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lunes, 30 de enero de 2017

LOS HERMANOS HERNÁNDEZ: ORFEBRES Y ESMALTISTAS ART DÉCO IV: Escultura


LA ESCULTURA
Artistas de admirable fecundidad, los hermanos Hernández van a abordar igualmente el difícil capítulo de la escultura, si bien vinculado siempre estrechamente al ámbito de la orfebrería. En realidad, el paso de orfebre a escultor es lógico y casi inevitable cuando se tienen ambiciones artísticas. Basta recordar casos como los de Julio González y Paco Durrio, escultores que se formaron en talleres de orfebrería, para no remitirnos a ejemplos más antiguos, que se pueden rastrear desde el Renacimiento.
Aunque su producción escultórica se encaminaría principalmente al trabajo en metal -piezas en chapa repujada y esmaltada-, ningún material se les resistiría por difícil que pudiera resultar su talla, ni el dócil y suave marfil, ni el duro azabache o el sugestivo coral de las islas. Por cierto, en los siguientes links encontrareis las distintas partes de las que se compone esta serie.

Eloy modelando a su hija Carmen (h. 1960)
Como ya se ha comentado, de ambos hermanos el más específicamente escultor sería Eloy. En Valladolid tendría lugar su formación, primeramente con Ramón Núñez en la Escuela de Bellas Artes, y poco después en el estudio de José Martínez Oteiza, militar escultor que destacaría principalmente como buen retratista. Con posterioridad su amistad y colaboración con el escultor Juan José Moreno (“Cheché”), discípulo de Victorio Macho, influiría en la orientación de su arte, incorporando rasgos de mayor modernidad. Asimismo, la estancia de ambos hermanos en París sería decisiva para su dedicación a la escultura, y principalmente a la estatuaria en metal. Sería, ciertamente, la contemplación y fascinación que ejercerían en El Louvre las antiguas obras egipcias -las esculturas y máscaras de metal esmaltadas- lo que les llevaría a su regreso a España a pretender emularlas en sus retratos repujados. Junto al exotismo oriental, también las estatuas broncíneas griegas, de perfección clásica, dejarían profunda impresión en su ánimo, a lo que se uniría su afición por lo medieval -principalmente lo bizantino y lo románico-, configurando todo ello su rico bagaje artístico.

Eloy contemplando la escultura egipcia del escriba sentado en el Museo del Louvre
Como es sabido, la escultura moderna, dentro de las tendencias cubista y déco, concedería gran importancia al arte del metal. No hay sino recordar nombres como los de Gargallo o Julio González para constatar cómo la elección del metal constituye uno de los grandes hallazgos de la plástica de la vanguardia de entonces.
Van a ser, sin duda, sus celebradas piezas escultóricas en chapa repujada la aportación más estimable y valiosa que harían ambos hermanos en el campo de la estatuaria. Estas obras -principalmente cabezas y bustos esmaltados- destacan por la extraordinaria dificultad técnica que ofrece su realización, hasta el punto que muy pocos especialistas habían logrado resultados satisfactorios en esta compleja modalidad. Desde los comienzos de su carrera van a empeñarse en la perfecta ejecución de estos audaces retratos y figuras de tamaño natural, repujados en chapa y frecuentemente esmaltados.
Uno de sus primeros trabajos escultóricos, realizado en Valladolid durante su juventud, sería el original busto de plata repujada titulado Dama de Castilla, obra que figuró ya en la Exposición de 1921 celebrada en el Ateneo de Valladolid, y con la que obtendrían cinco años después la Medalla de Oro en la Exposición Internacional de Filadelfia. Representa a una bella y elegante castellana de época medieval, ricamente adornada con suntuoso tocado y collar de que cuelga un medallón de finas ágatas.

Dama de Castilla (1926)
De estos años datan también algunas pequeñas y encantadoras figuras de plata repujada, delicados y graciosos desnudos femeninos que ellos calificaban de “estilo moderno”, y a los que daban sugerentes títulos, como Perfume, Rubia, Sutileza… La estilización de líneas de estas deliciosas estatuitas, su moderna factura, así como el exotismo y cierto carácter deliberadamente “primitivo” que descubrimos en su concepción, obedecen en todo a una estéticamente plenamente déco.

Perfume (h. 1921)
Rubia



















  

Una vez instalados en Vigo, Eloy trabajaría durante algún tiempo como profesor de Modelado y Vaciado en la Escuela de Artes y Oficios, dependiente del Ayuntamiento vigués, exponiendo al mismo tiempo sus obras en los escaparates de algunos establecimientos comerciales de la ciudad. Así, en 1924 figurarían en el bazar de Torrado en la calle del Príncipe, tres bustos muy elogiados en la presenta local: la Cabeza de mi hermano Osmundo, de rasgos enérgicos y férrea expresión; el Busto de Virgilio Garrote Carranza, en el que supo reflejar con un rictus irónico la entrañable humanidad de su buen amigo; y el Busto del Niño Oliveira, hijo del vicecónsul de Portugal. Igualmente afortunado sería el busto titulado Mi aprendiz en el que acertaría a plasmar toda la gracia y naturalidad de un niño riendo espontáneamente.

Busto de mi hermano Osmundo (h. 1926)
Pronto, sin embargo, ambos hermanos decidirían acometer la realización de obras más ambiciosas: grandes bustos repujados, dorados y esmaltados, que evocan por su intencionado arcaísmo los antiguos relicarios medievales. Esta inspiración resulta muy evidente en un busto titulado Ella, obra exhibida en 1929, primero en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, y luego en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Barcelona. De tamaño mayor del natural, era un curioso busto femenino de plata con los ojos y labios de oro esmaltado y el cabello dorado; su vestido era, asimismo, esmaltado y llevaba decoración de pedrería -cabujones de ágatas de colores- y un gran medallón de pizarra y marfil sobre el pecho con una representación de la Virgen con el Niño. El enigmático hieratismo y frialdad de esta joven dama medieval -pensativa y estática-, cuyos ojos azules parecían clavarse ensimismados en el infinito, causó sensación en su momento, como ponen de manifiesto las críticas elogiosas de la época y sendos sonetos que la dedicaron Alfredo Gómez Jaime, cónsul de Colombia en Vigo y gran poeta-, y el periodista local Ramón Fernández Mato.

Busto relicario -Ella- (h. 1929)
Un carácter más moderno ofrecía el busto de plata repujada, madera y piedras preciosas que figuraría al año siguiente en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, en la sección de arte decorativo. Se trataba del Busto de Saturnina Santo Domingo, la esposa de Eloy. Era un sugestivo retrato, de concepción netamente déco, como así podía verse por su hierática y fina estilización de líneas, cuya severidad denota cierta inspiración en la estatuaria egipcia. En esta obra -verdadero alarde de técnica-, los hermanos Hernández combinaban a la perfección las más ricas materias: plata repujada en la cabeza y la mano, madera tallada en el vestido, jade, lapislázuli y onís en los ojos, y coral en las uñas.

Busto retrato (h. 1930)
La influencia de la escultura egipcia y de las tendencias orientalizantes es perceptible en otras obras de metal, especialmente en sus magníficas cabezas y bustos de niños, de severa pero maravillosa expresión. De entre ellas destacan los Retratos de Julián y Eloy, hijos de Eloy, resultando particularmente afortunada la deliciosa cabecita de bebé repujada en chapa de plata y titulada Toñín (apodo cariñoso del segundo hijo del artista). También constituye todo un acierto la Cabeza de niño, repujada en cobre y dorada, perteneciente a un aprendiz del taller de ambos orfebres, exacto tipo adenoideo, cuya anormalidad fisiológica ha sido reflejada con admirable precisión en la justa expresión del rostro.

Retrato de Julián niño (1940)
Cabeza de Eloy niño (h. 1945)
Toñín (h. 1934)
Retrato de nenote (h. 1963)
El deliberado arcaísmo de sus creaciones escultóricas, no obstante, su moderna concepción artística, se comprueba una vez más en el interesante busto de mujer sobre cobre repujado y dorado que con el título de Eva, obtendría segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1932.

Busto de Eva (h. 1932)
Evocación de las estatuas broncíneas del arte helénico que encuentra sin embargo su mejor expresión en el soberbio Busto de mujer con el que ganarían la primera medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1934, nuevamente en la sección de arte decorativo. Trabajado en cobre repujado, con cabello y pañuelo dorado anudado al cuello, el desnudo de esta diosa, clásica y a la vez moderna, ofrece un sereno y majestuoso perfil helénico que la emparenta con los mejores logros de la estatuaria griega. En esa misma dirección a la vez clásica y actual, se ofrece la formidable figura de mujer desnuda, de tamaño natural, que con el título de la Venus de Cobre presentarían en la sección de escultura de la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1936.

Busto de mujer con pañuelo (1934)
Venus de cobre (1936)
La adaptación de la estética déco resulta muy evidente en algunas otras obras de estos mismos años. Así, la moderna y estilizada mascarilla repujada en cobre y esmaltada a gran fuego, o la cabeza de tamaño natural, repujada en el mismo material y esmaltada igualmente a gran fuego, que nos ofrece un curioso Retrato de Kiki de Montparnasse. Esta última sería una de sus obras de mayor dificultad técnica, al haber logrado aplicar en ella el esmalte fuera de superficies planas, modalidad de la que por entonces ambos artistas se preciaban de ser los únicos capaces de practicarla.

Kiki (h. 1934)
La corriente medievalizante que puede rastrearse en otra parte importante de sus creaciones, se halla representada, entre otras esculturas, por su estilizado San Francisco, curiosa figura repujada en chapa de cobre que asimismo presentaron a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1934. Tan esbelta y estrecha efigie llamaría vivamente la atención del público y la crítica por reflejar con acierto la sencillez y humildad del santo mendicante mediante un tratamiento deliberadamente arcaizante, claramente evocador del románico rural.

San Francisco (1933)
Punto culminante en su carrera como escultor lo señalaría el precioso Retrato de niña, que sería galardonado con el primer premio de la sección de orfebrería esmaltada en la Exposición Nacional de Artes de Decorativas de 1935. Esta obra, juzgada por la crítica como la más bella escultura repujada en metales nobles y con aplicaciones de esmalte, que se hubiera logrado hasta entonces en España, supuso su consagración y el unánime reconocimiento de su labor en los medios artísticos nacionales. Reproduce el rostro angelical y de seria expresión de una viguesita, en plata repujada con un leve baño de óxido que le da tonalidades de carne tostada. El cabello se halla admirablemente tratado, disponiéndose partido en dos bandos y con un gracioso trenzado rodeándole la cabeza, en oro claro. En su cuerpo, de cobre, luce un vestido esmaltado todo en azul, con listas de oro y flores estilizadas.

Busto de niña (1935)
La última obra de estas características que llevarían a cabo, sería otro busto en cobre repujado y esmaltado, La dama del mantón de Manila realizado para la Exposición Internacional de París de 1937, que no pudo ser enviado a causa de la Guerra Civil.

Dama del mantón (h. 1936)
Además de estos bustos y bajorrelieves de cobre, ricamente esmaltados, los hermanos Hernández cultivarían otras modalidades plásticas, especialmente dentro de la pequeña escultura. Concretamente, un capítulo esencial dentro de su producción lo integrarían sus obras en azabache, arte de gran tradición en Galicia, y en el que alcanzarían justa fama. La colección de azabaches tallados por los Hernández es única en el mundo tanto por la categoría de las esculturas, como por el excepcional tamaño de las piezas, casi todas de alrededor de los treinta centímetros. Pese a la delicadeza del material, los Hernández alcanzarían muy pronto el más alto grado de perfección, jugando hábilmente con los contrastes de luz, cuidando los matizados pulimentos.
A lo largo de su dilatada carrera, realizarían piezas únicas, especialmente diversas representaciones de Santiago Apóstol, tanto en su característica indumentaria de peregrino, como ecuestre y “matamoros” en la batalla de Clavijo. Aparte de estas representaciones jacobeas, se conservan de su mano piezas de muy variada temática, como el grupo de Adán y Eva (20 cm), cuyo máximo acierto no reside sólo en los delicados desnudos, sino en la fiel captación de las expresiones: insinuante en Eva, grave en Adán. No menos exquisitas resultan sus figuras mitológicas (Leda), un formidable San Cristobalón, una inquietante y trágica Salomé, las tituladas Primavera, Caridad, etc. Eran éstas las piezas que más llamaban la atención de cuantos coleccionistas extranjeros visitaban su taller, quedando, al contemplar sus vitrinas por primera vez, sumamente sorprendidos, ya que en general resultaba para ellos una técnica desconocida.

Adán y Eva (entre 1945-1950)
Leda (entre 1945-1955)
Añadir leyenda
San Cristóbal (entre 1945-1955)
Finalmente, y dentro de la pequeña escultura, además del azabache, trabajarían otros materiales, como el coral -de gran tradición en Galicia-, piedras duras (cristal de roca), la madera, y sobre todo el marfil, con el que realizarían estatuillas, como la Virgen de los Mares o el bello San Sebastián, que tanta admiración despertarían durante su viaje a París en octubre de 1950.

Nuestra Señora de los Mares (h. 1950)
San Sebastián (h. 1950)

BIBLIOGRAFÍA
  • BRASAS EGIDO, José Carlos: Los hermanos Hernández. Orfebres y esmaltistas Art Déco, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2003.
  • BRASAS EGIDO, José Carlos: “Los hermanos Hernández”. En GONZÁLEZ, Félix Antonio: Personajes vallisoletanos, II, Diputación de Valladolid, Valladolid 2004, pp. 245-256.
  • BRASAS EGIDO, José Carlos [at. al.]: Os Hernández orives de Vigo, Concello de Vigo, Vigo, 2006.

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