Antonio Maffei Carballo supone un caso similar al
acaecido con Gabriel Osmundo Gómez: ambos son pintores nacidos en una Cuba aún
española y que emigran, siendo aún jóvenes, a la metrópolis. Maffei nace el 17
de febrero de 1885 en La Habana. Sus padres fueron un farmacéutico militar y
una dama cubana. Su regreso en 1887 a la Península, les libró de vivir el
desastre bélico que se avecinaba. Los Maffei, de origen italiano, estaban ya
instalados en España desde mediados del siglo XIX.
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Antonio Maffei |
El abuelo, Antonio Maffei Rosal, nació
accidentalmente en Burdeos, fue pionero de la enseñanza del dibujo topográfico,
disciplina muy relacionada con la evolución del paisaje como género, experto en
la técnica de la miniatura, profesor de “extremos” en la Academia de San
Fernando y, finalmente, pintor de cámara de Isabel II. Un hermano suyo,
Francisco Maffei Rosal, fue discípulo de Genaro Pérez Villaamil.
La infancia de Antonio Maffei transcurrió entre
numeras ciudades debido a los traslados del padre. Él mismo confesaba que su “niñez transcurrió en Pamplona, viendo montes
y abundante arbolado. A los diez años en Madrid, cara al Guadarrama y la Casa
de Campo; a los quince en Santander, a contemplar el mar, los prados, los
bosques, las montañas…”. Fue en la capital navarra donde se inició en el
mundo de la pintura de acuarela.
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Antonio Maffei con su madre |
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Antonio Maffei pintando |
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Antonio Maffei tocando el piano |
Los siguientes años serán de mucho movimiento: en
1895 realiza los estudios de Bachillerato en Madrid, ciudad a la que se
traslada a vivir en 1900. En 1904 reside en Vitoria y estudia pintura con Díaz
Olano, para finalmente establecerse en 1905 en Madrid. En la capital de España
estudia en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. A lo largo de los ocho
años que vive en Madrid va descubriendo las complejidades de la pintura, la
lucha por la conquista de las técnicas, la admiración y el influjo de los
maestros directos –Muñoz Degrain, Emilio Sala, Carlos Haes, Moreno Carbonero,
Cecilio Pla y el grabador Carlos Verger– y también de los otros, los
intemporales habitantes del Prado, Velázquez sobre todos. Por estas mismas
fechas pasó por la Academia Eduardo Martínez Vázquez, paisajista de Gredos, y
es posible que hubiese entre ambos una relación de amistad apoyada en el común
entusiasmo por aquella región. En estos años destaca por su gran habilidad e
inspiración artística.
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Antonio Maffei con un grupo de amigos de la Academia de San Fernando |
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Antonio Maffei en un fin de carrera en la Escuela de Comercio. A su lado se encuentra ¿Miguel Delibes? |
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Antonio Maffei recogiendo un premio en Vitoria en el Congreso Hispanoamericano de Taquigrafía |
En 1914 gana la plaza de Profesor de Dibujo y
Caligrafía en la Escuela Profesional de Comercio. En 1917 se traslada a vivir a
Valladolid, ciudad en la que se establece definitivamente, donde desempeñará
plaza de profesor de Dibujo en la Escuela Normal del Magisterio. Solamente
saldrá de la ciudad esporádicamente para pintar las montañas de la Sierra
Central, el Cantábrico o los cegadores cielos de Andalucía.
Las temporadas pasadas con un hermano suyo en Arenas
de San Pedro le brindarán la ocasión de captar detenidamente las bellezas de la
montaña y de enamorarse de una joven, veinte años menor, llamada Maximina.
La llegada a Castilla fue muy positiva para Maffei,
ya que llegó a comentar en sus últimos años que “perdí el mar, pero gané la salud”. A pesar de ello, tardó en
adaptarse visualmente a un paisaje tan distinto al de su infancia en el Norte.
Y, quizá, no llegara nunca a sentir la grandeza de nuestros páramos desnudos
como tema pictórico, a pesar de su admiración por García Lesmes, cuyo
ascendiente reconoce, y de la profunda amistad con el médico Alberto Macías
Picavea, asimismo pintor de limpias acuarelas sólo conocidas en su más íntimo
círculo.
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Arenas de San Pedro |
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Casas de Candelera |
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Catedral de Valladolid |
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El campo |
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El vergel |
La formación de una familia y el deseo de disponer
de un mínimo desahogo hizo que tuviera que pluriemplearse, y así sus jornadas
de apretados encargos de profesorado especial, como el que desempeñó en
Magisterio, y de clases particulares de las más variadas disciplinas que pudo
cubrir gracias a su polifacetismo y su capacidad de trabajo.
Tuvo una verdadera vocación pedagógica y era capaz
de ingeniar los recursos más diversos, sin ahorrarse ningún esfuerzo, para
facilitar el aprendizaje de las materias. Así dibujaba en fichas para enseñar
vocabulario de francés o de inglés, montaba un teatro de guiñol para enseñar
pronunciación o atraía con sombras chinescas la atención de los más
pequeños. En este afán llegó a introducir mejoras en los sistemas de enseñanza
de la taquigrafía de tanto alcance que le merecieron el nombramiento de
Presidente de la Sociedad Castellano-Leonesa en esta disciplina. Muy sensible
al encanto de la música, era también un estimable pianista y conseguía, en
todos los campos, contagiar su entusiasmo.
En el recuerdo de sus
múltiples intereses, curiosidades y aficiones, fotografía, idiomas, filatelia,
cine, poesía y música, hay que recordar también la caligrafía, cuyo cultivo ha
dejado huella en la siempre cuidada firma de sus obras.
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La casa vieja. Guisando |
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Las Tenerías |
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Marina gris con acantilado |
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Marina gris |
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Otoño. Arenas de San Pedro |
Su vida transcurrió sin grandes sobresaltos,
absorbida por el trabajo, la familia y la amistad. Como hitos reseñables se
encuentran las exposiciones: la primera tuvo lugar en Bilbao en el año 1921, y
aunque no mantienen periodicidad fija se hacen frecuentes a partir de 1946,
cuando se inicia desde el Palacio de Santa Cruz, la actividad galerística en
Valladolid. El Ateneo, el Círculo de Recreo, el “Rincón de Arte” de la librería
Meseta, la Caja de Ahorros de Salamanca y, sobre todo la sala universitaria de
Santa Cruz son los lugares vallisoletanos en que cuelga su pintura.
A la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1932
envía un cuadro titulado Efecto de
madrugada con niebla que figuró en la Sala VI y mereció ser citado en las
reseñas críticas como pieza de interés; al parecer ciertas incomprensiones
apartaron a Maffei para siempre de estos certámenes. Participó en la muestra
preparatoria de la Bienal Iberoamericana de 1951, en el Palacio de Santa Cruz,
y aunque poco aficionado a realizar muestras públicas de su obra, también
expuso entre otros sitios en Vigo y Bilbao. La exposición celebrada en la Caja
de Ahorros de Salamanca en 1959 será la última que celebrara en Valladolid.
El conocimiento de la valía del artista culmina con
su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes vallisoletana. Maffei hizo
entrega a la corporación de su óleo El
Cubo, que representa el lugar popular concurrido en otro tiempo por su
frescor y sus merenderos y hoy desaparecido con la construcción del puente de
Isabel la Católica. Su discurso de ingreso versó sobre su visión del paisaje
castellano. Ocupó el sillón del pintor Virgilio Gerbolés.
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Paisaje |
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Paisaje |
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Paisaje |
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Patio andaluz |
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Pinos |
Finalizada su carrera docente en 1955, poco pudo
disfrutar de su jubilación para, por fin, dedicar todo su tiempo al arte.
Maffei fallece el día 4 de agosto de 1961. Cuatro años después, en octubre de
1965, la Galería Castilla realiza una exposición antológica en “Homenaje
póstumo al ilustre pintor vallisoletano Antonio Maffei”.
Su pintura evoca los rasgos más relevantes de su
personalidad: su claridad, su silencio, su discreción, sin estridencias, su
alegría, su ausencia de exasperadas tensiones, que se manifiestan sólo en
algunas gotas de melancolía, su falta de retórica y énfasis. Nada tan opuesto a
lo que es habitual encontrar en las tendencias de vanguardia del siglo XX.
La formación de Maffei incorpora sucesivos influjos:
desde la iniciación infantil con su padre y las tempranas lecciones de Díaz
Olano, en Vitoria, al entusiasmo por la obra de Carlos de Haes y la enseñanza
directa de San Fernando de Moreno Carbonero, Emilio Sala, Cecilio Pla, Muñoz
Degrain, Carlos Verger. Pero además de estos maestros están los compañeros como
Martínez Vázquez, Florentino Soria, más tarde Aurelio García Lesmes, y los
grandes de todos los tiempos descubiertos en las salas del Prado o de la propia
Academia –Velázquez y Goya especialmente– o en los pequeños y primorosos
Gowans´s Art Books y las revistas especializadas, las monografías sobre
contemporáneos o maestros del pasado, como los acuarelistas ingleses de los
siglos XVIII y XIX por los que sentía una especial atracción. Los comentarios
de sus críticos a veces pudieran hacernos pensar que deliberadamente volviera
la espalda a todo cuanto significase “ismo”. Sus propias declaraciones acerca
de la preferencia por el siglo XIX, que llega a reivindicar como suyo
esgrimiendo la fecha de su nacimiento, o su declarada animadversión a la
pintura abstracta podrían reforzar la impresión de que desconocía cuanto no
estuviera en la línea más ortodoxa tradición académica. Bastaría, no obstante,
un ligero examen de su pintura para encontrar resonancias impresionistas muy
claras –empleo de sombras violetas, efectos de niebla y de luces artificiales,
encuadres de instantánea, gamas cromáticas luminosas, sin negros–.
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Pueblo |
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Puerta de la Justicia. Alhambra |
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Rincón de luz |
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Trasera |
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Marina azul |
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Paisaje fluvial |
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Corral |
Maffei cultivó preferentemente la pintura de
paisaje, pero tampoco desdeñó el retrato o el bodegón. Este repertorio por sí
solo sitúa a Maffei en un talento afín al impresionista. Hay que tener presente
que sus maestros de la Academia fueron destacados pintores de historia o
ilustradores de grandes ciclos literarios o religiosos. Maffei ha desdeñado
estos caminos, como también un recurso muy del 98, las costumbres populares y
los tipos etnológicos, que son numéricamente escasos en su obra.
Como subgénero del paisaje
podrían diferenciarse las marinas y las vistas urbanas. Para estas últimas
elige la pintura al agua (la exposición del 1952 en Santa Cruz es sólo de
“Acuarelas vallisoletanas”).
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Autorretrato |
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El abuelo |
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La abuela |
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La pamela |
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La tía Pilar bordando |
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Maximina |
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Perfil |
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Retrato (cabeza) |
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Bodegón |
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Serrana |
El proceso de trabajo incluye la rápida anotación en
bocetos de formato muy pequeño que fijan el encuadre, la armadura general de la
composición y los efectos de luz en el momento deseado, luego elaborados en el
estudio.
La acuarela, estudiada en el madrileño Círculo de
Bellas Artes, es el medio que parece más adecuado a su predilección por la “luz
luminosa”, como él mismo con una irónica redundancia designa, una luz que
aligera las cosas al envolverlas. No siempre es así. Su dominio de los secretos
de esta técnica permite a Maffei aplicarlas a temas no habituales con toda
eficacia. A la acuarela pintará sobre todo pueblos de casas encaladas
en los que la violenta luz reflejada adelgaza las sombras azules, o en los que
los aleros, enfrentados en una secuencia quebrada, conducen la vista hacia el
horizonte final de la serranía; o visiones de pura naturaleza protagonizadas
por el árbol, verde, dorado o desnudo en la neblina del invierno.
Mención aparte merece su serie de vistas
vallisoletanas. Viejos rincones que han visto luego alterada su fisionomía o
han desaparecido, conservan en estas delicadas pinturas una vida que trasciende
los límites del simple documento fotográfico: La agramilada torrecilla de las
Salesas, el aire rural de la plaza de los Alamillos, el callejón de la Caridad
o la Rúa Oscura; el solemne interior de la catedral recorrido por una lenta
procesión de canónigos, diminutos bajo las enormes bóvedas; los destartalados
caserones de las Tenerías reflejados en el agua de un Pisuerga en el que aún
era posible nadar y pescar; el chapitel del Salvador dominante sobre patios
arbolados; la mole catedralicia, antes de las últimas obras, desde galerías de
zapatas y pies derechos; los jardincillos de Colón en una luz de otoño,
antiguas callejas a las que abría sus portones desvencijados alguna inmemorial
posada de arrieros; el íntimo jardín del Colegio de Santa Cruz o la embocadura
de la calle de Santiago en la neblina de una mañana fría…
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Alamillos |
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Catedral |
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Plaza de Colón |
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Nocturno |
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Plazuela de Santa Cruz |
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Procesión en la catedral |
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La torre de la iglesia del Salvador |
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Orillas del río Pisuerga |
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Hospedería del Colegio de Santa Cruz |
BIBLIOGRAFÍA
- BRASAS EGIDO, José Carlos: Antonio Maffei (exposición. Banco de Bilbao-Valladolid, noviembre
1983), Banco de Bilbao, Valladolid, 1983.
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: La colección artística de la Universidad de Valladolid, Universidad
de Valladolid, Valladolid, 1994.
- URREA, Jesús: Pintores
de Valladolid (1890-1940), Caja de Ahorros Popular de Valladolid,
Valladolid, 1985.
Hola soy amiga de la hija de antonio maffei,me dice que le de las gracias por recordar asi a su padre.
ResponderEliminarLa gustaria darle las gracias en persona porque cree que lo a realizado con afecto.
Muchas gracias.