El
verano es la mejor época del año para hacer turismo y conocer y callejear por
las ciudades. Hoy os propongo la visita a Segovia, ciudad bella donde las haya
y llena de arte e historia por los cuatro costados. Una vez allí no podéis por
menos que acercaros al Museo de Segovia, ubicado en la llamada Casa del Sol, para
disfrutar de la magnífica exposición dedicada a uno de los escultores españoles
más sobresalientes de la primera mitad del siglo XX: el sepulvedano Emiliano
Barral (1896-1936). La exposición en cuestión, titulada “Emiliano Barral. El
animador de la piedra”, se programó para los meses de abril y junio, sin embargo,
tenemos la suerte de que ha sido prorrogada hasta septiembre.
No
es la primera vez que hablamos de Barral en el blog, ya que tratamos
someramente sobre su vida al hablar sobre el Monumento al poeta Núñez de Arce que labró en 1923 para el Campo Grande de Valladolid. También
para nuestra ciudad esculpió el Monumento a Leopoldo Cano (1936), el cual fue destruido a los pocos meses por los
fascistas y sus simpatizantes. Sin embargo, aún se conserva algún resto de este
monumento, titulado “La frontera” en alusión a un poema del ilustre bate
vallisoletano, en el patio del Museo Nacional de Escultura. Barral fue un
escultor autodidacta que representó el “realismo antiacademicista” de comienzos
del siglo XX; asimismo, junto a Francisco Pérez Mateo (1903-1936), se le
incluye entre los grandes exponentes de la Nueva Objetividad española.
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Autorretrato (h. 1934) |
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Mi madre en 1922 (1922) |
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Sacristán de Sepúlveda (Tío Juan) (h. 1918) |
A
Barral el oficio le venía de familia ya que fue nieto de dos maestros de obras,
Miguel y Guillermo; y asimismo su padre, Isidro, fue cantero. Además, sus
padres, Isidro Barral e Isabel López, le dieron otros tres hermanos que se
dedicaron a la escultura, y con los cuales colaboró en numerosas ocasiones:
Pedro –el único que no sufrió el exilio–, Martín –que se estableció en Río de
Janeiro– y Alberto (Gelasio) –pasó su vida en la Córdoba argentina–. Ellas,
Manuela, Luz y Paz.
A
los seis años Emiliano ya ayudaba a los trabajadores del taller de cantería de
su padre, donde se hacían mausoleos y panteones. Por entonces también modelaba
el barro, una arcilla floja que recogía en La Carchena junto a sus amigos y
hacía figuritas. A los trece realizó un busto a su madre, y fue precisamente
dentro de este campo, el de los bustos, en el que sobresalió a lo largo de su
escasa producción. Muchos han sido los denominados “escultores de los bustos”,
como el madrileño-vallisoletano Ángel Díaz, y de hecho ha sido uno de los
géneros más populares a lo largo de la escultura del siglo XIX y comienzos del
XX; sin embargo, algo tienen los bustos salidos de las manos de Barral que los
hace diferentes y especiales, e incluso me atrevería a decir que icónicos y
emotivos.
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Mercedes de Cáceres (1923) |
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Fernando Arranz (h. 1920) |
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Julián María Otero (1919) |
La
exposición consta de unos 25-30 bustos realizados en diferentes materiales,
algunos de los cuales sirvieron para colocar en monumentos, como son los casos
del de Daniel Zuloaga y el de Antonio Machado; el resto, la mayoría, fueron
encargos privados.
La
práctica totalidad de estos retratos los talló/esculpió en el llamado “taller
de Arranz”, que posteriormente fue el suyo. “El taller que el
ceramista Fernando Arranz tenía en la antigua nave de San Gregorio acogía una
docena de personas. En la nave, junto a un piano alquilado, unos pocos muebles
viejos, a la par que montones de barro amasado y bloque de granito rosa, en un
fogón de encina puesto sobre una mesa destartalada, hervía todas las tardes, de
tres a cuatro, un buen puchero de café (…) y sin que nada alterara el trabajo
del ceramista, allí se oía música, se solicitaban poemas, se leía la Revista de
Occidente y se discutía sobre arte. Cuando la tertulia se animaba, exclamaba
ingenuamente Emiliano Barral: esto es un taller del Renacimiento” (Cardenal
de Iracheta, 1949). Esta galería de retratos representa en su mayoría a
aquellos miembros de la tertulia de San Gregorio y que después se prolongaba en
el café La Unión, integrada por intelectuales y artistas del monumento: Antonio
Machado, Blas Zambrano, Julián María Otero, Ignacio Carral, Eugenio de la
Torre, Mariano Grau, o el propio Arranz. Además, hay otros tantos retratos
femeninos relacionados con los personajes de la tertulia, como Mercedes de
Cáceres, Cecilia Herrero o Gumersinda Olalla. Asimismo, también hay retratos de
personas de su familia, como su madre, e incluso de ilustres personajes de la
historia de España, caso del busto de Pablo Iglesias Posse, fundador del
Partido Socialista Obrero Español y al cual realizó un suntuoso mausoleo, así
como numerosas reproducciones de su cabeza.
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Pablo Iglesias (h. 1923) |
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Busto de Daniel Zuloaga (1924) |
En
la personalidad de Barral hay rasgos que determinan su forma de hacer y por
tanto su obra. Uno es la talla directa de la piedra, la sobriedad, las aristas
marcadas y el trabajo del volumen a partir de planos. El otro, la sinceridad y
el vigor expresivo. Un trabajo de la piedra espontáneo y directo, que procede
de su formación como cantero, una técnica con la que consigue dotar a la piedra
de ásperas texturas, pero también de primorosos pulidos, una técnica que nos
dice de un escultor no sometido a la rigidez y servidumbre de la saca de puntos
–técnica que permitía al artista abandonar la obra en manos de segundos–, sino
que abarca toda la ejecución de la misma. Una forma de hacer, por tanto, mucho
más lenta en el proceso.
La
talla directa era reivindicada por los escultores realistas. Suponía la
superación de artificios académicos muy enraizados y la vuelta a la pureza de
la escultura, donde el artista da lo mejor de sí mismo, fundiéndose con la
piedra, extrayendo de ella no solo las formas por él pensadas, sino todas las
que materia le sugiere, piedras duras, generalmente, granitos y basaltos,
aunque también bloques de yeso y cemento. Una estatua concebida en barro se
convierte indistintamente en mármol o en bronce, una escultura “sentida” en
piedra desde su nacimiento. Su ilusión es avanzar con los cinceles y el mazo de
hierro hacia el trozo informe de caliza, de cuarzo y aún de granito, e ir
humanizando y espiritualizando su cuerpo duro.
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El arquitecto del Acueducto (1923) |
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Antonio Machado (1920) |
El
empleo de la talla directa no le supuso, sin embargo, desdeñar el modelado:
Barral modelaba sin palillos, con las uñas y las yemas de los dedos, otorgando
a la obra formas soberbias, recias y vibrantes. Sin embargo, para él, modelar
el barro no agudiza la emoción. El barro, como la madera, es susceptible de
rectificación. El hierro se subsana. La piedra es, sin embargo, inflexible. Y a
ella hay que entregarse absolutamente, dice Barral.
Finalizamos
esta breve reseña con el poema que le dedicó su amigo Antonio Machado, quien en
los últimos días parece estar de moda por motivos ajenos a su obra
#YoEstoyConMachado:
…
y tu cincel me esculpía
en
una piedra rosada,
que
lleva una aurora fría
eternamente
encantada
Antonio
Machado
Al
escultor Emiliano Barral, 1922.
Del gran Barral tenemos en Valladolid el monumento a Núñez de Arce en el Campo Grande, más un torso en el jardín del Museo Nacional de Escultura. Pudimos haber tenido un conjunto muy trabajado dedicado a Leopoldo Cano en la Plaza de la Libertad, pero los insurrectos de julio de 1936 se lo cargaron (el torso citado procede de esa obra perdida)
ResponderEliminarhttps://elpaseantevallisoletano.blogspot.com.es/search/label/Emiliano%20Barral
https://elpaseantevallisoletano.blogspot.com.es/2016/10/la-lira-de-nunez-de-arce-tallada-por.html
Se agradece la sensibilidad que tienes sobre el arte y sobre la difusión del patrimonio a través de tu blog. Un saludo.