El
caso de José Luis Capitaine es otro similar al acontecido con Ángel Díaz, Dionisio Pastor Valsero, Gabriel Osmundo Gómez o Antonio Maffei, entre otros,
se trata de artistas que sin haber nacido en Valladolid desarrollaron la mayor
parte de su carrera, si no toda, en nuestra ciudad. Y es que José Luis
Capitaine nació en Lesaca (Navarra) el día 19 de abril de 1925, siendo el quinto
de los siete hijos del matrimonio formado por Raúl Félix Capitaine (nacido en
Bilbao) y María Inchauspe Aramburu (natural de San Sebastián). El apellido
francés, Capitaine, procede de un antepasado del artista que entró en España
formando parte del ejército de invasión napoleónica.
Con
apenas cuatro años de edad se traslada con su familia a Francia. Desde pequeño mostrará
su gran habilidad para el dibujo y hará retratos a sus compañeros. Sin embargo,
su padre se opone rotundamente a que el hijo sea pintor. A pesar de ello, el
futuro artista compaginará el bachillerato impuesto con su formación artística
por vía libre, y a la vez captará de compañeros, talleres exposiciones y museos
todo lo que su excelente intuición artística le dicta.
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Capitaine pintado frente a la Universidad |
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Capitaine junto a Gloria Fuertes y otros artistas en el Club de Arte de Madrid |
Por
los días en que la Alemania Nazi ocupaba Francia, José Luis Capitaine celebraba
con sus compañeros franceses la finalización de sus estudios de bachillerato. Y
fue entonces, en 1943, cuando la peligrosa situación política de aquella
invasión hizo que la familia Capitaine, excepto el padre, que estuvo retenido en
un campo de concentración, huyera de Francia y se refugiase en España, donde
contaban con antiguos vínculos familiares. La madre del artista y los
antecesores de ella, naturales del País Vasco, poseían un confortable caserío
en las proximidades de San Sebastián. Y en cuanto al abuelo paterno del pintor,
un enólogo francés que a finales del XIX se nacionalizó español, había
contraído matrimonio con una joven de la acomodada burguesía vallisoletana. Es
así como, el influjo tanto del País Vasco como de la ciudad castellana, se
hiciera sentir en la nueva ubicación de la familia Capitaine en el exilio.
A
principios de los años cuarenta, una vez liberado el padre del artista, Raúl
Félix Capitaine, también enólogo, se estableció en Valladolid y desde esta
ciudad colaboró en la replantación de viñedos a la par de ejercer como profesor
de enología en la Granja Escuela José Antonio. Valladolid será también el lugar
donde nuestro pintor reanuda su vida y cumple entonces con el obligatorio
servicio militar, realizándolo como delineante en el Alto Estado Mayor.
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Autorretrato (1953) |
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Torero |
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Retrato (¿Su padre?) |
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Retrato de su madre |
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Retrato del pintor Daniel Vázquez Díaz |
A
finales de los cuarenta, en Madrid, después de estudiar a los grandes maestros
del Museo del Prado y dibujar incansablemente en el Casón del Buen Retiro,
Capitaine se vinculó a Valladolid, localidad desde la que viajaría
posteriormente a otras capitales con el fin de exponer su obra: Oviedo,
Pamplona, Cuenca, Salamanca, Segovia, Sevilla, Valencia, Madrid, y, sobre todo,
París.
Durante
estos años coincidió en Valladolid con un momento verdaderamente crítico de la
economía nacional y con un público visitante de exposiciones muy minoritario.
Fue todo un reto para el entonces Rector Cayetano Mergelina, el que se
facilitara un espacio para las muestras de pintura y escultura contemporáneas,
y que también cediera dependencias universitarias para debates artísticos, como
los que sobre la abstracción mantuvieron los, entonces, recién fundadores del
grupo abstracto vallisoletano "Pascual Letreros": Lorenzo Frechilla, José
Parrilla, Alma Castillo, Cabrera y Wifrido.
La
Universidad de Valladolid contribuyó decisivamente a que el ambiente artístico
en Valladolid, a partir de la creación de su sala, fuera bastante prometedor,
aunque todavía casi se mantengan en el olvido las primeras exposiciones allí
celebradas, como por ejemplo la primera realizada por Capitaine y reseñada por
Félix Antonio González en El Norte de
Castilla.
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Autorretrato con capea al fondo |
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Autorretrato a al sanguina (1978) |
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Plaza del Rosarillo |
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Paisaje del Campo Grande |
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Natividad Capitaine (1952) |
Capitaine
encontró en la burguesía coleccionista de los cincuenta una buena acogida. Culturalmente
se iniciaba, desde finales de la década anterior, un tímido pero creciente
interés por lo relacionado con el Arte.
En
1952 el artista volvió a exponer en la sala de Santa Cruz donde por aval se
requería el visto bueno universitario. Por entonces sus retratos, paisajes y
bodegones, habían alcanzado un excelente nivel. Su trayectoria, eso sí, situaba
casi al margen de la vanguardia abstracta y desde entonces continuaría
absolutamente invariable en su especial realismo. Ese mismo año, 1952, poco
después de su segunda exposición, el artista regresó de nuevo a París, donde
amplía conocimientos y continúa estudios en la Escuela Superior de Bellas
Artes. Participa entonces en varias exposiciones colectivas y asiste a
conferencias y tertulias con filósofos, literatos, músicos y artistas. Este
tipo de relaciones ejercerán siempre un especial atractivo sobre Capitaine
quien en su estancia en Madrid acudiría frecuentemente a las tertulias del Café Gijón, donde se relacionará no sólo
con artistas sino también con científicos –como Marañón o López Ibor– y cuando
se asiente definitivamente en Valladolid, le veremos en las reuniones
interdisciplinares semejantes que tuvieron lugar en El Corcho con asistencia de conocidos personajes de la ciudad como
los Catedráticos de la Universidad Ángel Torío y Alfonso Candau; el Magistrado
de lo contencioso Federico Sáenz de Robles, o importantes pintores como
Francisco Sabadell, y Capuletti.
José
Luis Capitaine era sin duda un personaje indefinible, un románico, –como diría
en un artículo J. Manuel Parrilla–. Según Ortega Coca, era un hombre fuera de
tiempo, que igual pudiera convenir a una velada del Moulin Rouge de Toulouse Lautrec, que, sin su impecable bufanda
blanca, asistir como lo hizo a charlas filosófico-artísticas del
existencialismo parisino de Sarte, en la orilla izquierda del Sena en Saint
Germaine-des-Prés. De hecho Capitaine mantuvo buena amistad con Simón de
Beauvoir. Una vez llegó a decir: “que se
hubiera enamorado de ella si él hubiera tenido entonces veinte años más”.
Este
artista, en cuanto a imagen: unas veces con su capa tradicional y otras con su
gabán largo negro, bufanda blanca y sombrero de ala ancha, pudiera ser un
modelo perfecto para los dibujos al carbón de Ramón Casas, cuando las tertulias
de Els Quatre Gats. Ortega Coca
piensa que pudiera ser el más típico representante de la bohemia artística del
Valladolid de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Y aunque
curiosamente a contrapelo, este interesante pintor constituyó un típico
personaje inseparable de este paisaje urbano. Falleció el 29 de diciembre de
2001.
OBRA
DEL ARTISTA
Aunque
Capitaine tuvo una dedicación primordial para el retrato, género bastante
marginado en el siglo XX, también realizó interesantes paisajes y bodegones. Son
numerosos los personajes retratados por él y entre los principales se pueden
recordar: el Conde de Casa Rojas, que
fue embajador de España en París y que patrocinó la exposición de Capitaine
celebrada en París en la “Galerie du XVI”; a Germán Balaibar, embajador de España en Colombia, o al conocido
compositor y musicólogo Harry Colet;
in olvidar a Jaime de Borbón.
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Bodegón con limones |
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Bodegón de taberna |
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Bodegón |
Entre
los personajes religiosos son de destacar por su corrección técnica y perfecta
factura los retratos del Papa Pío XII,
el del Arzobispo de Valencia D. José
María García Lahiguera y el del Arzobispo de Valladolid D. Antonio García, investido con los
ricos ornamentos de pontifical. Todas estas obras fueron realizadas conforme a
un estilo muy realista, pero captando no sólo un momento en el tiempo sino la
profundidad psicológica característica de cada personaje como resultado de una
vida. Dentro de esta misma forma de hacer estuvo también el extraordinario Cristo encargado para la iglesia de
Santa Rita de Madrid. El artista comentaba sobre esta obra: “He pintado este Cristo con toda mi alma”.
Federico Wattenberg, en uno de sus escritos, comentó sobre su novedad e
interés, definiéndole como: “un atrevido
y enérgico grito que pudiera por su hondura anunciar una nueva mística
pictórica española”. Con una exposición de Capitaine, en la que figuraba
como pieza clave este formidable Cristo, se inauguró en noviembre de 1962 la
Sala Iris, situada en la Plaza Mayor vallisoletana.
Desde
los años sesenta, las exposiciones de Capitaine que se celebraron siempre con
gran éxito de público, en ocasiones fueron motivo de polémica en el Valladolid
de la época. Y es que el arte, entrada esa década, pasó a ser un gran objeto de
interés entre los espectadores, de discusiones en la sociedad, y de entrevistas
inteligentes en los periódicos, los que además de informar de sucesos expositivos,
frecuentemente, enseñaban “a saber ver”.
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La cocina encendida |
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Mujer española |
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Mme. Claudine Forugëres |
EL
“REALISMO” DE CAPITAINE
En
una exposición en abril de 1967, presentada por el entonces Rector de la
Universidad de Valladolid, D. Alfonso Candau, dijo brevemente y de manera casi
enigmática que la pintura de Capitaine era producto de un realismo “sí, pero no”.
En
el comentario crítico que realizó Ortega Coca para el Diario Regional, interpretó la frase no explícita del inteligente
filósofo en el sentido de que algunas voluntarias imperfecciones del naturalismo
realista de Capitaine, tanto en paisaje, como en retratos o bodegones, le aportaban una originalidad
casi “naif” y que en este “sí es no es”
y no es un “es del todo”, radicaba
perfectamente la interesante esencia de su obra. Según el parecer de Ortega Coca,
cuando el pintor pretende copiar las cosas, “tal como son”, a lo sumo sólo realiza un pequeño esquema de la
realidad, capta sólo parte de ese infinito, que es lo real.
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Crepúsculo en Castilla |
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Desde la Casa de Campo |
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En la terraza del estudio |
Los
hombres de otras épocas no exigieron que el arte fuera un espejo de sus cosas. El
afán de naturalidad arranca del Renacimiento, agudizándose en la segunda mitad
del siglo XIX. Muchos siglos quedan atrás en los que el arte nunca fue copia de
lo que se ve, “tal cual es”. Desde
uno a otro continente hasta la isla de Pascua, pasando por el arte negro e
incluso sin olvidar el arte primitivo flamenco, gran parte del producto
artístico constituye un testimonio en el mismo sentido.
Ahora
bien, tampoco Capitaine pinta la realidad “tal
cual es”. Con frecuencia en su pintura vemos que la seguridad espacial de
lo real cede el puesto a la incertidumbre de lo imaginado. Como ejemplo, a
veces un utensilio en sus bodegones puede no descansar cómodamente sobre el
plano soporte que no le corresponde, o incluso invadir el espacio de otro
objeto limítrofe. Eso no puede ser calificado de torpeza, pues Capitaine,
cuando quiere, dibuja con absoluta perfección. Un ejemplo de esto pueden ser
algunas de sus excelentes sanguinas.
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La Alberca |
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Marina |
Su
forma siempre es un realismo. Pero según Ortega Coca, quizás por hastío de lo
actual, hace uso en algunos paisajes y bodegones, de una construcción
gozosamente primitiva. Esta cuestión origina que ante sus cuadros tomemos
conciencia de una realidad otra, que
no es la ruidosa y cotidiana nuestra, sino la del arte o la de los sueños. Por
eso, a veces una iluminación intencionadamente errónea en cuanto al foco de
procedencia, consigue, que los objetos duros vibren, o que en un gran silencio
leviten, como si la gravedad en sus cuadros funcionara en otro espacio no
nuestro.
Según
el parecer de Ortega Coca: “Capitaine, aún
en su acabado naturalismo realista, también parece pensar que la exactitud no
es exactamente la verdad, y que cuando el artista se conforma con menos, como
plasmar únicamente su idea de las cosas, obtiene más (…) ya que la infinitud de lo real marca el
límite de lo imposible”.
BIBLIOGRAFÍA
- ORTEGA
COCA, María Teresa: “José Luis Capitaine”. En DELFÍN VAL, José: Personajes vallisoletanos, III,
Valladolid 2008, pp. 271-285.
- PLAZA
SANTIAGO, Francisco Javier de la y ORTEGA COCA, María Teresa: “La pintura del
siglo XX, en Valladolid”. En LÓPEZ ANTUÑANO, José Gabriel: Valladolid, arte y cultura: Guía cultural de Valladolid y su provincia
(2 tomos), Diputación de Valladolid, Valladolid, 1998, pp. 933-966.