La progresiva
aniquilación del patrimonio vallisoletano ha traído consigo la desaparición de
la práctica totalidad del mobiliario antiguo, siendo este uno de los pocos, de
carácter civil, que quedan. La librería del Colegio de Santa Cruz fue
contratada el 28 de julio de 1705 por
uno de los maestros retablistas y ensambladores de mayor prestigio de
Valladolid, y de Castilla, a finales del siglo XVII y principios del XVIII,
Alonso Manzano. Otros importantes maestros de este periodo fueron Blas Martínez
de Obregón, Antonio Billota, Francisco Billota o Gregorio Díaz de Mata.
El contrato suscrito por
Manzano fue fiado por su amigo, el escultor, Juan Antonio de la Peña, también
uno de los de mayor prestigio en Valladolid (compartiría su importancia en la
escuela vallisoletana con José de Rozas y Juan de Ávila). Manzano, que cobraría
por la ejecución de la librería la nada desdeñable cantidad de 11.000 reales de
vellón, debía de tener finiquitada la obra para finales de ese mismo año.
Debido al tamaño del mueble no hay dudas de que debía de disponer de un amplio
grupo de oficiales y aprendices.
La librería ocupa los cuatro
lados de un amplio salón que da en su primer piso a la fachada principal. Su
misma localización en la crujía de la planta noble, sobre la Capilla y el Aula
General expresa su elevada consideración. Consta de dos cuerpos, unidos por una
escalera, con andén intermedio protegido por barandilla, subdividido
horizontalmente el inferior en cuatro pisos y el superior en cinco; y
verticalmente por columnillas salomónicas que conforman numerosas calles. Estas
son interrumpidas por escalerillas de acceso al cuerpo superior, a las puertas,
tribuna y a los huecos de las ventanas de la fachada. Un bello entablamento
barroco rematado en crestería con formas vegetales corona y da unidad a todo el
conjunto.
Cada lado mayor cuenta
con escudos dorados de la familia Mendoza y Figueroa, con el lema “Ave María” y
las hojas de higuera, respectivamente. El testero del fondo, donde se sitúa el retrato ecuestre del Cardenal Mendoza (245
x 185 cms.), que culmina en un monumental escudo dorado con las armas de éste. El
cuadro fue realizado hacia el año 1705 por el pintor vallisoletano Manuel Petí
Vander, una de las pocas luces dentro de la mediocre escuela pictórica de esta
ciudad.
En el lienzo, que
destaca por su gran colorido (una de las características de la técnica de Petí)
se representa al fundador del Colegio, el Cardenal Mendoza, en un retrato
ecuestre de gran fuerza barroca. Porta capa purpúrea sobre el alba destacando
la cruz potenzada que cuelga de su cuello. La mano izquierda sujeta las bridas,
y extiende el brazo derecho con la bengala militar de capitán general. El
cuadro ensalza la victoria del Tercer Rey de España: un moro humillado entrega
las llaves, los enemigos muertos o el pendón tachonado de medias lunas que es
hoyado por el caballo. En el aire, a ambos lados del Cardenal, hay dos grupos
de ángeles, unos portan el escudo cardenalicio de Mendoza, y los otros muestran
la cruz que da título al Colegio.
La fuente de
inspiración de este retrato ecuestre enlaza algunos grabados, como los de Jan
van der Straat que ilustró una serie para una edición de la obra de los Doce Césares de Suetonio. En concreto el
modelo de Domiciano es reiterado en el retrato del Cardenal. Pero la fuente más
directa parece ser un grabado realizado por el boloñés Francesco Curti para
ilustrar una “Historia de la vida del
Cardenal D. Gil de Albornoz…”, publicada en Bolonia el año 1612, y
reutilizado en otras impresiones, como en la obra conmemorativa de un viaje de
Felipe V a Italia, editado en 1703. El Cardenal Gil Carrillo de Albornoz fue un antecedente de Mendoza en la sede
toledana, en las luchas a favor de la corona y de la Iglesia, y en la fundación
de un Colegio –el de San Clemente de Bolonia–.
Grabado del Cardenal Gil Carrillo de Albornoz |
Las estanterías llevan
decoraciones vegetales doradas, que en el piso superior toman forma de tarjetas
donde se colocan letreros que indican las diversas materias contenidas en los lbiros
de los estantes: Philosophia, Theol, Humanr.s, Jus Civile,
etc.
Los fondos que custodia
la biblioteca del Colegio se nutrieron en un primer momento de la aportación
del fundador –del que aún hay ejemplares personales–, y posteriormente de libros
impresos o manuscritos entregados por muchos colegiales que así expresaban su
reconocimiento al centro en el que se formaron. Actualmente agrupa también
fondos procedentes de las desamortizaciones y de la Universidad. Sin ninguna
duda una de las joyas de la colección es el Beato
de Valcabado, fechado en el año 970. También algunos documentos del
Colegio, bellamente miniados, como la carta fundacional de 1483, que presenta
al Cardenal con unos colegiales, o la carta de privilegio de los Reyes
Católicos, de 1484, con retrato de los monarcas en simbólico abrazo. Muchos
incunables o libros raros, otros de importantes ilustraciones, etc., cubren
diversos aspectos del saber (Derecho, Medicina, Religión, Ciencias, Arte,
Filosofía, Historia, Técnica, etc.). En algunos aparece la indicación de que
procede del mismo cardenal, otros que son obsequio de colegiales, a veces por
ser de su autoría, y algunos que fueron copiados por ellos mismos.
La Biblioteca estaba bien atendida desde la época del Cardenal. Las Constituciones indican la prohibición de sacar libros fuera del Colegio y que estén bien protegidos con cadenas de hierro, cuidando de que las llaves se guarden en el arca de cuatro llaves, dispuesta en la Capilla, en la cual también custodiaban dinero, escrituras y demás efectos valiosos, cuyo acceso sólo era posible en presencia del Rector y otros tres colegiales que tenían cada una de las llaves. Además había un colegial denominado “Stationarius” que debía estar presente cuando alguna persona tuviera que acceder a esa dependencia. Tales cuidados se vieron reforzados por el castigo de abstinencia de vino un día para las negligencias en su cuidado; e incluso se acentuó con la amenaza de sanciones espirituales, pues una Bula expedida por Inocencio X en 28 de julio de 1649 prohibía sacar libros de la Biblioteca del Colegio de Santa Cruz so pena de excomunión mayor.
De la fábrica original
de la Biblioteca se conserva la entrada principal, consistente en una delicada
portada de gusto renacentista, asignada a Lorenzo Vázquez de Segovia (autor
asimismo de la portada principal del Colegio y del primitivo retablo mayor de
la capilla de dicha institución). En ella se disponen las hojas de madera de la
puerta, en las cuales aparecen unos relieves tallados por el escultor Alejo de
Vahía, que cumplen con un programa dictado en orden a exaltar una idea
simbólica y humanista: la Sabiduría divina, sugerida por la leyenda “Apud Deum,
Verbum erat” en filacteria sostenida por aves, y los doctores Santo Tomás y San
Agustín, cuyas doctrina medievales enlazan con el saber antiguo aristotélico y
platónico.
El interior actual de
la Biblioteca es fruto de algunas reformas operadas a finales del siglo XVII e
inicios el XVIII. A mediados del siglo XVII debía encontrarse en un estado poco
adecuado pues el antiguo colegial Pedro Carrillo de Acuña, Capitán General de
Galicia y Arzobispo de Santiago, sede en la que muere en 1667, prometió
arreglarla y entregó una serie de libros para acrecentamiento de sus fondos.
Más tarde padeció un incendio, por la que ya precisaría de una renovación
completa, así el 28 de julio de 1705 Alonso Manzano contrató la supradicha
estantería.
BIBLIOGRAFÍA
- ANDRÉS ORDAX, Salvador (coord.): El Cardenal y Santa Cruz: V Centenario del Cardenal Mendoza (exposición celebrada en el Colegio mayor de Santa Cruz de la Universidad de Valladolid), Universidad de Valladolid, Valladolid, 1995
- ANDRÉS ORDAX, Salvador: Santa Cruz: arte e iconografía, el Cardenal Mendoza, eel Colegio y los colegiales, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2005