Aurelio García Lesmes
nació el 8 de julio de 1884, en el número cuatro de la calle de Acibelas, del
vallisoletano y popular barrio de San Andrés, en cuya parroquia fue bautizado
seis días después. Fueron sus padres Hilario García González y Lucila Lesmes
Herrero.
Su vocación pictórica
se manifestó ya de joven, por lo que decide ingresar en la Escuela de Artes y
Oficios de Valladolid, que conocía a comienzos del siglo XX su mejor momento
bajo la dirección de José Martín y Monsó. Por estos años, las aulas de dicha
escuela verían pasar a un grupo muy selecto de artistas que alcanzarán notoriedad
más tarde: los escultores Moisés Huerta, Ignacio Gallo, Tomás Argüello, y los
pintores Aurelio Arteta, Anselmo Miguel Nieto, Puchol y Castro Cires, entre
otros. Su paso por la Escuela de Bellas Artes de Valladolid fue una sucesión de
premios y galardones, destacando entre sus compañeros al obtener las mejores
calificaciones y comenzar a sobresalir en el modesto ambiente pictórico de la
ciudad. Uno de sus primeros éxitos fue el premio obtenido en 1904 en el
concurso celebrado por la Academia de Bellas Artes vallisoletana por su lienzo
de tipos castellanos titulado La vuelta
de la siega.
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El joven Aurelio García Lesmes |
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Aurelio García Lesmes |
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La vuelta de la siega |
Vista la progresión del
joven, la Diputación de Valladolid decide otorgarle en 1903 una pequeña pensión
con la que poder completar su formación asistiendo en Madrid a las clases de la
Academia de Bellas Artes de San Fernando. Allí permaneció cuatro años, cursando
las distintas asignaturas de dibujo y pintura. Será ahora cuando se inclinará
definitivamente hacia el paisaje, influyendo en su creciente interés por esta
temática su admiración por el valenciano Antonio Muñoz Degrain, catedrático de
paisaje de dicho centro. A pesar de tener ciertos enfrentamientos con algunos
profesores excesivamente conservadores, acaba sus estudios con las mejores
calificaciones, especialmente en la asignatura de paisaje. Seguramente de esta época en la Academia de San Fernando sean los siguientes dibujos, cuyas copias pudo ver allí, y posiblemente sean las mismas que ahora se pueden contemplar en el Museo de Reproducciones Artísticas sito en la vallisoletana Casa del Sol:
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Diadumeno |
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Dionisos |
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Discóbolo |
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Discóbolo |
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Venus |
El marco en el que los
primeros españoles de la época se daban a conocer y competían por el triunfo y
el reconocimiento eran las ya por entonces denostadas Exposiciones Nacionales
de Bellas Artes, que se celebraban anualmente en Madrid, desde mediados del
siglo XIX. A ellas concurriría en numerosas ocasiones García Lesmes, a partir
de 1906. A la referida Exposición Nacional de 1906 concurrió con seis obras, consiguiendo
con una de ellas una de las numerosas menciones honoríficas que ese año entregó
al jurado.
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Trigos |
En la segunda de 1920
comienza a ser conocido en el panorama pictórico madrileño. De 1910 a 1912 es
asiduo contertulio del Nuevo Café de Levante, en el número 15 de la Calle del
Arenal, donde se reunía la plana más brillante de la literatura y las artes,
bajo la presidencia de Valle-Inclán y Ricardo Baroja. Nombres como los de los
escritores Julio Camba, Pio Baroja, Pérez de Ayala, los Machado, Corpus Barga,
Eduardo Zamacois…; y entre los pintores y escultores: Anselmo Miguel Nieto,
Romero de Torres, Solana, Rafael de Penagos, Pompey, el caricaturista Sancha,
Julio Antonio, Victorio Macho, Capuz, etc.
En dichas tertulias
conoció al que iba a ser su verdadero maestro, Darío de Regoyos, quien iba a
descubrirle su verdadero camino, influyendo decisivamente en su concepción del
paisaje. El le enseñó a descubrir y valorar la sinceridad en el paisaje y le
puso en contacto con las novedades de la pintura europea del momento. De
Regoyos tomaría ese concepto humilde y poético del paisaje, su repulsa por lo
retórico y grandilocuente, la luminosidad y variedad de tonos cromáticos, así
como su misma técnica post-impresionista.
A pesar de que en estos
años se instala en Madrid, consciente de la necesidad de desarrollar su carrera
en la capital de España, son frecuentes sus viajes a Valladolid, permaneciendo
largas temporadas en su ciudad natal, adonde llegaban las noticias de su éxito
y en donde gozaba ya de considerable renombre juzgándosele como una de las más
firmes promesas de la pintura local. En 1912 participa con notable éxito en la
que sería la más importante muestra artística celebrada en la capital
castellana, la Exposición Regional de ese mismo año, en la que presentó tres
obras, una de ellas un paisaje de Cabezón
de Cerrato, muy elogiado por la crítica.
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Cabezón de Cerrato |
Tras un breve periodo
de inactividad y apatía, en el que el pintor vivió algo apartado del mundillo
artístico, en el invierno de 1914 se presentó al concurso convocado por el Círculo
de Bellas Artes de Madrid para la obtención de tres pensiones. De los treinta
pintores que optaron a dichas becas, el jurado otorgó por unanimidad los
galardones al gaditano José Cruz Herrera, al paisajista madrileño José
Robledano y al propio García Lesmes. Terminada dicha pensión, en 1915, él y sus
dos compañeros hicieron una exposición de sus obras en el Salón de Arte Moderno
de Madrid, figurando del vallisoletano doce paisajes que fueron muy celebrados
por la crítica madrileña En diciembre de 1916 montó otra exposición en el Círculo
de Bellas Artes de Madrid.
Ilusionado por estos
primeros triunfos, comienza a viajar y exponer en otras capitales. Así, en 1917
permanece durante algún tiempo en Segovia, cautivado tanto por la belleza de
los rincones de la vieja ciudad castellana, como por el pintoresquismo y
sobriedad de sus pueblos y paisajes cercanos. Allí pinta alguna de sus obras
más características: El Monasterio del
Parral, Pedraza de la Sierra, El barrio de San Lorenzo, El barranco de Tejera, La puerta de San Bartolomé, El Duratón, Capea de Sepúlveda…, destacando entre todas el espléndido Barranco de las brujas, lienzo que sería
enviado por el pintor a la Exposición Nacional de Bellas Artes de ese año,
obteniendo una tercera medalla y el elogio unánime de la crítica.
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El Monasterio del Parral |
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Pedraza de la Sierra |
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Barranco de las brujas |
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Capea de Sepúlveda |
De Segovia marcha al
norte de España, pintado en Santander y Bilbao, en cuyos Ateneos expone con
éxito sus obras, en el verano de 1919. De su estancia en Santander se conocen
varias marinas y algunos paisajes montañeses: Los ojos del puerto, La Peña
del Diablo, Peña Castillo desde
Ciriego… En la ciudad vasca pinta algunos paisajes nocturnos de la Ría de
Bilbao, de sorprendente modernidad, en las que son evidentes los contactos con
Regoyos y su plena asimilación de las tendencias post-impresionistas.
A su regreso a
Valladolid, en octubre de ese mismo año, celebró su primera exposición
importante en su ciudad natal, reuniendo treinta de sus últimas obras en los
salones de la Casa Consistorial. Junto a los paisajes segovianos, destacaron
por su enorme interés los que tenían por escenario las calles de Valladolid y
sus alrededores. Algunos de ellos ofrecían entrañables rincones de la ciudad: La Plazuela del Corrillo, la Calle de la Caridad, La Cuesta de la Maruquesa… Sin embargo,
los más característicos eran sus magníficas interpretaciones de los campos y
llanuras del paisaje rural castellano (Rastrojos,
La Plaza de Tordesillas, etc.).
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La Plazuela del Corrillo |
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La plaza de Tordesillas |
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Tordesillas |
Todas estas
exposiciones sirvieron para asentar firmemente su prestigio, que va a verse
reconocido con un nuevo galardón en las Exposiciones Nacionales. En 1920 recibe
condecoración por uno de sus más representativos paisajes segovianos, Carretera de Zamarramala. A la de 1922
presenta dos magníficos paisajes castellanos, Campos de Fuensaldaña y El
Barranco de la Tejera, alcanzando con el primero la segunda medalla de la
Exposición. Es éste uno de sus más bellos paisajes de las llanuras de Castilla,
donde vemos un concepto totalmente alejado del tópico de la Castilla parda y
sombría. Por el contrario, se nos muestra una refinada gama de tonos grises,
rosas y azules, que componen una cuidada sinfonía de colores, un paisaje recio
y varonil, pero al mismo tiempo, delicado y exquisito.
Menor suerte tuvo el
pintor en la Nacional de 1924 a la que acudió con dos obras pintadas el año
anterior: Valdenebro de los Valles y El Palomar del cura. El 12 de junio de
ese mismo año, contrae matrimonio, en la parroquial de San Lorenzo de Madrid,
con Luisa Santos Chamorro.
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Aurelio García Lesmes junto a su esposa Luisa Santos Chamorro |
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Valdenebro de los Valles |
La consagración
definitiva como paisajista de Aurelio García Lesmes tendría lugar en 1926 en la
Exposición Nacional de Bellas Artes, certamen en el que el pintor presentó dos
de sus más logrados paisajes y de los campos castellanos: Rastrojos y Campos de Zaratán,
por el que se le concedió la primera medalla, óleo en el que triunfa una vez
más esa fina percepción de la luz alta de Castilla, esa sensibilidad y sincera
visión de la desnudez y soledad del paisaje, formado casi exclusivamente por
tierra y cielo. Para celebrar tan destacado triunfo, este mismo año, un buen número
de escritores y artistas celebraron un banquete en su honor el 20 de julio en
el restaurante Spiedum de Madrid, y
entre los organizadores del acto figuraban nombres tan ilustres como los de los
escritores Valle-Inclán y Ramón Pérez de Ayala, los pintores Julio Romero de
Torres y su paisano Anselmo Miguel Nieto, el eminente histólogo vallisoletano
Pío del Río Ortega y el escultor Juan Cristóbal.
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Rastrojos |
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Campos de Zaratán |
Además de la obtención
de la primera medalla, hecho que encumbró a García Lesmes en el ambiente
pictórico madrileño, otro acontecimiento de especial importancia en su carrera
fue su participación en la exposición organizada por la Agrupación de
Paisajistas Españoles, asociación a la que pertenecía García Lesmes. En dicha
muestra, inaugurada en enero de 1928 en los salones del Círculo de Bellas Artes
de Madrid, tuvo ocasión de colgar sus cuadros al lado de los más celebrados
paisajistas del momento, como Joaquín Mir, Timoteo Pérez Rubio (marido de la novelista
Rosa Chacel), Jaime Morera, Aguado Arnal, Winthuysen, Robledano, etc. En la
exposición se abría paso de manera decidida ese nuevo concepto del paisaje,
caracterizado por su sencillez y sinceridad, un paisaje de extraordinario
encanto poético y gran riqueza cromática que suponía la aceptación de muchos
aspectos derivados del Impresionismo e incluso su superación, siguiendo en
algunos casos fórmulas más avanzadas.
En 1929, García Lesmes
se presenta por última vez a la Exposición Nacional de Bellas Artes, que ese
año se celebraba excepcionalmente en Barcelona y tenía rango de internacional,
concurriendo con dos paisajes sin que ninguno de ellos obtuviera premio. Crece
durante todo este tiempo el renombre del pintor, que será invitado
reiteradamente a participar en importantes certámenes y exposiciones, tanto en
España como en el extranjero. Así, en 1920 y 1921 expuso en Londres; en 1922
participó en la Exposición de Venecia; en diciembre de 1929 fue invitado por el
Instituto Carnegie a exponer junto con otros pintores españoles, primero en
Pittsburg (Pennsylvania), de Baltimore y St. Louis; y por último en 1931
concurrió a la Exposición de Arte Español celebrada en Oslo.
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Caricatura de Aurelio García Lesmes, por Geache, publicada en El Norte de Castilla, 18-XI-1930 |
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PINTORES VALLISOLETANOS OLVIDADOS: Aurelio García Lesmes II
BIBLIOGRAFÍA
- BRASAS EGIDO, José
Carlos y ORTEGA COCA, María Teresa: “Aurelio García Lesmes”, Vallisoletanos: Colección de semblanzas biográficas,
Obra Cultural de la Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1983,
pp. 115-142.
- BRASAS EGIDO, José
Carlos y ORTEGA COCA, María Teresa: García
Lesmes (exposición), Banco de Bilbao, Valladolid, 1981.
Aurelio García Lesmes no está olvidado. La guerra lo llevó a Méjico pero aquí dejó mucha obra de calidad. ¿Donde podría ver con sus colores originales el cuadro EL BARRANCO DE LAS BRUJAS?, otra de las maravillas que pintó en Segovia.
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