Honquilana
era, a mediados del siglo XVI, una pequeña aldea perteneciente a la Diócesis de
Ávila, hoy en la provincia de Valladolid, a medio camino entre ambas ciudades.
Esta población nunca tuvo un desarrollo notable de ningún tipo. Hoy, despoblado
el lugar, unas pocas casas venidas abajo indican que allí existió un
asentamiento humano en tiempos pasados. Lo más importante de su caserío era su
iglesia y su ermita. Si de la primera queda muy poco, de la segunda no queda
nada. La parroquia, debido seguramente a la escasa población, fue suprimida en
1911. En la iglesia hace tiempo que no queda ningún mueble ni obra de arte ya
que el Arzobispado de Valladolid, tuvo la acertada idea de guardar en lugar
seguro todo aquello que podía peligrar.
Diferentes vistas del retablo cuando se encontraba en la iglesia parroquial de Honquilana |
Una de las
obras que atesoraba era el retablo mayor, que actualmente se encuentra en la
iglesia parroquial de Nuestra Señora de Prado en Valladolid. El retablo fue
mandado pintar por el provisor general de la diócesis de Ávila a Joaquín de
Vargas el 17 de marzo de 1556 para el altar mayor de la iglesia. Parece ser que
la talla del retablo, obra de Blas Hernández, estaba ya realizada desde hacía
algún tiempo. En ese momento, la iglesia llevaba a cabo algunas obras y
reformas de cara a su mejora, de forma que el mandato de las pinturas para el retablo sería una más de
ellas. El mandamiento del Provisor refleja la necesidad que surgió después de
una de las visitas periódicas a la parroquia. A este tenor, la renovación
artística de los pueblos de la Diócesis de Ávila a partir de la segunda mitad
del siglo XVI ya ha sido puesta de manifiesto.
Exterior de la iglesia de Ntra. Sra. de Prado. Imagen tomada de http://www.nsdeprado.es/index.php?it=8&galeria=1&pag=1 |
La traza
que realiza Blas Hernández para el retablo de Honquilana posee unas líneas
sencillas. No se sale de los modelos adoptados anteriormente, aunque en este
caso la traza es aún más sencilla si cabe, no sabemos si por motu proprio o por
exigencias de contrato. Usa con profusión motivos decorativos a “lo romano”. El
modelo seguido existe en los grabados que ilustran las Medidas del Romano, tratado escrito por Diego de Sagredo, publicado
en Toledo en 1526. Esta influencia de la tratadística y de los grabados se
aprecia en la forma de las columnas abalaustradas, en los frisos y en algunos
capiteles. La coronación del retablo, con el consiguiente ático poco
desarrollado propiamente abulense, se limita a un frontón semicircular y dos
pequeños remates triangulares, estos últimos carentes de cualquier canon, los
tres con escenas pintadas.
En cuanto a
la pintura, poco es lo que se conoce de su autor, Joaquín de Vargas. Las
noticias documentales se limitan, aparta del retablo que ahora tratamos, a un
concierto sobre la pintura de tres retablos que debían hacer en Rasueros
Joaquín de Vargas y Jerónimo Rodríguez, pintor de Fontíveros. Vargas tampoco
era un pintor muy inspirado. Si tanto el dorado como el estofado y el encarnado
son de calidad, las escenas de las tablas con ciertamente mediocres. En las
escenas se aprecia un conocimiento de lo que por entonces se hacía en Italia,
aunque de una forma muy epidérmica. Los ecos de Rafael son evidentes tanto en
las tablas que representan a San Blas
y San Adrián como en algunos de los
rostros que pueden verse a lo largo del conjunto, sobre todo en el Sacerdote
que recibe al Niño en la Presentación de
Jesús en el Templo. También hay una referencia a Miguel Ángel y lo que éste
había hecho en el techo de la Capilla Sixtina. En este sentido, las tablas de San Juan Evangelista y San Juan Bautista son evidentes. Pero
donde más claramente se palpa esta influencia del Miguel Ángel de la Sixtina es
en el Padre Eterno que decora el
frontón semicircular que remata el conjunto. Probablemente, Joaquín de Vargas,
conociera, por estampas o por otros medios, esta nueva forma de hacer. Pudo
ver, incluso, las obras de Alonso Berruguete sin ser capaz de llegar a una
comprensión íntegra de los nuevos modelos o, al menos, no supo llevarla a cabo
en Honquilana. La pintura estaba casi concluida en 1562.
BIBLIOGRAFÍA
- HERNANZ SÁNCHEZ, Pablo: “Relaciones de artistas abulenses en el siglo XVI: el pleito del Retablo de Honquilana”, Cuadernos abulenses, nº 32, 2003, pp. 59-86.
¡Magnífico! Espero poderlo contemplar algún día
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