Los
museos de Valladolid son tan desconocidos para el visitante como para los de la
propia ciudad, con la excepción del Museo Nacional de Escultura, orgullo de
los vallisoletanos y motivo de disfrute de los turistas. Sí, he dicho lo que
parece, los turistas vienen ansiosos de verlo y aquí nos enorgullecemos de la
joya que poseemos pero ni nos molestamos en pisarlo. Pues bien, entre los
museos de Valladolid, quizás el más desconocido sea el de la Real Academia de
Bellas Artes de la Purísima Concepción, sito en el mismo edificio que la Casa
de Cervantes, en el antiguo Rastro. El Museo, que como tal nunca ha llegado a
estar abierto, salvo en muy puntuales ocasiones, atesora en sus salas la historia
del arte vallisoletano del último siglo y medio. Deseo dedicar el presente post al académico Carlos Brasas, quien amablemente nos abrió las puertas del museo.
Pero
antes de hablar el museo vamos a dar unas pinceladas acerca de la Real Academia
de Bellas Artes de la Purísima Concepción, para lo cual hemos seleccionado
diferentes textos extraídos de los libros que podéis ver en el apartado de “Bibliografía”
y de la web oficial de la institución, en la cual tenéis a vuestra disposición
una buena selección de las piezas que conforman el museo: http://www.realacademiaconcepcion.net/.
La
Academia fue fundada en 1779 por un grupo de aficionados a las Matemáticas,
presidido por el joven Pedro Regalado Pérez Martínez, hermano de Diego Pérez
Martínez, uno de los pintores señores del neoclasicismo vallisoletano. La
institución fue una clara repercusión de la Real Academia de Bellas Artes de
San Fernando de Madrid, establecida por cédula de Fernando VI en 30 de mayo de
1757. Tras la Academia madrileña llegó la Academia Real de las Artes de
Valencia, creada por Carlos III en febrero de 1768 con el título de San Carlos.
A continuación, llegó la Academia vallisoletana, siendo por lo tanto la tercera
más antigua. Esta se estableció el 28 de octubre de 1779, con el nombre de
"Academia de Matemáticas y Nobles Artes de la Purísima Concepción de
Valladolid".
Su
vida estuvo dedicada a la promoción y difusión del conocimiento del arte mediante
enseñanzas destinadas, en un principio, a los artesanos, ya que las escuelas
gremiales habían ido desapareciendo. Las enseñanzas primigenias que ofrecía la
Institución se ampliaron en 1794, impartiéndose clases de Arquitectura y algo
más tarde de Pintura y Escultura. Al mismo tiempo la Academia habilitaba,
mediante examen, a los que deseaban ejercer la arquitectura u obtener el título
de Maestro de Obras, Agrimensor y Aforador, inspeccionando igualmente, a partir
de 1808 todos los proyectos artísticos o arquitectónicos que se pretendían
realizar en la región, bien fuese por particulares o por corporaciones. De esta
manera se reforzaba la vigilancia que desplegaba la Real Academia de San
Fernando, garantizándose mejor la unificación estética del país.
También
prestó atención la Academia a las obras de arte, preocupándose de su protección
y conservación. En esta línea, una de sus actuaciones más memorables fue la
guarda y custodia de las esculturas del historiado de los pasos de Semana Santa
cuando estas dejaron de salir en procesión debido a la decadencia de la Semana
Santa vallisoletana y a la falta de gente que portara los pasos procesionales.
Esta decadencia, que se produjo hacia 1784 trajo consigo el que las figuras de
historiado, principalmente sayones, se almacenaran sin orden ni cuidado en los
trasteros de las penitenciales, lo que llevó a que muchas de ellas se maltratan
e incluso se perdieran para siempre. Fue entonces cuando la Real Academia se
dispuso a recogerlas para llevarlas al museo, salvándolas seguramente de su
desaparición.
Fruto
de tales trabajos son los actuales museos: "Nacional de Escultura
Policromada" (de Bellas Artes) y "Arqueológico Provincial" nacidos
y establecidos a partir de 1779 el primero, y por R.O. del Ministerio de
Fomento de 2 de noviembre de 1879, el segundo, en el cual el núcleo de objetos
con que se inició había sido formado previamente por la Academia con el nombre
de Galería Arqueológica.
Para
cumplir tan reducido y al mismo tiempo ambicioso programa la Real Academia, a
cuyo frente estuvo -hasta 1849- la figura del Protector, dispuso de un cuadro
de personal docente (Director general, Directores y Tenientes de las distintas
enseñanzas) y de un número indeterminado de académicos que se clasificaban en
Meritorios y Honorarios, elegidos respectivamente por sus méritos artísticos o
relevancia social. En este referido año de 1849 todas las Academias del Reino
sufrieron una reestructuración importante, procediendo el Gobierno a su
reglamentación y clasificación. La vallisoletana a partir de 1850 perdió su
denominación castiza y pasó a titularse "Academia Provincial de Bellas Artes",
considerándose como de primera clase, fijándose el número de sus miembros en 24
(20 académicos, Presidente y 3 consiliarios) y estructurando sus enseñanzas en
elementales y superiores (suprimidas éstas en 1869). Además, se hizo cargo del
recién creado Museo de Pintura y Escultura, formado con las obras de arte
procedentes de los conventos desamortizados y en cuyos trabajos preparatorios
desempeñó la Academia un papel decisivo, al tiempo que continuó velando por el
buen gusto de las obras o reformas que se llevaban a cabo en su jurisdicción.
En
1863 la Academia tuvo la idea de convocar un concurso para premiar las
cualidades artísticas de sus alumnos más sobresalientes. Sin embargo el
proyecto no se consolidó hasta el año 1875, institucionalizándose a partir de
entonces y engrosando con las obras premiadas los fondos artísticos de la
Institución, que pretendía formar una Galería de artistas contemporáneos. Los
concursos supusieron un formidable aliciente para el alumnado de la escuela
académica. Un alumnado que crecía paulatinamente según pasaban los años. Además
a partir del año académico 1875-1876 se permitió el ingreso al alumnado
femenino, convirtiéndose en una de las escuelas más avanzadas y concurridas de
la nación.
La
Academia, que había nacido en la sala de juntas de la cofradía penitencial de
Nuestra Señora de la Piedad, sin más medios económicos, costeada y mantenida
hasta 1804 por los propios académicos no tuvo nunca una vida económica fuerte. La
necesidad de disponer de espacio suficiente para albergar el crecido número de
alumnos, los museos y la propia Corporación representó un verdadero problema.
Los traslados de domicilio fueron continuos (Ayuntamiento, diversas casas en
las calles de Teresa Gil y Fray Luis de León) y se puede decir que no tuvo
adecuado establecimiento hasta que el 8 de junio 1856 se instaló en el antiguo
Colegio de Santa Cruz, compartiendo espacios con la Biblioteca Universitaria,
el Museo Provincial de Bellas Artes y la Galería o Museo Arqueológico, surgidas
estas dos últimas instituciones del seno de la propia Academia. De allí fue
desalojada el 13 de junio de 1935, trasladando entonces sus enseres y colección
a los almacenes del Museo Nacional de Escultura, lugar en el que permanecieron
hasta 1948 en que se consiguió que la institución se instalara en parte del
edificio de la Casa de Cervantes, donde todavía continúa alojada.
Cuando
en 1892 por Real Decreto se reorganizaron las Escuelas de Bellas Artes, se
asestó un duro golpe a la Real Academia, que tuvo que desprenderse de aquélla.
Sin embargo muchos de sus miembros siguieron impartiendo sus enseñanzas en la
Escuela, que variaría de nombre titulándose sucesivamente: de Artes e
Industrias (1900), de Artes Industriales (1907) y posteriormente de Artes y
Oficios (1910). Ciertamente la Academia continuó rigiendo la vida artística de
la ciudad y todavía en 1904 y 1912 convocó dos importantes concursos y
exposiciones de obras de arte, creándose también en 1911, gracias a sus
gestiones, la Escuela de Música, llamada más tarde Conservatorio de Música. Por
fin en 1989 pudo ver cumplido su antiguo anhelo de instalar dignamente sus
colecciones artísticas en su propio Museo ocupando para ello la segunda planta
de la vivienda en la que tiene su sede.
El
actual objetivo de la institución es el fomento y difusión de las Bellas Artes
en la capital y provincia mediante publicaciones y recogida de objetos
artísticos, preocupándose de su conservación; organizando conferencias y
exposiciones; cultivando relaciones y correspondencia con las demás
corporaciones académicas, intercambiando obras y producciones; velando por la
conservación y restauración de monumentos artísticos mediante mociones al
Gobierno; resolviendo las consultas que se la hagan, y pensionando artistas.
EL
MUSEO
En
el espacio destinado a museo se exhiben únicamente aquéllas que presentan mayor
interés o calidad y con su distribución, condicionada por el espacio y
características del mismo, se pretende resumir la historia de la Institución, a
través de las creaciones más singulares conservadas de su profesorado
académico, al que se recuerda también mediante retratos - el pintor Pedro González Martínez, original de Valentín Carderera;
los arquitectos Pedro García González,
retratado al pastel por Pedro González, o José
Fernández Sierra, pintado por José Martí y Monsó-, o gracias a las
creaciones de sus alumnos más destacados -Francisco Fernández de la Oliva (El mes de octubre, Un recuerdo de Lozoya y Alrededores
de Villalba) Mariano Lafuente Cortijo (Marinas), Gabriel Osmundo Gómez (¡Viva la Virgen!), Victoriano Chicote,
Silvio Fernández, etc-, no faltando tampoco objetos y muebles que contribuyen a
ambientar agradablemente este pequeño museo.
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JOSÉ MARTÍ Y MONSÓ. El arquitecto José Fernández Sierra |
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GABRIEL OSMUNDO GÓMEZ. La bahia de La Habana |
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FRANCISCO FERNÁNDEZ DE LA OLIVA. El mes de octubre (1878) |
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EDUARDO GARCÍA BENITO. El paseillo (1955) |
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MARIO VIANO. La fiesta del barrio (1880) |
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VICTORIANO CHICOTE. Boceto de techo (detalle) |
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FÉLIX CANO VALENTÍN. El coloquio de los perros (1986) |
Las
salas dedicadas a Escultura reúnen varias obras del riosecano Aurelio Rodríguez
Carretero, como las tituladas Fraternidad
(1884) y busto del comunero Juan Bravo
(1886); Dionisio Pastor Valsero fue autor de la elegante figura titulada La vuelta de la pesca (1888); Darío
Chicote es responsable de la goyesca maja titulada ¿Será aquél? (1890); el madrileño Ángel Díaz modeló un soberbio
busto de Goya (1895) así como la
deliciosa figura titulada La fotografía (1900).
Mariano Benlliure donó a la Academia un bellísimo y tierno retrato de su Nieto (1922) mientras que Ramón Núñez es
el autor del Retrato de Ramón Álvarez
(1925). Además de estos autores, también tienen obra en el museo José Cilleruelo,
José Luis Medina, Antonio Vaquero, Lorenzo Frechilla o Luis Jaime Martínez del
Río.
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AURELIO CARRETERO. Gaspar Núñez de Arce (1896) |
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RAMÓN NÚÑEZ. El escultor Ramón Álvarez (1925) |
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DARÍO CHICOTE. ¿Será aquél? (1887) |
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MARIANO BENLLIURE. Mi nieto (1922) |
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ÁNGEL DÍAZ. Francisco de Goya y Lucientes (1887) |
La
Pintura, gracias al espléndido legado que hizo el pintor valenciano José
Vergara (1726-1799) y a los numerosos fondos de que dispone la colección, es la
sección académica mejor representada. Del primero se exponen diez lienzos,
incluido su autorretrato, todos muy representativos de su estilo dieciochesco,
como la Alegoría del reino de Valencia
o los bocetos con historias de la vida de
San Felipe Neri. Tanto de los antiguos profesores como de los que fueron en
su día alumnos existe un excelente muestrario de su producción. De los primeros
se exhiben lienzos originales de Luciano Sánchez Santarén (El obispo don José de los Ríos y Lamadrid), Pedro Collado (Las hormigas), Antonio Maffei (Las Tenerías) o Eugenio Ramos (Gitana); de los segundos existen
trabajos entre otros de distintos periodos de Eduardo García Benito (Academia), Francisco Prieto (Bailando al Santo), Joaquín Roca (Paisaje del Paular) o Anselmo Miguel
Nieto (Retrato de Concha Lagos). Dentro
de la colección de cuadros entregados por los autores el día de su recepción
académica se encuentran representados con diferentes obras Aurelio García
Lesmes, Sinforiano del Toro, Mercedes del Val Trouillhet, Félix Cano, Adolfo Sarabia,
Félix Antonio González, Santiago Estévez… Asimismo, entre todas las obras pictóricas destacan por su curiosidad las copias que de las dos Majas de Goya realizó Blas González García-Valladolid: la desnuda y la vestida, las cuales se muestran mediante un curioso mecanismo que permite mostrar una o otra a elección.
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El académico Carlos Brasas accionando el mecanismo |
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JOSÉ VERGARA. La oración del huerto |
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JOSÉ VERGARA. Dolorosa (Virgen de las Angustias) |
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JOSÉ VERGARA. El tránsito de San Felipe Neri |
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AURELIO GARCÍA LESMES. La vuelta de la siega (1904) |
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ELVIRA MEDINA. Medina y vino (1979) |
La
sección de Música está presente gracias a diversas obras que ofrecen en su
temática alusiones musicales, así la que se titula Las visitas de días (1878) de Isidro González García-Valladolid; El Afinador de pianos (1878), de Mario
Viani; o la popular composición La
Hoguera grande (1904) de Pedro Anca Santarén; una original escultura de
Ignacio Gallo recuerda al inolvidable violinista vallisoletano Julián Jiménez (1912).
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ISIDRO GONZÁLEZ GARCÍA-VALLADOLID. Las visitas de días (1878) |
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IGNACIO GALLO. El violinista Julián Jiménez (1912) |
Aunque no forma parte del museo, aunque si de la Academia, el salón de actos posee numerosos retratos de los antiguos presidentes de la Real Academia, obra de parte de los mejores pintores vallisoletanos de los siglos XIX y XX, así como una magnífica Inmaculada del pintor valentino José Vergara. Además, el salón se haya presidido por un retrato del rey Carlos III, obra del pintor Diego Pérez Martínez, siendo, por desgracia, uno de los pocos retratos reales que aún se conservan en la ciudad. Ojalá
algún día este museo reciba la ayuda necesaria, ya sea del Ayuntamiento, de la
Junta de Castilla León, de particulares o de quien sea para que, para que
pudiera abrir las puertas y de esta manera disfrutar de sus magníficas
colecciones.
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JOSÉ MARTÍ Y MONSÓ. Don César Alba (1890) |
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BLAS GONZÁLEZ GARCÍA-VALLADOLID. Don Lázaro Rodríguez González |
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DIEGO PÉREZ MARTÍNEZ. Carlos III |
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JOSÉ VERGARA. Inmaculada Concepción |
Si
queréis conocer mejor a alguno de los siguientes artistas, todos ellos con obra
en el Museo, no tenéis más que pinchar en su nombre: Ángel Díaz, Dionisio
Pastor Valsero, Gabriel Osmundo Gómez, Ignacio Gallo, Blas González
García-Valladolid, Mariano Benlliure, Aurelio Carretero, Francisco Fernández de
la Oliva, Antonio Vaquero, Mariano Lafuente Cortijo Mercedes del Val
Trouillhet, Antonio Maffei, Félix Cano Valentín y Mario Viani
BIBLIOGRAFÍA
- CAAMAÑO
MARTÍNEZ, Jesús María: “Datos para la historia de la Real Academia de la
Purísima Concepción, de Valladolid (1786-1797)”, B.S.A.A., Nº 29, 1963, pp. 89-151.
- PRIETO
CANTERO, Amalia: Historia
de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de la Purísima Concepción de
Valladolid, Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1983.
- URREA,
Jesús: "Los primeros pasos de la Real Academia de Bellas Artes de la
Purísima Concepción", Academia, Nº
77, 1993. pp. 295-316.
- URREA,
Jesús: Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción. Pinturas y
Esculturas, Valladolid, 1998.
Gracias. Lo desconocía. Procuraré verlo en mi próxima visita a Valladolid.
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