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lunes, 30 de abril de 2018

NOVEDADES EN EL MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA: De la "Cabalgata" de la Roldana al "Adonis" de Corradini


Desde hace unas de semanas el Museo Nacional de Escultura cuenta con dos nuevos huéspedes, uno que será temporal, el Adonis de Antonio Corradini, y otro que ha venido para quedarse, la Cabalgata de los Reyes Magos de Luisa Roldán AKA “La Roldana”. Ambos casos no dejan de ser verdaderos hitos para el Museo ya que en el caso de Corradini se trata de la llegada por primera vez de la obra de uno de los grandes escultores italianos del siglo XVIII, y por otra, la la Cabalgata supone para “La Roldana” el convertirse en la primera escultora representada en la colección del Museo. Cabe señalar que de la Cabalgata tan solo se exponen actualmente cuatro esculturas, pues las 15 restantes se encuentran en proceso de restauración en los talleres del propio museo. Buena parte de los siguientes textos están tomadas de sendos paneles del museo.
LUISA ROLDÁN. La Cabalgata de los Reyes Magos (h. 1690-1698). Museo Nacional de Escultura. Valladolid
ANTONIO CORRADINI. Adonis (1723-1725). Metropolitan Museum (MET). Nueva York

LA CABALGATA DE LOS REYES MAGOS (Luisa Roldán, hacia 1680-1689)
A finales de 2017 el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte adquirió un singular conjunto escultórico –para el que se había solicitado permiso de exportación– representando la Cabalgata de los Reyes Magos, atribuido a la genial escultora sevillana Luisa Roldán (1652-1706). Con la adscripción a la colección permanente del Museo Nacional de Escultura de esta obra de Luisa Roldán se culmina una antigua aspiración: la mujer que alcanzó por sus propios méritos ser la primera escultora de la corte de Carlos II y Felipe V, o lo que es lo mismo último rey Austria y el primero Borbón, es ahora también la primera escultora representada en las colecciones del museo.
La insólita singladura vital de Luisa Roldán no deja de sorprender en la actualidad, no por la sensibilidad y habilidad alcanzada para desarrollar este arte a un nivel de excelencia análogo al de los mejores escultores de su épica, sino por haber despegado en una sociedad que no concedía espacio a la mujer más allá del estrecho ámbito del hogar y de la vida religiosa.
Nacida en Sevilla en 1652, era hija de Pedro Roldán, el escultor más afamado de la ciudad hispalense y cabeza de un amplio taller en el cual recibió su formación y dio los primeros pasos de su carrera profesional. En 1671 se casa con el escultor Luis Antonio de los Arcos (1652-1711), condiscípulo suyo, desligándose ambos del taller paterno e iniciando su labor conjunta, para lo cual contaban con la ayuda de su cuñado, el pintor y policromador Tomás de los Arcos (1661-?). Las obras de esta primera etapa apenas pueden desligarse de las labradas por Pedro Roldán y su taller, mientras que en las realizadas en su estancia en Cádiz entre 1684-1689 ya se muestra su estilo personal, más movido y sentimental que el paterno (Ecce Homo, y San Servando y San Germán de la catedral de Cádiz), especialmente adecuado para los pequeños formatos. Gracias a estos últimos, alhajas de escultura realizadas en barro cocido y policromado, de reducido tamaño, modelado preciosista y sencillas policromías, obtiene el favor cortesano que se inicia con su traslado a Madrid a comienzos de 1689 y culmina con su nombramiento como escultora de Cámara del rey Carlos II en octubre de 1692, ocupación que revalidará con el nuevo monarca, Felipe V, en 1701; el prestigio alcanzado durante su carrera se verá igualmente reconocido fuera de España el mismo año de su muerte, en 1706, al ser elegida miembro de mérito de la Accademia di San Luca de Roma.

LUISA ROLDÁN. San Servando y San Germán (1687). Catedral de Cádiz
Dentro de su producción, además de los grupos de carácter devocional y tema amable que cimentaron su éxito (La Educación de la Virgen del Museo de Guadalajara, o los Desposorios místicos de Santa Catalina de la Hispanic Society de Nueva York), su habilidad quedó demostrada tanto en escultura de gran formato (San Miguel del Monasterio de El Escorial (1692), o el Nazareno de Sisante (1700), como en las figuras para nacimientos, habitualmente en barro pero también labradas en madera.

LUISA ROLDÁN. La Educación de la Virgen. Museo de Guadalajara
LUISA ROLDÁN. Los desposorios místicos de Santa Catalina. Hispanic Society de Nueva York
LUISA ROLDÁN. San Miguel (1692). Basílica de San Lorenzo de El Escorial (Madrid). Fotografía tomada de DomusPucelae
A este último tipo corresponde este singular grupo de la Cabalgata de los Reyes Magos, compuesto por 19 esculturas en madera de cedro dorado y policromado que debieron formar parte de un conjunto mayor hoy descabalado, cuya singular iconografía al incluir el cortejo de un cuarto rey –el rey Tarsis, la mítica región hispana citada en la Biblia– permite datarlo en la etapa andaluza de la escultora. El cortejo, que destaca por el naturalismo y por la minuciosa descripción tanto de sus rostros como de los ropajes, empieza con un heraldo, a lo que siguen los cortejos de los propios reyes magos, que como ya hemos dicho son cuatro. Cada uno de ellos lo compone el rey, su heraldo y sus pajes y escuderos. Los reyes y heraldos van a caballo o a camello. Hay que destacar otros dos detalles: la verosimilitud con la que la escultora ha efigiado a los animales, y el hecho de que el rey de Tarsis, representación de la monarquía hispánica, no viste a la romana, turca o india, sino a la a moda de Felipe II con gorgueras, calzas acuchilladas, etc…

LUISA ROLDÁN. La Cabalgata de los Reyes Magos (h. 1690-1698). Museo Nacional de Escultura. Valladolid

ADONIS (Antonio Corradini, 1723-1725)
Pocos escultores italianos del siglo XVIII alcanzaron en vida la notoriedad de Antonio Corradini (1688-1752), un veneciano que forma un puente entre dos grandes de la escultura italiana, el barroco Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), y el neoclásico Antonio Canova (1757-1822). Sus mármoles adornaban los palacios principescos de Roma, Nápoles, Viena, Praga, Dresde o San Petersburgo, muy apreciados por las sutilezas, brillos y texturas que obtenía del mármol, como en sus célebres figuras veladas, siendo la más conocida la Pudizicia velata que realizó para la cappella Sansevero de Nápoles.

ANTONIO CORRADINI. Pudizia velata (1752). Cappella Sansevero. Nápoles
El Adonis es uno de sus trabajos más refinados y sugestivos, y cuyo origen se encuentra en el Palazzo Ca´Sagredo de Venecia. Impresionó a Montesquieu, el gran filósofo de la Ilustración, que, en su diario veneciano comentó: “Actualmente hay un escultor en Venecia llamado Corradino, autor de un Adonis, que es una de las esculturas más bellas que se puedan ver: uno juraría que el mármol está hecho de carne”. En efecto, el autor ha dado a la piedra un alisado impecable, una suave textura y una tactilidad erótica idóneas para encarnar a Adonis, cumbre de la belleza masculina, cuya seducción irresistible enamoró perdidamente a la diosa Afrodita. Aficionado a la caza, en una de sus excursiones, un jabalí enviado por Artemisa acabó con su vida. Inicialmente, el grupo estaba compuesto por la imagen del joven y la diosa, actualmente perdida. La obra influyó decisivamente en Antonio Canova y su Endimión dormido (1819-1822).

ANTONIO CORRADINI. Adonis (1723-1725). Metropolitan Museum (MET). Nueva York
ANTONIO CANOVA. Endimión dormido (1822)
Adonis pertenece a las colecciones del Metropolitan Museum de Nueva York y visita por primera vez España como resultado de un amistoso intercambio entre ambos museos y en sustitución del Cristo Yacente de Gregorio Fernández, presetado a la exposición Like Life, Sculpture, Color and the Body, que el museo neoyorkino dedica a la escultura policromada desde 1300 hasta hoy.

GREGORIO FERNÁNDEZ. Cristo Yacente (h. 1627). Museo Nacional de Escultura. Valladolid
El intercambio no puede ser más afortunado, no sólo por ofrecer la ocasión de presentar una obra de la más exquisita tradición italiana, de la que este museo apenas posee ejemplares, sino también porque ambas esculturas, el yacente cristiano y el pagano, sugieren un interesante diálogo. Por un lado, en las formas, de sorprendente parecido: se trata en ambos, de un desnudo viril de belleza sublime, que combina lo divino y lo terral, con detalles análogos: la pesadez del cuerpo natural –muerto o desvanecido–, la cabeza, elevada y levemente irada, la inercia desmayada de los brazos, la torsión de las piernas. Por otro lado, en las correspondencias que proponen los estudios de religiones comparadas. Cristo y Adonis comparten significados simbólicos, pues su muerte y su resurrección anuncian la primavera, la fertilidad de la nueva estación y la inmortalidad.

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