En
la iglesia parroquial de San Martín de la localidad de Mota del Marqués se
halla una de las imágenes de la Piedad más bellas de la provincia. Su
realización se le atribuye al escultor palentino, aunque vallisoletano de
adopción, Adrián Álvarez (1551-1599); uno de los mejores representantes del
Romanismo, movimiento que parte de los postulados finales del Renacimiento
copiando las formas miguelangelescas (de Miguel Ángel Buonarroti). De “casta le
venía al galgo” el oficio de escultor puesto que su padre fue el afamado
imaginero palentino Manuel Álvarez y su madre Isabel Giralte, familiar del gran
escultor Francisco Giralte. No es la primera vez que tratamos sobre Adrián
Álvarez en este blog, pues ya se habló sobre él al explicar los retablos de
Santa María de Torrelobatón y de la parroquial de la Asunción de Tudela de Duero.
La
presente Piedad (105 x 130 x 40 cms.), realizada en madera policromada se fecha
a finales del siglo XVI ¿1596?, en el tránsito entre siglos. Fue concebida como
escultura de retablo, puesto que es plana por detrás, lo que indica que en un
principio no se pensaba darla una función procesional. Prueba de la devoción
que se la rendía en el pueblo es la pintura exvoto del siglo XVIII en que se
menciona un supuesto milagro de la imagen, también conservada en la parroquia. En
la actualidad, este sentimiento sigue vivo, manifestándose sobremanera cada
Viernes Santo, a la caída del sol, cuando sale en procesión.
Pintura exvoto del siglo XVII con la Virgen de la Piedad |
El
escultor nos representa a la Virgen sentada sobre unas piedras del Gólgota, con
rostro dolorido ante la figura de su Hijo muerto, al que coge la mano izquierda
y sujeta en alto la cabeza. Viste túnica, manto y toca –signo de edad y pena–. El
Cristo se dispone tendido sobre una roca y no sobre el regazo de su madre como
suele ser más habitual. Esta forma de interpretar el tema tiene antecedentes en
el siglo XV y en la primera mitad del siglo XVI (como por ejemplo, la Virgen de
las Angustias de Arévalo atribuida a Pedro de Salamanca), aunque Émile Mâle
considera que se extiende a partir del Concilio de Trento. En cualquier caso,
supone la búsqueda de una representación más acorde con la lógica compositiva,
si bien pierde la fuerza sentimental que aportaba la colocación del cuerpo de
Cristo sobre el regazo de la madre.
Según Parrado del Olmo, “la escultura presente las formas correctas, aunque algo envaradas, propias de la escuela vallisoletana de finales del siglo XVI, con una tendencia a la corrección de las formas, como se aprecia en el movimiento suave de los paños de la Virgen o en la anatomía del cuerpo de Cristo, pero sometiendo a la imagen a cierta estilización rígida. Parrado del Olmo se la atribuye a Adrián Álvarez, por su parentesco muy cercano a la Virgen de la Angustias de la ermita homónima de Tordesillas, que documentó como obra contrata por este escultor en 1589. En cualquier caso, no puede excluirse una posible colaboración de Pedro de la Cuadra, escultor que debió de colaborar con Álvarez en sus años juveniles. El esquematismo de la obra recuerda composiciones de Cuadra, si bien éste resulta aún más rígido y esquemático en los grupos escultóricos de la Piedad que se le conocen. La escultura de mota del Marqués se puede fechar a partir de la citada fecha de 1589”.
La
policromía es propia de finales del siglo XVI, con técnica de rajados en lo
fundamental, completada con diversos detalles a punta de pincel. La túnica
lleva motivos vegetales esgrafiados sobre fondo rosáceo, con un corazón con los
siete cuchillos alusivos a los siete dolores de María, realizado a punta de
pincel. El manto de fondo azul oscuro presenta motivos similares y emblemas
marianos. Las orlas son roleos a punta de pincel sobre fondo de oro. La sábana
y el paño del Cristo dibujan flores de oro sobre pintura de color ocre claro. Por
último, sobre las piedras, se representan tallos vegetales y flores. El
encarnado es a pulimento.
Su
restauración aportó nuevos datos que han propiciado un mayor conocimiento de la
obra. Arias Martínez ha reproducido y descifrado una inscripción que aparece en
la base: “Izose esta echura el año de
1506 y se renobo el año de 1723 / siendo capellán Mayoor el sr. Dn Fernando de
acebes ermosino / y fueron las devotas Catalina diez y mariana Diez y la estofo
Manul / el Varreda y lombera Vecino de la Ciud(ad) de Valladold(olid), en esta
billa de Lamotta / A diez dias del mes de Julio deste Presente año amen Jesús /
antonio Barreda en la casa de Miguel Gómez que linda con la callexa de la
Iglesia”. Esta información pone de manifiesto que la policromía no es la
original sino una intervención dieciochesca a cargo del policromador Manuel
Barreda y Lombera. Presenta una labor muy rica en las telas con motivos vegetales
y emblemas marianos. La mención al año 1506 como fecha de inicia de la obra no
puede admitirse como válida, por razones estilísticas evidentes. Arias
contempla la posibilidad de que esta fecha respondiera a la iniciación del
culto a esta devoción. Al hilo de esa teoría debemos tener en cuenta que era
muy común el encargo de obras que volvían a repetir la misma advocación que se
veneraba, llegando a reemplazare en la mayoría de los casos. Quizás pudieran
estar trastocados los números y en realidad tratarse del año 1596; fecha,
además, correspondiente con el estilo que exhibe la talla.
BIBLIOGRAFÍA
- ÁLVAREZ VICENTE, Andrés y GARCÍA RODRÍGUEZ, Julio César: Dolor y Gloria, Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2006.
- PARADO DEL OLMO, Jesús María: “Piedad”. En VV.AA.: Las Edades del Hombre. Remembranza, Edades del Hombre, Zamora, 2001.