El 9 de julio de 1689 la Cofradía de Nuestra
Señora del Rosario y Santo Mártires viendo que “el retablo que estaba en dicha iglesia en el altar mayor por su mucha
antigüedad estaba amenazando ruina” y queriendo “que estuviese con la decencia que se requiere” deciden realizar uno
nuevo, para lo cual la Cofradía contaba además de con su dinero, con que “diferentes cofrades y bienechores se habían
ofrecido diferentes limosnas”.
El encargo recayó en el ensamblador Blas
Martínez de Obregón, el cual se ajusta con D. Francisco de la Vega Sorriba, representante
de la dicha cofradía, para “ejecutar un
retablo que se ha de poner en la capilla mayor de la iglesia de Nuestra Señora
del Rosario y Santos Mártires”, y para “abrir
el camarín de Nuestra Señora” en medio de dicho retablo. Salieron por
fiadores de Obregón, entre otros, el dorador Antonio Barreda (que seguramente
fuera el encargado de dorar el retablo) y el escultor Antonio Vázquez.
La principal condición, que le pusieron a
Obregón, a la hora de construir el retablo era que la traza fuera la “misma que se ejecutó y está puesta en la
iglesia del Convento de San Quirce”, con lo cual, indirectamente, nos
indica la autoría del referido retablo. Entre otras particularidades más, tenía
que llevar en el pedestal principal cuatro repisas, y entre repisa y repisa, “sus portadas que se han de ejecutar conforme
están en Nuestra Señora de los Ingleses”. Asimismo la custodia que se había
de realizar tenía que ser “conforme está
en el Convento de San Quirce de esta ciudad”, y dentro de ella, una tramoya
para descubrir al Santísimo Sacramento.
Retablo mayor de la iglesia del Convento de San Quirce |
Retablo mayor del Colegio de los Ingleses |
El retablo debía estar acabado en ocho meses
desde el día en que se firmara el contrato, en el cual se estipulaba que Blas
Martínez de Obregón cobraría 7.500 reales de vellón. Asimismo se obligaba a
darlo puesto y asentado, y a bajar el que por entonces estaba puesto en la
capilla mayor de la iglesia. Obregón puso una clausula, muy normal en este tipo
de escrituras, por la cual si la obra finalmente la realizaba otro ensamblador,
se le debían de dar 300 reales por “por
el trabajo y ocupación de traza y condiciones”.
Unos días después, el 13 de ese mismo mes, de
que Blas Martínez de Obregón se obligara a fabricar el retablo mayor, los
escultores Antonio Vázquez (uno de los fiadores de Obregón en el contrato para
la realización del retablo) y José de Rozas se conciertan con D. Juan Blanco
para realizar “dos hechuras de bulto la
una del glorioso Padre San Francisco y la otra de Santo Domingo para poner en
el retablo que se está haciendo para la iglesia de Nuestra Señora del Rosario y
Santos Mártires”. Salió por su fiador el referido Obregón.
La escultura de Santo Domingo, que debía de
medir dos varas de alto, tenía que modelarse “a semejanza de la que está en la capilla del Convento de San Pablo de
esta ciudad en todos los movimientos excepto que no ha de tener al pie globo de
nubes como le tiene el de dicha capilla sino es que ha de estar de planta firme”.
Además debía de llevar un Crucifijo “en la mano que le corresponde”, y en la
otra un ramo de azucenas. Como podemos ver el escultor, seguramente Antonio Vázquez, no logra ni de lejos copiar el modelo que le pedían, y mucho menos acercarse a la calidad del original. La factura es de escultura es un tanto seca, tosca y expresionista.
La hechura de San Francisco, la cual no exigían
copiarla de un modelo ya existente, debía de medir lo mismo que la de Sato
Domingo. En la mano portaría un Crucifijo. Las esculturas de ambos santos
debían estar “a contento y satisfacción
de dicho D. Juan Blanco, y a vista de maestros escultores”, y si no lo
estuvieren, “nos los dichos Antonio
Vázquez y Joseph de Rozas se han de quedar con dichas hechuras y volver la cantidad
de maravedíes que hubieren recibido”. La imagen de San Francisco posee la misma sequedad y expresionista que la escultura anterior, lo cual me lleva a atribursela también a Antonio Vázquez.
Ambas esculturas debían estar acabadas para el
día de Nuestra Señora de Septiembre de ese mismo año, aunque “si antes las acabaren y contentaren las han
de entregar al dicho D. Juan Blanco, para poner en dicho retablo”. Los
escultores recibirían por dichas dos obras 800 reales de vellón.
El
retablo consta de un banco, en el que se abren las puertas para la sacristía y
se colocan cuatro cartelas. El orden único presenta cuatro columnas
salomónicas. El remate se cierra en semicírculo. En lo alto figura un escudo
real escoltado por leones. En la hornacina central del retablo se encuentra una
imagen de vestir de Nuestra Señora del Rosario, con el Niño en brazos y el
rosario. Corona de plata y rostro también enmarcado en plata. Será la antigua
imagen, trasladada de la primitiva iglesia del Rosario. Encima hay un relieve
del milagro de San Cosme y San Damián, es decir, la curación de un enfermo al
que se coloca la pierna de un negro. Este tema era obligado juntarle con el de
la Virgen del Rosario, pues las dos advocaciones de las cofradías unidas debían
estar presentes. En las hornacinas laterales se encuentran las estatuas de
Santo Domingo y San Francisco. El primero está justificado por ser el creador
de la devoción del Rosario; el segundo, por la hermandad con Santo Domingo,
pues en el culto y el arte están habitualmente asociados los dos grandes
impulsores de las órdenes mendicantes. En el remate figura un Calvario y dos
angeles portando los estandartes de la cofradía. Estos últimos tienen su
génesis en los que situaba Gregorio Fernández en sus retablos.
En
resumen, se trata de un buen retablo salomónico, obra de, quizás, el mejor
ensamblador de este periodo, que merecería la pena restaurar, cuando se pueda,
puesto que tiene tanto polvo y está en tal mal estado de conservación que se
hace dificil no solo fotografiarle, sino también su sola visión.
SI TE INTERESÓ LA ENTRADA, CONTINÚA EN
EL HOSPITAL Y LA IGLESIA DEL ROSARILLO (1 de 3): El Hospital de San Cosme y San Damián
EL HOSPITAL Y LA IGLESIA DEL ROSARILLO (2 de 3): La iglesia-oratorio del Rosarillo
BIBLIOGRAFÍA
- BALADRÓN ALONSO, Javier: "Nuevas obras de Francisco Díez de Tudanca y otros datos de escultores barrocos vallisoletanos", B.S.A.A., tomo LXXVIII, 2012, pp. 153-170
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XIV. Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid (1ª parte), Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1985
por favor! yo quiero ver todas estas maravillas ocultas o escondidas. Gracias de veras por mostrárnoslas!
ResponderEliminar