En
la tarde noche del Sábado Santo, a eso de las 8 de la tarde (horario que
estrena este año), cruza el umbral de las puertas de la iglesia del Real
Monasterio de San Quirce y Santa Julita, actual sede de la Cofradía Penitencia
de la Sagrada Pasión de Cristo, el Santo Cristo de las Cinco Llagas, una de las
esculturas más antiguas que procesionan en nuestra ciudad, para comenzar la
Procesión del Ejercicio Público de las Cinco Llagas. En el recorrido que
discurre durante algo más de dos horas por la antigua judería vallisoletana
visita cinco establecimientos religiosos (cuatro monasterios y una iglesia
parroquial), en cada uno de los cuales se realiza una pequeña oración por cada
una de las cinco llagas. Esta procesión se lleva realizando desde el año 1995.
El
Santo Cristo de las Cinco Llagas, durante mucho tiempo conocido como el
“Crucifijo del paso de las Siete Palabras” por haber formado parte del paso
denominado Emissit Spiritum, primero
que procesionó la Cofradía de las Siete Palabras. En realidad este paso se
llama “Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan”, si bien en la actualidad forma
una de las Siete Palabras pronunciadas por Cristo en el Calvario, concretamente
la de Todo está consumado. No vamos a
hablar sobre este paso ya que fue tratado en una ocasión anterior.
La
razón de la inclusión de este Crucifijo, fechado a mediados del siglo XVI, en
el “Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan”, conocido por entonces como
Emissit Spiritum, realizado hacia 1650 por Francisco Díez de Tudanca, no es
otro que el de que al armar la escena procesional tras la recomposición de los
pasos por Juan Agapito y Revilla a comienzos del siglo XX no se pudo encontrar
el crucifijo original. Es probable que este Crucificado sobre el que estamos
tratando hoy sea uno de los “cuatro Crucifijos
grandes” que se citan entre los bienes de la Penitencial en 1553. Hay que
señalar que el Crucifijo original del referido paso se localizó años después,
se trata del conocido como Santo Cristo
del Calvario, conservado en la actualidad en la sede de la Cofradía de la
Pasión.
Emissit Spiritum con el Cristo de las Cinco Llagas |
Santo Cristo del Calvario, Crucifijo original del paso |
El paso con su disposición original |
El
Cristo de las Cinco Llagas se encontraba
en el Humilladero de la Pasión, que la cofradía tenía al otro lado del Puente
Mayor, en donde es citado por primera vez en 1610. Esta escultura ha sido
atribuida por Parrado del Olmo al escultor Manuel Álvarez. Este escultor nació
hacia 1517 en Palencia. Trabaja para Alonso Berruguete en la sillería alta del coro de la catedral de
Toledo. A mediados del siglo XVI está asentado de nuevo en su ciudad natal,
si bien pretendió siempre trabajar en una ciudad de más posibilidades
económicas, como la propia Toledo o Valladolid. A partir de 1577 conseguirá
asentarse definitivamente en nuestra ciudad. Fue escultor muy prolífico, con
muchas obras en las actuales provincias de Valladolid y Palencia. Su estilo
parte de una interpretación elegante y pausada del estilo de Berruguete, muy
influido por su cuñado Francisco Giralte, y posteriormente recibe los influjos
de Juan de Juni y de Gaspar Becerra.
Parrado
describe el Crucificado de la siguiente manera: “La escultura es una apreciable efigie de tamaño superior al natural,
que representa a Cristo muerto, con la herida de la lanzada en el costado
derecho. Su anatomía es estilizada, con el tronco y los miembros alargados, y
con cierta crispación dramática advertible en la contracción exagerada de los
músculos, en especial en el vientre y las piernas. El paño de pureza ciñe una
pelvis estrecha, y se anuda en el centro, según una versión utilizada por
Berruguete en alguno de sus crucificados, como el del retablo de San Benito. En
realidad en la escultura se funden tanto recuerdos berruguetescos como
junianos. La concepción de la cabeza muestra, por el contrario, una imagen
dulce de la muerte. Se inclina sobre el hombro derecho con naturalidad y tiene
los ojos cerrados, la barba recortada en finos mechones, mientras que una
amplia guedeja del cabello cae hacia el lado derecho del pecho. La corona de
espinas se talla directamente. Presenta algunas incorrecciones, especialmente
en la talla de los muslos y de los gemelos de las piernas, excesivamente secos,
aunque vistos desde abajo y a cierta altura, el conjunto aparece más
proporcionado, lo que puede indicar que se hizo pensando que iba a tener una
visión de abajo arriba, propia del desfile procesional. En cambio, cabeza y
tórax son más suaves de modelado y presentan cierto concepto de belleza ideal”.
La
tipología del Crucificado responde a un modelo usualmente utilizado por la
escuela palentina de mediados de siglo. La cabeza recuerda modelos giraltescos
en composición y actitud. Sin embargo, el concepto anatómico, el tipo de paño
de pureza, e incluso, la postura vertical y paralela de las piernas no son
propias de las obras de este maestro y recuerdan más a Crucifijos situados
dentro de la órbita de la primera etapa creadora de su cuñado Manuel Álvarez. La
atribución se llega a confirmar si comparamos este Crucifijo con los que este
maestro talló para los retablos de Quintanilla
de Onésimo, Villerías de Campos o
el crucifijo de Villabáñez. Parrado
considera que se ha tenido que hacer antes de 1553, por la persistencia de un
concepto anatómico berruguetesco, e incluso se podría pensar en una fecha en
torno a 1550, cuando su cuñado pasa a trabajar a Madrid, y él hereda su taller
palentino.
BIBLIOGRAFÍA
- PARRADO DEL OLMO, Jesús María: “Acerca de nuestra historia. Esculturas del siglo XVI de la Cofradía Penitencial de la Pasión”, Pasión Cofrade, nº 6, 2010, pp. 16-21.
- PARRADO DEL OLMO, Jesús María: "El crucifijo de las Siete Palabras", B.S.A.A., Tomo LI, 1985, pp. 459-461.
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