trono del Nazareno y se especifican los gastos (de pana, galón, cordón, etc.), para hacerle otra túnica. Cuando las figura de las penitenciales ya estaban en el Museo, la Cofradía de la Pasión solicita, en 1848, solamente la figura del Cirineo como préstamo para sacarlo en la procesión del Jueves Santo, lo que indica que el Cristo aún estaba en la iglesia; esto se corrobora, además, porque en 1853, un grupo de cofrades pide permiso para construir una Comisaría de “Jesús Nazareno el del Cirineo que se venera y se halla enclavado en el primer colateral de la derecha en esta Penitencial”. No parece improbable que todas estas citas se refieran a la misma imagen y que ésta fuera la que vió Agapito aún en la Pasión y que, como él mismo señala, se trasladó en 1926 al Convento de San Quirce. Esta imagen pasaría posteriormente al Santuario del Carmen Extramuros, hasta que hace unas semanas ha sido felizmente recuperada por su cofradía propietaria.

A pesar de todo lo dicho, éste no es el primitivo Nazareno del paso, puesto que en ella no se reconocen las características del primer estilo de Gregorio Fernández. Este Nazareno se puede fechar con seguridad a finales del siglo XVII. Para su autoría se barajan dos nombres: Juan de Ávila y Juan Antonio de la Peña, siendo el nombre del primero el que para mí tiene más probabilidades. Se desconocen los avatares que llevaron a la desaparición del Nazareno original, tallado por Gregorio Fernández.
Una vez elegido el Nazareno que sería la figura principal del paso, Martí y Monsó primero, y Agapito y Revilla después, utilizaron para recomponer el paso las instrucciones para armarlos, procedentes de los archivos de la Academia. Al anotar como se arman las figuras, se describe el modo de sujetarlas con tornillos. En las instrucciones anteriores a 1661, publicadas por Agapito y Revilla, se habla del “sayón que va metiendo la lanza por el costado de Jesús y ésta es de dos pedazos”, y de otro “sayón que va tirando del cordón de Jesús, éste es el que se van cayendo los calzones… y le asegura la espada”.
En las instrucciones dadas a conocer por Martí y Monsó, correspondientes a 1661, hay dos particularidades: “el sayón que lleva la soga y corneta… más dos clavos en las manos de Cristo, con que tiene la cruz que lleva”. No hay duda respecto del sayón que tira de la cuerda, que será “el que se van cayendo los calzones”, aunque este no porta corneta. En la réplica que de este paso se hace para Palencia, ambas tallas se funden en una; se ha llegado a suponer que la escultura que lleva la corneta del paso vallisoletano sea un añadido posterior; sin embargo por su estilo parece obra de Gregorio Fernández.

Sayón que tira de la cuerda ¿"el que se le van cayendo los calzones"?
También se habla en las dichas instrucciones de un sayón que “va metiendo la lanza por el costado de Jesús”. Esta figura debe de ser el actual “sayón de la trompeta” al cual se le cambió la lanza por el instrumento musical. Este soldado maltrataba a Cristo en el lado derecho, prueba de ello es que el Nazareno del Carmen Extramuros presenta una chapa metálica con rosca, precisamente en ese costado. Durante las recomposiciones del paso se utilizaron dos sayones, aunque ninguno de los dos pertenecía al paso, ni tampoco a la Cofradía de la Pasión. Se trataba del apodado “sayón azotador”, el cual proviene del antiguo paso del Azotamiento de la Cofradía de la Vera Cruz; y el llamado “sayón bizco”, que formó parte hasta hace unos pocos años del paso Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen, aunque su origen se sitúa en el de la Coronación de espinas, también propiedad de la Vera Cruz.

Sayón bizco de la "Coronación de Espinas" que durante años formó parte de "Camino del Calvario
Sayón de la lanza
Por si había pocas dudas sobre el historiado que formaba este paso, la descripción de Canesi plantea más confusión: “Jesús Nazareno, y el cirineo ayudándole a llevar la Cruz, y un Judío con la lanza hiriéndole el costado, y las dos mujeres que salieron al encuentro de Jesús, y la una le limpió el rostro en la calle de la Amargura, llamada la Verónica”. No se conoce otra mención de esa otra mujer que acompañaría a la Verónica, y todo parece indicar que su existencia se debe a un error de este historiador.

La aludida copia de Palencia es muy útil para obtener una recomposición satisfactoria del paso. Hay algunos cambios, pero en lo esencial, el paso es exacto. La escultura de Jesús Nazareno, que se encargaba en 1694 al escultor vallisoletano José de Rozas, está de pie, aunque acusando el peso de la cruz. Tiene una mano libre. El ejemplar vallisoletano tuvo que llevar las dos manos sujetando la cruz, como está el que se guardaba hasta la semana pasada en el Santuario del Carmen Extramuros. La Verónica y el sayón “del amago”, armado con una cachiporra, fueron encargados en 1694 al escultor Antonio Vázquez. El sayón reemplaza al vallisoletano que va picando a Cristo en el costado. Simón Cirineo y el sayón de la trompeta fueron encargados en 1696 al burgalés Bernardo López de Frías. En este caso el sayón de la trompeta realiza las dos acciones que se le asignaban al ejemplar vallisoletano en las instrucciones: con una mano tira de la soga y con la otra toca la corneta.

"Camino del Calvario" de la Cofradía de Jesús Nazareno de Palencia
Fotografía tomada de http://jesusario.blogspot.com.es/
Fotografía tomada de http://jesusario.blogspot.com.es/
El paso vallisoletano, que se conserva en el Museo Nacional de Escultura, es acompañado en la actualidad por la Cofradía del Santísimo Cristo Despojado en las tardes del Lunes y del Viernes Santo. Hasta hace unos pocos años también participaba en el encuentro con la Virgen de las Angustias en la noche del Martes Santo.
El paso, como hemos visto en otras ocasiones, sirvió de modelo para otros que se realizaron en distintas localidades castellanas. Así, aparte de la aludida copia palentina, tenemos otras en Sahagún, Medina del Campo (no conservado), Villabrágima, etc… Si bien estos últimos tres ejemplos no son grandes obras de arte, hay que destacar y elogiar la cabeza del Cirineo del paso de Villabrágima. En el caso de Medina del Campo tan solo sobreviven las esculturas de San Juan y la Magdalena (realizadas por Andres de Oliveros), además del Nazareno que se reutilizaría para el paso y que es obra anterior a estas dos imágenes, atribuyéndose su factura a Francisco del Rincón.

Camino del Calvario de la localidad de Sahagún (León)
FRANCISCO DEL RINCÓN. Nazareno del "Camino del Calvario" de Medina del Campo
ANDRÉS DE OLIVEROS. Magdalena del "Camino del Calvario" de Medina del Campo
ANDRÉS DE OLIVEROS. San Juan del "Camino del Calvario" de Medina del Campo

"Camino del Calvario" de Villabrágima


Jesús Nazareno
Como ya se ha dicho no es el original del paso. Posee una calidad inferior al resto de las esculturas que componen la escena. Su forma actual es el resultado de dos momentos distintos de realización: primeramente debieron de tallarse la cabeza, las manos y los pies (probablemente se trataba de una escultura de vestir), atribuidos a Pedro de la Cuadra (h. 1610); más avanzado el siglo XVII se habrían encajado estos elementos en un cuerpo nuevo tallado.
Se piensa que esta escultura fuera la primitiva titular de la Cofradía de Jesús Nazareno cuando aún no se había separado del Convento de San Agustín, y por lo tanto la que hubo de quedar en el convento a causa del pleito, y que como consecuencia obligó a la citada cofradía a realizar un nuevo Jesús Nazareno, el cual es el que actualmente existe en su penitencial. En efecto Manuel Canesi recordaba en el siglo XVIII que la Cofradía de Jesús, después de abandonar el Convento de San Agustín en 1676 para instalarse en su nueva sede penitencial, hizo una copia de su antigua imagen titular que a su vez se había quedado en la iglesia de los agustinos. A su vez Rafael Floranes, a fines del siglo XVIII, matiza que los cofrades “a esta efigie (del Nazareno) serraron la cabeza y hubo pleito y se condenó a la cofradía a la restitución de ella y la volvió y está conforme”, explicándose con esta noticia la diferencia de sus cabellos en la propia cabeza, la manera de estar encajados los brazos y la huellas de haber sido manipulada su espalda, todo lo cual se ha podido comprobar gracias al estudio radiológico que se ha verificado con motivo de su restauración en el año 2000.

Durante la Guerra de la Independencia el Nazareno del Convento de San Agustín fue llevado primeramente a la vecina iglesia de San Nicolás y después a la Catedral, instalándose en un altar del oratorio de la sacristía de ésta donde permaneció hasta 1827 en que se devolvió a los frailes. Con la Desamortización la pieza fue incautada y en 1843 se describe con el nº 7 en la sala primera del recién formado Museo provincial de Bellas Artes: “Nuestro Señor con el peso de la cruz, echa una mirada lastimosa y Simón Cirineo le socorre, le ayuda a llevar la cruz, se presenta a los soldados; estatuas del tamaño natural”, atribuyéndolas todas generosamente a Gregorio Fernández el Catálogo redactado por Pedro González Martínez pintor académico y primer director del Museo.


Cirineo
Es sin lugar a dudas una de las mejores imágenes que tallara Gregorio Fernández. Se encuentra sujetando la cruz, pero no directamente, sino mediante la tela de su ropa, para no dañar sus manos. Se mueve con naturalidad, refleja el esfuerzo del lento avance cargado con el peso del madero. Cabeza de gran carácter y manos de extraordinaria factura. Nobilísimas las barbas, de arremolinadas madejas, que hacen pensar en herencia juniana. Fruncido el entrecejo. Manos soberbias, con los dedos flexionados para adaptarse a la función de soporte. Indumentaria típica de hombre de campo, sin duda tomada del ambiente español, al que se actualizan las escenas de la Pasión. Cabeza cubierta con capucha, con borde dentado. Viste un gran sayo con mangas, que permite cómodos movimientos; se sujeta por detrás por medio de un cinto. En las piernas, polainas abotonadas, también de carácter campesino. Los pliegues, muy suaves y blandos. Conserva su policromía. Encarnación mate. Capucha y sayo de color marrón oscuro. Muceta blanca terminada airosamente en puntas por su parte posterior, polainas verdes. Todo en colores planos, con adornos listados en los bordes.
El Cirineo recibió, absurdamente, algunas matizaciones sobre su calidad por parte de Serrano Fatigati que aún reconociendo que poseía “mérito lo expresivo del rostro, el plegado de ropas, el dibujo general y su actitud” no podía compararse “a las esculturas que han dado tanto relieve al nombre de Gregorio Fernández”. El propio Agapito la consideró como la “más extraña” y creyó ver su tipo reflejado posteriormente en alguna de las figuras del paso del Descendimiento de la Vera Cruz, afirmando que de no estar documentada como de Fernández “no se creería del maestro, pues el carácter es muy otro… parece obra más enérgica y más antigua”.


La Verónica (CE0520) 1,72 m. x 0,84 m. x 0,95 m.
En actitud de sujetar el paño; de ahí las manos y la mirada dirigida hacia abajo. Cara de rasgos delgados de portentosa morbidez. Su cabeza está envuelta en una doble toca posee un rostro bellísimo de una delicada morbidez llena de angustia y ternura. Túnica verde de largas mangas, con ceñidor. Característica disposición del manto, que sugiere la sujeción mediante alfiler, según la manera de la época, y preludia los pliegues quebrados del estilo de madurez del escultor. El resultado es una figura hábilmente movida, de contrastes lumínicos y cromáticos, que requiere ser contemplada desde distintos ángulos para apreciarla en su plenitud.
El académico Isidoro Bosarte, después de contemplarla en 1804 en uno de los nichos de la sacristía de la antigua penitencial, la incluyó entre las mejores esculturas que había visto, ratificando que era “una de las mejores de este artista”. Según él “representa la estatua de una mujer de más de treinta años de edad, y es una perfecta imitación del natural. Buenos paños, mucho decoro, y sobre todo la santidad del alma”, concluyendo “que no he visto en parte alguna otra que merezca compararse con ésta”.


Sayón de la soga
Figura en primer término. Fernández ha tenido que contraponer la bondad caritativa del Cirineo con el implacable gesto de este sayón, que tira con brutalidad, como si resistiera Cristo o, simplemente, no pudiera con su carga. Hace un esfuerzo potente hacia adelante. Afinca en tierra con potencia su pierna, y sujeta con firmeza la cuerda. Con gesto contraído y expresión colérica, el sayón tuvo que desencadenar la ira de los espectadores. La indumentaria, como en la mayoría de los personajes de Fernández, se inspira en su época.. Se cubre con gorra de color verde. Jubón rojo, con vuelta verde. Un brazo desnudo. También dentado el borde inferior del jubón y mal abrochado. Calzón verde, con vuelta amarilla; presenta acuchillados. Botas de color verde, caídas las calcetas y dejando descubiertas las piernas. Calzón mal abrochado, lo que hace que la camisa y la ropa interior luzcan groseramente, extremo del que se deja constancia en las instrucciones. Es uno de los mejores sayones de la Semana Santa vallisoletana.


Sayón de la trompeta
Representa a un sayón que marcha con brío a un lado de la comitiva, cuyo paso va anunciando a toque de trompeta; movido con naturalidad, en su atuendo colorista, inspirado en la moda de la época, excepto el extravagante gorro para el que se ha señalado como fuente un grabado. Viste de soldado. En la derecha empuña la trompeta y sujeta la espada en la izquierda. Va anunciando el trágico cortejo y lo hace con espíritu de maldad. Rasurado, pero con mostacho bien poblado y perilla, conforme a la época. Nariz aguileña, otro rasgo de feísmo intencionado. Encarnación mate. Chaleco amarillo y jubón rojo, con acuchillados de fondo verde extendidos por las mangas y el cuerpo de la prenda. Cruza el pecho bandolera, para sostenimiento del espadón. Calzón verde con acuchillados, sujetándose a la pierna mediante cintas rojas. Bota verde hasta la rodilla. Como ya se ha dicho, posiblemente, en una época indeterminada, se le cambió la lanza por la trompeta.


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