La Semana Santa de Valladolid del año 2022, la denominada “del reencuentro” tras la suspensión de las dos últimas por el Covid, será recordada por sus muchas novedades, si bien hay una que sobresale por encima del resto. Se trata del portentoso Centurión Romano que con suma destreza ha labrado en su taller de Chiclana de la Frontera (Cádiz) la escultora Ana Rey (Cádiz, 1981) –maestra especialista en la imaginería procesional pasionista, pionera en la utilización del modelado digital en 3D, y poseedora del premio La Hornacina a la mejor escultura del año 2018 por su talla del Jesús Despojado de Pulpí (Almería)– para el paso de La Sentencia que la Hermandad del Santísimo Cristo de Jesús de Medinaceli, Nuestra Señora de la Divina Misericordia y Discípulo Amado está formando entorno a su imagen titular de Jesús de Medinaceli (Juan Antonio Blanco, 2012) y que se completará en años venideros con otras tres tallas: la de Pilatos, la de su mujer Claudia Prócula y la de un niño con una palangana que venga a simbolizar el momento en el que Pilatos se lavó las manos a la hora de elegir entre liberar a Cristo o a Barrabás.
La imagen ha logrado una serie de hitos, empezando por el del escaso tiempo de ejecución dado que fue encargada en el mes de noviembre de 2021 y en tan solo cinco meses ha estado lista para estrenarse en la Semana Santa 2022. Asimismo, se trata de la primera escultura procesional, ya sea realizada ex profeso o no, que participa en la Semana Santa de Valladolid que lleva firma de mujer; y, además, es el primer soldado romano que se labra desde que lo hiciera por última vez Alonso de Rozas (ca.1625-1681) a finales del siglo XVII –entre 1674-1681 concibió los cuatro soldados romanos del paso del Santo Sepulcro de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias–. Las escenas de Pasión de Valladolid no se caracterizan, desde luego, por la presencia de actores romanos sino de sayones –burdos verdugos descamisados, de rasgos grotescos y actitudes descaradas que venían a ser una caricatura de los maleantes que frecuentaban los bajos fondos de la ciudad: delincuentes, mercenarios, villanos y rufianes, etc–. Incidimos en este hecho porque el Centurión romano de Ana Rey es un hito dentro la iconografía de la Pasión vallisoletana, tanto por el hecho de recuperar la figura del “romano” como por el de que sea el primero vestidero, para así ir en consonancia con Jesús de Medinaceli.
La imaginera nos presenta una escultura con un claro espíritu barroco en la que ha logrado mezclar de manera magistral su estilo con las enseñanzas de los dos grandes maestros “vallisoletanos”. De Juan de Juni (1506-1577) parece haber tomado el acentuado dramatismo y la expresividad, mientras que de Gregorio Fernández (1576-1636) ha hecho lo propio con el patetismo, la utilización de diversos tipos de postizos y la captación de un rostro horrendo para simbolizar la más pura maldad. A todo ello ha sumado su gusto por el hiperrealismo, un hiperrealismo llevado al extremo como puede observarse en el rostro, en el cual ha labrado con minuciosidad los rasgos faciales y las arrugas, tanto las de la edad como las propias de la expresión, que en este caso se torna en un semblante agresivo –la propia Ana Rey ha señalado que “la única indicación que he recibido de la cofradía es que tuviera cara de malo, malo”, y a fe que lo ha conseguido– y una mirada de odio hacia Cristo. Todo ello se complementa con un apurado estudio de la barba y de la cabeza rapada, con unos ojos y dientes que presentan un brillo que les hacen parecer de verdad y unos labios movidos con un naturalismo sobrecogedor.
Este atlético centurión posee un tamaño cercano al natural (178 cm, más otros 7 cm de peana) y está labrado en madera de cedro de Brasil –se trata de una madera amarga “para que los bichitos (xilófagos y termitas) no se lo coman como hacen con la madera de pino, que es muy dulce", ideal para este tipo de escultura "que además se talla muy bien”–. Aunque se trata de una imagen de vestir con el cuerpo completamente esculpido tan solo se ha anatomizado parte de él, lógicamente la visible: cabeza, brazos y piernas. También está realizada en madera la lengua, mientras que los dientes son de protésico y las pestañas son de pelo natural. Desde siempre la utilización de postizos ha sido un recurso de los escultores para aportar un mayor verismo a sus creaciones siendo el Barroco su etapa de mayor esplendor y en la que alcanzó una mayor variedad.
La imagen posee un enorme dinamismo y muestra una alta intensidad emocional que contrasta con la inmovilidad patente en el Jesús de Medinaceli. Asimismo, ambas imágenes también divergen en su propia concepción puesto que mientras que Cristo presenta un rostro idealizado, su verdugo exhibe un soberbio rostro hiperrealista. Es de admirar la manera en que la escultora mueve a su centurión dado que conquista por completo el espacio, disponiendo los brazos y las piernas en diversas direcciones y coloca levemente flexionadas las rodillas para aumentar la tensión y el movimiento. A todo ello hay que sumar el giro violento del cuello para mirar a Jesús, que se sitúa a su izquierda, o la decisión que desprende del gesto autoritario con el que señala a Cristo el pueblo.
El centurión viste con arreglo a la indumentaria real de la época con ropajes de tela natural y diversas piezas de orfebrería, todo lo cual no hace sino aumentar aún más el realismo. Así, porta una túnica encarnada corta hasta las rodillas con franjas decorativas geométricas y flecos dorados en la parte baja y en las mangas, un manto azul sujeto en los hombros por fíbulas, una lorica segmentata (coraza con protección en los hombros compuesta a base de placas metálicas que se utilizó durante el Alto Imperio) y bajo ella, colgando de la cintura, los baltea, unas tiras colgantes de cuero decoradas con pequeños círculos metálicos. Finalmente, lleva los pies protegidos por unas sandalias, las clásicas caligae. En la mano derecha sujeta una lanza tipo pilum con la punta de plástico para que se doble y no se rompa cuando el paso entre o salga por la puerta del templo dada la escasa altura de la misma.
Sus brazos también son un prodigio de realismo pues están captados con notable verismo los codos, los nudillos, las articulaciones y hasta las uñas. Hay algunos detalles realmente estremecedores como son los tendones o las venas que dan relieve y vida a esos fibrosos brazos. Todo ello nos revela a una escultora que trabaja pormenorizadamente y que no deja escapar ningún detalle, mostrando un profundo amor a su oficio y un deseo constante de superación, características todas ellas que le asemejan a su escultor favorito de todos los tiempos, el navarrés Luis Salvador Carmona. Hay otro escultor, bastante más cercano en el tiempo, al que tuvo por referente al comienzo de su carrera, estamos hablando del cordobés Francisco Romero Zafra.
Fotografía tomada de Iglesia en Valladolid
Presentado en la sede canónica de la hermandad, la iglesia de San Martín, el 3 de abril de 2022, su estreno se produjo en la Procesión de Amor y Misericordia de Jesús de Medinaceli, celebrada en la tarde-noche del Domingo de Ramos (10 de abril). La procesión partió del templo a las 19:00 h., y no regresó hasta las 23:30 h., estando todo tiempo, y aún bastante antes de que comenzara el cortejo, acompañada por un público numerosísimo que desbordaba las aceras de la mayor parte del recorrido y que deseaba admirar esta nueva imagen que tanta expectación y curiosidad había despertado desde el momento en que se anunció su presentación y que se habían incrementado tras la misma.
La acogida del centurión ha sido extremadamente positiva a pesar de presentar una estética bastante diferente de la que está el gusto de los vallisoletanos. La imagen ha satisfecho a la inmensa mayoría del público (algunos críticos le achacan, sin que eso tampoco sea algo negativo, su excesivo realismo o la utilización de vestiduras de tela y metal), hecho notablemente positivo dado que buena parte de las esculturas que ha aportado la imaginería contemporánea han estado discutidas. Ni siquiera dos obras que hoy consideramos maestras –y que fueron las primeras modernas– como son la Sagrada Cena (Juan Guraya Urrutia, 1942-1958) y el Cristo de la Preciosísima Sangre (Genaro Lázaro Gumiel, 1953) evitaron su discusión debido a que sus cánones estéticos diferían notablemente del que se consideraba como tradicional de la ciudad. Desde las referidas fechas se han incorporado numerosas imágenes y conjuntos procesionales –con mayor o menor fortuna, de mayor o menor calidad– y hemos de afirmar que el Centurión romano que ha materializado Ana Rey probablemente sea, técnicamente hablando, la mejor escultura procesional que se ha incorporado a la Semana Santa de Valladolid a lo largo del siglo XXI. Tras la Semana Santa, en Centurión se ha colocado en la capilla en la que la cofradía tiene dispuesto durante el año a su imagen titular.
En definitiva, la escultora es una maestra con un gran presente y un futuro envidiable como así parece indicarlo su constante evolución, en la que ha ido perfeccionando su arte y concibiendo una serie de obras maestras, caso de la Santa Maravillas (2013) que ejecutó para el Convento de las Carmelitas Descalzas de San Lorenzo de El Escorial (Madrid), del Jesús coronado de espinas (2019) de la iglesia San García Abad de Algeciras (Cádiz), de María Reina del Santo Rosario (2021) de Colección Particular de Ciudad Real, y, por supuesto de “nuestro” Centurión romano. En todas ellas observamos, como ya hemos referido al hablar del Centurión, un asombroso hiperrealismo, pero eso no es lo más importante ni lo más destacado. Es decir, el hiperrealismo es un estilo como cualquier otro (gótico, renacentista, barroco, etc…) y como ocurría con los otros, no solamente hay que demostrar ser diestro en el manejo de la gubia (que también), sino ser capaz de que esos personajes que has creado parezca que tienen vida interior, que sientan y que hagan sentir, y ese detalle es precisamente el que diferencia a un buen escultor de uno excelente, caso de nuestra imaginera. Ojalá nuestra ciudad cuente pronto con más obra suya y nos concienciemos de priorizar la calidad a la vecindad.
Santa Maravillas (2013). Fotografías de Ana Rey
Jesús coronado de espinas (2019). Fotografías de Ana Rey |