La presente entrada la quiero dedicar al “expolio” que sufrió Valladolid de dos cuadros del Greco (1541-1614) a comienzos del siglo XX. Mi pretensión no es sólo narrar el hecho en sí mismo, sino llamar la atención sobre la pérdida, o destrucción, del patrimonio en Valladolid, el cual vivió su punto álgido en el primer tercio del siglo XX y en los años 60 del mismo. No nos engañemos, aún en la actualidad cosas de estas siguen ocurriendo, ya sea destrucción de patrimonio (véase el proyecto de aparcamiento en la Antigua, o las diversas obras llevadas a cabo en los últimos años que han llevado consigo la destrucción de restos romanos o posteriores) o “enajenación” de obras de arte.
Quizás
la venta más aberrante, y conocida, en Valladolid durante el siglo pasado fue
la de la reja coral de la Catedral de Valladolid, vendida en 1922 y
posteriormente donada en 1956 al Metropolitan Museum de Nueva York. No sería esta
la única venta, y en mi opinión no fue la más importante. Sin lugar a dudas la
venta más desastrosa para Valladolid fue la de dos cuadros originales del Greco.
La excusa fue que se necesitaba dinero para costear un órgano, pero ¿quién en
su sano juicio vendería dos obras de arte de primer nivel, como eran los dos
cuadros del cretense, para comprar un órgano?. Hoy quiero pensar que esto no
sucedería, aunque tampoco apostaría mucho.
La
pérdida de ambos lienzos, vendidos por el Cabildo en junio de 1904, no pasó
inadvertida, sino que fue enérgicamente denunciada por la prensa, local y
nacional, a través de una campaña promovida por representantes de los sectores
más cultos de la ciudad, y en especial por la Real Academia de Bellas Artes de
la Purísima Concepción. En
protesta de tan deplorable enajenación, la Real Academia vallisoletana
intervino como defensora del patrimonio artístico de la ciudad, no sólo al
criticar duramente tan disparatada venta, sino también al salir al paso de la
indefensión del tesoro artístico ante el vacío legal y falta de medidas
protectoras que reglamentaran la venta y posible salida al extranjero de obras de
arte de nuestro país.
En
mayor medida incluso que la célebre reja, la venta de los dos Grecos pareció en
su tiempo especialmente escandalosa, pues la obra y fortuna crítica del
cretense conocía por entonces un proceso de creciente interés y revalorización.
Desde finales de siglo, la Generación del 98 había descubierto la pintura de
Domenico Theotocopuli, cada vez más apreciada y valorada por su originalidad,
espiritualidad, libertad de factura y belleza cromática.
Autorretrato del Greco |
La
exposición monográfica sobre El Greco que organizó el Museo del Prado en 1902 y
el riguroso estudio que le dedicó Cossío en 1908 en su famosa monografía,
señalan dos hitos fundamentales en ese reconocimiento oficial y valorización de
su arte. Por otra parte, desde hacía tiempo la obra del Greco era sobradamente
conocida y estimada en el extranjero, habiéndose convertido su pintura en
objetivo prioritario de coleccionistas y museos foráneos. Toda esta fama hace
incomprensible la actitud del Cabildo al proceder a la venta de ambos lienzos,
de ahí la denuncia y el rechazo que la enajenación provocó tanto en la opinión
pública y medios culturales de la ciudad, como en los de Madrid.
Especial
protagonismo jugaría en esta campaña de protesta el presidente de la Academia
de Bellas Artes de Valladolid, Joaquín María Álvarez Taladriz, quien, junto con
su hijo, el también académico Ángel María Álvarez Taladriz, se erigieron en
portavoces de la Corporación en la denuncia de los hechos.
Retrato de D. Joaquín Álvarez Taladriz |
A
comienzos de junio de 1904 la prensa vallisoletana se hacía eco de los rumores
de venta de los dos cuadros del Greco, propiedad de la Catedral, al parecer
efectuada por el cabildo a un anticuario. Ante las investigaciones de un
redactor del periódico La Libertad,
el Deán y el Arzobispo, don José María de Cos y Macho, negaron que la venta
fuese un hecho. El primero declararía que nada se sabía oficialmente,
respondiendo al periodista que “El
cabildo no me ha dado todavía cuenta de nada. Sé, por rumores que han llegado
hasta mí, que ha habido alguno que ha hecho ofertas para adquirir los cuadros.
Pero creo que no está ultimado el contrato de venta porque de estarlo tendría
yo noticia de seguro. Hay además una disposición que ordena consultar al Papa
siempre que el precio de la venta exceda de 5.000 pesetas; y como excede en el
caso de que se trata y no se ha comunicado al Nuncio para que consulte a Su
Santidad, supongo que la venta no pase de ser una proposición de compra,
aceptada en principio todo lo más por el cabildo”.
El
redactor preguntaría posteriormente a Joaquín Álvarez Taladriz, como presidente
de la Academia, quien, por el contrario, le manifestó que sí tenía noticia de
la venta y de que, asimismo, sabia de la oferta de compra que habían hecho unos
anticuarios, citando entre ellos al Sr. Chicote, quien había ofrecido por ambos
cuadros 3.000 duros. Sin pérdida de tiempo Álvarez Taladriz convocó a la Junta
de Gobierno de la Academia, la cual por unanimidad decidió protestar por la
venta “en términos respetuosos”. Álvarez
Taladriz finalizaba sus declaraciones manifestando que a su juicio la
venta era ya un hecho consumado, constándole que el comprador (“el mercader extranjero de antigüedades Mr.
Emile Parés”) había entregado ya una señal de 5.000 pesetas a cuenta de las
25.000 en que se había acordado la venta. El presidente de la Academia
lamentaba la torpe iniciativa, pues las pinturas según su criterio valían mucho
más de la cantidad en que se habían vendido, ya que según afirmaba “la pintura del Greco está hoy en boga”.
San Jerónimo vendido por la Catedral |
El
periodista cerraba su información describiendo por encima, y con algunos
errores, ambos cuadros: “Uno es un
retrato de un caballero y el otro es una copia de un obispo que se supone
ejerció algún día en esta provincia eclesiástica… ambos fueron encontrados por
el actual presidente de la Academia de Bellas Artes don Joaquín Álvarez, en un
cuartucho de esta catedral. Sus conocimientos artísticos levantaron la caza, y
limpios los cuadros de las telarañas en que estaban envueltos, fueron colgados
en la Sala Capitular. En la Exposición de Arte Retrospectivo celebrada en
Madrid hace poco, con motivo del Congreso Ibero Americano, estuvieron
expuestos, y cuantos asistieron a dicho Congreso y los más ilustres críticos
españoles y extranjeros disputaron el retrato del obispo como joya artística de
gran valor”.
Dos
días después Ángel María Álvarez Taladriz envió al mismo diario un extenso
artículo, titulado Notas para la Historia
del Calvario del Arte en España, sobre la venta de ambos cuadros. En él,
aparte de expresar el enfado que producía su venta entre la opinión pública, se
aportaban datos más precisos sobre la procedencia de ambos cuadros: “Hace aproximadamente medio siglo fueron
exhumados en los sótanos de la Catedral por un amante de la pintura que hoy
preside la Academia de Bellas Artes de esta ciudad, a quien ayudó en su
meritísima labor el catedrático de Cánones de la Universidad de Valladolid,
doctor Valle, varios cuadros y entre ellos, los retratos de un cardenal y del
Caballero Leyva, debidos al pincel del Greco… Los anteriormente citados siempre
admiraron ambos cuadros, cuyo valor hicieron conocer al Sr. Moreno –Juan de
la Cruz Ignacio Moreno y Maisonave, entonces Arzobispo de Valladolid–, sus hermanos los magistrados don Teodoro y
don Manuel y el competente anticuario don Evaristo Cantalapiedra, a cuyo cincel
y acertada dirección se deben las filigranas del estilo gótico florido que
embellecen la capilla del Palacio arzobispal”. “Estaba reservada a nuestro tiempo la tarea
ingrata de olvidar aquellas devociones, vendiendo a un extranjero lo que es
discutible si pudo vender el Cabildo, a cuya corporación la Academia de Bellas
Artes dijo respetuosamente que los cuadros vendidos no podían tener más origen
que el de un sagrado depósito de las pretéritas generaciones”.
Retrato de un caballero de la Casa de Leyva vendido por la catedral |
Acto
seguido, el académico se preguntaba si era válida jurídicamente la venta de los
cuadros, y manifestaba que según ilustres abogados era nula, ilegal y abusiva,
e incluso podría llevarse a los dominios de la jurisdicción criminal el día en
que se redactare un código en que se castigase todo acto que supusiese
menoscabo para los tesoros artísticos del país. Álvarez
Taladriz opinaba además que desde el punto de vista económico el precio pagado
por ambas obras era muy interior al de otros lienzos del pintor recientemente
vendidos, puesto que “por el último
cuadro del Greco adquirido en París para el Louvre, inferior al retrato del
cardenal, se pagó hace pocos días la cantidad de 70.000 pesetas, porque la
firma del Greco se cotiza hoy con los más altos precios en los mercados
artísticos de París, Londres y Berlín”.
Finalmente,
en el referido artículo se daba cuenta de que la protesta formulada en su
comunicación por la Real Academia, había tenido como única contestación por
parte de los miembros del Capítulo la información de que con la venta de los
cuadros se pretendía pagar el órgano recientemente adquirido por la Catedral.
El articulista concluía ironizando sobre la razón dada por el Capítulo: “El Cabildo ha vendido los cuadros a bajo
precio según la opinión de los expertos y para comprar un órgano cuyos sonidos
por armónicos que sean no dejarán de recordar en las horas canónicas a los
Señores capitulares la venerable figura del purpurado vendido y el arrogante y
continente caballero que le acompañó en su destierro”.
La
noticia de la venta se extendió rápidamente, y a los pocos días El Norte de Castilla publicaba un nuevo
artículo, en el que se recogía la opinión de la prensa madrileña. Todos los
periodos de la capital de España –El
Imparcial, El Globo, El Heraldo de Madrid, El Diario Universal, El País, entre otros– coincidían
unánimemente en su repulsa y solicitaban del Gobierno medidas urgentes que
evitasen que las joyas artísticas de la nación pasasen a manos de extranjeros. Pronto todos los periódicos se sumaron a la denuncia,
instando a las autoridades a prohibir estos hechos por medio de una ley similar
a la ley Pacca que regía en Italia sobre la exportación de obras artísticas. También
el conocido crítico de arte Francisco Alcántara, se lamentaba en el diario
ilustrado El Gráfico de que las joyas
artísticas que atestiguaban la grandeza pasada fuesen desapareciendo en España,
insistiendo por otra parte en que los cuadros de la catedral vallisoletana
valían mucho más de las 25.000 pesetas en que se habían vendido.
La
réplica del Cabildo, al artículo de Álvarez Taladriz hijo, la dio al día siguiente el canónigo archivero en el mismo periódico –La Libertad–, con el título de
“Los cuadros del Greco. La verdad”. En él se pretendía defender la la venta de los cuadros, al tiempo que se contestaba a las declaraciones
de Álvarez Taladriz, tachándole de hombre de ideas avanzadas. En el artículo el
canónigo afirmaba que no eran ciertos los datos dados por Álvarez Taladriz, “puesto que el cuadro del cardenal Quiroga ha
estado siempre colocado en el oratorio de la sacristía, y el retrato de Venero
se ha colocado allí el año pasado, bajándosele de la Biblioteca Capitular,
donde estaba desde el siglo XVII, juntamente con otros muchos de la misma familia”.
Ante la intervención de la Real Academia, el canónigo argumentaba que la
Iglesia tenía plena facultad para vender obras artísticas, preguntándose por el
contrario qué derecho tenía la Corporación a inmiscuirse en los asuntos del
Cabildo. Asimismo Castro justificaba la venta alegando que el Cabildo
necesitaba el órgano. En
cuanto a la acusación de que los lienzos habían sido vendidos por menos de lo
que valían, el canónigo aseguró que el cabildo había hecho cuando había podido
para averiguar su justo precio, y que en ninguno caso la valoración llegaba a
las 25.000 pesetas en que se había tasado la venta.
Por
esas mismas fechas José Martí y Monsó llevó el caso a las sesiones de la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando. En la celebrada el 13 de junio de ese
año, la Academia nombraría una
comisión para que rápidamente se visitara al ministro de Bellas Artes y
le informara sobre la venta de los cuadros del Greco, a fin de
que el Gobierno los adquiriese y pudieran conservarse en España. La comisión,
en sesión del día 20 de junio, dio cuenta de sus gestiones, informando que el
ministro se hallaba identificado con los deseos de la Academia y que
precisamente en el momento de la visita se estaba ocupando del asunto,
reconociendo la necesidad de una ley que evitara la salida de obras artísticas
al extranjero. Tras
estas gestiones, y dado que la venta ya se había efectuado, si algo positivo se obtuvo del
escándalo fue
la elaboración de un proyecto de ley para la protección del patrimonio, cuyo texto sería leído en
el Senado unas semanas más tarde.
A continuación hablaremos brevemente sobre los dos cuadros, los cuales
representaban un San Jerónimo Cardenal
y un Retrato de un caballero
de la Casa de Leyva.
SAN JERÓNIMO CARDENAL
Durante mucho tiempo se
pensó que el cuadro de San Jerónimo
–identificado con este santo por Cossío– era el retrato de un cardenal.
Primeramente se pensó que se trataba de un miembro de la familia veneciana
Cornaro, y desde Justi, que pudiera ser un retrato del cardenal inquisidor y
arzobispo de Toledo don Gaspar de Quiroga. No se sabe la procedencia del
cuadro, que Ponz no menciona en su descripción de la catedral de Valladolid.
Tras ser vendido a Parés, fue adquirido en 1905 por el magnate del acero
neoyorquino Henry Clay Frick, pasando desde entonces a presidir la biblioteca
de su museo-mansión, la Frick Collection, de Nueva York.
Existen varias versiones del cuadro, siendo las mejores las que conservadas
en las colecciones Frick (antiguamente en la catedral de Valladolid) y Lehman,
de Nueva York, y el pequeño busto de Bayona. La versión Adanero-Castro Serna se
ha ocultado tan cuidadosamente de la vista del público que todavía no puede
emitirse una opinión sobre ella.
El antiguo óleo vallisoletano posee unas dimensiones de 1,11 x 0,96 m,
fechándose hacia 1595-1600. Aparece firmado hacia la derecha de la parte
central en letras cursivas griegas: doménikos
theotokópoulos e´poiei. Las brillantes vestiduras rojo cereza contrastan
con la pared verde oscuro. El tapete verde profundo de la mesa y los ribetes
rojos de los paños blancos reiteran los contrastes de valor de estos colores.
Es aún más llamativa la barba de un blanco muy vivo.
Nueva York. Colección Lehman. Hacia 1600-1610. 1,08 x 0,87 m. |
Londres. National Gallery. El Greco y taller. Hacia 1595-1600. 0,59 x 0,48 m. |
Madrid. Colección de Adanero y Castro Serna. El Greco y taller. Hacia 1600-1605. 0,64 x 0,54 m. |
Bayona. Museo Bonnat. Hacia 1600-1610. 0,30 x 024 m. El retrato es sólo de busto |
CABALLERO DE LA CASA DE LEIVA
Es una pintura de muy buena calidad, y recuerda los retratos de El entierro del Conde de Orgaz o el del Caballero de la mano en el pecho, a
pesar de que es algo anterior. La amputación de la mano izquierda demuestra que
el cuadro fue recortado y que el retrato original debía ser de tres cuartos del
cuerpo. El
Retrato de un caballero de la Casa de
Leyva (0,88 X 0,69 m.) fue identificado en 1940 por Valentín Sambricio con
Alonso Martínez de Leiva, miembro de la Orden de los caballeros de Santiago,
basándose en la inscripción que figura en la parte alta del cuadro
–probablemente un añadido posterior–. Fue vendido por el anticuario Parés a Sir
William Van Horne, figurando desde 1906 en su colección de Montreal (Canadá).
Desde 1945 se conserva en el Museo de Bellas Artes de esa ciudad.
El entierro del Conde de Orgaz. Detalle |
El caballero de la mano en el pecho |
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BIBLIOGRAFÍA
- BRASAS EGIDO, José Carlos: “Crónica de una pérdida irreparable del patrimonio artístico vallisoletano. La venta de dos cuadros del Greco que pertenecieron a la Catedral y la intervención de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción”, B.R.A.C., Tomo XXVIII, 1993, pp. 119-127.
- WETHEY, Harold E.: El Greco y su escuela, 2 tomos, Guadarrama, Madrid, 1967.