martes, 29 de octubre de 2019

EXPOSICIÓN: "DURERO. El artista y su tiempo"


Visitar una exposición de Durero siempre es una satisfacción -no obstante se trata de uno de los grandes genios de la Historia del Arte-, pero hacerlo acompañado de una persona con la que puedes ir comentando las obras y enriqueciéndote mutuamente es un verdadero placer. Y no solo eso, sino aprendiendo algunas cosas porque yo de Durero sabía lo justo ya que se trata de uno de esos grandes artistas a los que le tengo una especie de irracional manía (en ese grupo, del que por suerte ha salido Durero, se encuentran otros genios como El Greco, Francisco de Goya, Diego Velázquez, o Leonardo da Vinci).
Hasta el día 24 de noviembre podéis visitar la exposición "Durero. El artista y su tiempo", pues así se titula, en la Sala Municipal de Exposiciones de la Pasión. Como refiere el folleto informativo, la muestra se presenta como un proyecto de cultura y territorio, con un marcado carácter pedagógico, mediante un discurso en el que la producción del gran introductor del Renacimiento en el norte de Europa se contextualiza en su entorno social, político y económico además de en su producción artística.

Cristo como Varón de Dolores (1509)
La Flagelación (1512)
Esta muestra ofrece una selección de 70 grabados de Durero con los que se pone de relieve su genialidad creadora, su curiosidad y la capacidad para captar, asumir y difundir un lenguaje nuevo, el Renacimiento, en el norte de una Europa inmersa en la preponderancia del gótico flamenco. Pero lejos de querer ofrecer una imagen aislada del artista, en esta exposición se desea dar a conocer la inmensa riqueza de hechos y personajes históricos que rodearon a la figura de Durero.
Artista del emperador Maximiliano I de Habsburgo de quien este año se conmemoran los 500 años de su fallecimiento, Durero es un actor fundamental en la difusión de la imagen asociada al poder. Para ello se servirá de un excelente medio de divulgación como es el grabado, el cual le permite una libertad creativa que no le podía conceder la pintura, en la que se imponían los deseos de sus comitentes.
El grabado y la imprenta, recién inventada en Alemania, constituyen el medio escogido por el emperador para consolidar su imagen y la de su monarquía en Europa, como lo confirma el grabado presente en la muestra Gran carro triunfal. Y así lo hará también su nieto y sucesor Carlos I, a cuya coronación en la ciudad de Aquisgrán asiste Durero en 1520, recibiendo también de él una dote vitalicia, dando continuidad a la que le concediera Maximiliano I.
Es a través de sus grabados como la propia imagen de Durero como artista genial se difunde rápidamente por toda Europa. Numerosos retratos de personajes importantes se unen a la obra religiosa de la que se muestra obra individual y series como "La vida de la Virgen" o la "Pasión pequeña en cobre" de gran trascendencia a lo largo de la Historia del Arte. Junto a ellos, una selección de los grabados que se han conformado como grandes referentes de la historia universal del Arte como Melancolía I y El caballero, la muerte y el diablo.

El Martirio de Santa Catalina (h. 1498)
El baño de los hombres (1496)
Lucha entre Hércules y Caco (1496)
La Sagrada Familia con tres liebres (1496)
Willibald Pirckheimer (1524)
La exposición recoge una selección de los grabados más representativos del artista, desde sus primeras obras anteriores al año 1500 hasta su apogeo ya a principios del siglo XVI, que ponen de relieve su maestría y su búsqueda constante de la belleza absoluta. Entre las piezas expuestas títulos emblemáticos como el Gran carro triunfal de Maximiliano I, Melancolía I o El caballero, la muerte y el diablo. La exposición reúne imágenes de temáticas variadas: grabados religiosos (La Sagrada Familia con tres liebres, San Jerónimo en el Bosque y San Eustaquio), pintorescos (Cerdo monstruoso de Landser), mitológicos (Lucha entre Hércules y Caco), alegóricos (Escudo de armas con calavera) y retratos (Willibald Pirckeimer o El cardenal Alberto de Brandenburgo), entre otros.

Melancolía I (1514)
El caballero, la muerte y el diablo (1513)
De hecho, Durero hizo del grabado un arte mayor a comienzos del siglo XVI e influyó, con su obra gráfica, en todo el arte europeo hasta nuestros días. A partir de sus grabados, la muestra además estudia la relevancia del contexto político, social y económico que encumbró al artista y que, en definitiva, ha acabado configurando la Europa actual. La muestra pone el acento en la influencia de los banqueros y prestamistas alemanes, en las monarquías europeas y en la iglesia, y con ello en la conformación de la política de Europa y del Nuevo Mundo. También destaca aspectos imprescindibles de ese momento, como la aparición de la imprenta que revolucionó la técnica del grabado; el peso de la religión en todas las esferas, así como la pugna entre catolicismo y protestantismo con la aparición de Lutero. En suma, la muestra aborda la historia del viejo continente en el momento en que transitaba del mundo medieval al Renacimiento.

Pilatos se lava las manos (1512)
La Resurrección (1512)
San Francisco recibe los estigmas (1503-1504)
La Virgen, reina de los ángeles (1518)
A pesar de que Alberto Durero es uno de los grandes genios de la Historia del Arte, y en especial de la pintura y el grabado, para los que no le conocéis os dejo con la biografía que le redactó Fernando Checa:
ALBERTO DURERO (Núremberg, 1471-1528)
Pintor y grabador alemán. Hijo de un orfebre procedente de Hungría que había emigrado a la ciudad imperial de Núremberg en 1455, donde se estableció y casó en 1467. Este origen familiar, así como el ambiente cultural y artístico de Núremberg, explican lo precoz de la vocación artística de Durero. Recordemos que su familia vivía en las inmediaciones de la casa de los Pirckheimer, uno de los cuales, el humanista Willibald, sería uno de los grandes amigos y valedores del artista, y Michael Wolgemut, el pintor con el que Alberto dio los primeros pasos en su arte. Otro de los hechos clave en la formación del artista lo constituyen sus viajes de juventud, el primero de ellos realizado en 1489, cuando parte para la región del Alto Rin, visitando Basilea y Colmar. Fue en la primera de estas ciudades en la que tuvo noticia de la muerte de Schongauer, al que tenía intención de conocer en Colmar; a pesar de este acontecimiento, no dejó de visitar la ciudad. Como es sabido, serán las estampas del maestro alemán uno de los puntos de partida de la obra dureriana. Durante 1493, Durero vivió en Estrasburgo y al año siguiente regresó a su ciudad natal, donde se casó con Agnes Frey, lo que no es óbice para que a los dos meses de su boda inicie su primer viaje a Venecia (1494-1495). Es éste uno de los acontecimientos capitales de su vida. Durante el trayecto de idea, al atravesar los Alpes, el artista realiza algunas de sus famosas acuarelas paisajísticas, verdadero descubrimiento de la naturaleza por parte del renacimiento del norte, y en Venecia entre en contacto con Bellini.
Por estos años, Durero ya ha realizado varios autorretratos, tanto dibujados como en pintura. En 1498 realiza el conservado en el Museo del Prado. Fue al regreso de Venecia cuando Durero abrió taller propio en Núremberg. Se termina así lo que pudiéramos llamar su etapa de aprendizaje. Es en estos años finales del siglo XV cuando realiza algunas de sus primeras grandes series de xilografías, como son la Gran Pasión y El Apocalipsis, que constituirán uno de los pilares de su fama hasta el fin de sus días. Son también los años del inicio de su relación con Federico el Sabio y otros amigos humanistas, que culminan con el célebre Autorretrato de la Alte Pinakothek de Múnich (1500), verdadero icono de una nueva época para todo el renacimiento alemán.

El sumo sacedote rechaza la ofrenda de San Joaquín
En el otoño de 1505, y hasta 1507, Durero realizó un segundo viaje a Italia, visitando Venecia y, posiblemente, Roma. Se trata de una estancia, la de Venecia, muy bien documentada por la existencia de diez cartas que desde allí envió a su amigo Pirckheimer. En esta ocasión Durero fue recibido en la ciudad italiana como artista famoso: allí era considerado "como un señor", como él mismo dice en una célebre misiva a su amigo, quien, por otra parte, había costeado su viaje.
De estos momentos son obras tan importantes como La Virgen del Rosario (Palacio Sternbeck, Praga), realizada para la iglesia de San Bartolomé, el templo de los alemanes en Venecia, cuya iconografía es una llamada a la concordia entre el papa Julio II y el emperador Maximiliano I, entonces en guerra, y Cristo entre los doctores (Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid), pintada, como el mismo artista dice, en cinco días, probablemente en Roma. La experiencia de este segundo viaje a Italia señala el origen del periodo de madurez de Alberto Durero. A partir de este momento, encontramos un personaje no ya sólo consciente de su valía, sino en posesión de una sólida formación teórica y en pleno dominio de sus facultades. La huella del incipiente clasicismo italiano, unido a sus crecientes preocupaciones religiosas, marcan ya el resto de su carrera hasta su muerte. Dos pinturas como Adán y Eva (Museo del Prado, Madrid), realizadas en 1507, solo tres años después de la estampa del mismo tema, son un buen indicio de sus preocupaciones por el tema de la belleza del cuerpo humano y por el de la teoría de las proporciones. Una buena muestra de sus intereses religiosos y los de sus comitentes -recordemos que nos encontramos en el agitado ambiente espiritual de la Alemania de los inicios de la Reforma- es la tabla de La Santísima Trinidad, también conocida como Altar Heller, cuya iconografía se relaciona con La ciudad de Dios de San Agustín, así como series de estampas, como La Vida de la Virgen (1511), o La Pasión grabada (1510), auténticas exploraciones en el carácter divino, pero también humano, de los personajes clave de la Redención.

La Visitación (h. 1504)
La presentación de Jesús en el templo (h. 1505)
La culminación de la obra grabada de Durero la constituyen sus llamadas "tres estampas maestras". En El Caballero, la muerte y el diablo (1513) nos proporciona una de las mejores imágenes del caballero cristiano, el miles christi, un tipo humano y cultural clave para el llamado humanismo cristiano, cuyo mejor representante fue Erasmo; en San Jerónimo (1514) tenemos la mejor representación del intelectual cristiano de este momento; por fin, en Melancolía I, una de las más célebres imágenes de la historia, Durero aporta su idea del artista como personaje melancólico absorto en profundas e intelectuales cavilaciones. Desde 1515, Alberto entra en profunda colaboración con el emperador Maximiliano I. Por medio de programas artísticos como el Carro triunfal, el Arco de triunfo o la ilustración de libros como el Weiskunig o el Theuerdank, Durero crea una de las iconografías del poder más potentes de toda la historia, que culminan en el Retrato de Maximiliano I (Kunsthistorisches Museum, Viena). Entre 1520-1521, Durero realizó un viaje a los Países Bajos del que nos ha dejado un detallado diario. En este periplo, del que también conservamos numerosos dibujos, visitó a artistas como Quinten Massys, Joachim Patinir, Bernard van Orley o Conrad Meyt y conoció a humanistas de la talla de Erasmo y a políticos como Margarita de Austria y Carlos V.

La huida a Egipto (h. 1504-1505)
Los últimos años del artista se centran en sus preocupaciones de tipo religioso, patentes en su interés por las ideas de Lutero, su relación con Erasmo de Róterdam, del que estampa un célebre retrato ya en 1526 y, sobre todo, en unas pinturas como Los cuatro apóstoles, de la misma fecha, verdadero testamento espiritual del artista. Pero también son los años en los que mayores son sus especulaciones puramente teóricas acerca del arte, cuando a través de obras como sus Cuatro libros acerca de la proporción humana (1528), Instrucciones sobre la manera de medir con el compás y la escuadra en las líneas, los planos y los cuerpos sólidos (1525) o La teoría de la fortificación de las ciudades, los castillos y los burgos (1528), completó una importante obra escrita. En resumen, ante la vida y la obra de Alberto Durero nos encontramos, por supuesto, con el más importante artista europeo de su tiempo fuera de Italia, y con el único parangonable, por sus preocupaciones y actividades, con Leonardo da Vinci. Como este último, Durero pensaba que "la experiencia cuenta mucho", pero que a un acercamiento empírico a la realidad hay que unir otro esencialmente intelectual "ésta es la razón -decía- por la cual un artista experto no necesita copiar cada imagen de un modelo vivo, pues le es suficiente producir lo que a lo largo de mucho tiempo ha atesorado en sí mismo".

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