Como vimos en la
anterior entrada, el retablo mayor de la antigua colegiata de Valladolid fue
vendido en 1676 a la parroquial de Renedo, pero no sabemos qué ocurrió con él
entre 1668, año en que se consagró la nueva catedral por el obispo de la
diócesis D. Francisco de Seijas y Losada, y la fecha de su venta. Seguramente
se quedara en la antigua colegiata, puesto que el nuevo retablo mayor que vamos
a tratar, que se comenzó a construir en 1671, fue el primero del que se tiene noticia
poseyó el altar mayor de la recién inaugurada catedral.
La consagración del
nuevo edificio trajo consigo la necesidad de dotarlo de un nuevo retablo mayor,
aunque la escasez de fondos y el hándicap de no haber finalizado todavía las
obras (que aún hoy no se han acabado, ni acabarán) de la catedral movieron al
cabildo a realizar una estructura provisional. Lo primero que se decidió
colocar en el altar mayor fue una escultura de la Asunción de la Virgen,
titular del templo, acompañada por ocho figuras de ángeles, cuyo grupo se pagó
en 1668 al escultor vallisoletano Pedro Salvador, siendo policromado ese mismo
año por el dorador Pedro Guillerón.
No sabemos cual sería
esa imagen, y si todavía existe o bien se perdió en el pasado. De las tres
imágenes escultóricas que aún se conservan en la catedral con la iconografía de la Asunción, solamente una puede
relacionarse con Pedro Salvador. Se trata de una conservada en una especie de
sagrario o baldaquino a los pies del retablo mayor de la capilla de San
Pedro. La imagen guarda todas las características de la escuela de Gregorio
Fernández, aunque sin llegar a acercársele ni de lejos. Todo esto sería
suficiente para pensar que esa sería la imagen sobre la que estamos hablando,
aunque las pistas que definitivamente nos llevan a descartar esta hipótesis son,
por un lado, que la imagen tallada por Salvador tenía los ojos de cristal (teniendolos la de la imagen de la capilla de San Pedro pintados sobre la
madera), y, por otro, que el coste de 400 reales parece excesivo para una
imagen tan pequeña y tallada por un maestro de segunda fila.
A continuación se acordó la realización de una estructura acorde con la importancia que se daba a la advocación de la Virgen, por lo que se pensó que lo mejor era disponer de un retablo baldaquino, ligero y cómodo de desmontar en caso de que las obras de la catedral prosiguieran. Asimismo tendría una simbología bíblica muy evidente, como resguardo y cobijo, a manera de tienda de campaña o pabellón, del Arca de la Alianza. Este retablo baldaquino fue encomendado en 1671 a los ensambladores Pedro de Cea y Juan de Medina Argüelles, los cuales cobraron por su trabajo 8.800 reales. Se desconoce el diseño de la obra, tan sólo sabemos que disponía de cuatro pedestales para asentar las columnas que soportarían su remate, seguramente cupuliforme, recorrido por varios corredores abalaustrados y coronado por una escultura representando a la Fe, obra realizada en 1675 del escultor vallisoletano José Mayo. En su interior se dispuso una custodia que, igual que el resto del tabernáculo, doró Lucas del Pozo en 1675 y en cuya puerta figuraba un pelícano tallado por Pedro Salvador. El conjunto se completaría con dos figuras de ángeles situadas sobre peanas a ambos lados del baldaquino. Estas figuras son de tamaño natural y nos remontan a los ángeles realizados por Gregorio Fernández, y posteriormente por sus imitadores, para colocar en los áticos de los retablos.
Del retablo y de la imagen de la Fe no se conoce el paradero, sin embargo las esculturas de los dos ángeles bien pudieran ser las que se conservan en sendas hornacinas de la capilla de San Fernando. A continuación de las fotos de los dos ángeles coloco un par de ejemplos relacionados con esta saga de ángeles comenzada por Gregorio Fernández.
Ángel portaestandarte. Retablo mayor de la iglesia del Rosarillo. Antonio Vázquez y José de Rozas |
Ángeles armados. Se cree que puedan proceder del antiguo retablo mayor de la iglesia del Convento del Carmen Calzado |
Por otros trabajos
realizados por Juan de Medina Argüelles es de imaginar que el tabernáculo
dispondría de una estructura clasicista, formada por columnas estriadas,
probablemente corintias y con algún golpe de follaje barroco en sus frisos o
entablamentos. Para comprender mejor su estilo se puede echar un vistazo al
retablo mayor de la iglesia de Santa Cruz de Medina de Rioseco, quizás su obra
cumbre.
Así permaneció el
presbiterio del templo hasta junio de 1797, momento en que se menciona la
necesidad de limpiar la capilla mayor y se apunta a continuación la posibilidad
de que se podrían hacer “algunas obras en
la capilla mayor”. Y hasta aquí llegamos en esta ocasión, en la próxima
entrada hablaremos del tercer retablo mayor, segundo de la catedral.
SI TE INTERESÓ ESTA ENTRADA, CONTINÚA EN:
ANTIGUOS RETABLOS MAYORES DE LA CATEDRAL DE VALLADOLID I: El retablo mayor de Amusquillo
ANTIGUOS RETABLOS MAYORES DE LA CATEDRAL DE VALLADOLID III: La Asunción del pintor Zacarías González Velázquez
ANTIGUOS RETABLOS MAYORES DE LA CATEDRAL DE VALLADOLID IV: Juan de Juni y el retablo mayor de Santa María la Antigua
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BIBLIOGRAFÍA
- URREA, Jesús: “El retablo mayor y los colaterales de la catedral de Valladolid”, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Tomo XXXVI, 2001, pp. 121-132.
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