viernes, 23 de octubre de 2020

ARQUITECTURA "IMPERFECTA": La iglesia de San Andrés de Villardefrades

 

La catedral de Valladolid no es el único proyecto arquitectónico monumental inacabado en la provincia. A unos 70 kilómetros de la capital, en el limes con la provincia de Zamora, encontramos la iglesia de San Andrés de Villardefrades, pequeña localidad enclavada en un territorio que os conmino a descubrir puesto que está casi en plenos Montes Torozos (Urueña, San Cebrián de Mazote, Villagarcía de Campos, La Santa Espina, Wamba, etc…), y, además, Mota del Marqués tampoco anda muy lejos.

El nombre de Villardefrades parece ser medieval, debiendo significar Villa de los Frailes (Fratres), según la opinión de Ortega y Rubio, quien habla de la existencia de comunidades religiosas en la villa, posiblemente templarios, luego reemplazados por benedictinos. Aunque en origen tuvo dos iglesias parroquiales, dedicadas respectivamente a San Pelayo y San Cucufate, actualmente ambas se encuentran fundidas y emplazadas en una antigua ermita del siglo XVIII. Gratiniano Nieto aún pudo contemplar las ruinas de la de San Pelayo, quien describe su puerta: “abocinada con arcos apuntados del siglo XIII, que descansan sobre columnillas esquinadas que rematan en capiteles decorados con piñas y hojas, recordando en su organización las portadas del XII”. Sabemos que en la referida ermita se montaban ya en 1805 los retablos de la iglesia de San Pelayo, mientras que hubo que esperar al siglo XX para llevar los de la de San Cucufate. Por desgracia actualmente tan solo se conserva en su interior el que fuera retablo mayor de San Pelayo, ignorándose qué ha ocurrido con el resto.

Nos interesa especialmente la portada original de la ermita, hoy cegada. Es un magnífico ejemplar de barroco dieciochesco que busca la gracia y el movimiento de líneas tanto en la planta como en el alzado. La puerta, adintelada, va protegida por arco de medio punto y flanqueada por pilastras cajeadas. Todo este conjunto avanza con respecto a la línea de la fachada. El entablamento busca el claroscuro, hundiendo el arquitrabe y disponiendo de un friso convexo. Encima lleva espadaña de un solo cuerpo. Las alas se rematan en línea ondulada. Encima del dintel de la puerta se encuentra la inscripción dedicatoria, por la que podemos conocer la fecha de terminación y nombre de los comitentes. Dice así: “Esta obra se hizo a expensas del Ilmo. Señor D. Fray Andrés González Cano, Obispo de Nueva Cáceres en las Indias Filipinas, natural de esta villa, siendo patronos de sus memorias D. Lorenzo Pinto y Doña Antonia Ramos su mujer, año 1751”. El hecho de que su patrono fuera el referido obispo de Nueva Cáceres nos mueve a pensar que el autor fuera el mismo que el de la iglesia inacabada de San Andrés, obra ejecutada también a expensas del mismo comitente.

La inacabada iglesia de San Andrés se levanta en el centro de la población. Estudiada por los profesores Martín González y Parrado del Olmo, su construcción debió de acontecer en el bienio 1763-1764 teniendo en cuenta que dichas fechas aparecen en diversos lugares del templo. Su tracista y director de obras fue el benedictino fray Juan Ascondo (en el siglo llamado Francisco Ascondo) (1705-1781), monje lego en el Monasterio de San Benito el Real de Valladolid, mientras que el aparejador fue Francisco Antonio Pérez, quien en 1765 aparece citado como perito de las obras de la antigua iglesia de San Cucufate, hoy desaparecida, y se le denomina allí “aparejador de la obra de la nueva Iglesia de dicha villa”, que no es otra que la de San Andrés que estamos tratando.

El comitente fue Fray Andrés González (o Rodríguez) Cano, obispo de Nueva Cáceres, islas Filipinas, quien, a su muerte, dejó fondos para su continuación, pese a lo cual, quedó inacabada, sin cubrición. Como señala Martín González, lo verdaderamente importante de esta iglesia es su sistema de construcción, ya que se iba ejecutando de una forma unitaria, con el carácter de obra acabada. Así, se trataban los diversos elementos decorativos al compás de la edificación. El material empleado es la piedra sillería perfectamente escuadrada.

Planta de la inacabada iglesia de San Andrés de Villardefrades

Su planta nos presenta una iglesia de cruz latina con tres naves separadas por arcos de medio punto apoyados en pilares cuadrados decorados con pilastras cajeadas, que en la nave mayor suben hasta el friso dórico. Esta se pensaba cubrir con cañón, por lo que las naves laterales llevan arcos diafragmas para soportar el empuje. El crucero no se marca en planta. A ambos lados de la capilla mayor se organizan las sacristías, dos habitaciones rectangulares, una de ellas provista de elegante lavabo tallado en la pared, las cuales se tenía pensado iluminar por medio de sendos ventanales elipsoides.

La entrada al templo se tenía pensado realizar por medio de tres portadas, dos abiertas en las naves laterales y otra a los pies. Esta última, que adquiere la forma de pórtico tiene forma prismática al exterior y circular al interior, estando decorado por hornacinas para el agua bendita. La entrada se efectúa por un arco de medio punto flanqueado por columnas dóricas. Sobre el entablamento dórico, organizado con entrantes y salientes, aparece el segundo cuerpo, inacabado, decorado con aletones, placas recortadas y pináculos. A ambos lados se adosan dos escaleras de caracol por las cuales se subiría a la torre que se elevaría sobre el referido pórtico.

Por su parte, las portadas del Evangelio y de la Epístola son idénticas, siguiendo una misma traza. Son adinteladas, cubiertas por arcos de medio punto que alojan en su interior una portada arquitrabada con recodos y ático semicircular alabeado, y un segundo cuerpo a manera de peineta compuesto por una hornacina de remate avenerado, flanqueado por dos pedestales con pináculos bulbosos, y cuya cúspide se resuelve por medio de un frontón curvo que sirve de asiento a una cruz.

En definitiva, estamos hablando de una de las mejores obras arquitectónicas del momento en la provincia de Valladolid, y, pese a adscribirse por sus elementos decorativos al barroco, la pureza de líneas y la depuración de su ornamentación, muy dosificadas, nos comienzan a anunciar ya los nuevos aires del Neoclasicismo.

 

BIBLIOGRAFÍA

LLAGUNO Y AMIROLA, Eugenio: Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su restauración (1829). Tomo IV, Imprenta Real, Madrid, p. 231.

MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Arquitectura barroca vallisoletana, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1967.

PARRADO DEL OLMO, Jesús María: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo IX. Antiguo partido judicial de Mota del Marqués, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1976.

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