Con cariño, gratitud y admiración, este post va dedicado a don José Luis Velasco.
Una
de las pérdidas más lamentables de nuestro patrimonio arquitectónico, no ya solo
por su valor artístico sino por el inmaterial, fue la ermita de Nuestra Señora
del Val, en la cual estuvo radicada la Cofradía de San Eloy. Esta hermandad la
componían los maestros plateros vallisoletanos, los cuales veneraban en dicha
ermita a su patrona, la Virgen del Val. La ermita se localizaba junto al actual
Mercado del Val, en el lugar que hoy ocupan las dos primeras casas de la actual
calle de Francisco Zarandona, esquina a Zapico. El pequeño templo, que contaba
tan solo con una pequeña nave, fue derribado en 1868 con objeto de hacer las
alineaciones y ensanches necesarios.
Al
parecer la ermita tomó la denominación del “Val” de otra vieja ermita llamada
también de Nuestra Señora del Val o Valdón, situada fuera del Puente Mayor, a
una legua de la ciudad, en el camino a Fuensaldaña, y en donde la cofradía de
los plateros de Valladolid tributaba un culto especial a la antigua imagen de
la Virgen del Val. La nueva ermita fue fundada en los principios del reinado
del Emperador Carlos V, pero no fue consagrada hasta el año 1547 bajo la doble
advocación de Nuestra Señora del Val y San Eloy, santo patrono del gremio de
los plateros, según una inscripción que figuraba en un cuadro situado sobre la pila
de agua bendita y en la que se leía: “PRESIDIENDO LA IGLESIA ROMANA PAULO III,
Y REINANDO EN ESPAÑA EL EMPERADOR CARLOS V SE CONSAGRÓ ESTA IGLESIA DE NUESTRA
SEÑORA DEL VAL Y S.n ELOY, COFRADÍA DE LOS PLATEROS, AÑO DE 1547”. La
Virgen del Val fue objeto de especial devoción por parte de los vallisoletanos
dado que se la atribuían numerosos milagros.
Reconstrucción hipotética de la ermita de Nuestra Señora del Val realizada por Juan Carlos Urueña Paredes |
Al
parecer, la cofradía cedió su primitiva ermita a los padres del convento de San Basilio
hacia el año 1592, los cuales tan solo estuvieron allí tres días, por haberlo
resistido el abad de la Colegiata, por lo cual se restituyó a
ella la ilustre cofradía. Posteriormente, en 1603 se establecieron en la vieja
ermita de fuera del Puente Mayor los mercedarios descalzos y junto a ella
fundaron su convento, permaneciendo cuatro años en aquel lugar hasta que
decidieron mudarse, dejando abandonada dicha ermita. En 1608, deseando los
plateros llevarse la imagen de la Virgen a Valladolid, decidieron sustraerla de
la antigua ermita, trasladándola a su nueva iglesia, situada a orillas del
Esgueva, en el Malcocinado, que a partir de ese momento se llamaría también del
Val y en la que tenían establecida su cofradía. No se hizo esperar el litigio
entre los plateros y los frailes mercedarios que protestaron del robo ante el
obispo, alegando que todavía estaba la ermita bajo su cuidado. La disputa se
resolvió acordándose que la imagen de la Virgen sería restituida a su ermita de
fuera del Puente Mayor y nuevamente traslada, esta vez con gran solemnidad, a
la iglesia que los plateros tenían en Valladolid, lo que se hizo el 10 de
agosto de 1610. La Virgen del Val fue colocada entonces en un altar provisional
y el día 8 de septiembre del mismo año se la instaló en el trono principal del
retablo mayor. Desde entonces la iglesia de los plateros tomó el título de
Nuestra Señora del Val y San Eloy, dependiendo de la cercana de San Miguel y
siendo asistida por su cura párroco.
Situación de la Ermita de Nuestra Señora del Val en el plano de Bentura Seco (1738) |
Por
desgracia apenas conocemos el aspecto del templo ya que tan solo ha llegado
hasta nosotros un dibujo bastante sumario de su fachada, el cual fue realizado por
Ventura Pérez para la famosa copia de la Historia
de Valladolid de Antolínez de Burgos. El dibujo muestra la iglesia tal y
como se encontraría en su época, en la segunda mitad del siglo XVIII. La
fachada, analizada por Martin González, estaba realizada en piedra de cantería
y presentaba un primer cuerpo del siglo XVI, destacando la portada enmarcada
por un alfiz, y un cuerpo superior en la que se rastreaba la evidente huella del
Clasicismo. En las enjutas se abrían dos nichos vacíos y en medio figuraba una
inscripción que aludía al poder milagroso de la imagen y en la que se podía
leer la siguiente quintilla:
“Sois
remedio universal
De
los que esperan en vos
Sagrada
Virgen del Val;
Tengo
Fe que por vos Dios
Me
libró de un grave mal”
Sobre
dicho letrero se abría una hornacina con una pequeña reja. Centraba el segundo
cuerpo la ventana del coro, situándose a los lados pilastras rehundidas.
Remataba la fachada un frontón y dos espadañas a los lados. Su interior debía
de ser bastante pobre, pues tenía una sola nave de pequeñas proporciones,
aunque en palabras de Canesi era “uno de los mejores
santuarios que hay en Valladolid”. Según este mismo historiador, el
interior del templo se renovó en 1675 colocando la imagen de la Virgen en el
altar mayor, en medio de grandes fiestas y procesiones, celebrándose incluso
una corrida de toros en la Platería. Posteriormente, al verse aumentada la
devoción hacia la Virgen, en 1702 se reedificó por completo el templo y se fabricó
un nuevo retablo mayor, el cual se doró a expensas de su celo, en cuyo centro
se colocó a la Virgen sobre un trono. En un retablo lateral, que en origen
sería el mayor, iría la escultura de San Eloy que en 1587 había tallado Manuel
Álvarez. En la iglesia también se veneraba una preciada reliquia de San
Mauricio mártir, cuya fiesta celebraba la cofradía el día 22 de septiembre con
gran solemnidad. En la ermita se hallaban radicadas las Hermandades de San Antonio
de Padua y de Santa Lucía, santos que gozaron de gran veneración.
La ermita de Nuestra Señora del Val según el dibujo realizado por Ventura Pérez (h. 1756) |
En
1754 la ermita debió de sufrir otra reforma de gran calado puesto que el día 15
de ese mismo año “pusieron el Santísimo Sacramento en la ermita de Nuestra
Señora del Val, cofradía de los artífices plateros. Se hizo su procesión del
mismo modo que se hace la de la Octava del Corpus en la parroquia de San
Miguel: estuvo toda la Platería muy bien colgada, lo mismo que cuando trajeron
la reliquia de San Pedro Regalado. Asistieron todas las cofradías de la
parroquia de San Miguel y la de la Cruz; hubo tres días de función de iglesia;
estuvo grandemente colgada la iglesia; hubo sus fuegos en la Platería y estuvo
toda esta calle iluminada de hachas de aceite”.
El
fin de la ermita comenzó a vislumbrarse 1868, momento en el que se pretendía
derribar el edificio para llevar a cabo la alineación de la calle Malcocinado, “dando vista desde la
iglesia de la Cruz, a la fachada y torre de San Benito”. La justificación
del derribo estaba, según La Crónica Mercantil,
en que era un “pequeño
templo de ningún mérito y en el que rara vez se celebra culto”. Sin
embargo, aunque un año más tarde se comienza su demolición, ésta se interrumpe
por motivos desconocidos. En este sentido, la prensa vallisoletana publica que
el templo sería propiedad de una sola persona, correspondiendo, sólo a ella,
tal derribo. Así, las pretensiones del Ayuntamiento de conseguir el ensanche de
aquella zona de la ciudad, y la alineación de las calles de la misma, quedaban
en el aire. En 1870 se vuelve a anunciar la completa demolición de la ermita para
prolongar la calle Conde Ansúrez hasta San Benito. Sin embargo, el edificio
permanecería en pie hasta 1873, año en que, finalmente, se ejecutaron las obras
de demolición. En 2015 los restos de la ermita salieron a la luz durante el
proceso de excavación del renovado Mercado del Val.
Ortega
del Río dio a conocer, a través de una gacetilla publicada en El Norte de Castilla,
la intención de algunos vecinos, en 1871, de levantar una capilla que
sustituyese a la antigua ermita. Sabido es que se llegó a pedir permiso al
Ayuntamiento, pero nada se conocía sobre la solicitud de licencia de obras. El
arquitecto Antonio Iturralde realizó unos planos en marzo de ese año. El
resultado era un edificio de sobrio clasicismo. El protagonismo de la sencilla
fachada radicaría, básicamente, en una gran ventana tripartita, conformada a
partir de arcos de medio punto moldurados, que permitiría iluminar el interior
del templo.
Proyecto de la nueva ermita del Val realizado en 1871 por el arquitecto Antonio Iturralde y dado a conocer por José Miguel Ortega del Río y Francisco Javier Burrieza Domínguez |
BIENES
ARTÍSTICOS
Muy
poco conocemos acerca de los bienes artísticos (pintura, escultura, retablos)
que poseía la ermita, quizás lo más destacable fuera la Virgen del Val
(58 x 24 x 22 cm), la cual tras el derribo del edificio fue trasladada a la iglesia
de San Esteban el Real (actual Santuario Nacional de la Gran Promesa). Se trata
de una interesante escultura románica de principios del siglo XIII, de estilo
bizantino. Viste túnica de color rojo y manto azul con orla dorada, calza
chapines puntiagudos, y se conserva en la actualidad muy repintada. Para Julia
Ara se trata de una tipología de Virgen con el Niño repetida en la provincia de
Valladolid, la llamada Virgen entronizada, con una policromía propia del siglo
XIII y con corona tallada, en madera, la cual desapareció siendo sustituida por
una corona de plata muy posteriormente. La Virgen sufrió también la
modificación de sus manos, con ausencia del Niño en su regazo; y la colocación de ojos de cristal. En origen la imagen bien pudo presidir la denominada Puerta de
la Costanilla o Puerta del Sol de la antigua cerca medieval en la confluencia
de la Platería con Macías Picavea. Su destino final con la desaparición de la
puerta medieval fue la ermita edificada en 1547 por el gremio de plateros.
Nada sabemos del retablo mayor que se le construyó en 1702, el cual, a no
dudarlo, estaría compuesto por columnas salomónicas.
A
los lados de dicho altar mayor había dos grandes cuadros, pinturas al óleo, representando
a los emperadores Carlos V e Isabel de Portugal.
Otra
pieza muy interesante, y que por desgracia ha debido de desaparecer ¿?, fue el
retablo de San Eloy, el cual se situaría en el lado de la epístola de la ermita
y que probablemente en origen se contrató para que fuese el retablo mayor.
Tanto el retablo como la escultura de San Eloy que lo presidía fueron realizados
en 1587 por el destacado escultor palentino Manuel Álvarez. Señala Parrado del
Olmo que parecía ser “un retablo pequeño,
de 1,96 metros de altura por algo más de 3 metros de alto, aproximadamente. En
el cuerpo iría una escultura de San Eloy, con peana y mitra, que tendría 1,68
metros de altura, y en el frontispicio, tres virtudes, la del centro de pie y
en bulto redondo. Las dos laterales, acostadas y de altorrelieve. Por lo tanto,
sería un retablo que constaría de un solo cuerpo, con hueco de medio punto,
para alojar la escultura de San Eloy en el centro, y flanqueado por columnas.
Los remates de Virtudes serían semejantes a soluciones existentes en retablos
en la provincia de Valladolid, y en la propia escuela de Valladolid (por
ejemplo, el citado de Villabáñez, obra de Francisco de la Maza)”. Asimismo,
señala “que la
imagen del titular sea la existente hoy en una capilla del lado del Evangelio
de este templo, que le atribuye Brasas Egido, que es una correcta escultura de
rostro expresivo”. Casualidades de la vida, según se pública este post, la
imagen de San Eloy acaba de terminar de ser restaurada por los restauradores
Jaime Tesón y Hugo Pastor. El cambio ha sido más que notable, aparte de la
limpieza del rostro y demás, se han rescatado las magníficas policromías
doradas que anteriormente no se podían apreciar. La restauración de esta
escultura nos ha vuelto a demostrar una vez más como el polvo y la suciedad
pueden llegar a trastocar la apreciación de la calidad de una escultura. Se
trata de una imagen magnífica tanto por su labra como por su policromía.
Otras
imágenes que pertenecieron a la ermita fueron las esculturas titulares de las
cofradías de San Antonio de Padua y de Santa Lucía. Al ser derribada la ermita,
la primera se trasladó a la iglesia del Salvador; por su parte, la imagen y la
hermandad de Santa Lucía se establecieron en 1862 en la iglesia parroquial de
Santiago. Si bien en la iglesia del Salvador se conservan dos esculturas, una de mayor tamaño en una capilla y la otra bastante más pequeña en la sacristía, parece claro que la procedente de la ermita es la conservada en una de las capillas del Templo. Este San Antonio de Padua
(128 cm), que parece fechable en el segundo tercrio del siglo XVIII, nos muestra al santo portugués según su tradición iconografía: con el Niño Jesús sobre un libro que sostiene sobre su mano izquierda, mientras que co la otra sujetaría un ramo de lirios. Por su parte, la imagen de Santa Lucía hasta hace poco presidió el retablo de la Inmaculada, si bien hace un par de años que se la sacó de allí y se recolocó el lienzo titular del retablo: una preciosa Inmaculada atribuida al magnífico pintor Sánchez Cotán. La efigie de la santa, que podría fecharse por las mismas fechas, también exhibe sus atributos más usuales: en una de las manos porta la palma del martirio, mientras que con la otra haría lo propio con una bandeja con sus ojos arrancados, la cual actualmente no se conserva. Se trata de dos interesantes piezas que sin duda se deberán
a dos escultores de la escuela vallisoletana, siendo de mayor calidad la
segunda de ellas. La imagen de Santa Lucía era venerada en la ermita por los
maestro tejedores de lienzos.
San Antonio de Padua. Probablemente el procedente de la ermita de Nuestra Señora del Val |
San Antonio de Padua conservado en la sacristía |
Santa Lucía |
Finalizo
el post de hoy con una noticia inédita: el 29 de enero de 1727 Antonio Canesi,
hermano del famoso cronista vallisoletano, declara en su testamento que dejaba “a la dicha Cofradía
de Nuestra Señora del Val el Rey Felipe Quinto y la Soberana que tengo con
marcos dorados los cuales se pongan en la capilla mayor de la iglesia de dicha
cofradía sin que se saquen de ella por vía de empréstito vendan ni enajenen
cuya manda se ejecute después de los días de ambos otorgantes”. Es solo una
hipótesis pero podría ser que estos dos lienzos fueran los que actualmente se
conservan en el museo del Monasterio de San Joaquín y Santa Ana. Los únicos
fundamentos que tengo para lanzar esta hipótesis es que en la actualidad son los únicos retratos que se
conservan en Valladolid de los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio.
BIBLIOGRAFÍA
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- CANESI ACEVEDO, Manuel: Historia de Valladolid (1750), Tomo III, Grupo Pinciano, Valladolid, 1996, pp. 225-226.
- DOMÍNGUEZ BURRIEZA, Francisco Javier: “Principio y fin de la sede de la cofradía de Nuestra Señora del Val y San Eloy en el casco urbano de Valladolid”, B.S.A.A., Tomo LXIX-LXX, 2003-2004, pp. 341-358.
- GONZÁLEZ GARCÍA-VALLADOLID, Casimiro: Valladolid, sus recuerdos y sus grandezas: religión, historia, ciencias, literatura, industria, comercio y política, Imprenta de Juan Rodríguez Hernando, Valladolid, 1900-1902.
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- ORTEGA DEL RÍO, José Miguel: El siglo en que cambió la ciudad. Noticias artísticas de la prensa vallisoletana del XIX, Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2000.
- PARRADO DEL OLMO, Jesús María: Los escultores seguidores de Berruguete en Palencia, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1981.
- REBOLLO MATÍAS, Alejandro: “Nuestra Señora del Val”. En REBOLLO MATÍAS, Alejandro (coord.): Corpus Christi: Historia y celebración, Arzobispado de Valladolid, Valladolid, 2016, p. 128.
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