Llega
ya la Semana Santa, y con ella nuestros Pasos salen a la calle, seguramente los
mejores que existen. Por ello quiero dedicar una serie de capítulos a algunos
de los "Pasos" más sobresalientes que procesionan, o procesionaron, pues
son sin duda algunas de las mejores obras de arte que se pueden ver en la
ciudad. Empezaré por el Ecce Homo, una de mis esculturas favoritas, obra de
Gregorio Fernández, que se conserva en el Museo Diocesano, y que según algunos
historiadores del arte es uno de los mejores estudios anatómicos.
El
Santo Ecce Homo, que en la actualidad se encuentra en el Museo Diocesano y
Catedralicio de Valladolid, fue realizado hacia 1612-1615. La obra está
documentada como de Gregorio Fernández, aunque tampoco haría falta tener entre
nuestras manos el contrato u otro documento para saber que esa obra era del
gran maestro de la escuela castellana. Hay obras que simplemente “se ven” que
son de su mano, son de una calidad que ningún otro escultor en Castilla podría
haberlas hecho, o incluso imaginado. Y esto no es menospreciar al resto de
escultores, esto es ser realista, era el mejor, el crack de su época.
La
escultura debió de ser famosa en el medio local durante los siglos precedentes,
e incluso llegó a gozar con fama de santidad. Estuvo colocada en la primitiva
iglesia de San Nicolás, pasando posteriormente, en 1841, debido a la
Desamortización y a la demolición de la iglesia, a la “nueva” iglesia de San
Nicolás, que se instaló en el convento de los Trinitarios Descalzos, y a la que
fueron a parar los objetos de la antigua iglesia. Finalmente la imagen llegó a
su emplazamiento actual, el Museo Diocesano y Catedralicio. Además de mudar de
iglesia, también mudó de retablo, puesto que del original, pagado por el cura
Bernardo de Salcedo, pasó a uno barroco realizado en 1739. Ventura Pérez nos
cuenta que “el 23 de agosto colocaron al Santo Ecce Homo en su retablo nuevo
de San Nicolás”. Aún así este no fue el último, sino que todavía llegaría a
recalar en otro realizado en 1781 por el ensamblador y escultor vallisoletano
Antonio Bahamonde (y dorado en 1794 por los doradores y estofadores Manuel
Alonso Abril y Antonio Escudero), y que es el que actualmente se sitúa en el
lado de la epístola de la iglesia de San Nicolás. Este retablo está dedicado en
la actualidad a San Miguel de los Santos, aunque en su parte superior podemos
ver un pequeño grupo de la Piedad, obra asimismo de Bahamonde. En las
siguientes imágenes podemos ver al Ecce Homo todavía en este último retablo,
así como el estado del retablo en la actualidad.
Los historiadores y
eruditos locales no han tenido muchas dudas acerca de quien fue su autor, y eso
que no conocían la documentación que acreditaba que la obra era de Fernández. Ya
Sangrador atribuía la imagen a Gregorio Fernández, pero fue González
García-Valladolid quien hizo especial énfasis en el mérito de la estatua,
considerándola obra "un excelente Ecce Homo, desnudo, talla de cuerpo entero, tamaño natural, obra meritísima del inmortal Gregorio Fernández, y cuya cabeza es un modelo acabado de inspiración y de corrección en el dibujo y por su mirada y expresión sublime de dulzura y de color...". Agapito y Revilla fue
el único que rechazó la atribución, afirmando que "no se observa ninguno de los rasgos característicos de Fernández". La equivocación de Agapito y Revilla es comprensible, puesto que la estatua se
hallaba totalmente cubierta con una tela púrpura, sólo era visible la cabeza,
y que, además de repintada, tenía también una corona de hierro, una caña y un cordón de soga. Jesús Urrea por su parte no duda en
estimarla a Fernández, considerándola incluso como un prototipo creado hacia
1612-1613.
Sería el profesor Plaza Santiago quien halló la prueba documental. El documento, además de confirmar la autoría del Ecce Homo, despeja la duda acerca del origen lucense del escultor. El escrito, fechado el 3 de enero de 1621, explica que fue el cura párroco de la iglesia de San Nicolás, Bernardo de Salcedo, quien donó en 1621 la imagen a la Cofradía del Santísimo Sacramento y Ánimas, a la que pertenecía él mismo. Además del Ecce Homo, regaló a la cofradía el altar, el retablo, lámparas de plata, tres velas y dos capas "que tiene el Santo Cristo, y una sobrepelliz para el sacerdote que corre las cortinas, un bufete de pedir limosna y un cepo en el que se recoge, y un frontispicio", donde estaban las lamparas. La generosidad del cura llegó más lejos, puesto que entregó a la cofradía un censo de 1.500 maravedíes de renta cada año. A cambio de tanta gratitud, Bernardo de Salcedo, pedía una serie de misas en su honor, que debían de hacerse extensivas a "Gregorio Fernández, escultor, vecino de la dicha ciudad, natural de la villa de Sarria, que hizo la Imagen". Otra de las condiciones fue que la imagen no se sacara del templo "por ningún caso ni acontecimiento y a decir quince misas cada año en días determinados".
Sería el profesor Plaza Santiago quien halló la prueba documental. El documento, además de confirmar la autoría del Ecce Homo, despeja la duda acerca del origen lucense del escultor. El escrito, fechado el 3 de enero de 1621, explica que fue el cura párroco de la iglesia de San Nicolás, Bernardo de Salcedo, quien donó en 1621 la imagen a la Cofradía del Santísimo Sacramento y Ánimas, a la que pertenecía él mismo. Además del Ecce Homo, regaló a la cofradía el altar, el retablo, lámparas de plata, tres velas y dos capas "que tiene el Santo Cristo, y una sobrepelliz para el sacerdote que corre las cortinas, un bufete de pedir limosna y un cepo en el que se recoge, y un frontispicio", donde estaban las lamparas. La generosidad del cura llegó más lejos, puesto que entregó a la cofradía un censo de 1.500 maravedíes de renta cada año. A cambio de tanta gratitud, Bernardo de Salcedo, pedía una serie de misas en su honor, que debían de hacerse extensivas a "Gregorio Fernández, escultor, vecino de la dicha ciudad, natural de la villa de Sarria, que hizo la Imagen". Otra de las condiciones fue que la imagen no se sacara del templo "por ningún caso ni acontecimiento y a decir quince misas cada año en días determinados".
La imagen mide 1,68
metros de altura. Está labrada en bulto redondo y pintada totalmente, sin duda
debido a su carácter procesional. Obra del primer periodo del maestro,
impregnada aún por el empuje manierista, la figura de Cristo es un desnudo
blando. Es una escultura con evidentes recuerdos del mundo clásico, tanto en su
actitud como en el demorado y sabio estudio de su anatomía. El cuerpo recogido
sobre sí mismo, con un arqueamiento tan clasicista que se diría inspirado en
las esculturas de Venus. Incluso la forma de cruzar los brazos sobre el pecho
recuerda a las esculturas de esta diosa. Dulce movimiento, contrabalanceado en
el cuerpo. Piernas en contraposto. Una gran atención puesta en el dorso.
Espaldas atléticas, con un profundo surco en la espina dorsal. Los brazos al
replegarse sobre el pecho hacen que se comben los músculos, mientras los dedos
se extienden, evitando toda rigidez. Puede decirse que es el desnudo de
Fernández más hermoso y mejor tratado anatómicamente. La imagen está completamente tallada, es decir, que tiene tallados los geniales, aunque se encuentra tapado
por el paño. La esbeltez del cuerpo acredita la dependencia de los modelos
manieristas. No hay duda de que en Fernández han pesado modelos próximos,
incluso las bellas anatomías de Juan de Bolonia. Ese afán, además, de captar
todos los puntos de vista, prueba su destreza. Todo el cuerpo gira al
deslizarse en torno la mirada del contemplador. Además, es un desnudo blando y
carnoso. Bellísima cabellera ondulada, muy bien trazada por el dorso.
Se cubre con un paño de pureza no labrado -caso único en Fernández-, sino de lienzo encolado, al estilo de los antiguos pasos procesionales. Hay que recordar que en la época en que se hacía esta pieza, la mayor parte de los pasos procesionales eran de "papelón", es decir, de cartón y tela. Tiene el paño un nudo en la cadera. Sin duda las quebraduras del encolado serían las inspiradoras de los pliegues quebrados. Tiene encarnación a pulimento de un hermoso tono rosado. La boca está abierta y los ojos, hechos de cristal, miran con una expresión de resignación. Posee heridas y regueros de sangre, pero moderadamente, como se aprecia en la espalda.
Palomino escribió sobre Fernández, que antes de realizar una "efigie de Cristo nuestro señor", "se preparaba primero con oraciones, ayuno, penitencia y comunión, esperando que Dios le concediera su gracia y le hiciera triunfar".
Con
anterioridad se comentó que esta imagen pudo haber sido el comienzo, el
prototipo, de una nueva serie de Ecce Homo. Pues bien, a continuación hablaré
sobre los dos más ejemplos más importantes de esta nueva serie: uno sería el
atribuido a Francisco Alonso de los Ríos, y fechado hacia 1626; y el otro uno
realizado por Andrés de Solanes en 1634
El
primero de estos, el busto atribuido al escultor vallisoletano Francisco Alonso
de los Ríos, se fecha hacia 1626. Se encuentra en el Museo de San Joaquín y
Santa Ana. Está realizado en madera policromada, y tiene unas dimensiones de
102 x 57 x 47 cm. Aunque hoy lo vemos con medio cuerpo, la tradición oral dice
que en origen tuvo talladas las piernas. Es de admirar el detalle de la gota de
sangre cayendo del labio superior.
El otro ejemplo es el realizado por Andrés de Solanes en 1634. En la actualidad se encuentra en la iglesia de Santa María de Villabrágima, aunque Jesús Urrea cree que pudo formar parte, junto con otras esculturas esparcidas por esta iglesia y otras de otros pueblos cercanos, del retablo mayor de la capilla de la reliquia de la Santa Espina, del monasterio del mismo nombre, situado en Castromonte. Este Ecce Homo, de cuerpo entero, es de tamaño algo mayor que el natural, teniendo unas medidas de 190 x 72 x 42 cm.
La calidad del Ecce
Homo de Santa Ana es intermedia entre el Museo Diocesano de Valladolid, obra de
Fernández, y el Ecce Homo de Solanes, aunque se acerca más al segundo en cuanto
a la concepción del paño de pureza, que demuestra que no se pensaron como desnudos
corporales completos. Con ello aparentan mayor rigidez que el modelo original,
sin olvidar también que era prácticamente imposible superar el tratamiento
anatómico que imprimió Fernández a su obra.
Como se dijo
anteriormente, el Ecce Homo debió de tener carácter procesional, y en tal caso,
procesionaría con la Cofradía del Santísimo Sacramento y Ánimas de la iglesia
de San Nicolás, es decir, que no tomaría parte en las procesiones de Semana
Santa, pues la talla no pertenecía a las Penitenciales, que eran las que
realizaban los desfiles durante esa semana. Pasado el tiempo, y llegado el
siglo XX, la imagen volvería a las calles, esta vez para participar en los
desfiles de Semana Santa, y lo haría de la mano de la Cofradía de Nuestro Padre
Jesús atado a la columna. El paso, que desfilaría bajo el nombre de
"Preparativos para la flagelación", procesionaría justamente antes
del Cristo Atado a la Columna, también de Gregorio Fernández, e inmediatamente
después de la Oración del Huerto. El paso lo formabas solamente el Ecce Homo,
aunque he llegado a oír que durante un par de años desfiló junto al San Pedro
de "Las lágrimas de San Pedro", pero en esas ocasiones formando parte
del propio paso de "Las lágrimas", y no del de
"Preparativos".
Las tres fotografías han sido sacadas de la web del Archivo Municipal |
No he conseguido averiguar porqué
dejó de procesionar, seguramente fuera por razones de conservación ya que por entonces se encontraba en bastante mal estado. El caso es que con el tiempo la Cofradía del Atado a la Columna decidió volver a procesionar un paso titulado
con ese mismo nombre de "Preparativos para la Flagelación", por lo
que encargo una imagen de Cristo al escultor murciano José Antonio Hernández
Navarro, imagen que empezó a procesionar en 2004, saliendo, igualmente que lo
hizo su antecesor, únicamente en la Procesión General del Viernes Santo, y en
el lugar antedicho.
BIBLIOGRAFÍA
- BRAY, Xavier: Lo Sagrado hecho Real: la Pintura y escultura española 1600-1700, Ministerio de Cultura, Madrid, 2010.
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: El escultor Gregorio Fernández, Ministerio de Cultura, Madrid, 1980.
- VV.AA.: Gregorio Fernández y la Semana Santa de Valladolid, Ministerio de Cultura, Madrid, 1986.
atento, no es la única talla tallada completamente y con paño de pureza no tallado, el yacente de San Miguel también está tallado completamente y su paño de pureza es un lienzo añadido.
ResponderEliminarsaludos
Muchas gracias por la corrección. Sí que sabía que el yacente de San Miguel estaba tallado completo, se me debió de pasar, lo que no conocía es que tuviera paño de pureza.
ResponderEliminarMe parece que el Cristo del grupo del Descendimiento de la Vera Cruz también está desnudo. ¿Alguien lo puede confimrar?
ResponderEliminarMuchas gracias por este estupendo artículo
el paño de pureza del Cristo del descendimiento es también un lienzo, por lo que posiblemente también esté tallado de cuerpo completo y desnudo.
EliminarMuchas gracias por lo de estupendo artículo. Yo también pienso que esté tallado entero, por lo que con toda probabilidad tenga un desnudo completo.
EliminarYo he leido que dejo de procesionar por ser un momento posterior al que representaba, pues presenta golpes y llagas de la flagelación... .
ResponderEliminarYo lo que he leído es que estaba muy mal y necesitaba ser restaurado (que es verdad pq al poco tiempo de dejar de desfilar fue enviado a restaurarlo al IPHE en Madrid), pero también he oído que no querían prestarselo más a la cofradía.
EliminarGran reportaje informativo, como todo el blog.
ResponderEliminarEnhorabuena y gracias :)
Buenas Javier. Gracias por la publicación de nuevo de toda esta situación información. Respecto al Ecce Homo de Villabrágima, recordarte que el Tumbo de la Espina (copia en el Archivo Provincial) contiene una descripción detallada de los retablos de la Capilla de la Pasión a la que pertenecían las tallas del Yacente, el Atado a la Columna y el Ecce Homo, como dices, dispersos tras la Francesada y la Desamortización. Un saludo, Guillermo.
ResponderEliminarBuenas Javier. Gracias por la publicación de nuevo de toda esta situación información. Respecto al Ecce Homo de Villabrágima, recordarte que el Tumbo de la Espina (copia en el Archivo Provincial) contiene una descripción detallada de los retablos de la Capilla de la Pasión a la que pertenecían las tallas del Yacente, el Atado a la Columna y el Ecce Homo, como dices, dispersos tras la Francesada y la Desamortización. Un saludo, Guillermo.
ResponderEliminarBuenas Javier. Gracias por la publicación de nuevo de toda esta situación información. Respecto al Ecce Homo de Villabrágima, recordarte que el Tumbo de la Espina (copia en el Archivo Provincial) contiene una descripción detallada de los retablos de la Capilla de la Pasión a la que pertenecían las tallas del Yacente, el Atado a la Columna y el Ecce Homo, como dices, dispersos tras la Francesada y la Desamortización. Un saludo, Guillermo.
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