Según
apunta Margarita Torremocha: “un apartado importante en el estudio de la
Historia de las universidades es el conocimiento del mundo colegial que se
desarrolla en torno a ellas. En algunas universidades los colegios son el
verdadero origen y sustento de los Estudios. Alcalá es el paradigma de los
colegios-universidad, pero no es la única. A su sombra proliferaron, sobre todo
a lo largo del siglo XVI, otras que tomaron el mismo modelo, como fueron
Oviedo, Sevilla, Osma, etc.”. No fue esta la única tipología de colegio que se
desarrolló. Así, tenemos los colegios Mayores, cuya importancia en el campo de
la educación fue crucial, y sobre todo en la promoción social que aseguraban
las letras en la España de los Austrias. Tan solo existieron seis: cuatro en
Salamanca, el de Alcalá, y otro en Valladolid. Otro tipo de colegios fueron los
vinculados a las órdenes religiosas, casi siempre relacionados con alguna universidad.
Su objetivo era mejorar la formación del clero, sin que sus miembros tuvieran
que desplazarse a las universidades, donde el bullicio escolar podía perjudicar
sus vidas consagradas.
El Colegio de los Velardes a comienzos del siglo XX (créditos a quien corresponda, no recuerdo de dónde saqué la fotografía) |
El
colegio Velarde nada tuvo que ver con los tipos anteriores ya que se trató de
un pequeño colegio fundado por un particular. Su importancia en el medio
vallisoletano fue capital puesto que el mundo colegial se restringía al Mayor
de Santa Cruz, San Gregorio de la orden Dominica, San Gabriel de los Agustinos,
San Ambrosio de los Jesuitas, y San Albano para el estudio de los seminaristas
católicos ingleses, controlado también por la compañía.
Situación del Colegio de los Velardes en el plano de Bentura Seco (1738) |
El
origen de este colegio menor universitario se remonta al testamento de Juan de
Velarde y Frómista, natural de la villa de Castrojeriz (Burgos) y residente de
Valladolid, redactado ante Tomás López el 26 de julio de 1615. Este caballero
era hijo de Antonio Velarde y de Inés de Frómista, y nieto de Elvira de Padilla
y de Hernando Velarde, natural este último de Santillana del Mar en el
principado de Asturias y alcalde del estado de los hijosdalgo de Castrojeriz. Con
las rentas que en él se especificaban quiso poner en marcha una serie de
fundaciones: la creación de una capilla en la catedral de Valladolid, para lo
cual destinó 8.000 ducados; y la dotación de una renta para mantener a dos
capellanes clérigos de misa "de mi linaje de Belarde o del de mi madre, y
más seis estudiantes de los de mis linajes de parte de mi padre y madre de los
Frómistas, los cuales todos estén juntos en una casa que para ello ordenará
adelante se compre en esta ciudad adonde más convenga”. A estas ocho personas,
más una criada o criado "que los sirva", les dejó una renta anual de
308.129 maravedíes. En el citado testamento ordenaba que tanto capellanes como
estudiantes no habrían “de tener otro cargo ni obligación sino estudiar, y a
cada uno quiero se les dé diez años de estudio”, y que además debería vivir
todos “juntos en una casa”. Esta dependencia no estaba adquirida aun cuando se
redactó el testamento ("una casa que para ello ordenaré en adelante se
compre en esta ciudad, a donde más convenga"). Los patronos del Colegio
fueron el magistral más antiguo de la catedral y su canónigo doctoral, los
cuales otorgarán "la superintendencia y gobierno de la casa" a uno de
los dos capellanes "que sea como corrector de los demás".
El Colegio de los Velardes en la década de 1950 cuando ya apenas quedaba la fachada en pie |
Una
vez utilizada esa renta de 8.000 ducados "para el edificio de la dicha
capilla" de la catedral, quiso el fundador que dicha renta sirviera para mantener
a "más estudiantes, que declaro han de ser cuatro de las mismas calidades
que dejo dicho y declarado". A falta de aspirantes de ambos linajes,
debían admitirse a personas naturales de la Montaña, de Castrojeriz y de la
diócesis de Burgos, “y esto teniendo la calidad de hijosdalgo notorios y
cristianos viejos limpios de toda mala raza”. Asimismo dejaba ordenado que para
la provisión de esas dos capellanías y de las plazas de estudiantes libren los
patronos del Colegio los edictos necesarios, "poniéndolos en las puertas
de la iglesia catedral de esta ciudad y en las de la Universidad, y librando
otras para las poner en las puertas de la iglesia colegial de Santillana en la
Montaña y en la de Santander y lugar de Biernoles que es cerca de Santillana y en
la iglesia parroquial de San Juan de Castrojeriz y en la iglesia catedral de la
ciudad de Burgos", dando un plazo de tres meses para que se presenten los
aspirantes ante los patronos.
Don
Juan Velarde confirmó la fundación del Colegio en un codicilo otorgado en
Valladolid el 20 de agosto de 1616. En él ordenaba que se pagaran a cada uno de
los dos capellanes del Colegio 15.000 maravedís al año "por el trabajo que
han de tener en decir las misas y recogimiento de los dichos estudiantes".
Entre otras disposiciones que dejaba escritas en el codicilo hay una por la
cual mandaba a la Catedral “diez reposteros de tapicería que tienen sus armas
de los Velardes, que para de ellos se sirva la dicha santa iglesia, con calidad
de que no los pueda vender, trocar ni enajenar”.
Don
Juan Velarde falleció el 25 de agosto de 1616 sin descendencia, por lo que el
Colegio se instaló en su casa palacio, sita en la denominada “calle que va a la
puerta de San Juan”, donde los estudiantes pudieron utilizar la magnífica
biblioteca del fundador, formada por 130 libros de las más diversas materias: teología,
literatura clásica y moderna, comedias, historia, medicina, fisionomía, teoría
y práctica de la guerra, técnica de fortificación, filosofía, política, derecho
y lengua toscana. La calle en la que se encontraba pasó a denominarse "de
Velardes", apelativo con el que también fueron conocidos sus diez estudiantes
hijosdalgo, procedentes de las diferentes ramas montañesas y burgalesas de los
nobles linajes de Velarde y Frómista. El colegio también se conoció en ocasiones
como “de la Magdalena”, aunque sólo se recoge este apelativo en las fuentes no
universitarias, y debió tener su origen en el nombre del barrio y la parroquia
donde se situaba la casa del colegio.
Planta del Colegio de los Velardes realizado por Martín González |
Según
Martín González, la casa de los Velarde se construyó en la segunda mitad del
siglo XVI. Era estrecha y profunda. Tenía fachada de piedra con arco de entrada
de medio punto rubricado con escudos del fundador en las enjutas, los cuales
Agapito y Revilla describió así: “cuartelados con punta: el primer cuartel
lleva por figuras heráldicas tres lises, una y dos: el segundo un águila
explayada; en el tercero parece estar figurado un dragón vuelto al lado
siniestro; el cuarto tiene dos lobos, uno sobre otro; y en la punta se ve un
árbol. El escudo aparece coronado con una cabecita con alas a los lados”. A la
izquierda había una puerta pequeña que daba paso a las bodegas. Atravesando el
zaguán se llegaba al patio, que era alargado, se cubría en su lado meridional,
y tenía un pozo. Había en su planta baja columnas de piedra y zapatas de madera
que sostenían una galería superior con postes y balaustrada de madera. Al fondo
estaba la escalera de tres tiros que ascendía a la planta de habitaciones.
Tenía sótano alargado, que estaba situado al norte del patio. Un pasadizo recto
conducía a las caballerizas y desembocaba en un corral con su huerto.
Según
relata Domínguez Casas: “En Claustro reunido el 23 de junio de 1648 presentó el
Colegio de los Velardes una provisión del Consejo Real que le autorizaba a usar
mantos y becas. Se nombraron dos comisarios para elaborar un informe el asunto,
el cual fue presentado ante el Claustro reunido el 7 de julio. Acordaron los
claustrales hacer otro informe sobre el contenido de "dicha Real
provisión", a petición del propio Consejo Real, para ver si dichos
colegiales "podrán traer manto y beca, y que convendrá le traigan y que
los mantos sean pardos y las becas verdes, pues de esto no se sigue perjuicio a
ninguna comunidad, sino lustre a esta ciudad, y que los sujetos que entrasen en
dicho colegio se asienten a estdiar para conseguir mayores premios, y que este
informe se haga luego".
El
Colegio de los Velarde no fue suprimido en 1820 ni en 1836, debido a que era de
propiedad particular, pero la abolición de los privilegios nobiliarios le privó
de recursos económicos y de becarios. Aún funcionaba en 1870. Tras venderlo y destinarlo
a viviendas privadas, un incendio lo arruinó y solamente dejó en pie su fachada
y piedra. Hacia 1960 los propietarios vendieron el solar y fue derribada la
fachada. Se construyó un moderno edificio que conserva en su vestíbulo una
ventana y dos escudos de piedra de los Velardes, procedentes de la antigua
fachada colegial, además de un resto de cornisa fechada en 1556. Sirve como
sede al Colegio Menor Belardes, donde residen alumnos universitarios.
Este
post no pueda acabar sin referirnos brevemente a la capilla que fundó don Juan
Velarde en la catedral vallisoletana. Actualmente es la denominada “capilla de
Nuestra Señora de los Dolores” y es la segunda del lado del evangelio contando
desde los pies del templo. Según la tradición esta capilla se levantó sobre el
solar que ocupaba antiguamente la casa natal de San Simón de Rojas (1552-1624),
confesor de la reina doña Isabel de Borbón. En la reja que cierra la capilla se
puede observar en su coronamiento el escudo de armas del fundador, el cual es
descrito por Domínguez Casas (mi profesor de heráldica en la carrera de
Historia del Arte), así: “era un escudo cuartelado: el primero de gules, con
tres flores de lis de plata, puestas 1,2; el segundo de oro, con un águila de
sable; el tercero de azur, con una sierpe alada de oro con el vientre y el
interior de las alas de plata; y el cuarto de sinople, con dos onzas de su
color puestas en pal; entado en punta de plata, con un pino de sinople
terrazado de lo mismo; bordura de plata, cargada con la leyenda "BELARDVS
HIC SVPERATO SERPENTE REGINAM DVXIT" en letras de sable, la cual se
traduce como "Este es Belardo, que a la Sierpe mató y con la Reina se casó".
En
el lado izquierdo de la capilla se conserva el monumento funerario de don Juan
Velarde, uno de los escasos que se realizaron en Valladolid durante la época
barroca. Se trata de un retablo toscano conformado por dos pares de columnas y
frontón curvo, partido y avolutado, con escudo dorado y policromado sin bordura
ni lema, timbrado con yelmo de hidalgo. En el centro del arco figura un retrato
de medio cuerpo de don Juan Velarde y justo debajo una caja funeraria con sus
restos. El excelente retrato, que en ocasiones ha sido atribuido a Velázquez, será
obra del vallisoletano Diego Valentín Díaz. Don Juan Velarde es efigiado ya
anciano, vestido de negro y con gola en el cuello, y sujetando con su mano
derecha un rosario. A su lado figura su blasón con el tema familiar en la
bordura. Bajo el sepulcro se lee esta inscripción: "AQVI YAZE EL HONRRADO
CABALLERO HIJOSDALGO EL SEÑOR JVAN BELARDE, FVNDADOR DESTA CAPILLA BEZINO QVE
FVE DESTA CIVDAD DE BALLADOLID, Y ORIGINARIO DE LAS BILLAS DE CASTROJERIZ I DE
SANTILLANA EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS, DOTÓ I FUNDÓ DIFERENTES MEMORIAS I
OBRAS PIAS EN ESTA SANTA YGLESSIA Y CIVDAD DE BALLADOLID, I EN LAS DICHAS
BILLAS DE CASTROJERIZ I SANTILLANA, FALLECIÓ EN 25 DE AGOSTO DE 1616, Y
TRASLADARONSE SVS HVESSOS A ESTA CAPILLA Y SEPVLCHRO EN 30 DE AGOSTO DE
1702".
BIBLIOGRAFÍA
- AGAPITO Y REVILLA, Juan: “Heráldica en las calles de Valladolid (conclusión”, B.S.A.A., Tomo 18, 1951-1952, pp. 79-120.
- AGAPITO Y REVILLA, Juan: Las calles de Valladolid: Nomenclátor histórico, Tipografías Casa Martín, Valladolid, 1937.
- DOMÍNGUEZ CASAS, Rafael: “Imago Pintiana”: heráldica, emblemas y fastos de la Universidad de Valladolid (siglos XV-XXI), Universidad de Valladolid, Valladolid, 2012.
- GONZÁLEZ GARCÍA-VALLADOLID, Casimiro: Valladolid, sus recuerdos y sus grandezas: religión, historia, ciencias, literatura, industria, comercio y política, Tomo I, Imprenta de Juan Rodríguez Hernando, Valladolid, 1900, p. 350.
- TORREMOCHA HERNÁNDEZ, Margarita: "Los Velardes". Historia de un colegio menor en la Universidad de Valladolid, Revista de Historia Moderna, Nº 20, 2002, pp. 187-210.
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