Hoy
vamos a tratar un tema semanasantero sobre el que tenía ganas de hablar: los
Cristos yacentes que ya no procesionan. Si ha habido una iconografía numerosa
que ha procesionado en nuestra Semana Santa ha sido esta, a excepción, por supuesto,
de los Crucificados. Ninguno de los que veremos fue creado con la intención de
ser procesionado, si bien para nada han desentonado en los desfiles dada su
alta calidad artística. A la lista que vendrá a continuación habría que añadir el
Yacente que Gregorio Fernández talló para el Convento de San Pablo, del cual ya
hemos hablado en su momento, y el que constituye la pieza principal del Santo Entierro que Juan de Juni labró para la capilla del Doctor Guevara en el
Convento de San Francisco, del cual también se habló en su momento. Este último
tan solo fue procesionado una vez por la Cofradía del Santo Entierro. A modo de recordatorio, hay que señalar que en la actualidad procesionan los siguientes: la Cofradía del Santo Entierro el Yacente del Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana, y la Cofradía del Descendimiento el Yacente de la iglesia de San Miguel y San Julián.
SANTO CRISTO YACENTE
(Pedro de Ávila. 1698)
Cofradía Penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Iglesia Penitencial de
Nuestro Padre Jesús Nazareno.
La imagen salió, llevada a hombros por su cofradía
durante unos pocos años en la procesión de Sacrificio y Penitencia (h.1978-1993).
En esa procesión se unía a la Cofradía de las Angustias, la cual portaba el
Cristo de los Carboneros (y desde 1989 también el Santo Entierro y a Nuestra
Señora de las Angustias), y a la Cofradía de la Vera Cruz, la cual hacía lo
mismo con la Virgen de la Soledad. A partir de 1994 su puesto se lo cedió al
Cristo del Despojo de Claudio Cortijo.
El Santo Cristo Yacente (1,55 x 0,69 m.) está
concebido como un altorrelieve, siguiendo el modelo creado por Gregorio
Fernández. El Yacente tiene la particularidad de que en el costado lleva un
receptáculo de unos 35 milímetros de diámetro, cubierto de cristal, que servía
de custodia para colocar la Sagrada Forma. Se solía utilizar los Jueves y
Viernes Santo. Generalmente se colocaba para adoración delante del altar. Es
una variante del yacente-sagrario.
La necesidad de mostrar el ostentorio obligó al
artista a levantar algo más de lo normal el busto de la imagen para cuyo fin se
le hizo reposar sobre dos almohadones, y recogió en ángulo el brazo derecho,
posición propia de la mayor altura dada al hombro del mismo lado. Aparece
recostado sobre un sudario. Tiene los ojos cerrados y boca entreabierta. Los
paños están cortados a cuchillo. Tiene la mirada hacia la derecha, ojos
semiabiertos. Heridas en brazos y rodillas, sangre en la cara ocasionada por la
corona de espinas. El Yacente se encuentra ubicado en la hornacina
inferior de un retablo “Yacente-Dolorosa”. Presenta banco, cuerpo vertical y
remate en semicírculo. A los lados del cuerpo principal se disponen estípites.
Adornos a base de tarjetas y racimos en las calles laterales.
CRISTO YACENTE (Anónimo, década de 1510)
Cofradía del Santo Cristo del Perdón (Cofradía de la
Sagrada Pasión de Cristo). Iglesia de Santa María Magdalena
Este
Cristo fue sacado en procesión, durante muy pocos años (1976-1993), por la
Cofradía del Santo Cristo del Perdón (se trataba de la antigua, y también
actual, Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo), la cual estaba radicada por
entonces en la iglesia de la Magdalena, templo que también custodia en la
actualidad al Yacente. La primera salida procesional que realizó el Yacente fue
en la primera Procesión de Oración y Sacrificio (1976), la cual tenía como
destino la iglesia de San Ignacio de Loyola.
La
imagen siguió saliendo sola en la procesión hasta el año 1992, en que lo hizo
acompañada del Cristo del Perdón y de Nuestro Padre Jesús con la cruz a
cuestas. Al año siguiente, última vez que salió a las calles, lo hizo acompañado
únicamente del Cristo del Perdón. En 1994 la procesión de Oración y Sacrificio
cambia su horario y sus pasos, pasando a celebrarse a las 8 de la tarde y
sacando al Cristo flagelado y al Cristo del Perdón, cambiando asimismo el
recorrido: la Catedral sustituyó al barrio de Pajarillos.
Fotografía tomada de http://www.sagradapasion.com/Multimedia/Fotos/Fotografias%20antiguas.htm |
Fotografía tomada de http://www.sagradapasion.com/Multimedia/Fotos/Fotografias%20antiguas.htm |
Fotografía tomada del Flickr de Luis rg |
El presente Cristo Yacente se fecha en el primer
decenio del siglo XVI. Está labrado de manera exenta, separado del sudario. Hay
en éste pliegues quebrados de tipo flamenco. El cuerpo de Cristo es muy largo y
desproporcionado como corresponde al goticismo. El movimiento de brazos es muy
rígido, aunque la cabeza la acusa las facciones del renacimiento. Está
encarnado a pulimento, con muchas llagas. Tiene una longitud de 1,70 m.,
teniendo los pies muy alargados. Este Yacente tiene el privilegio de ser,
cronológicamente, el más antiguo del arte vallisoletano.
Fotografía tomada del Flickr de Luis rg |
Fotografía tomada de http://www.sagradapasion.com/Multimedia/Fotos/Fotografias%20antiguas.htm |
El Yacente se encuentra colocado en la urna del banco
de un retablo barroco de la tipología Yacente-Dolorosa. El retablo, realizado
en 1719 por los ensambladores Juan y Pedro Correas para el Hospital de laResurrección consta de un solo cuerpo, provisto de hornacina principal, con
marco de ángeles entre nubes; a los lados hay cuatro estípites. El ático se
resuelve en semicírculo, como si fuera una escena que se contempla al
descorrerse el pabellón. Dentro figura la cruz desnuda y ángeles portadores de instrumentos
de la Pasión. En la actualidad la hornacina central está ocupada por una
escultura dieciochesca de Santa María Magdalena, aunque en realidad le correspondería
ocupar ese lugar a una Dolorosa que se encuentra en un retablo frontero en la
iglesia.
En el dicho Hospital radicaban algunas cofradías,
entre ellas la del Santo Sepulcro, que según Canesi terminó en 1672 de
construirse capilla propia y celebraron la colocación de Cristo en el Sepulcro.
Posteriormente se realizaría el actual retablo, que como el anterior, estaba
hecho expresamente para el Cristo Yacente que poseía la cofradía.
Entre medias de estas dos fechas, Ventura Pérez nos da cuenta de que el Cristo Yacente se encontraba en su nueva capilla desde 1702: “En 6 de Agosto de 1702 se trasladó el Santo Sepulcro a su capilla nueva en el real hospital de la Resurrección de esta ciudad: salió la procesión de dicho hospital con una cruz delante; iba la Congregación, la cofradía sacramental y su cofradía: llevaban el Santo Sepulcro seis capuchinos, otros ocho capuchinos el palio; estaba en la capilla el día siguiente el Santísimo Sacramento patente; hizo la fiesta, el primer día, la cofradía; el segundo, la Congregación de los pobres; el tercero, la ciudad; predicó a la ciudad el P. Velázquez; le pusieron una silla en el pulpito pero no se sentó sino a el Ave-María, por estar malo con erisipeles. Concluidas las fiestas hubo toros, y fueron tan bravos, que no les pudieron torear y los mataron a balazos; y de estos quedó el nombre de los toros del Santo Sepulcro”.
CRISTO YACENTE (Taller de Gregorio Fernández. 1631-1636)
Sin Cofradía. Portado por los alumnos de la
Universidad Pontificia. Convento de San Pablo aunque es propiedad del Convento
de Santa Catalina
“El Yacente de las Catalinas” tan solo tengo
documentado que participó en nuestras procesiones en el año 1990. Venerado con
gran devoción hasta hace muy pocos años por las monjas del cenobio
vallisoletano que le da este sobrenombre, se encontraba en la Capilla del
Cristo –adornada con pinturas de Diego Valentín Díaz– situada en la planta baja
del claustro. La imagen se disponía sobre la mesa de altar, dentro de una urna
de cristal, al pie de un retablo con una gran tabla de San Juan de Patmos,
obra de Antonio Vázquez. En la actualidad se ubica en la parte baja de un
retablo de la iglesia del Convento de San Pablo.
Gregorio Fernández se encontró con la costumbre de
colocar los sepulcros en el banco de los retablos para recibir la adoración. El
aislamiento de la figura de Cristo, consecuencia del abandono progresivo de la
escenografía que en siglos anteriores acompañó al tema de su muerte, constituyó
otro de los “tipos” fundamentales de Fernández que con tanto éxito prodigó.
No existen referencias documentales acerca de la
autoría de la obra. El libro Becerro del convento no hace la más mínima
referencia. Tampoco hicieron mención alguna ninguno de los estudiosos del Arte
de la ciudad, hasta que don Francisco Mendizábal, en su artículo Del Valladolid
desconocido. Las joyas de la clausura monacal, publicado en el periódico El Diario Regional el 17 de abril de
1919, escribió que “es indudable que este
Cristo yacente es de tiempo posterior al Crucificado de Juni: responde a otra
técnica, a la técnica que inspiró la escuela de Gregorio Hernández, y ¡quién
sabe si será del mismo maestro!”. Posteriormente, Mendizábal de nuevo, en
otro artículo bajo el título De la vida espiritual
de Castilla. Arte y santidad, publicado en “Blanco y Negro” el 21 de marzo
de 1922, y Juan Agapito Revilla en su libro Las cofradías, las
procesiones y los pasos de Semana Santa de Valladolid (1925), atribuyeron
de forma definitiva la “paternidad” de la talla a Gregorio Fernández.
La figura de Cristo descansa sobre un sudario blanco
de plegados angulosos con orilla de encaje, apoyando la cabeza y parte de la
espalda en un único almohadón de color verde oscuro, poco abultado y casi
horizontal, lo que favorece el horizontalismo del cuerpo. Su contemplación
frontal obliga a que la cabeza y el cuerpo miren hacia la derecha para
favorecer la visión. Por la misma razón, se hace necesaria la flexión de la
pierna izquierda. Además, en el lado derecho se halla la herida del costado, de
enorme efecto dramático, del mismo modo que se abre el paño de pureza,
evidenciando la proclividad al desnudo de Fernández.
Las quebraduras y rugosidades de las telas, y un
desarrollo extremo del naturalismo patético hacen pensar en una fecha de
ejecución entre 1631 y 1636. Martín González apreció ciertos rasgos de
mediocridad en la talla de este altorrelieve impropios del insigne imaginero,
incidiendo sobremanera en la “inhábil” unión de la cabeza al tórax, llevándole
a considerar la obra como íntegra de taller.