No, no nos estamos refiriendo a la torre que actualmente podemos observar que se levanta sobre la nave de la epístola de la catedral y que se remata por el Sagrado Corazón que en 1923 fabricó en hormigón el reputado escultor gaditano, aunque asentado en la ciudad, Ramón Núñez. Esta fue construida entre 1880-1897 por Antonio Iturralde. La Buena Moza no es ésta sino la torre que durante aproximadamente siglo y medio fue la única que poseyó la seo y que se elevaba sobre la nave del evangelio, justo al lado opuesto al actual. Si os fijáis bien aún se aprecian una serie de hiladas que nos indican que ahí hubo algo que ya no existe. Y así es, se trataba de la torre. Posiblemente no haya existido en la ciudad otro elemento arquitectónico que haya requerido de un mayor número de reparaciones a lo largo de su corta vida, si bien todas ellas no lograron lo que pretendían, sino que sirvieron para retrasar lo inevitable: su derrumbe.
Se desconoce con exactitud el momento en que acaeció su construcción, así como el/los maestro/maestros que la llevaron a cabo, aunque lo más probable es que fuera en los primeros años del siglo XVIII puesto que, según señala Canesi, se terminó de edificar en 1706 ya que el 29 de octubre “el Ilustrísimo señor don Diego de la Cueva y Aldana su meritísimo obispo consagró y bendijo las campanas”. También apunta “según la primera idea la falta un cuerpo”. Conocemos su aspecto gracias a una serie de grabados. Era ésta una torre elegante y estilizada (alcanzó los 75 metros de altura) que constaba de tres cuerpos, los dos primeros completamente macizos y el tercero con grandes vanos de remate semicircular abiertos en cada uno de sus cuatro lados, y un remate en forma de templete cubierto con una media naranja y sobre él una linterna. Piensa Bustamante que cuando Alberto Churriguera contrató la ejecución del segundo cuerpo de la fachada catedralicia (1729-1733) la barroquización que aplicó a ésta también afectó a la torre, de suerte que “sustituiría la cúpula de la torre por un cuerpo ochavado con ventanas, rematándose con cubierta de cascos de sección ojival. La torre cuenta con reloj en la base del tercer cuerpo. Esto supone que la parte superior de la torre se convierte en campanario”.
JOAQUÍN IBARRA. Una de las cuatro torres de la Catedral (1783) |
Los problemas de estabilidad de la torre comenzaron muy pronto tal y como nos lo demuestran los libros de actas del cabildo, que son una fuente inagotable de noticias acerca de los múltiples reparos e intervenciones llevados a cabo en la torre a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Ya en el cabildo 1726 se habla de reparar la torre “sin observar al gasto sino a la mayor seguridad y duración”. En el de 4 de junio de 1731 se vuelve a señalar la necesidad de “reparar la media naranja de la torre a causa de haberse abierto por algunas juntas del ochavado”. En el de 25 de febrero de 1740 se habló de la “necesidad que había de reparar la media naranja de la torre, pues habiéndola hecho varios reparos días había, habían dicho los maestros serían para poco tiempo (…) estaba con gran recelo si sobrevenía algún daño”. Esta década fue, quizás, la que mayor número de actuaciones presenció, lo que no sabemos es si muchas de ellas pasaron del proyecto. Fijaos si el estado de la torre era deplorable, fundamentalmente debido a las filtraciones de agua en la media naranja que la remataba, que entre 1743 y 1747 fueron innumerables las ocasiones en que se propuso el derribo del citado cascarón barroco de la cúspide y su sustitución por un chapitel de pizarra. Sin embargo al final siempre se terminó desestimando esa idea.
Otro momento crítico fue el terremoto de Lisboa, acaecido el 1 de noviembre de 1755, puesto que agravó aún más los daños que venía padeciendo. En el cabildo extraordinario celebrado ese mismo día se informó de lo siguiente: “El temblor de tierra. En cabildo extraordinario de hoy primero de noviembre en que presidió el señor chantre, celebrado a las tres de la tarde se trató largamente del modo de dar gracias a Dios por los grandes beneficios que habíamos experimentado todos en el terremoto acaecido por la mañana de dicho día, y fue que estándose celebrando la misa mayor a eso de las diez al principiar el evangelio, se advirtió con grande ruido interior, y que la iglesia se temblaba, y que hacia la fachada de la puerta principal junto a la pared caía tierra, y polvo, por lo cual se empezó a decir, que la torre se venía arruinando, y luego añadieron que toda la iglesia, la que en la realidad estaba en movimiento bastante visible, con cuya novedad la gente, que estaba en la iglesia, que era en bastante número, echaron a ir advirtiendo a todos el peligro; lo mismo ejecutaron los capitulares, capellanes, y músicos, dejando desamparado el tabernáculo los que celebraban retirándose a la sala capitular en donde se concluyó la misa, a presencia del señor obispo, que también se hallaba en el coro cuando el temblor, y algunos capitulares; este mismo temblor se experimentó en toda la ciudad; y en el Convento de San Pablo, San Francisco y algunas parroquias, en que a la misma hora se celebraban las misas mayores, las gentes pensando, que los templos se arruinaban todas echaron a correr asustadas, y atemorizadas; lo mismo acaeció a cada particular en su casa saliéndose a la calle diciendo que su casa se venía al suelo; durante dicho temblor como seis minutos poco más o menos; y en vista de todo acordó el cabildo que dos capitulares pasasen a tratar con el señor obispo qué demostraciones convendrían hacerse en agradecimiento suplicando a su majestad se apiadase de nosotros con lo que se disolvió fecho ut supra”.
VENTURA RODRÍGUEZ. Proyecto para reparar la "Buena Moza" (1761) |
Para intentar subsanar los deterioros se “leyeron los dictámenes del padre Pontones y don Ventura Rodríguez sobre la compostura de la torre, y se resolvió que se hiciese la obra según el dictamen de don Ventura Rodríguez”, el ilustre arquitecto académico madrileño. Su proyecto, materializado entre 1761-1764 por su hombre de confianza en la ciudad, el también arquitecto Manuel Godoy (1724-1781), consistió, según palabras del profesor Martín González, en “enzunchar la torre con cuatro cadenas en diferentes noveles”.
VENTURA PÉREZ. Fachada de la catedral de Valladolid con la hipotética construcción de la torre de la epístola imitando a la "Buena Moza" (1759) |
Una nueva desgracia propiciada por la naturaleza, en esta ocasión la terrible inundación del Esgueva que padeció el centro de la ciudad el 25 de febrero de 1788, dañó aún más si cabe la maltrecha torre. Tal es así que se sucedieron una serie de desprendimientos de la cornisa en la que se encontraba alojado el reloj. Éstos dañaron seriamente la cornisa del primer cuerpo y provocaron el pánico entre el vecindario más próximo a la catedral pues éste llegó a pensar que la torre se podía desplomar sobre el caserío de un momento a otro. Inmediatamente el cabildo ordenó a los arquitectos Francisco Álvarez Benavides y Juan de Urrechaga que ejecutaran a la “mayor brevedad otro reconocimiento de la torre”. El dictamen de ambos fue tajante al declarar “no tener la torre el más leve peligro”.
Un nuevo reconocimiento tuvo lugar en 1806, según se hace saber en el cabildo extraordinario celebrado el 28 de junio de dicho año, debido a que “se había notado en la torre de esta santa iglesia cierta desunión de piedras, que según se manifestaba podía seguirse alguna ruina”. Se propuso que la reconocieran diversos maestros, entre ellos un religioso jerónimo del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial llamado fray Cristóbal Tejeda, que aseguró que “es de corta entidad el reparo”.
VENTURA GARCÍA ESCOBAR. Aspecto de la "Buena Moza" tras el derrumbe de 1841 (1842) |
La torre siguió necesitando reparaciones en los años y décadas subsiguientes hasta que, finalmente, “la Buena Moza” (nombre con el que se la conocía) se derrumbó el 31 de mayo de 1841: “Ruina de la torre de esta santa iglesia. En la tarde este día y hora de las cinco acaeció la ruina de una parte considerable de la torre de esta santa iglesia y tan luego como llegó a noticia del señor deán llamó a cabildo general extraordinario a las seis de la misma. En el cabildo general extraordinario celebrado con llamamiento a las seis de la tarde del lunes treinta y uno de mayo de mil ochocientos cuarenta y uno que presidió el señor deán dijo que el objeto de esta convocatoria era para manifestar la desgraciada ocurrencia de la ruina de una parte considerable de la torre de esta santa iglesia acaecida pocos minutos antes de las cinco, asimismo manifestó la prontitud el celo y la energía con que todas las autoridades civiles y militares habían acudido dictando y tomando las providencias más ejecutivas y acertadas para evitar los desórdenes a que podía dar lugar trastorno, como desgraciado suceso, llamado las primeras los albañiles arquitectos y obreros, y dando las segundas todos los auxilios de tropa para cubrir las avenidas y puntos que juzgaron merecerlo; ofreciendo unas y otras del modo más expresivo y generoso todos sus medios para suavizar la triste situación en que se hallaba el cabildo. Los templó algún tanto la noticia de que por de pronto se ignoraba hubiese otro incidente lamentable que el de haber quedado entre las ruinas la mujer del campanero, la cual imploraba se la socorriese con voz firme y alentada. El cabildo fijó su primera atención en salvar la vida de esta infeliz, y si bien venía que las autoridades habían tomado el mismo interés dedicando sus miras a este objeto exclusivamente determinó que para conseguirlo no se omitiese sacrificio alguno de cualquiera clase que fuese y que la comisión que se nombraría se le autorizase sin restricción ni reserva alguna para de acuerdo con las autoridades no levantar mano hasta lograr el término feliz que se deseaba. Que se tratase de asegurar los efectos del interior del templo y capillas que pudiesen removerse que se trasladase el sagrario del modo más digno que fuese posible a la sala capitular, puesto que tanto ésta como las sacristías, oratorios y oficinas de la contaduría separadas del templo principal no tuviese riesgo y para la ejecución y demás ocurrencias que eran indispensables se aglomerasen en circunstancias tan extraordinarias y críticas se nombró comisión de los señores doctoral Morchón y Román que las resolviesen y anjasen en nombre del cabildo y que por ahora y hasta nueva determinación se celebrasen los divinos oficios en la sala capitular del modo más decoroso que permitiese el local y no ocurriendo otra cosa se disolvió el cabildo de que certifico”.
ISIDORO DOMÍNGUEZ DÍEZ. Aspecto de la torre tras el derrumbamiento de la misma |
JUAN CARLOS URUEÑA PAREDES. Fotomontaje del derrumbe de la torre |
También Pedro Alcántara Basanta en su delicioso Libro de curiosidades relativas a Valladolid (1807-1831) nos describe muy pormenorizadamente aquella desgracia: “En 31 de mayo de 1841 que fue 2º día de Pascua de Pentecostés entre 4 y 5 de su tarde se arruinó la torre de la Santa Iglesia Catedral sin que sucediese desgracia alguna, ni en personas ni en los edificios contiguos, sólo si se arruinó la capilla de San Juan Evangelista, inclusa en la Santa Iglesia y era la parroquia así titulada y habiéndose hundido la habitación del campanero cayó su mujer entre las ruinas en la cama donde estaba durmiendo la siesta debajo de las cuales estuvo 22 horas que a puro celo y vigilancia de las autoridades, trabajo infatigable de los presidiarios y otras personas piadosas se la sacó viva con algunas lesiones y leves heridas que sanó completamente quedando un poquito coja. Y el marido tuvo el arrojo de bajarse de su habitación por una escalera de mano. Son muchas las circunstancias que se reunieron con esta desgracia por haber caído todo el campanario con el reloj; causando una explosión y ruido extraordinario, tomando toda la población de esta ilustre ciudad el mayor interés para acudir al alivio de tan grande desgracia y el Ilmo. Cabildo en unión con el Noble Ayuntamiento dispusieron a pocos días empezar la obra de desmonte de mucha parte de la torre que estaba ruinosa y todo se hizo sin que sucediese desgracia alguna más que haber caído un operario sin que se hiciese más daño que algunas contusiones, especialmente en el pecho el que sanó completamente a pocos días. Y constante el venerable cabildo en no perdonar fatiga hasta que se hallase el Copón con el Santísimo Sacramento de la parroquia que había quedado entre las ruinas, hallado este en la forma más admirable y sobre el Ara, dispuso hacer en acción de gracias una solemne procesión con asistencia de todas las Penitenciales, Cofradías Sacramentales, Clero, Autoridades local y provincial, Excmo. e Ilmo. Sr Obispo que llevaba el Santísimo en sus manos en el mismo Copón estando tendida toda la tropa de la guarnición de Infantería, Caballería y Artillería y la de la Milicia Nacional, saliendo la procesión de dicha santa iglesia por la plazuela de Sata María, estando formada la Universidad en sus balcones de toda ceremonia y habiendo un hermoso altar en la puerta principal; continuando por la calle de la Librería, Plazuela del Colegio Mayor, calle de la Cárcava, Orates, Fuente Dorada, Platería, Cantarranas, Cañuelo hasta llegar a la Penitencial de las Angustias, donde se colocó el Santísimo Sacramento y en toda la carrera hubo muy hermosos altares y un concurso de gentes grandísimo y piadoso, cuya procesión se verificó el día Domingo 18 de junio a las 10 de su mañana y el venerable cabildo continuó sus obras para habilitar la Santa Iglesia, y el día Domingo 2 de enero de 1842 tuvo la dicha e indecible gozo de hacer una solemne función e indecible gozo de hacer una solemne función de gracias con misa, sermón y Te-Deum y asistencia de todas las autoridades”.
Fotografía del Archivo Ruiz Vernacci en la que se puede observar a la catedral con la "Buena Moza" ya derruida y la otra torre sin construir |
La capilla quedó completamente destruida, así como el retablo barroco que contenía en su interior y que había sido construido en 1716. No ocurrió lo mismo con la escultura que presidía el retablo, San Juan Evangelista, si bien debió de quedar tan malparada que tan solo se conservó la cabeza, a la que un escultor, por llamarlo escultor, le talló un groserísimo y basto cuerpo. La imagen original del santo había sido esculpida por Pedro de Ávila en el referido año del retablo (Pinchando aquí podéis conocer en profundidad la imagen de San Juan Evangelista; y si pulsáis aquí encontrareis un estudio sobre las imagenes que del escultor se conservan en la catedral). Inmediatamente el cabildo se apresuró a rehacer la bóveda de la capilla, “imitando su aspecto primitivo”, y a construir un nuevo retablo mayor, que corrió a cargo en 1846 del prestigio ensamblador vallisoletano Jorge Somoza. Se trata del que actualmente sigue presidiendo la capilla.
BIBLIOGRAFÍA
Archivo General Diocesano de Valladolid.
ALCÁNTARA BASANTA, Pedro: Libro de curiosidades relativas a Valladolid (1807-1831), Tipografía del Colegio Santiago, Valladolid, 1914.
CANESI, Manuel: Historia de Valladolid (1750). Tomo III, Grupo Pinciano, Valladolid, 1996.
CHUECA GOITIA, Fernando: La catedral de Valladolid: una página del Siglo de Oro de la arquitectura española, Instituto Diego Velázquez, Madrid, 1947.
DOMÍNGUEZ BURRIEZA, Francisco Javier: “Una nueva torre para la catedral de Valladolid (1841-1885)”, BSAA Arte, Nº 78, 2012, pp. 217-236.
MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: “La torre de la catedral de Valladolid”, Academia: Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Nº 81, 1995, p. 94.
URREA, Jesús: La Catedral de Valladolid y Museo Diocesano, Everest, Madrid, 1978.
Hola Javi, tengo una duda. ¿Has tenido alguna fuente de inspiración para el título del post? Alas Clarín hizo un cuento llamado "Adiós cordera" y la reina Isabel II cuando fue exiliada dijo: Adiós España, adiós, sentí tener raíces más profundas en este país.
ResponderEliminarQ perros
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