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domingo, 18 de mayo de 2014

UN TROCITO DE ÁFRICA EN VALLADOLID I: La Colección de Arte Africano de la Fundación Alberto Jiménez-Arellano Alonso



En Valladolid tenemos el grave defecto de que ni conocemos lo que tenemos y mucho menos lo valoramos. Que poseemos el Museo de Escultura más importante del mundo pues pasamos de él, que detentamos uno de los museos orientales más ricos y variados pues tampoco nos interesa mucho, y ya si digo que tenemos un gran museo de arte africano pues entonces ya nos preguntamos si nos hemos equivocado de ciudad. Pues no, en Valladolid disfrutamos de una Colección de Arte Africano que la mayoría de la ciudad ni conoce ni ha oído hablar de él, y no será porque no tengan unas cuentas muy activas en Facebook, Twitter, etc…
Ya no solo es que exista esta colección, la de Arte Africano de la Fundación Alberto Jiménez-Arellano Alonso, sino que además es de las pocas que existen en Europa y que alberga unas piezas muy valiosas y de culturas muy variadas, siendo el “Reino de Oku” la joya de la corona. Antes de comenzar a hablar de la colección en sí, cuya información he sacado de diferentes hojas y publicaciones de la propia Fundación, he de entonar el mea culpa porque yo tampoco he valorado esta colección como se merece, pues he ido varias veces y lo vi pasada, como sin importarme demasiado. Tengo que dar gracias a Ana Macón y a su valiosísima visita guiada a la colección porque desde entonces he sabido calibrar la importancia de este museo.
La Colección de la Fundación Alberto Jiménez Arellano-Alonso se constituyó en el año 2004 por acuerdo entre la Universidad de Valladolid y la familia Arellano Alonso. Uno de los principales objetivos de la Fundación es dar a conocer la riqueza artística y cultural de África; especialmente de la franja subsahariana. Para ello se muestra en esta colección un extenso conjunto compuesto por objetos etnográficos, tejidos, instrumentos musicales, monedas tradicionales y, sobre todo, esculturas. Entre estas últimas destaca, sobre todo, el magnífico y singular grupo de las terracotas, siendo éste un referente en el panorama internacional. La excepcionalidad de esta colección radica en ser la más numerosa expuesta públicamente, destacando por la calidad de sus piezas.

La mayoría de piezas de esta colección procede de pueblos asentados en torno a las cuencas de los ríos Níger y Congo. Cada grupo o cultura, aun compartiendo parecidas estructuras sociales y religiosas, ha reflejado de forma propia los valores de su comunidad, dando lugar a manifestaciones artísticas de estilos diferentes.
Sus principales creaciones tradicionales se concentran en el ámbito de la escultura, que no responde a un interés puramente estético, sino que tiene unas funciones que van más allá, relacionadas con la religión, la naturaleza, los antepasados, los rituales de iniciación, las sociedades secretas o la magia. Generalmente, su objetivo no es reflejar fielmente la naturaleza, sino captar el alma y la fuerza de lo representado.

Esta especial significación de las piezas explica el hecho de que el artista, en su comunidad, no sea considerado un simple profesional que domina una técnica, sino un intermediario entre el mundo de los espíritus y el terrenal.
La colección se estructura a través de tres estancias claramente diferenciadas: en la planta baja del Colegio de Santa Cruz se encuentran el Salón de Rectores y la Sala Renacimiento, mientras que en el primer piso está la llamada Sala de San Ambrosio. Para que no quedara un post demasiado amplio he decidido dividirlo en dos, hoy hablaremos de las dos primeras estancias y en el próximo post del “Reino de Oku”.

SALÓN DE RECTORES
Esta sala está concebida como una introducción o preparación para  la colección. Permite, en primer lugar, descubrir cuáles son los materiales empleados en el arte africano, que van más allá de la madera, vinculada a las célebres máscaras; por otro lado se centra en las temáticas más habituales del Arte Africano.

Materiales
Para la creación de esculturas y de otros objetos artísticos tradicionalmente se han empleado materiales naturales: madera, piedra, calabaza… o metales como el hierro, el bronce o el latón. En el caso de los objetos de lujo, vinculados a la corte, se recurre casi siempre a materiales nobles como el marfil o el oro. El material usado más antiguo parece ser, sin embargo, la arcilla.

En lo referente a los metales, los grandes focos de producción en África se localizan en la zona occidental, destacando la República Democrática del Congo, Nigeria (Ife, Benín, Yoruba) y Ghana (Akan/Ashanti). El hierro se utilizaba para fabricar armas, herramientas y objetos domésticos. Con el bronce –en realidad una aleación de cobre, zinc, plomo o estaño– y el latón se fundían esculturas según la técnica de la “cera perdida”. El trabajo de fundición estaba reservado a los herreros. Ellos forjaban herramientas de cultivo, caza o lucha, además de insignias de poder, utensilios domésticos, joyas y monedas. Gozaban de un gran prestigio social por el secretismo que rodeaba a su trabajo y al carácter sobrenatural del hierro –procedente de las entrañas de la tierra–. Eran temidos y admirados por igual.

Cultura FON (Benín/Togo). Altar ritual. Siglo XX. Realizado en hierro y bronce
Cultura DAN-GIO-YACUBA. Libería. Siglo XX. Figura realizada en hueso
En cuanto a la terracota, la presencia de arcilla cocida era constante en el arte desde época prehistórica, siendo característica del Mediterráneo y las cuencas de los ríos Níger y Congo de África. Es un material maleable que, una vez cocido, presenta una gran resistencia y perdurabilidad. La tierra se recoge en las orillas de los ríos, siendo después mezclada con agua y batida para hacerla más homogénea. La mezcla obtenida es separada en pellas para su elaboración. El modelo de la pieza se hace a mano, sin utilizar el torno. La más habitual es la técnica de los “churros”, consistente en superponer largos cilindros de arcilla. Después se decora mediante incisiones, motivos en relieve o aplicación del color con pigmentos vegetales y minerales. Tras unos días de secado, los objetos se cuecen en fosas al aire libre. En general son las mujeres las encargadas de la alfarería. Ellas elaboran utensilios de uso doméstico o ritual. En algunas culturas, sin embargo, estos últimos sólo pueden ser modelados por los hombres, pues se considera que si una mujer representa una imagen ello podría perjudicar a su fertilidad y al orden cósmico.


Temáticas
El otro gran asunto sobre el que trata la primera sala es el de las temáticas más comunes del Arte Africano. Todas ellas están relacionadas con el culto a los dioses, rituales funerarios o con el recuerdo a los antepasados. Todo ello se ejemplifica a través de un conjunto único de jinetes en terracota, así como por diversas representaciones de animales.
El caballo es un animal de suma importancia en el África subsahariana por su difícil supervivencia (insuficiencia de agua, malaria y, sobre todo, la alta mortalidad provocada por la mosca tsé-tsé). Se asocia a las ideas de autoridad, de conquista y de dominación. Por eso se piensa que los hombres a caballo representan a jefes o notables. A la vez el caballo alude a la victoria del espíritu sobre los sentidos, siendo símbolo de elevación espiritual. El tema del jinete se repite en varios pueblos de África occidental: en Malí –Djenné, Bankoni, Dogón, Senufo y Bamana–, en Camerún y en Nigeria –Ife, antiguo reino de Benín, Yoruba, Hausa, Fulani–. La presencia del caballo en estas zonas se relaciona con la influencia del Islam, a partir de los siglos XII y XIV. Pero se han encontrado figuras de jinetes fechadas en el siglo IX, lo que demostraría un presencia anterior. 

La mayoría de estas esculturas han sido encontradas en tumbas, pero se desconoce si tenían una función funeraria o servían para ser llevados en vida por el difunto. Jinete y montura suelen presentar escarificaciones y portar joyas, reflejando la clase social del representado. Se realizaron en terracota y en bronce. Una pieza excepcional dentro de todas las que posee la sala es el Ejército Guimbala. Se compone de cuatro caballeros y once soldados, fechados entre los siglos XI y XVI. La región Guimbala –Malí– se sitúa al noreste del Lago Debo. También en esta sala se pueden contemplar seis ejemplos de jinetes de diversas cronologías y procedencias, lo que resulta excepcional.

Ejército Guimbala
Pero no solo los caballos tienen caída en el Arte Africano, otros muchos animales protagonizan narraciones orales africanas. Sus cualidades sirven de modelo a los hombres y sus defectos son remarcados para evitar que estos los repitan. Son además reflejo del orden social. Así los animales domésticos aluden a la mansedumbre, y los hombres tienen sobre ellos un derecho de vida o muerte análogo al que el monarca detenta sobre el pueblo. Lo animales salvajes se identifican con el poder real. Siguiendo estos criterios se representan también en la escultura.
Pueden aparecer como motivos decorativos o como figuras independientes. Objetos zoomorfos como máscaras, remates de bastón o esculturas y altares portátiles se utilizaban en los rituales de iniciación y en las prácticas terapéuticas, de adivinación o de brujería. Amuletos o adornos para el vestido eran portados por los soberanos como símbolo de poder y prestigio. En ocasiones son objetos útiles –copas, saleros, cucharas o taburetes–, empleados en la corte.

Cultura NOK. Fragmento de jirafa (?). Siglo V a.C. - Siglo V d.C.
Cultura TENNENKOU. Figura zoomorfa. Siglo XII - Siglo XVI
Cultura NOK. Cabeza con piel de leopardo. Siglo II - Siglo V
Entre los animales más representados figuran: el antílope, el camaleón, el cocodrilo, el búfalo, el carnero, los peces, el elefante, el león, la jirafa, el lagarto, el caballo o el perro. Uno de los más habituales es la serpiente, cuyo significado difiere según las culturas: en la mayoría es un símbolo de fecundidad por su forma fálica y por sus ondulaciones –que recuerdan a los meandros del río, fuente de vida–; o de inmortalidad, por la regeneración que sugieren sus mudas desde piel. Algunos animales son difíciles de identificar. Este es el caso de las terracotas tennenkou, bankoni y ségou de Malí, que representan cuadrúpedos, pero carecen de rasgos biológicos que permitan concretar su especie.
Un último grupo de animales que tiene bastante importancia es el de las aves, las cuales se representan como motivos decorativos o como figuras independientes. Entre las más habituales se encuentra el calao: animal, mítico para los Senufo –Costa de Marfil, Malí, Burkina Faso–, asociado a la fecundidad. Sin embargo, para los Dan de Costa de Marfil es el que llevó la “cultura” a su pueblo.

El gallo es emblema del antiguo reino de Benín –Nigeria–. Alude al origen mítico de los oni –reyes– de Ife, de los que descienden directamente los oba de Benín. Según la leyenda, Olorum –rey de los Cielos–, quería acabar con el dominio de las aguas sobre la tierra. Para ello hizo que su hijo Odudwa descendiera a ésta junto con un gallo, un puñado de tierra y una nuez de coco. Cuando llegó a la superficie, lanzó el puñado de tierra que formó un montículo entre las aguas, donde se levantaría después la ciudad estado de Ife. El gallo escarbó allí y el héroe plantó la nuez de coco, naciendo siete ramas de las que surgirán las monarquías yoruba.

SALA RENACIMIENTO
Esta segunda sala, denominada Renacimiento por conservar los artesonados originales del Colegio de Santa Cruz, fechados a finales del siglo XV, alberga parte del conjunto de esculturas subsaharianas en terracota de la Fundación. Se trata de una de las más importantes colecciones de carácter público que existen actualmente en el mundo, destacando tanto por el número como por la calidad de sus piezas.

Las figuras expuestas han sido modeladas por las más significativas culturas asentadas en torno a las cuencas de los ríos Níger y Congo. Allí vivieron y trabajaron desde el siglo V a. C. hasta la actualidad. En ocasiones son pueblos que incluso ya han desaparecido, pero cuya huella se percibe aún en las creaciones de terracota más recientes. Entre las más importantes culturas que se pueden contemplar en la exposición destacan los Nok, Ife, Edo, Djenné, Bura, Komaland, Jukun, Ewe, Mambila, Mangbetu o Bakongo, entre otros. Asimismo se exhiben algunas piezas de la zona oriental del continente (Tanzania y Etiopía) también modeladas en barro cocido.

Recreación de una excavación arqueológica

Nigeria. Civilizaciones antiguas
Nigeria es uno de los países africanos que cuenta con una herencia cultural más rica, en parte aún por descubrir. En la meseta de Jos se asentaba el pueblo Nok, creador de la primera escultura figurativa subsahariana en terracota conocida. Su producción se remonta al siglo VIII a. C., prolongándose hasta el siglo IX, cuando esta cultura se diluye. Las terracotas Nok representan el inicio de una tradición escultórica naturalista después desarrollada en el resto de África Occidental. En su mayoría se trata de figuras humanas cilíndricas, con ojos semicirculares, bocas y nariz perforadas, muy expresivas y ricamente engalanadas. Se modelaban a mano según la técnica de los “churros”, por lo que son huecas. Tras ser cocidas al aire libre se decoraban mediante incisiones o impresiones. La primera terracota Nok fue encontrada casualmente en 1928 y sólo se conservan unas quinientas.

Cultura NOK. Escultura antropomorfa masculina arrodillada. Siglo V. a.C. - V. d.C.
Cultura NOK. Personaje masculino completo. Siglo II - Siglo VI
Cultura NOK. Personaje masculino arrodillado. Siglo I - Siglo V
Cultura NOK
Cultura NOK. Cabeza masculina con cuernos. Siglo V a.C -Siglo V d.c.
Cultura NOK. Friso en altorrelieve. Siglo I a.C - Siglo IV d.C.
Cultura NOK
Su influencia se extenderá a dos pueblos cercanos: Sokoto y Katsina. Ambos desarrollaron una artesanía del barro con rasgos semejantes a la Nok, aunque con piezas más sencillas y menos variadas.

Cultua SOKOTO. Personaje completo con las manos en la cintura. Siglo VII a.C. -Siglo I a.C.
Cultura SOKOTO. Cabeza de hombre con barba. Siglo III a. C. - Siglo II d.C.
Cultura SOKOTO. Escultura bifronte o "jano". Siglo V a.C. - Siglo V d.C.
En el siglo XII, cuando Europa estaba en plena Eda Medina, en Nigeria nació un arte refinado vinculado a las cortes reales de Ife y de Benín. Mientras, en otras zonas se desarrollaban producciones artísticas modestas pero de calidad. La capital del reino, Ile-Ife, era una de las ciudades estado más importantes y el gran centro religioso de los Yoruba. El lugar donde según la tradición “comenzó el mundo”. Allí surgieron las artes de corte, cuya función era la exaltación del oni –rey–. Los diferentes objetos, fabricados con ricos materiales, destacan por su perfección técnica, serena belleza y clasicismo. Esto hizo que, según la mentalidad paternalista de principios del siglo XIX, se pensaran que eran obra de griegos y no de africanos.

Cultura IFE. Cabeza de personaje femenino. Siglo X - Siglo XII
Cultura IFE. Cabeza de personaje. Siglo XIV - Siglo XV
Cultura BENÍN. Cabeza de personaje. Siglo XIV - Siglo XVI
Civilizaciones antiguas. Malí
En el Delta Interior del Níger se desarrollaron cuatro culturas que tuvieron en común el uso de la terracota: Djenné, Ségou, Bankoni y Tennekou. Su producción de escultura abarca un largo período –del siglo X al XVII–, pero se sabe poco de su historia y de su cultura.
Las piezas Djenné sorprenden por la diversidad de posturas y la representación de estados de ánimo. Esto contrasta con el habitual hieratismo de arte africano. Destaca también la maestría técnica de los artesanos. En zonas cercanas trabajaron los Ségou y los Tennenkou, con formas semejantes pero más rudimentarias. Los Bankoni –al sur del país– tenían, sin embargo, un estilo diferente Sus esculturas son más primitivas y esquemáticas, además de ofrecer una libertad gestual menor.

Cultura TENNENKOU
Cultura DJENNÉ. Figura antropomorfa. Siglo XI - Siglo XVI


Civilizaciones antiguas. Otros países
Entre las civilizaciones antiguas asentadas en torno al río Níger, algunas se localizaban en zonas algo más alejadas del valle propiamente dicho, como Burkina Faso o Níger. Allí se desarrollaron, entre otras, las culturas Dori o Bura.

Cultura BURA. Urna funeraria. Siglo XII - Siglo XVI
Cultura SAO
En Ghana se asentaron varios reinos de origen akan. Pero son los Ashanti, quienes sometieron al resto, creando un imperio político y cultural. En torno a él se desarrolló un arte cortesano, con una abundante producción de piezas en oro y en terracota. Destacan sus figuras de reyes y las cabezas de difuntos que se disponían en los lugares de enterramiento.

Cultura KOMALAND. Estatuillas antropomorfas funerarias. Siglo XIII - Siglo XVII

Culturas recientes de África occidental
Durante el siglo XIX y comienzos del XX, muchos pueblos han mantenido una interesante producción cerámica. Ésta ha seguido siendo no sólo una práctica artesanal fundada en el dominio de la técnica, sino el reflejo de los gustos estéticos de cada pueblo. Al mismo tiempo es un medio para conocer las creencias y valores de estas sociedades.
En Nigeria han vivido, por ejemplo, los Cham y los Longuda, creadores de unos curiosos recipientes “medicinales”. Mientras los Igbo modelan piezas destinadas sobre todo al culto a los antepasados.
En la frontera entre Nigeria y Camerún habitan los Mambila, cuyas mujeres fabrican variados recipientes de terracota. Su estilo es sencillo, pero muy expresivo.
Mientras, la producción artística de los Ewe de Togo está vinculada en su mayoría con el culto vodú. Muchas esculturas representan por eso a las deidades ante las que cada individuo expone sus peticiones.
En Costa de Marfil se encuentran los Agni quienes, manteniendo la tradición de los pueblos akan, modelan cabezas funerarias en barro cocido.

Cultura JUKUN. Pareja en terracota. Siglo XIII - Siglo XV
Cultura EWE
Escultura de Mami-Wata. Siglo XX
Escultura de Papa Densu. Siglo XX

República Democrática del Congo Arte y poder real
La historia y la vida de la República Democrática del Congo están estrechamente ligadas al río Congo, puesto que esta depresión fluvial compone la mayoría del país. En los últimos años han proliferado los estudios sobre las artes en esta República, a pesar de lo cual, los conocimientos sobre algunas culturas siguen siendo escasos. Varias de ellas crearon un depurado arte destinado a mostrar la supremacía del rey en la sociedad. Tal es el caso del reino Luba, con sus formas suaves y superficies pulimentadas. Los Chokwe también figuran, gracias a su arte cortesano, entre los creadores más admirados de África, aunque modelaron igualmente utensilios domésticos y mágico-religiosos.
Los objetos y esculturas vinculadas al poder real se repiten entre los Bakongo –más conocidos sin embargo por sus fetiches de clavos nikonde o nkisi–, los Mangbetu y los Azande.

Cultura LUBA. Vaso ritual cefalomorfo. Siglo XIX
Cultura MANGBETU. Vasija antropomorfa femenina. Principios del siglo XX

África oriental. Etiopía y Tanzania
Repartidos entre la zona central y oriental del continente vivieron, a lo largo de los siglos, otros pueblos cuyas manifestaciones culturales y artísticas han tenido menos trascendencia. En Etiopía vivieron, por ejemplo, los Falasha, término peyorativo con que los etíopes denominaban a los judíos negros llegados desde Egipto. Su producción en terracota alude a la vida familiar y a sus creencias religiosas. Era realizada por mujeres y vendida habitualmente en los mercados.
Al nordeste de Tanzania se asentaron, entre otras culturas, los Paré o los Zígula. Ambos son conocidos por sus figuras antropomorfas y zoomorfas en arcilla luego envueltas en tejidos. Se utilizaban en las ceremonias de iniciación de los jóvenes del poblado.

Cultura FALASHA

Pulsa aquí para ver la segunda parte de la Colección

Dirección: Plaza de Santa Cruz, nº 8, 47002, Valladolid
Horario: Martes a Sábado:  11.00 – 14.00, 16.30 – 19.30
               Domingo: 11.00 – 14.00

BIBLIOGRAFÍA
  • CACHAFEIRO BERNAL, Oliva (textos): Escultura africana en terracota y piedra: colección Fundación Alberto Jiménez-Arellano Alonso, Fundación Alberto Jiménez-Arellano Alonso, Valladolid, 2008. 

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