Esta entrada de blog está especialmente dedicada a Alicia Abarquero, la cual me dio la idea de hacer un post sobre este arquitecto, el cual desconocía por completo y ha sido una grata sorpresa. Uno
de los arquitectos más importantes y solicitados de comienzos del siglo XX en
Valladolid fue el maestro de obras Modesto Coloma. Su trabajo constituye un
factor clave para la configuración de la imagen arquitectónica de Valladolid en
nuestros días (sobre todo en sus calles más significativas, como Cánovas del
Castillo, Miguel Íscar, Gamazo o López Gómez). Suyo es el único modelo de claro
Modernismo catalán existente en la ciudad: la casa del Príncipe. Además, será uno de los primeros en introducir
la nueva estética modernista en la arquitectura vallisoletana. Aunque aún se
conservan un gran número de sus edificaciones, algunos de sus proyectos han
desaparecido.
Modesto
Coloma Palenzuela nace en Cevico de la Torre (Palencia) el 24 de febrero de
1840, siendo bautizado en la iglesia parroquial de San Martín. Al menos desde
1875 se tiene constancia de que vive en Valladolid junto a su esposa, Dª
Candela Quevedo Quevedo, y sus hijos. Durante el periodo 1859-1862 cursa los
estudios de maestro de obras en la Escuela profesional de Bellas Artes de
Valladolid.
Conocemos
pocos datos biográficos más. Su incorporación aparentemente tardía al ejercicio
de la arquitectura (contaba ya con treinta y cinco años cuando se domicilia en
Valladolid), hace sospechar que éste pudiera haber desempeñado su trabajo en
alguna otra localidad, incluso, fuera de la provincia vallisoletana. No
obstante, su encomiable labor a lo largo de medio siglo le convirtió en una
importante personalidad dentro de la sociedad vallisoletana.
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Jerónimo Arroyo. La "Casa del Príncipe" |
El
mayor protagonismo dentro de la obra de Coloma lo tuvo la construcción de viviendas,
siendo la casa de alquiler la que ocupara un papel predominante, aunque tendrá
intervenciones en otras tipologías arquitectónicas en las que también
destacará. Con el paso del tiempo la calidad de su trabajo aumentará
progresivamente, siendo imprescindible el apoyo que la mediana y alta burguesía
vallisoletana le ofreciera a partir de la década de 1880. En un primer momento
vemos cómo la influencia del Eclecticismo arquitectónico, que comenzaba a tomar
fuerza en la ciudad, es lo que caracteriza la obra de Coloma. Sin embargo en
torno a 1905 sus obras ofrecieron una clara tendencia modernista que se
reafirmaría mediada la segunda década del siglo pasado. Pese a todo, el sentir
ecléctico estará presente en casi todas sus obras de relevancia, incluyendo las
modernistas, por lo que hallamos ejemplos hasta mediados de la década de 1920
que abiertamente lo ratifican. Por otro lado tenemos que destacar la
realización de una arquitectura de ladrillo visto, sin revoco alguno, en la que
destacaría, sobre todo, el establecimiento de un programa ornamental basado en
la recreación de diferentes motivos mudéjares. Esté o no relacionada esta
arquitectura con la evocación mudéjar, siempre se centrará en el juego que
supone la diferente disposición y manipulación del ladrillo en fachada,
implantando, en bastantes ocasiones, una serie de nuevos y curiosos diseños.
EL
ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX
Hasta
principios de la década de 1890 Coloma va a firmar muy pocos contratos en
relación con los demás maestros que trabajan en la ciudad, caso de Pablo Luis o
Julián Palacios, y de éstos muy pocos se referirán a la ejecución de alguna
arquitectura de nueva planta. Además, casi todos sus proyectos se basan en
sencillos diseños donde la ornamentación arquitectónica es prácticamente
inexistente. Un ejemplo de esto que comentamos puede ser la casa de vecindad
que realiza en la calle Caldereros, 25
para D. Francisco Barrera. En cuanto a la “sencillísima decoración” de fachada, la memoria especifica que ésta
se componía “de dos secciones de
miradores cerrados de cristales en los huecos extremos, balcón corrido en el
centro hasta unirse con los miradores y división de cada piso por medio de una
imposta”.
En
los años 90, Coloma va a realizar notables proyectos en el campo de la
arquitectura doméstica vallisoletana. De sus obras muchas veces resulta un
sabio Eclecticismo, por otra parte difícil de conseguir debido a la pobreza de
materiales con los que normalmente se trabajaba en la ciudad. Entre los
ejemplos se pueden reseñar la nueva fachada para la casa de D. Andrés Gerbolés, hoy todavía en pie, situada en la calle de
Santa María, 11. Ésta supone un diseño tan humilde como la de D. Francisco
Barrera, sin embargo, su programa ornamental, donde destaca la representación
de una serie de elementos abalaustrados en el último piso, no deja de ser un
modelo basado en un claro lenguaje clasicista.
En
esta década de 1890 realiza dos proyectos que sobresalen sobre el resto de su
obra. Ambos ofrecerían a Coloma el reconocimiento que con los años se le
atribuye en la capital vallisoletana, aumentando sus encargos, de manera
considerable, entre la mediana y alta burguesía de la ciudad. El primero es el realizado para Dª Juana
Lombraña en 1894. Las calles López Gómez y Mostenses (actual José María Lacort)
acogen el alzado de las dos fachadas, destinando la edificación al
arrendamiento de establecimientos en su piso bajo y al de viviendas en el
principal y segundo. Una solución curva articula sendas fachadas, las cuales
quedan enmarcadas por pilastras que abarcan los dos pisos de viviendas. La rica
y modélica decoración, modificada posteriormente, hace olvidar la pobreza de
los materiales utilizados, caso del ladrillo y el yeso (en resaltos y
molduras), formalizando, con este último, una decoración que, con variantes,
manejará en multitud de ocasiones. Coloma utilizará en esta ocasión el hierro
para el atirantado y sustentación de los diferentes pisos. Éste aparecerá con
mayor frecuencia posteriormente.
Para
D. Santiago Briñas levanta, en 1895, una
casa haciendo esquina entre la calle Alfareros (actual Claudio Moyano) y la de
Mendizábal (actual Menéndez Pelayo). Las cuatro alturas del inmueble se
alzarían en ladrillo, mientras que la sillería se reservaría al zócalo. El piso
bajo, mediante revoco, imitaría hiladas de sillería almohadillada, otorgando
una mayor nobleza, importancia y elegancia a la construcción. El primer piso
estaría enmarado por pilastras pareadas y cajeadas en cada una de las esquinas
de la fachada. Por su parte, el segundo y tercer nivel quedarían ligados,
visualmente, por un orden gigante también de pilastras pareadas estriadas. A
toda esta lujosa configuración habría que unir las enormes dimensiones que
ofrecía la fachada: 23,70 m. de ancho y 16,65 m. de altura. Además, la
espectacularidad se incrementaría gracias al enorme mirador en esquina
abarcando los tres pisos.
LOS
PRIMEROS AÑOS DEL SIGLO XX
Durante
los cuatro primeros años del siglo XX su línea estilística no varía demasiado
respecto a los años anteriores. Es así como en 1901 va a realizar una casa de nueva planta para D. Ezequiel
Martín Calero. La fachada, como la de D. Santiago Briñas y Dª Juana Lombraña,
es de una enorme extensión: 28 metros. Ésta, ya desaparecida, sería de
ladrillo prensado al descubierto y el repertorio ornamental constaría de “resaltos de jambas, impostas, guardapolvos y
otras molduras de yeso y vaciados”, además de cuatro miradores, dos en cada
extremo de la fachada.
El
mismo año diseña una casa para Dª Leonor
Novás en el actual número 25 de la calle Muro. El programa decorativo de la
fachada responde fielmente a lo diseñado en su día por Coloma. Algunos de sus
elementos poseen bastantes similitudes a los realizados por él mismo en torno a
estos años, recreando motivos que ya aparecerían en la casa de Dª Juana
Lombraña y que más tarde emergerán, nuevamente, en algunas de sus
construcciones.
En
1903 levanta una nueva casa en la calle
de la Merced, 6. El piso principal se realiza en ladrillo ordinario
revestido imitando la piedra sillar y continuando las formas del piso bajo, de
sillería, aunque con hiladas más próximas unas de otras, ofreciendo una mayor
nobleza a la edificación. El resto se levanta en ladrillo prensado al
descubierto, como muchas de las viviendas que proyectara. La decoración sigue
la misma línea de obras anteriores: impostas, guardapolvos soportados por
ménsulas, miradores, etc., ofreciendo en algunos detalles una clara similitud
con la casa de López Gómez-Mostenses.
Unos
meses antes presentaba los planos del actual número 3 de la calle Duque de la Victoria. El encargo consistía en
construir de nueva planta en un solar que el propietario, Miguel de Pardo y
Pardo, acababa de adquirir, destinado el piso bajo a comercio y los cuatro
restantes a vivienda. Sin embargo, el edificio inmediatamente anterior a este
solar también pertenecía a la misma persona, por lo que en la solicitud de
obras se pretendía conseguir la licencia para revocar la fachada de este
último, modificándola decoración existente y haciéndola exactamente igual a la
que surgiese del levantamiento de nueva planta en el solar que acababa de
adquirir. De este modo se pretendía agregar una construcción a otra
constituyendo una sola edificación. Dentro ya de la fantasía ecléctica, los
planos muestran una concepción y adaptación general de estilo renacentista.
Éste se centra en la utilización de palmetas neohelénicas a modo de acróteras
clásicas. Destacaban los balcones de hierro que se materializan siguiendo
formas muy abigarradas y de gran delicadeza, recreando la decoración de putti.
PRIMER
PERÍODO MODERNISTA
El
año de 1905 será clave para la producción arquitectónica de Coloma. Tras la
celebración en Madrid del VI Congreso Internacional de Arquitectos (1904) la
estética modernista se difunde por casi toda España. Valladolid conocería las
nuevas formas a través de Madrid. Así pues, a partir de 1905 Valladolid poseerá
ejemplos inmersos en el “nuevo estilo”. En este sentido se pueden incluir una
serie de interesantes edificaciones diseñadas por Coloma pertenecientes a los
inicios del Modernismo vallisoletano. En abril de 1905 presenta un proyecto de nueva planta para D. Mario Herrero Somoza
en la calle de los Arces (actual San Antonio de Padua). La memoria de éste
señala cómo la edificación se acomodaría “al gusto moderno”: Las líneas curvas
ofrecen esa nueva imagen en la construcción, desarrollando un tipo de arcos muy
acordes con la estética islámica. Así, los conopiales y de herradura, entre
otros, servirán de modelo para la realización de motivos propiamente
modernistas en diversas edificaciones de la ciudad.
A
lo largo de su viva continuará diseñando planos con una marcada aproximación a
la nueva estética, ya sea en torno al sentir del Art Nouveau, de la Sezession
o simplemente como un peculiar recordatorio de formas gloriosas del pasado
arquitectónico español.
Su
obra más espectacular en estos comienzos modernistas es la casa que responde al
número 12 (posteriormente unido al
número 14) de la calle Lencería (actual número 4), con fachada también al 7
de la Plaza de Fuente Dorada, propiedad de D. Francisco Agapito Martín. El 31
de julio de 1905 se solicita la licencia para construir una planta baja
destinada a comercio y tres pisos más a habitaciones, poseyendo el último de
ellos “azoteas en las primeras crujías
exteriores”. Ese proyecto no se llevó a cabo, así como tampoco se llegó a
realizar una nueva modificación. Lo que sí se convirtió en realidad fue una
nueva solicitud presentada por Coloma el 9 de enero de 1906 en la que varía la
decoración de la fachada a la calle Lencería. Su construcción es considerada
por Domínguez Burrieza como el primer programa decorativo de relevancia en la
arquitectura modernista vallisoletana. La decoración que presenta superpuesta
en el ladrillo llama la atención sobre algunas formas del Art Nouveau y de la Sezession
demasiado sofisticadas con respecto a sus anteriores obras. Estamos hablando de
un Modernismo más internacionalizado, aunque siempre tomando en consideración
su contenido ecléctico, acorde con la arquitectura que se desarrollaba por
entonces en casi todo el país.
SEGUNDO
PERÍODO MODERNISTA
Entre
los años 1913 y 1918 Coloma diseñará sus edificios modernistas más
espectaculares. Para D. Eusebio Alcalde proyecta una casa de nueva planta sobre el solar resultante de los antiguos números
9 y 11 de la calle Lencería c/v a la de Alarcón. La nueva construcción
quedaría configurada tras la adhesión de los números 3, 5 y 7 de la misma calle
Lencería. Ambas edificaciones se unirían física y estilísticamente. En el primero
de los casos un gran mirador en rotonda abarcando los tres pisos de la
construcción, a excepción del bajo, desempeña la función unificadora. Por otra
parte, la decoración sigue, en líneas generales, la geometría decorativa de la Sezession, línea estilística en la que
se basarán algunas de sus más importantes obras de estos años. En este caso,
toma especial relevancia una serie de elementos verticales que, localizados en
la parte superior de la fachada, se vinculan, claramente, a la corriente
europea.
La
inspiración secesionista la volvemos a ver en el número 2 de la calle José María Lacort c/v al 7 del Campillo de San
Andrés. La construcción, basada en la arquitectura de ladrillo al descubierto
tan utilizada por Coloma, servirá como arrendamiento de habitaciones. Su
decoración, centrada en las guarniciones de yeso existentes en los huecos,
continúa una evidente geométrica de formas inspiradas en la Sezession. Así, extraños motivos vegetales
con una clara tendencia a la verticalidad dialogan con una serie de líneas
dispuestas en horizontal.
Una nueva prueba la tenemos en la casa que diseña ese
mismo año para D. Mariano Tranque. Éste encarga la realización de un edificio
destinado a habitaciones de vecindad que ocuparía los números 6, 8, 10 y 12 (actual 6) de la calle Platerías con
accesorio a la de Cantarranas. La ornamentación sigue la línea de la
geometrización formal. Su simetría es absoluta, no sólo en cuanto a composición
de fachada sino también en la disposición de su decoración. En este caso
destaca la utilización del motivo de la lira en los herrajes de balcones y
miradores. Éstos siguen formas abombadas salvo el balcón corrido del principal
y último piso, cada uno de ellos abarcando dos huecos, siendo, además, los
niveles de la edificación que albergan una mayor riqueza ornamental. El remate
de la casa, con una disposición cóncava, está formado por una serie continuada
de guirlandas además de bustos, que rematan las filas laterales de miradores.
En
1915 vuelve a hacer uso de motivos propios de la Sezession, esta vez compartiendo fachada con el retorno de las
formas ondulantes localizadas en el piso principal, a lo que hay que unir los
diseños en espiral presentes en los herrajes panzudos de los balcones. Estamos
hablando del edificio que proyectó en el
solar perteneciente a los números 4, 6, 8, 10, 12 y 14 (actual 2) de la Calle
Cánovas del Castillo c/v a la de la Sierpe. Coloma elabora una diferente
decoración en cada uno de los pisos. Además de las ya mencionadas formas
ondulantes de la planta principal (independizándola del resto por medio de una
imposta) hay que añadir las molduras que presenta el siguiente nivel, donde
motivos secesionistas concurren en unos marcos ornamentales de similar diseño
realizados en otros edificios de este maestro de obras. Las guarniciones de
yeso que aparecen en la planta superior manifiestan, en última instancia, una
reelaboración, con fines estrictamente decorativos, de una estructura inspirada
en la simulación de un simple juego de alternancia entre arco y entablamento
muy utilizada en la construcción decimonónica y que en Valladolid se afianza
gracias al propio Coloma o a Antonio Ortiz de Urbina. Por último hay que hacer
mención de la importancia otorgada a la zona central de la fachada,
destacándose a través de la unión física de sus vanos. No obstante, la que da a
la calle Sierpe exhibe un diseño distinto de la anterior. Lo único que mantiene
sin variaciones es la decoración del segundo piso y el balcón corrido que une
los dos vanos centrales de cada uno de los tres niveles destinados a vivienda.
El
único modelo de claro Modernismo catalán (aparte de las pequeñas influencias
que posee la Casa del Príncipe de
Jerónimo Arroyo) que conserva Valladolid, corresponde al actual número 6 de la calle Cánovas del Castillo (antiguos 22, 24 y
26), levantada en 1916. Se basa en la corriente medievalista de arcos
apuntados, arquillos ciego, ventanas trilobuladas, etc. Sin embargo, lo que más
llama la atención es la fantasía decorativa en la ejecución de algunos motivos,
caso de los dragones y atlantes que soportan los balcones. Los miradores, con
vuelo semicircular, destacan tanto por el tipo de huecos que poseen como por su
posición centralizada en la fachada. Es posible que la vinculación catalana de
este edificio provenga a través de algún viaje a Cataluña o por el conocimiento
de cuadernos de dibujos, fotografías o revistas.
En
1918, D. Nicasio García solicita licencia para construir de nueva planta un edificio en la calle Miguel
Íscar, 4 duplicado. Coloma es el encargado de realizar los planos, sin
embargo, comenzado ya las obras, el arquitecto municipal, Agapito y Revilla,
percibe una serie de irregularidades en la construcción. Éste afirma que la
decoración que se estaba llevando a cabo en la fachada no era la que había
señalado en los planos presentados al Ayuntamiento, por lo que obliga a Coloma
a realizar unos nuevos detallando el programa ornamental que quería utilizar.
Nuevamente examinados por Agapito, fueron aprobados y la obra continúo su
marcha. La fachada, de una innegable verticalidad y elegancia, recuerda, en
determinados casos, proyectos que ya existían en la ciudad, como el número 1 de
la calle Claudio Moyano c/v a la de Santiago o la Casa del Príncipe. La dos filas de miradores (en éstos es donde más
claramente se aprecia el Modernismo de sus diseños), orlados con guirnaldas y
coronados por balaustradas, flanquean el cuerpo central de la edificación para
el que Coloma elige, como remate del mismo, la simulación de una especie de
rocalla que no desentona con los distintos elementos de origen barroco
dispuestos en la parte superior de la fachada.
ÚLTIMOS
AÑOS DE SU PRODUCCIÓN
Coloma
siempre va a tener en consideración, como el resto de maestros de obras y arquitectos
de Valladolid, la importancia del mirador. Como ejemplo podríamos destacar dos
proyectos, ambos realizados en el año 1920. Uno de ellos, el del número 27 de la Plaza de Fuente Dorada,
se basaba en la ubicación de un mirador corrido de cemento armado que abarcaba
los tres pisos de que constaba la edificación (actualmente no existe). El otro
ejemplo consistía en colocar un enorme mirador (hoy desaparecido) en la casa que formaba ángulo entre las calles
Alonso Berruguete y Angustias, además de realizar un revoco general a la
vivienda. Referente a esta última casa, hay que llamar la atención sobre las
molduras decorativas realizadas en yeso que dejan ver, todavía en nuestros
días, una serie de animales fantásticos entresacados de bestiarios renacentistas.
No sería la única vez que la decoración de una de sus fachadas siga modelo de
tal inspiración.
Como
hemos visto, multitud de edificios que vemos normalmente cuando paseamos por la
ciudad fueron realizados por este semidesconocido maestro de obras, el cual
colaboró a la modernización visual de la ciudad. Sería una pena que los
edificios que aún se conservan sucumbieran a la piqueta como últimamente está
ocurriendo con algunas casas situadas en la calle de Santiago, lateral del
Mercado del Val, por no hablar del interesante, y desaparecido hace un par de
años, almacén que se encontraba en la calle Cardenal Cos.
BIBLIOGRAFÍA
- DOMÍNGUEZ
BURRIEZA, Francisco Javier: “Modesto Coloma: Medio siglo de arquitectura civil
en Valladolid (1875-1925), “B.S.A.A.”,
tomo LXVIII, 2002, pp. 295-320.