Hoy vamos a completar nuestro recorrido por la Colección
de Arte Africano de la Fundación Alberto Jiménez-Arellano Alonso con la visita
al tercer, y último, espacio: la Sala de San Ambrosio. Pulsa aquí para ver la primera parte de la Colección.
Figura conmemorativa de antepasado Real. Finales del siglo XVIII |
SALA DE SAN AMBROSIO
La Sala de San Ambrosio, que anteriormente albergaba
el Museo de la Universidad, contiene en la actualidad la incorporación más reciente
a las colecciones de la Fundación Arellano Alonso: el conjunto denominado
“Reino de Oku”.
El Reino de Oku es un territorio situado en el
centro de la provincia de Bamenda, al noroeste de la República de Camerún. Se
trata de una región de altas mesetas volcánicas conocida bajo la denominación
de “Grassland”, con una altura media de 1.400 a 3.011 metros, cuya cota más
alta es el monte Oku. El territorio de Oku ocupa el dominio que hace frontera
con los reinos de Kom, Din, Djottin, Nso, Babessi, Baba, Babungo y Mbesenaku.
La población se agrupa en 36 pueblos diseminados por fértiles valles y laderas
de tierra volcánica en los que unos 120.000 habitantes viven principalmente de
la agricultura y en menor medida del pastoreo. La mayor densidad de población
converge en los pueblos en torno a Elak, capital del Reino, en la franja de
territorio entre los 2.000 a 2.400 metros de altitud.
En
el año 2006, Fon Sintieh II, rey de Oku, comenzó a negociar con Ramón Sanz para
la firma de un acuerdo en el que se nombra a la Fundación Alberto
Jiménez-Arellano Alonso "(...) su
embajadora para la promoción de los valores culturales y artísiticos en Europa".
Con dicho acuerdo se produjo la llegada de más de cien objetos de diferentes
materiales a Valladolid, los cuales reflejan las tradiciones, creencias y
organización social de este reino. Cabe decir que todas estas piezas es la
primera vez que se ven fuera de Oku.
En Oku el rey es la figura más relevante, la máxima
autoridad política, judicial y religiosa. En la exposición se pueden contemplar
algunas de sus regalías (objetos cuyo uso es exclusivo
del monarca y que simbolizan su autoridad). Éstas, son piezas talladas en
madera que ponen de relieve el gran desarrollo que este arte ha alcanzado, en
general, en todo Camerún. Tal es el caso de las camas de jefatura o los tronos
rituales, utilizados por ejemplo durante las ceremonias de entronización o las
de culto a los antepasados. La talla de madera se aplica también a la
arquitectura y así se ejemplifica en las columnas que sustentan el pórtico del
palacio real, decoradas igualmente con emblemas y símbolos de la autoridad del
soberano.
Columna lateral del Palacio de Oku |
Tambor de ranura Nguk |
Cama ritual Ebkun, insignia de notable perteneciente a la familia real |
Otro conjunto importante, e impactante, es
el
conjunto compuesto por las máscaras de algunas de las sociedades secretas
tradicionales que aún cuentan con gran relevancia en la sociedad de Oku y cuyas
actividades y objetos deben permanecer en el más estricto misterio. Las
Sociedades son las encargadas de frenar los comportamientos antisociales que
amenacen el bienestar general o atenten contra las costumbres tradicionales,
manteniéndose así la armonía y la paz social. Los castigos son aplicados por
sus máscaras, que tienen una carga mágica sinónimo de “medicina” que es lo que
les da su poder y les dota de vieja, por eso danzan en ceremonias y rituales tradicionales
de todo tipo (judiciales, funerarios, entronizaciones, etc…). Cuanto más
agresiva es su danza y más repulsivo es su aspecto, mayor será su poder.
Las
máscaras se componen no sólo de la pieza tallada que cubre la faz, sino que incluyen
también el cubre-rostro, el traje (de algodón, fibras vegetales, plumas…), las
tobilleras y bastones o lanzas. El origen de estas máscaras se encuentra en una
leyenda que cuenta que un agricultor se vio obligado a hacer guardias nocturnas
en su granja para ahuyentar a los merodeadores que intentaban robar su cosecha.
Un día se le ocurrió, en lugar de esto, tallar varias estatuas de madera que,
al ser movidas por el viento, emitían unos sonidos que lograron ahuyentar a los
ladrones. Pronto las gentes relacionaron las tallas con el mundo de los
ancestros y empezaron a considerarlas juju
(medicina peligrosa).
Una de estas máscaras es la del “líder” Kam. Esta
máscara es la que dirige y controla las evoluciones del resto de las máscaras
mientras danzan. A vanguardia de la formación, marca los cambios de ritmo desde
su puesto de mando por medio de señales.
Una máscara Kam
morfológicamente describe la cabeza de un varón de pelo recogido en largas
trenzas, bigote y barba de pelo natural o a imitación (cuerda anudada), que
esboza sobre la frente (de forma estilizada) el tocado de los jefes. La
autoridad de Kam se ve reforzada por vestir la capa de las máscaras más
peligrosas del Reino, recubierta de pelo natural obtenido de cada uno de los
miembros de la sociedad (a los que de esta manera protege y representa).
Máscara del líder "Kam" |
La gente común debe mantenerse a distancia de esta
máscara, estando terminantemente prohibido tocarla. Los amuletos cosidos al
interior de la capa y las medicinas ocultas en el interior de las trenzas hacen
de Kam una máscara especialmente peligrosa, poder que no cesa de reivindicar
cuando blande armas amenazantes (cuchillo, espada, lanza o bastón de mando) en
dirección de las otras máscaras o contra los espectadores.
La exposición
se
completa con fetiches e instrumentos musicales, que, al igual que los objetos
anteriores, es la primera vez que se pueden contemplar fuera del reino de Oku.
En éste, los dioses no constituyen un número cerrado y pueden crearse nuevos,
si los adivinos asignan un suceso inexplicable a una nueva divinidad. En su mayoría,
los dioses se identifican con personajes históricos que en vida protagonizaron
hechos relevantes o sucesos extraordinarios.
En
cuanto a la música, hay que tener en cuenta que va más allá del puro
divertimento y los instrumentos musicales ostentan también la categoría de ”peligrosas
medicinas”, objetos mágicos cargados de poder de los que se valen las
sociedades secretas para llevar a cabo sus funciones.
El
elemento que cierra este “Reino de Oku” es, quizás, la pieza más impresionante
de todas: el pórtico del Palacio de Oku. En él se despliegan los principales blasones de la Realeza: la figura
humana, el leopardo, la araña de tierra, el camaleón, la doble campana… y el
emblema que nos devuelve al origen mítico de la fundación del Reino: la doble
serpiente esculpida sobre el zócalo de la puerta. Su sola presencia guardando
el escalón de entrada al Palacio demuestra y señala el carácter sagrado de la
“Casa de los Dioses”, advirtiendo que nadie debe atreverse a profanarla. En la
misma entrada encontramos varias figuras humanas flanqueando la puerta que
representan altos dignatarios vestidos para llevar a cabo un ritual. Portan en
la mano calabazas ngie rellenas del
tradicional vino de palma necesario para obtener el amparo de los Dioses. En el
dintel, entre cabezas cortadas de enemigos, sobresale victoriosa la doble
campana, símbolo máximo de soberanía.
Entre la puerta de entrada y las columnas exteriores
que sustentan la techumbre se ubica el porche de audiencias de suelo empedrado
con mosaicos que forman arañas de tierra, el símbolo de la sabiduría.
Enmarcando la estancia la “tela de reyes” kelanglang
tapiza las paredes. En su interior, ocupan un lugar prominente, el torno, la
trompeta real, la piel de leopardo y otros emblemas de la monarquía. De nuevo,
las columnas laterales muestran altos dignatarios sujetando un objeto entre las
manos. Esta vez se trata de “copas de rango” talladas en cuerno de búfalo,
símbolo que mantiene el espíritu de unidad de una gran familia. Los que beben
de estas copias no pueden tener “dos corazones” (traicionar el espíritu de
unidad de la familia). Vigilantes, dos leopardos escoltan a los altos
dignatarios. La creencia en que el leopardo duerme con un ojo abierto y que
ningún movimiento escapa a su atención le convierte en uno de los animales
“alter ego” del Rey. Para obtener tan valiosa cualidad del Rey recibe la piel y
los ojos de cada leopardo cazado en sus dominios.
Guardando la entrada, las columnas exteriores
vuelven a reiterar la figura humana, icono exclusivo de la Realeza. En
apariencia, la representación en ellas de militares alemanes es un elemento de
discordia con el discurso palatino de soberanía. El enigma se desvanece al
escuchar las alabanzas dirigidas durante una oración al rey Mkong Motch, Dios de Oku: “… si hay civilización en Oku a ti te lo
debemos. El hombre blanco llegó de Alemania y la civilización ya no era extraña
al pueblo de Oku”. Estas reveladoras palabras pronunciadas por Fai Ndifon
hacen pensar que tras la presencia del poderoso oficial alemán en uniforme
colonial se esconde el propio Ebfon
de Oku. Contribuyen a esta hipótesis los rasgos negroides y que la disposición
del correaje del “militar alemán” coincide con las bandas medicinales que
tradicionalmente cruzan el pecho de los Reyes de Oku. Más sospechoso todavía es
la conocida tendencia de algunos reyes del Grassland
a lucir el uniforme militar obsequio de las potencias coloniales invasoras.