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miércoles, 22 de marzo de 2017

EXPOSICIÓN: "VERA ICON", Símbolo e imagen de Pasión


El pasado viernes día 18 de marzo se inauguró la exposición que anualmente se viene celebrando acerca de la Semana Santa de Valladolid en la Sala Municipal de Exposiciones del Teatro Calderón. En esta ocasión se trata del tercer capítulo de la serie de exposiciones comisariadas por Alejandro Rebollo: “Vera Icon” (en 2015 “Signa Christi", en 2016 “Nazarenus").
La exposición, como viene siendo habitual en estas últimas ediciones, es una verdadera fiesta para los ojos. Hay obras de arte de todo tipo y de todas las épocas, desde esculturas del siglo XIII hasta pinturas realizadas este mismo año. En definitiva, mucha variedad. El más de medio centenar de piezas expuestas forra por completo los muros de la sala, de manera que estaríamos hablando de “horror vacui”. Tal es así que algunas pinturas no han podido traerse debido a que ya no había sitio.
 
Hay muchísimas piezas destacadas, tanto de acreditados artistas, o de su círculo más inmediato, como de maestros anónimos. Así, para empezar, podemos destacar el Rostro del Señor Atado a la columna realizado este mismo año por el pintor búlgaro, aunque radicado en Valladolid, Daniel Yurdanov, y que el comisario Rebollo quiso desde el principio que fuera la imagen que promocionara la exposición. Gran acierto por cuánto una imagen icónica de nuestra Semana Santa es retratada por un pintor y no por la manida fotografía de turno. Gran belleza atesora, asimismo, el Icono de la Transfiguración (siglo XVII) de Escuela Cretense que procede del Museo de Valladolid. Entre las pinturas, las más destacadas son la Verónica con la Santa Faz Tríplex (mediados del siglo XVII) de Felipe Gil de Mena; la Santa Faz (mediados del siglo XVII) atribuida a Mateo Cerezo, pintor burgalés aunque perteneciente a la escuela madrileña que durante unos años de su corta vida fue vecino de nuestra ciudad, en la cual dejó algunas de sus obras maestras; el Cristo coronado de espinas (siglo XVI), obra de un maestro anónimo flamenco; el impresionante Retrato del Salvador (siglo XVI) procedente del Museo de San Joaquín y Santa Ana; el Ecce Homo (siglo XVI) del círculo de Luis de Morales, pintor del que poseemos en las clausuras de la ciudad numerosas obras tanto autógrafas como sobre todo de su círculo e imitadores; el Cristo sacerdote vestido de jesuita (primera mitad del siglo XVII) de Diego Valentín Díaz, el cual presenta una iconografía propia de la escuela vallisoletana y que tuvo gran predicamento durante la segunda mitad del siglo XVII, llegando a haber ejemplares hasta en la Ribera burgalesa; la Salomé con la cabeza del Bautista (siglo XVII), anónima copia de Tiziano; el Ángel Custodio o Vanitas de los dos caminos (siglo XVII), obra anónima procedente del Convento de Santa Isabel; y también las dos Vanitas realizadas por Francisco Velázquez Vaca: la Vanitas del Ángel (1639) y la Vanitas de la vela. Dejo para lo último la pintura que más me ha gustado, y de la cual desconocía su existencia. Se trata de la delicada pintura sobre cobre Scala Coeli, el sueño de Jacob (h. 1630), de Frans Francken II.
 
FRANS FRANCKEN II. Scala Coeli, el sueño de Jacob (h. 1630)
En cuanto a las esculturas, que hay muchas menos que en ocasiones anteriores, cabe reseñar el Cristo moribundo realizado en marfil por un anónimo maestro chino (siglo XVII); un evocador Crucificado gótico del siglo XIII; el rotundo Crucificado de bronce de la escuela de Pompeo Leoni; el Busto de Ecce Homo, atribuido a Alonso de Rozas (tercer cuarto del siglo XVII); los Bustos de Ecce Homo y Dolorosa que proceden del retablo de la Buena Muerte de la iglesia de San Miguel, el de Cristo de escuela granadina (siglo XVII) y el de la Virgen atribuible al vallisoletano Antonio de Gautúa (primer cuarto del siglo XVIII); la excelsa Magdalena (1720) de Pedro de Ávila conservada en el Museo Diocesano, y que sería deseable que volviera junto a otras piezas al Oratorio de San Felipe Neri, su lugar original, de tal forma que se restableciera una de las pocas construcciones puramente barrocas, tanto de arquitectura como de amueblamiento interior, que nos quedan; la no menos impresionante Cabeza de San Juan Bautista (1773) de Felipe Espinabete, patetismo castellano en estado puro; o la triada angelical formada por un San Miguel (h. 1700) procedente de la iglesia de San Miguel, y las efigies de San Gabriel y San Rafael, propiedad del Colegio de los Ingleses, y que a buen seguro serán obras de un novato José de Rozas.
 
Entre el resto de piezas hay dos que sobresalen por encima del resto, el Cristo Resucitado (2015) de Santiago Bellido, y el paño de la Verónica que durante mucho tiempo portó la Verónica del paso “Camino del Calvario”. A continuación, se disponen parte de los textos presentes en la exposición, y que narran perfectamente el discurso expositivo. Son obra del comisario, Alejandro Rebollo, al que vuelvo a agradecer la confianza por haberme vuelto a consignar la elaboración de una serie de fichas y fotografías.
 

1- SANTA FAZ Y SANTO ROSTRO
De Israel a Bizancio. Del arte clásico al cristiano. Las Actas de Pilatos, con la leyenda del rey Agbar y el apócrifo evangelio de Nicodemo, nos hablan de Berenice o Verónica, mujer que limpia el rostro de Cristo camino del Calvario con un paño en donde queda impreso el santo rostro.
Se impone así el rostro siríaco de Cristo en toda la iconografía a partir de entonces. Luego se produce la abstracción y la espiritualización del rostro a través de los iconos bizantinos y las imágenes medievales: el Mandylion de Edesa y del Vaticano, el Santo Rostro de Jaén… En general la Santa Faz se prodigará por toda Europa; Durero lo reflejará magistralmente, y en España El Greco y Zurbarán.
 
DANIEL YURDANOV. Rostro del Señor Atado a la Columna (2017)
MATEO CEREZO (atr.). Santa Faz (mediados del siglo XVII)

Vera Icon. Mandylion
Esta tradición fue difundida en Occidente y en España a través del icono de la Santa Faz o del Santo Rostro de Jaén. El origen de la imagen triple de este lienzo doblado se atribuye al gesto de la Verónica que enjuga el rostro de Jesús en el camino del Calvario. Aunque no aparece en los Evangelios, seguramente, expresa lo que esa mujer hizo y la impronta del rostro: Vera Icon (Verdadera Imagen).
La tradición oriental se inclina a considerar como el “verdadero” rostro de Cristo, no sólo la tela de la Verónica, sino la imagen que, el mismo Jesús a través de un discípulo envió para curar de la lepra al rey Agbar de Edesa (Urfa, Turquía). En realidad, este lienzo de lino se refiere al Mandylion como “Tetradyplon”, que significa “doblado cuatro veces en dos”; pues, al doblarlo, sólo quedaría visible la cabeza. Debido a la reliquia Edesa fue librada de los persas en el 544 d.C. Luego pasó a Constantinopla.
Así considerada, dicha tela no sería obra de un artista ni de mano humana sino divina (en griego “aqueiropoietos”. De ahí que se difunta el rostro vivo de Cristo en Oriente y Occidente a través de Bizancio primero y de la Roma papal después. Tras las cruzadas el Vaticano poseyó el Mandylion de Edesa del que se hicieron copias al conceder los Papas numerosas indulgencias durante la Edad Media y siglos posteriores. El sudario de Manopello parece derivar de éste, así como otras copias recogidas en Génova, Turín, Madrid, Jaén, Alicante… Su reproducción en cobre o lienzo llegará durante el barroco a conventos, monasterios y cofradías de Valladolid.
 
FELIPE GIL DE MENA (atr.). Verónica con la Santa Faz Tríplex (mediados del siglo XVII)
ANÓNIMO FLAMENCO. Verónica y Santa Faz (siglos XVI-XVII)

Sudario. Sábana Santa
La tercera imagen de Cristo atribuida a manos no humanas está constituida por el santo lienzo hoy conservado en Turín. Se ha señalado la coincidencia del santo lienzo con la figura generalmente hierática del Mandylion o de los primeros Pantocrátor. Es el denominado Cristo siríaco a diferencia del Mandylion presenta un Rostro de Cristo Muerto, con los ojos cerrados. Rastreando en estos orígenes, no ha dejado de subrayarse la semejanza entre el santo sudario de Oviedo y la Sábana Santa de Turín con el mismo tipo de manchas de sangre tipo AB o hebrea, y su contorno como “quemado” por una extraña radiación. Esta reliquia para los cristianos es un signo enigmático de la Resurrección. En Valladolid se conserva una interesante copia pintada de la de Turín en el Convento de Porta Coeli. Es una copia del siglo XVI donada por el Duque de Alba, don Fadrique Álvarez de Toledo, y su mujer doña María de Toledo y Colonna al desaparecido monasterio dominico de Las Lauras.
 
ANÓNIMO FLAMENCO. Cristo coronado de espinas (siglo XVI)
ANÓNIMO ITALIANO. Salvador (siglo XVI)

La Síndone de Turín
La Sábana Santa se encuentra en la Capilla de la Síndone de la catedral de Turín (Italia). Se ha relacionado con el Mandylion de Edesa o Santa Faz. Sin embargo, aunque hay coincidencias se ha visto distinto origen.
La Sábana Santa es una tela de lino, tejida en forma de espiga, tejido que se utilizó en tiempo de Jesús en Oriente, mientras que en Europa no se utilizó antes del siglo XV. Es un tejido por tanto de alta calidad de procedencia oriental. En cuanto a sus medidas, después de que se restaurara en 2002, al quitarle los forros que restringían la extensión completa de la tela y se eliminaran arrugas, la Sábana mide 4.42 m. de longitud por 1.13 m. de anchura. Si nos fijamos en el tejido veremos un montón de marcas, algunas manchas y materias que no se terminan de identificar.
En realidad, hay dos tipos de huellas, las que podrían ser las referidas a la Pasión de Cristo y por otra parte las huellas que ha dejado la Historia. El incendio del convento de Chambery, en 1532, dañó a la Sábana y alteró la apariencia del tejido. Antes en la Sábana destacaba la huella anterior y posterior del cuerpo de un hombre martirizado con flagelos, corona de espinas y crucifixión con llagas en manos, pies y costado. Antes y después se añadieron un montón de marcas a un tejido de dos mil años.
Estudios realizados en 2008, relativos a las manchas de agua de la Síndone, que se creían originarias del incendio de Chambery, apuntan a que estas manchas son muy anteriores, y que la Sábana no estaba plegada con precisión, como entonces, sino en fuelle, pudiéndose deducir, además, que ésta se encontraba guardada en un recipiente cilíndrico que coincidiría con las vasijas encontradas en Qumrán, como aquellas donde se han encontrado los Manuscritos del Mar Muerto, hipótesis que explicaría donde se hallaba la reliquia en los albores del cristianismo.
Pero, cómo se relacionan ambas reliquias, Sábana y Mandylion. Hay que decir que la Homilía del Códice Vaticano griego 511, describe que el Mandylion contenía, además del rostro, la impronta del tórax y las huellas de la lanzada. Una versión del siglo XVI (Hechos de Tadeo) relata que la imagen era un Sindón (del griego “sudario”) o Síndone y que fue doblado en tetradiplon: plegada dos veces y luego cuatro, la Sábana Santa de Turín tiene exactamente el mismo patrón cuádruple.
 
ANÓNIMO. Cruz penitencial (siglo XVII)
ESCUELA CRETENSE. Icono de la Transfiguración (siglo XVII)

2- ICONOGRAFÍA Y ARTE DEL ROSTRO DE CRISTO
Desde el humanismo, a partir del siglo XVI, se revela de forma más próxima, a través del arte, el rostro humano de Cristo a través de la pasión narrada en tallas de madera, bronce o marfil, grabados, pinturas y relieves de Valladolid y provincia.
La Transfiguración y la Última Cena reproducen el rostro divino antes y durante su Pasión y Muerte: Ecce Homo, Atado a la Columna, Crucifixión…
 
ANÓNIMO VALLISOLETANO. Última cena (h. 1700)
POMPEO LEONI. Cruz de altar relicario (siglo XVI)
LUIS DE MORALES (círculo). Ecce Homo (siglo XVI)
ALONSO DE ROZAS (atr.). Busto de Ecce Homo (tercer cuarto del siglo XVII)

3- LA IMAGEN DEL RESUCITADO Y LA SÁBANA SANTA
La imagen de la Resurrección a través del Santo Sudario o Sábana Santa refleja un acontecimiento único para la fe cristiana también en Valladolid. El sudario de las Lauras o copia de la Síndone o Sábana Santa de Turín desde el siglo XVI impregna la devoción en la ciudad. Nuevas interpretaciones completan la imagen de Cristo en su Pasión y Resurrección con una original visión en linoleograbado de Santiago Bellido.
 
ANÓNIMO VALLISOLETANO. Cristo Resucitado (siglo XVIII)
SANTIAGO BELLIDO. Cristo Resucitado (2015)

4- LA MUJER EN BUSCA DEL ROSTRO DIVINO
María Magdalena, la Verónica o la Samaritana… son ejemplo de mujeres fuertes al encuentro del rostro divino. El velo o sudario de la Verónica será el denominador común de muchos conventos, templos y cofradías, pues, la devoción a la Santa Faz o la Verónica, la hallamos desde la Edad Media hasta la Ilustración. Imágenes y tallas con el naturalismo y el barroco se hacen cercanas y espectáculo.
 
PEDRO DE ÁVILA. Magdalena (1720)
ANÓNIMO GRANADINO. Busto de Ecce Homo (siglo XVII)
ANTONIO DE GAUTÚA (atr.). Busto de Dolorosa (primer cuarto del siglo XVIII)
FELIPE ESPINABETE. Cabeza de San Juan Bautista (1773)
ANÓNIMO. Salomé con la cabeza del Bautista (siglo XVII)

5- IMAGEN DIVINA Y CONTRAIMAGEN
Si el rostro es el espejo del alma” (a la imagen de Dios los creó. Génesis, 1, 27) la imagen de lo divino y la contra imagen se hacen también visibles a través del arte en las fuentes iconográficas. De especial interés son las visiones angélicas y escenas bíblicas que revelan la búsqueda del rostro divino como en la Sagrada Biblia de Gustavo Doré o la contra imagen que Juan Toledano nos plantea en abstracto sobre los interrogantes del mal. En el siglo de Oro se impone la visión de la muerte y la eternidad como vanitas y novísimos: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria reflejan una verdad oculta en nuestro tiempo.
 
ANÓNIMO. Los 7 Arcángeles ante la Santísima Trinidad (siglo XVII)
ANÓNIMO. Ángel Custodio o Vanitas de los dos caminos (siglo XVII)
FRANCISCO VELÁZQUEZ VACA. Vanitas del Desengaño del Mundo o del Ángel (1639)
FRANCISCO VELÁZQUEZ VACA. Vanitas del Desengaño del Mundo o de la Vela
PEDRO VERDUGO. La Sentencia (1942)

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