En
Valladolid tenemos el grave defecto de que ni conocemos lo que tenemos y mucho
menos lo valoramos. Que poseemos el Museo de Escultura más importante del mundo
pues pasamos de él, que detentamos uno de los museos orientales más ricos y
variados pues tampoco nos interesa mucho, y ya si digo que tenemos un gran
museo de arte africano pues entonces ya nos preguntamos si nos hemos equivocado
de ciudad. Pues no, en Valladolid disfrutamos de una Colección de Arte Africano
que la mayoría de la ciudad ni conoce ni ha oído hablar de él, y no será porque
no tengan unas cuentas muy activas en Facebook, Twitter, etc…
Ya
no solo es que exista esta colección, la de Arte Africano de la Fundación Alberto
Jiménez-Arellano Alonso, sino que además es de las pocas que existen en Europa
y que alberga unas piezas muy valiosas y de culturas muy variadas, siendo el
“Reino de Oku” la joya de la corona. Antes de comenzar a hablar de la colección
en sí, cuya información he sacado de diferentes hojas y publicaciones de la
propia Fundación, he de entonar el mea culpa porque yo tampoco he valorado esta
colección como se merece, pues he ido varias veces y lo vi pasada, como sin
importarme demasiado. Tengo que dar gracias a Ana Macón y a su valiosísima
visita guiada a la colección porque desde entonces he sabido calibrar la importancia
de este museo.
La Colección de la Fundación Alberto Jiménez
Arellano-Alonso se constituyó en el año 2004 por acuerdo entre la Universidad
de Valladolid y la familia Arellano Alonso. Uno de los principales objetivos de
la Fundación es dar a conocer la riqueza artística y cultural de África;
especialmente de la franja subsahariana. Para ello se muestra en esta colección
un extenso conjunto compuesto por objetos etnográficos, tejidos, instrumentos
musicales, monedas tradicionales y, sobre todo, esculturas. Entre estas últimas
destaca, sobre todo, el magnífico y singular grupo de las terracotas, siendo
éste un referente en el panorama internacional. La excepcionalidad de esta
colección radica en ser la más numerosa expuesta públicamente, destacando por
la calidad de sus piezas.
La mayoría de piezas de esta colección procede de
pueblos asentados en torno a las cuencas de los ríos Níger y Congo. Cada grupo
o cultura, aun compartiendo parecidas estructuras sociales y religiosas, ha
reflejado de forma propia los valores de su comunidad, dando lugar a
manifestaciones artísticas de estilos diferentes.
Sus principales creaciones tradicionales se
concentran en el ámbito de la escultura, que no responde a un interés puramente
estético, sino que tiene unas funciones que van más allá, relacionadas con la
religión, la naturaleza, los antepasados, los rituales de iniciación, las
sociedades secretas o la magia. Generalmente, su objetivo no es reflejar
fielmente la naturaleza, sino captar el alma y la fuerza de lo representado.
Esta especial significación de las piezas explica el
hecho de que el artista, en su comunidad, no sea considerado un simple
profesional que domina una técnica, sino un intermediario entre el mundo de los
espíritus y el terrenal.
La colección se estructura a través de tres
estancias claramente diferenciadas: en la planta baja del Colegio de Santa Cruz
se encuentran el Salón de Rectores y la Sala Renacimiento, mientras que en el
primer piso está la llamada Sala de San Ambrosio. Para que no quedara un post
demasiado amplio he decidido dividirlo en dos, hoy hablaremos de las dos
primeras estancias y en el próximo post del “Reino de Oku”.
SALÓN DE RECTORES
Esta sala está concebida como una introducción o
preparación para la colección. Permite, en primer lugar, descubrir cuáles
son los materiales empleados en el arte africano, que van más allá de la
madera, vinculada a las célebres máscaras; por otro lado se centra en las
temáticas más habituales del Arte Africano.
Materiales
Para la creación de esculturas y de otros objetos
artísticos tradicionalmente se han empleado materiales naturales: madera,
piedra, calabaza… o metales como el hierro, el bronce o el latón. En el caso de
los objetos de lujo, vinculados a la corte, se recurre casi siempre a materiales
nobles como el marfil o el oro. El material usado más antiguo parece ser, sin
embargo, la arcilla.
En lo referente a los metales, los grandes focos de
producción en África se localizan en la zona occidental, destacando la
República Democrática del Congo, Nigeria (Ife, Benín, Yoruba) y Ghana
(Akan/Ashanti). El hierro se utilizaba para fabricar armas, herramientas y
objetos domésticos. Con el bronce –en realidad una aleación de cobre, zinc,
plomo o estaño– y el latón se fundían esculturas según la técnica de la “cera
perdida”. El trabajo de fundición estaba reservado a los herreros. Ellos
forjaban herramientas de cultivo, caza o lucha, además de insignias de poder,
utensilios domésticos, joyas y monedas. Gozaban de un gran prestigio social por
el secretismo que rodeaba a su trabajo y al carácter sobrenatural del hierro
–procedente de las entrañas de la tierra–. Eran temidos y admirados por igual.
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Cultura FON (Benín/Togo). Altar ritual. Siglo XX. Realizado en hierro y bronce |
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Cultura DAN-GIO-YACUBA. Libería. Siglo XX. Figura realizada en hueso |
En
cuanto a la terracota, la
presencia de arcilla cocida era constante en el arte desde época prehistórica,
siendo característica del Mediterráneo y las cuencas de los ríos Níger y Congo
de África. Es un material maleable que, una vez cocido, presenta una gran
resistencia y perdurabilidad. La tierra se recoge en las orillas de los ríos,
siendo después mezclada con agua y batida para hacerla más homogénea. La mezcla
obtenida es separada en pellas para su elaboración. El modelo de la pieza se
hace a mano, sin utilizar el torno. La más habitual es la técnica de los
“churros”, consistente en superponer largos cilindros de arcilla. Después se
decora mediante incisiones, motivos en relieve o aplicación del color con
pigmentos vegetales y minerales. Tras unos días de secado, los objetos se
cuecen en fosas al aire libre. En general son las mujeres las encargadas de la
alfarería. Ellas elaboran utensilios de uso doméstico o ritual. En algunas
culturas, sin embargo, estos últimos sólo pueden ser modelados por los hombres,
pues se considera que si una mujer representa una imagen ello podría perjudicar
a su fertilidad y al orden cósmico.
Temáticas
El
otro gran asunto sobre el que trata la primera sala es el de las temáticas más
comunes del Arte Africano. Todas ellas
están relacionadas con el culto a los dioses, rituales
funerarios o con el recuerdo a los antepasados. Todo ello se ejemplifica a
través de un conjunto único de jinetes en terracota, así como por diversas
representaciones de animales.
El caballo es un animal de suma importancia en el
África subsahariana por su difícil supervivencia (insuficiencia de agua,
malaria y, sobre todo, la alta mortalidad provocada por la mosca tsé-tsé). Se
asocia a las ideas de autoridad, de conquista y de dominación. Por eso se piensa
que los hombres a caballo representan a jefes o notables. A la vez el caballo
alude a la victoria del espíritu sobre los sentidos, siendo símbolo de
elevación espiritual. El tema del jinete se repite en varios pueblos de África
occidental: en Malí –Djenné, Bankoni, Dogón, Senufo y Bamana–, en Camerún y en
Nigeria –Ife, antiguo reino de Benín, Yoruba, Hausa, Fulani–. La presencia del
caballo en estas zonas se relaciona con la influencia del Islam, a partir de
los siglos XII y XIV. Pero se han encontrado figuras de jinetes fechadas en el
siglo IX, lo que demostraría un presencia anterior.
La mayoría de estas esculturas han sido encontradas
en tumbas, pero se desconoce si tenían una función funeraria o servían para ser
llevados en vida por el difunto. Jinete y montura suelen presentar
escarificaciones y portar joyas, reflejando la clase social del representado.
Se realizaron en terracota y en bronce. Una pieza excepcional dentro de todas
las que posee la sala es el Ejército
Guimbala. Se compone de cuatro caballeros y once soldados, fechados entre
los siglos XI y XVI. La región Guimbala –Malí– se sitúa al noreste del Lago
Debo. También en esta sala se pueden contemplar seis ejemplos de jinetes de
diversas cronologías y procedencias, lo que resulta excepcional.
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Ejército Guimbala |
Pero no solo los caballos tienen caída en el Arte
Africano, otros muchos animales protagonizan narraciones orales africanas. Sus
cualidades sirven de modelo a los hombres y sus defectos son remarcados para
evitar que estos los repitan. Son además reflejo del orden social. Así los
animales domésticos aluden a la mansedumbre, y los hombres tienen sobre ellos
un derecho de vida o muerte análogo al que el monarca detenta sobre el pueblo.
Lo animales salvajes se identifican con el poder real. Siguiendo estos
criterios se representan también en la escultura.
Pueden aparecer como motivos decorativos o como
figuras independientes. Objetos zoomorfos como máscaras, remates de bastón o
esculturas y altares portátiles se utilizaban en los rituales de iniciación y
en las prácticas terapéuticas, de adivinación o de brujería. Amuletos o adornos
para el vestido eran portados por los soberanos como símbolo de poder y
prestigio. En ocasiones son objetos útiles –copas, saleros, cucharas o
taburetes–, empleados en la corte.
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Cultura NOK. Fragmento de jirafa (?). Siglo V a.C. - Siglo V d.C. |
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Cultura TENNENKOU. Figura zoomorfa. Siglo XII - Siglo XVI |
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Cultura NOK. Cabeza con piel de leopardo. Siglo II - Siglo V |
Entre los animales más representados figuran: el
antílope, el camaleón, el cocodrilo, el búfalo, el carnero, los peces, el
elefante, el león, la jirafa, el lagarto, el caballo o el perro.
Uno de los más habituales
es la serpiente, cuyo significado difiere según las culturas: en la mayoría es
un símbolo de fecundidad por su forma fálica y por sus ondulaciones –que
recuerdan a los meandros del río, fuente de vida–; o de inmortalidad, por la
regeneración que sugieren sus mudas desde piel.
Algunos animales son
difíciles de identificar. Este es el caso de las terracotas tennenkou, bankoni
y ségou de Malí, que representan cuadrúpedos, pero carecen de rasgos biológicos
que permitan concretar su especie.
Un último grupo de animales que tiene bastante
importancia es el de las aves, las cuales se representan como motivos
decorativos o como figuras independientes. Entre las más habituales se
encuentra el calao: animal, mítico para los Senufo –Costa de Marfil, Malí,
Burkina Faso–, asociado a la fecundidad. Sin embargo, para los Dan de Costa de
Marfil es el que llevó la “cultura” a su pueblo.
El gallo es emblema del antiguo reino de Benín
–Nigeria–. Alude al origen mítico de los oni
–reyes– de Ife, de los que descienden directamente los oba de Benín. Según la leyenda, Olorum –rey de los Cielos–, quería
acabar con el dominio de las aguas sobre la tierra. Para ello hizo que su hijo
Odudwa descendiera a ésta junto con un gallo, un puñado de tierra y una nuez de
coco. Cuando llegó a la superficie, lanzó el puñado de tierra que formó un
montículo entre las aguas, donde se levantaría después la ciudad estado de Ife.
El gallo escarbó allí y el héroe plantó la nuez de coco, naciendo siete ramas
de las que surgirán las monarquías yoruba.
SALA RENACIMIENTO
Esta segunda sala, denominada Renacimiento por conservar
los artesonados originales del Colegio de Santa Cruz, fechados a finales del
siglo XV, alberga parte del conjunto de esculturas subsaharianas en terracota
de la Fundación. Se trata de una de las más importantes colecciones de carácter
público que existen actualmente en el mundo, destacando tanto por el número
como por la calidad de sus piezas.
Las figuras expuestas han sido modeladas por las más
significativas culturas asentadas en torno a las cuencas de los ríos Níger y
Congo. Allí vivieron y trabajaron desde el siglo V a. C. hasta la actualidad.
En ocasiones son pueblos que incluso ya han desaparecido, pero cuya huella se
percibe aún en las creaciones de terracota más recientes.
Entre las más importantes
culturas que se pueden contemplar en la exposición destacan los Nok, Ife, Edo,
Djenné, Bura, Komaland, Jukun, Ewe, Mambila, Mangbetu o Bakongo, entre otros.
Asimismo se exhiben
algunas piezas de la zona oriental del continente (Tanzania y Etiopía) también
modeladas en barro cocido.
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Recreación de una excavación arqueológica |
Nigeria. Civilizaciones antiguas
Nigeria es uno de los países africanos que cuenta con
una herencia cultural más rica, en parte aún por descubrir.
En la meseta de Jos se
asentaba el pueblo Nok, creador de la primera escultura figurativa
subsahariana en terracota conocida. Su producción se remonta al siglo VIII a.
C., prolongándose hasta el siglo IX, cuando esta cultura se diluye.
Las terracotas Nok
representan el inicio de una tradición escultórica naturalista después
desarrollada en el resto de África Occidental.
En su mayoría se trata de
figuras humanas cilíndricas, con ojos semicirculares, bocas y nariz perforadas,
muy expresivas y ricamente engalanadas.
Se modelaban a mano según
la técnica de los “churros”, por lo que son huecas. Tras ser cocidas al aire
libre se decoraban mediante incisiones o impresiones.
La primera terracota Nok
fue encontrada casualmente en 1928 y sólo se conservan unas quinientas.
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Cultura NOK. Escultura antropomorfa masculina arrodillada. Siglo V. a.C. - V. d.C. |
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Cultura NOK. Personaje masculino completo. Siglo II - Siglo VI |
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Cultura NOK. Personaje masculino arrodillado. Siglo I - Siglo V |
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Cultura NOK |
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Cultura NOK. Cabeza masculina con cuernos. Siglo V a.C -Siglo V d.c. |
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Cultura NOK. Friso en altorrelieve. Siglo I a.C - Siglo IV d.C. |
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Cultura NOK |
Su influencia se extenderá a dos pueblos cercanos:
Sokoto y Katsina. Ambos desarrollaron una artesanía del barro con rasgos
semejantes a la Nok, aunque con piezas más sencillas y menos variadas.
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Cultua SOKOTO. Personaje completo con las manos en la cintura. Siglo VII a.C. -Siglo I a.C. |
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Cultura SOKOTO. Cabeza de hombre con barba. Siglo III a. C. - Siglo II d.C. |
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Cultura SOKOTO. Escultura bifronte o "jano". Siglo V a.C. - Siglo V d.C. |
En el siglo XII, cuando Europa estaba en plena Eda
Medina, en Nigeria nació un arte refinado vinculado a las cortes reales de Ife y de Benín.
Mientras, en otras zonas
se desarrollaban producciones artísticas modestas pero de calidad.
La capital del reino,
Ile-Ife, era una de las ciudades estado más importantes y el gran centro
religioso de los Yoruba. El lugar donde según la tradición “comenzó el mundo”.
Allí surgieron las artes
de corte, cuya función era la exaltación del oni –rey–. Los diferentes objetos, fabricados con ricos materiales,
destacan por su perfección técnica, serena belleza y clasicismo. Esto hizo que,
según la mentalidad paternalista de principios del siglo XIX, se pensaran que
eran obra de griegos y no de africanos.
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Cultura IFE. Cabeza de personaje femenino. Siglo X - Siglo XII |
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Cultura IFE. Cabeza de personaje. Siglo XIV - Siglo XV |
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Cultura BENÍN. Cabeza de personaje. Siglo XIV - Siglo XVI |
Civilizaciones antiguas. Malí
En el Delta Interior del Níger se desarrollaron
cuatro culturas que tuvieron en común el uso de la terracota: Djenné, Ségou,
Bankoni y Tennekou. Su producción de escultura abarca un largo período –del
siglo X al XVII–, pero se sabe poco de su historia y de su cultura.
Las piezas Djenné sorprenden por la diversidad
de posturas y la representación de estados de ánimo. Esto contrasta con el
habitual hieratismo de arte africano. Destaca también la maestría técnica de
los artesanos. En zonas cercanas trabajaron los Ségou
y los Tennenkou, con formas semejantes pero más rudimentarias.
Los Bankoni –al sur del país–
tenían, sin embargo, un estilo diferente Sus esculturas son más primitivas y
esquemáticas, además de ofrecer una libertad gestual menor.
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Cultura TENNENKOU |
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Cultura DJENNÉ. Figura antropomorfa. Siglo XI - Siglo XVI |
Civilizaciones antiguas. Otros países
Entre las civilizaciones antiguas asentadas en torno
al río Níger, algunas se localizaban en zonas algo más alejadas del valle
propiamente dicho, como Burkina Faso o Níger. Allí se desarrollaron, entre
otras, las culturas Dori o Bura.
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Cultura BURA. Urna funeraria. Siglo XII - Siglo XVI |
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Cultura SAO |
En Ghana se asentaron varios reinos de origen akan.
Pero son los Ashanti, quienes sometieron al resto, creando un imperio
político y cultural. En torno a él se desarrolló un arte cortesano, con una
abundante producción de piezas en oro y en terracota. Destacan sus figuras de
reyes y las cabezas de difuntos que se disponían en los lugares de enterramiento.
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Cultura KOMALAND. Estatuillas antropomorfas funerarias. Siglo XIII - Siglo XVII |
Culturas recientes de África occidental
Durante el siglo XIX y comienzos del XX, muchos
pueblos han mantenido una interesante producción cerámica. Ésta ha seguido
siendo no sólo una práctica artesanal fundada en el dominio de la técnica, sino
el reflejo de los gustos estéticos de cada pueblo. Al mismo tiempo es un medio
para conocer las creencias y valores de estas sociedades.
En Nigeria han vivido, por ejemplo, los Cham
y los Longuda, creadores de unos curiosos recipientes “medicinales”.
Mientras los Igbo modelan piezas destinadas sobre todo al culto a los
antepasados.
En la frontera entre Nigeria y Camerún habitan los Mambila,
cuyas mujeres fabrican variados recipientes de terracota. Su estilo es
sencillo, pero muy expresivo.
Mientras, la producción artística de los Ewe
de Togo está vinculada en su mayoría con el culto vodú. Muchas esculturas
representan por eso a las deidades ante las que cada individuo expone sus
peticiones.
En Costa de Marfil se encuentran los Agni
quienes, manteniendo la tradición de los pueblos akan, modelan cabezas
funerarias en barro cocido.
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Cultura JUKUN. Pareja en terracota. Siglo XIII - Siglo XV |
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Cultura EWE |
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Escultura de Mami-Wata. Siglo XX |
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Escultura de Papa Densu. Siglo XX |
República Democrática del Congo Arte y poder real
La historia y la vida de la República Democrática
del Congo están estrechamente ligadas al río Congo, puesto que esta depresión
fluvial compone la mayoría del país. En los últimos años han proliferado los estudios
sobre las artes en esta República, a pesar de lo cual, los conocimientos sobre
algunas culturas siguen siendo escasos.
Varias de ellas crearon un
depurado arte destinado a mostrar la supremacía del rey en la sociedad. Tal es
el caso del reino Luba, con sus formas suaves y superficies pulimentadas.
Los Chokwe también figuran,
gracias a su arte cortesano, entre los creadores más admirados de África,
aunque modelaron igualmente utensilios domésticos y mágico-religiosos.
Los objetos y esculturas vinculadas al poder real se
repiten entre los Bakongo –más conocidos sin embargo por sus fetiches de clavos nikonde o nkisi–, los Mangbetu y los Azande.
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Cultura LUBA. Vaso ritual cefalomorfo. Siglo XIX |
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Cultura MANGBETU. Vasija antropomorfa femenina. Principios del siglo XX |
África oriental. Etiopía y Tanzania
Repartidos entre la zona central y oriental del
continente vivieron, a lo largo de los siglos, otros pueblos cuyas
manifestaciones culturales y artísticas han tenido menos trascendencia.
En Etiopía vivieron, por
ejemplo, los Falasha, término peyorativo con que los etíopes denominaban a
los judíos negros llegados desde Egipto. Su producción en terracota alude a la
vida familiar y a sus creencias religiosas. Era realizada por mujeres y vendida
habitualmente en los mercados.
Al nordeste de Tanzania se asentaron, entre otras
culturas, los Paré o los Zígula. Ambos son conocidos por sus
figuras antropomorfas y zoomorfas en arcilla luego envueltas en tejidos. Se
utilizaban en las ceremonias de iniciación de los jóvenes del poblado.
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Cultura FALASHA |
Pulsa aquí para ver la segunda parte de la Colección
Dirección:
Plaza de Santa Cruz, nº 8, 47002, Valladolid
Horario:
Martes a Sábado: 11.00 – 14.00, 16.30 –
19.30
Domingo:
11.00 – 14.00
BIBLIOGRAFÍA
- CACHAFEIRO
BERNAL, Oliva (textos): Escultura
africana en terracota y piedra: colección Fundación Alberto Jiménez-Arellano
Alonso, Fundación Alberto Jiménez-Arellano Alonso, Valladolid, 2008.
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